CAPÍTULO 32: Fin de semana con Eric
-Ey, ¿cómo llevas todo?
-Bien –contesté
metiendo unos pantalones en la bolsa mientras hablaba con Amber por teléfono-. Ya
tengo la maleta lista.
-Entonces tus padres
han cedido.
-Sí, pero aun así no
les hace mucha gracia.
Cuando se lo había
contado a mis padres no les había hecho mucha ilusión, pero me conocían, y
conocían a Eric. Además, no era la primera vez que iba a aquella casa que
tenían en la montaña, sino que había ido antes con su familia.
-Es lógico.
-Bueno, te dejo –dije
al ver a través de la ventana el Opel rojo-. Eric ya está aquí.
-De acuerdo. Ya me
contarás qué tal.
-Hecho. Adiós.
Guardé el móvil en uno
de los bolsillos de la bolsa, cogí mi chaqueta y bajé las escaleras para abrir
la puerta.
-Hola –me saludó
mientras cogía mi bolsa-. ¿Cómo estás?
-Lista para el fin de
semana –dije con una sonrisa.
No había nadie en mi
casa, aunque ya me había despedido de ellos antes de que se fueran. Cerré la
puerta con llave y me encaminé hasta el coche de Eric. Este me esperaba sentado
al volante. Me acomodé en el asiento del copiloto y encendí la radio.
Después de dos horas
llegamos hasta la casa de campo que tenían en la montaña. Esta estaba a dos
kilómetros del pueblo más cercano. Era una gran casa de madera, de dos pisos,
con ventanales; toda rodeada de vegetación. Eric aparcó frente a ella y ambos
salimos del coche. Saqué las llaves de mi bolsillo, dado que me las había
quedado desde el día de mi cumpleaños. Entramos y dejamos las bolsas a un lado.
Rodeé la estancia con la mirada. A mi izquierda se encontraba el salón, con dos
sofás grandes y una mesita entre ellos. A mi derecha estaba la entrada a la
cocina, y al final se encontraba la escalera. Todo estaba decorado de forma
rústica.
-Es muy bonita –musité.
-Voy a coger la comida
del coche.
-De acuerdo. Yo subiré
las bolsas arriba.
Las cogí y subí las
escaleras. Recordaba que la habitación de Eric era la segunda a la izquierda,
así que dejé las cosas y me tumbé sobre la cama. Segundos después me levanté y me
asomé por la ventana. Las vistas que había desde el cuarto eran preciosas. Poco
después Eric entró por la puerta y se acercó hasta mí. Me rodeó los hombros y
me abrazó, dándome un beso en la cabeza.
-¿Tienes hambre?
–preguntó rompiendo el silencio.
-Sí, ¿qué hay para
cenar?
-He traído algo de
carne.
Bajé junto a él a la
cocina y preparamos tranquilamente la cena. Tras preparar la comida nos sentamos
a comer. Una vez acabamos recogimos los platos y nos sentamos en el porche,
contemplando el cielo estrellado, algo que no se veía en las ciudades llenas de
luz por las noches. Cuando se hizo tarde nos levantamos y entramos de nuevo.
Cerré la puerta detrás de mí, Eric me cogió de la cintura e hizo que girara
sobre mí misma. Me acarició el cuello y me besó. Se separó a
escasos centímetros y me volvió a besar apasionadamente, haciendo que mi
tirante bajara por mi brazo. Pasé los brazos por su cuello y me dejé llevar. Él
me cogió dulcemente por la cintura y me arrastró hacia su habitación.
Abrí los ojos
lentamente, el sol entraba entre las cortinas. Me giré y me apoyé sobre el
torso de Eric, el cual continuaba durmiendo. Minutos después noté que se
despertaba.
-Buenos días –susurré
mientras levantaba la cabeza para darle un beso.
-Buenos días, ¿cómo has
dormido?
-Genial.
Nos mantuvimos así durante
un rato, en silencio.
-Vamos a desayunar, hoy
te quiero enseñar una cosa –musitó.
-¿Qué cosa?
-Un lugar.
-Está bien.
Rodeé la estancia en
busca de mi ropa, sin embargo acabé poniéndome una camiseta de él.
Mientras me duchaba
Eric preparó una pequeña cesta donde meter la comida. Bajé las escaleras y me
lo encontré con todo ya preparado.
-¿Estás lista?
-Sí –dije alegremente.
Metí la cesta en el
coche y él condujo durante unos minutos hasta llegar a un pequeño claro. Cogió
las cosas y me agarró de la mano para dirigirme entre los árboles que
delimitaban el prado. Mientras andábamos se hizo paso entre los árboles una
cascada. Esta se dividía en tres, por donde el agua cristalina caía a un
pequeño lago.
-Es precioso –murmuré
mientras andábamos para acercarnos más.
Extendí la manta en el
suelo y me senté en ella, observando el lago.
-Mis padres nos traen
siempre a este lago, de pequeño me apasionaba.
Me giré hacia él y le
besé.
-Ven, vamos a subir.
Miré hacia arriba,
justo en la boca de la cascada. Cogí la mano que me tendía y ambos subimos la
pequeña pendiente. Desde arriba todo se veía más espectacular, se observaba
todo el bosque verde extenderse hasta el horizonte. Luego miré hacia abajo,
donde se veía caer el agua. Habrían varios metros hasta abajo.
-¿Saltas? –propuso
Eric.
-Creo que no –negué
rápidamente.
-Es muy divertido. A mí
me encanta hacerlo.
-Pues tírate tú solo,
no te acompaño.
-¿Y si te cojo?
-Ni se te ocurra –le
advertí.
-¿No te vas a bañar?
-Si llevo el bikini es
por algo, pero no me tiraré hasta abajo.
-Está bien.
Ambos retrocedimos para
bajar, pero entonces Eric pasó el
brazo por el pliegue de mis rodillas para cogerme en brazos y se dirigió hacia
el borde de la cascada. Antes de que pudiera replicar se lanzó al vacío. Grité
y me agarré más fuerte a él. Segundos después noté el agua contra mi piel y
cómo Eric me soltaba. De la inercia del salto bajé casi hasta tocar el fondo.
Luego salí a la superficie para coger oxígeno. Miré a todos lados, en busca de
Eric. Este apareció un instante después con una sonrisa divertida en el rostro.
-¿Qué te ha
parecido?
Le empecé a
tirar agua a modo de respuesta y luego me apoyé en sus hombros para hundirle.
-¿Esta
respuesta te parece bien?
Se rió.
-Me lo tomaré
como que te ha gustado. A sido divertido, ¿verdad?
Me quedé
callada unos segundos, la verdad es que sí que lo había sido.
-A lo mejor
un poco.
Volvió a
reírse y me cogió del brazo para acercarme a él. En el momento en el que me fue
a besar le hundí de nuevo.
Cominos
distraídamente mientras escuchábamos el agradable sonido de la cascada. Luego
nos tumbamos sobre la manta, observando el cielo despejado, mientras él me
contaba cosas sobre su infancia.
Cuando hacía
ya unas horas que había oscurecido recogimos las cosas para volver a la casa.
En cuanto me senté en el coche apoyé la cabeza contra el respaldo, cansada.
Noté que Eric
me cogía en brazos y abrí los ojos lentamente.
-Me he
quedado dormida –susurré.
Entró en la
casa y se dirigió a las escaleras.
-No te
preocupes, Eric, puedo ir andando –dije con voz somnolienta.
-No pasa
nada, no me cuesta nada llevarte.
Sonreí. Le
rodeé el cuello con los brazos y le besé en él. Llegamos a la habitación, me
tumbó sobre la cama y noté cómo me quitaba los zapatos.
-¿Sabes? Creo
que eres perfecto.
Soltó una
carcajada y yo me uní con una pequeña risa.
-Yo no lo
creo –se sentó en el borde de la cama, junto a mí-. Nadie lo es.
-Es que
siempre eres tan bueno…
Se inclinó
sobre mí para presionar sus labios contra los míos mientras me acariciaba la
mejilla. Luego descansó su frente sobre la mía.
-Te quiero
mucho –susurré, casi moviendo mis labios sobre los suyos de lo cerca que se
encontraba.
-Yo también
te quiero, Samira.
Me levanté
del sofá al ver que Eric ya bajaba por las escaleras y cogí mi bolsa, que
estaba lista junto a la entrada. Me paré en la puerta antes de salir y miré de
nuevo hacia el interior de la casa.
-No me quiero
ir –me quejé poniendo mala cara mientras dejaba la bolsa en el porche y me
acercaba a él para rodearle la cintura.
-Yo tampoco,
pero tus padres dijeron que llegásemos al medio día.
Hice una
mueca.
-Llevar a la
hija de vuelta a casa a la hora que indican sube muchos puntos –dijo con una
sonrisa.
-A mí ya me
tienes ganada, ¿no es suficiente con eso?
Se rió.
-Creo que no.
Aayy que mono!!!! Pero si es que Eric es el chico perfecto!!!!!! Un besoo
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