viernes, 27 de julio de 2012

CAPÍTULO 38


CAPÍTULO 38: Aprisionada
-Advectum –susurré por cuarta vez, sabía que era imposible, en aquel lugar subterráneo la magia parecía no funcionar.
Pero necesitaba salir de aquel sitio, no podía morir; no podía dejar que todos los brujos y brujas murieran. No podía.
Me planté frente a la verja.
-Eruptio –dije al tiempo que hacia un pequeño gesto con las manos para intentar que la puerta explotara, pero no pasó nada-. Eruptio.
Nada.
-No seas estúpida y deja de intentarlo. Mírate –dijo Cameron haciendo una señal con la cabeza. Noté que me sangraba la nariz, algo que solo ocurría si te pasabas utilizando tus poderes. Me lo enjuagué rápidamente.
Le miré con puro odio.
-¿Tienes que vigilarme? –pregunté al ver que se sentaba en el suelo.
-No hay más remedio, me ha tocado. Debería hacerlo Amber, pero no quiere pasarse toda la noche en vela.
Él tampoco parecía tener esa intención, se le veía el cansancio en el rostro. Me senté en el lado más alejado de la celda y me acurruqué sobre mí misma. Sentí que el estómago me rugía estridentemente. Levanté la cabeza y vi que Cameron también me miraba.
-Me muero de hambre –susurré, no quería nada que ellos me dieran, pero no podía aguantar.
-¿Debería importarme?
Tragué saliva.
-¿No necesitáis que esté bien para el sacrificio?
Resopló ruidosamente. Finalmente cedió y se levantó. Apareció a los pocos minutos con una bandeja con comida y la pasó por debajo de la reja. Me abalancé sobre ella, engullí los trozos de pan y me bebí la sopa rápidamente. Una vez hube acabado la dejé junto a la puerta y volví a mi sitio.
No podía pegar ojo, y el sonido de los escandalosos ronquidos de Cameron me mantenía despierta. Me levanté sigilosamente y me asomé por la pequeña ventana que había en la parte superior. Pero sería inútil intentar salir por ahí, no cabría. Miré a todas partes, sin saber qué hacer.
-¿Cómo ha podido hacerte esto? –escuché la voz de Aimara.
-¡Aimara! –musité con alivio-. Menos mal, ayúdame a salir de aquí, por favor.
-Tienes suerte, este sitio lo conozco, era mi antigua escuela de magia.
-¿Entonces sabes cómo salir?
-Había un viejo túnel secreto, probablemente siga funcionando.
-Genial –estiré la mano para que me la cogiera, esperando que me guiara por aquellos pasillos.
Se rió por lo bajo.
-Intenta tocarme.
Alargué la mano y cuando fui a rozar la suya la traspasé, notando un ligero cosquilleo, como si se tratara de aire. No lo había pensado, pero ella no era más que un fantasma.
-¿Cómo vamos a salir de aquí sin que él se entere?
-Creo que duerme profundamente.
Empezó a caminar hacia él, traspasando la puerta, y pasó su mano ligeramente por el rostro de Cameron. Este se rascó la nariz, y cambió de posición, soltando un gran ronquido. Me reí por lo bajini. Aimara se acercó a la puerta y susurrando un conjuro esta se abrió.
-¿Cómo puedes utilizar los poderes aquí? Yo no puedo y él tampoco.
-Está hecho para que los brujos no puedan utilizar sus poderes, yo soy un fantasma.
Salí de la celda y caminé sigilosamente detrás de Aimara. Pero entonces sentí unas manos cogerme con fuerza por los hombros.
-¿Ibas a algún sitio? ¿Cómo narices has conseguido salir?
Solté un pequeño grito ahogado. Intenté soltarme de su brazo, golpeándole con todas mis fuerzas en la pierna. Se agachó un segundo, pero en el momento que fui a correr me cogió por el brazo y me golpeó con brusquedad en la cara, haciéndome caer al suelo. Me agarró de ambos hombros y me lanzó contra la pared. Cuando me intenté deshacer de él me golpeó con la rodilla en el vientre. Solté un gemido de dolor mientras me retorcía en el suelo. Cuando me fue a levantar una ráfaga de aire hizo que saliera disparado, chocando contra la pared, y quedándose inconsciente. Me volví para ver a Aimara.
-Gracias –dije sin apenas poder respirar-. Pero podrías haber llegado antes.
-Vamos, puede que el ruido haya despertado a alguien.
La seguí de cerca por todo el pasillo, hasta llegar a una bifurcación, en la que cogimos el camino de la izquierda. Tan solo había más mazmorras. Llegamos hasta el final y Aimara se colocó frente a la pared. Eché un último vistazo al final del pasillo, asegurándome de que nadie nos seguía. Me situé junto a Aimara y esperé a que me diera las instrucciones.
-En esta parte los poderes te funcionarán. Da dos golpes aquí –indicó, señalando a mi derecha-. Tres ahí –a la izquierda-. Dos abajo, y uno en el centro. Pronuncia el hechizo para abrir.
-Aperum –musité.
La pared pareció tambalearse y empezó a separarse en dos, dejando ver un oscuro túnel delante de nosotras.
-Vamos.
Entramos, y una vez me giré pronuncié el hechizo para que se cerrara.
-Claudum.
Esta se cerró de la misma forma, sin hacer ningún ruido. Me giré y miré hacia delante, en plena oscuridad.
-¿Te sabes el hechizo de la luz o caminaremos a oscuras? –inquirió.
No sabía cuál era ese hechizo pero tenía mis trucos.
-Ignis –dije y en mi mano apareció una esfera de fuego que nos iluminaba el camino.
Minutos después salimos al oscuro bosque. Miré a mi alrededor, habíamos dejado la pequeña casa varios metros más allá.
-Desde aquí te podrás teletransportar –me indicó Aimara.
-Gracias. ¿Eres como un ángel de la guarda o algo así?
Se le dibujó una sonrisa en el rostro, algo que no había visto hasta entonces.
-Simplemente me siento muy vinculada a ti porque tienes mi poder, eso es todo.
-Gracias otra vez.
Ella desapareció y yo me teletransporté. Aparecí en el jardín trasero de la casa de Neliel. Levanté la cabeza para mirar por la ventana que tenía más cerca y me quedé de piedra al ver a Eric allí.

lunes, 23 de julio de 2012

CAPÍTULO 37


CAPÍTULO 37: Traicionada
Noté como me balanceaba ligeramente al ritmo de los pasos de la persona que me llevaba en brazos. Intenté abrir los ojos, pero los parpados me caían pesadamente contra los ojos. Empecé a recordar lo que había pasado antes de que me desmayara: estaba en casa de Amber, contándole lo que había descubierto de Eric. Pero entonces ella se había levantado del sofá y… ¿me había lanzado un hechizo? No, no podía ser. ¿Amber también era una de ellos, de la Inquisición? Podría haberme atacado al darse cuenta de que lo había descubierto.
Después de unos minutos conseguí abrir los ojos.
-Vaya, parece que la Bella Durmiente ha despertado –habló el chico que me estaba llevando. Al reconocer su voz pataleé bruscamente para que me soltara-. Tranquilízate –me ordenó.
Continué pataleando hasta conseguir soltarme de él, y caí al suelo torpemente. Me llevó unos segundos levantarme. Noté una mano sobre mi hombro.
-¡No me toques, Cameron!
Me ignoró y me agarró con fuerza del brazo para arrastrarme hacia una vieja casa que teníamos delante. Mientras caminaba, casi a trompicones, observé el bosque en el que nos encontrábamos, y lo reconocí en seguida. Estábamos en Salem. Miré al grupo de gente que había detrás de nosotros y pude distinguir la silueta de Amber entre todos aquellos chicos.
-Entra –me mandó Cameron.
Me empujó al interior de la casa. Me quedé parada, con los ojos como platos al ver la estancia en la que nos encontrábamos, descomunalmente grande como para caber en aquella casita. La sala era de techos altos, y todo ella de piedra, tenía un cierto aire a Itziar. Me tiró hacia un lado para que me sentara junto a la pared mientras el resto se perdía por la enorme puerta que había al fondo; todos menos Amber.
-¿Tú también, Amber? –dije sin poder creerlo.
-¿Yo también? –bufó-. No, solo yo. La verdad es que fue fácil hacerte creer que era Eric el culpable de todo esto. ¿No confiabas tanto en él?
-Pero, vi el libro en su escritorio…
Se rió.
-Fue un simple conjuro de apariencia, no era más que un libro normal que Eric tenía por su habitación.
La observé fijamente, notando las lágrimas en mis ojos, pero no pensaba derramar ni una. No por ella.
-¿Cómo has podido hacerme esto, Amber? –pregunté con rabia.
Se encogió de hombros.
-Fue lo que me pidieron que hiciera. Mi familia necesita tu poder para conseguir seguir con vida. Eras tú o ellos, ¿a quién pensabas que elegiría?
-Está claro que no te importo.
-No tanto como aparentaba, no –por un segundo noté una chispa en sus ojos, pensando que metía al decir aquello. Pero estaba claro que me equivocaba.
-Y Eric tampoco. ¿Por qué me hiciste pensar que era él?
-Simplemente para que fuera más fácil atacarte. Pero te equivocas, Eric sí que me importa. Todo ha salido según lo planeado, él no ha sufrido ningún daño.
Eché la cabeza hacia atrás, apoyándola contra la pared.
-¿Cuánto de todo lo que has hecho o dicho era verdad?
Me vino a la cabeza todos los momentos que había pasado con ella, riéndonos a carcajadas, pensando que era mi mejor amiga. Clavé mis ojos, llenos de odio hacia ella, en los suyos.
-Soy buena, ¿verdad? En ningún momento sospechaste de mí. Tal vez me meta en alguna escuela de teatro, ¿no crees?
-Eres asquerosa –le espeté furiosa.
-¿Me lo tomo como un cumplido?
-Amber –oí una voz entrar en ese momento por la puerta. Me giré para ver a un hombre alto y corpulento. Tenía el pelo negro, al igual que los ojos, y llevaba una barba de un par de días. Lo reconocí, era su padre.
-¿Sí? –dijo volviéndose hacia él.
-Puedes irte, nosotros nos encargaremos de ella.
-De acuerdo –se giró hacia mí antes de irse-. Ha sido un placer ser tu amiga durante estos meses –dijo con tono irónico.
En el momento que se alejó noté caer una lágrima por mi mejilla. Cameron se acercó a mí y estiró de mi brazo para que me levantara. Me puso frente al padre de Amber, Ryan.
-Bueno, Samira, supongo que te imaginas por qué estamos aquí, ¿no?
-Alguna idea tengo –dije con cara de pocos amigos.
-Bien, pues tu ejecución tendrá lugar mañana por la noche, en luna nueva.
-¿Queréis mi poder porque os estáis debilitando?
-Así es, el problema viene de que llevamos años aumentando nuestra fuerza con el sacrificio de otras brujas, sin embargo, todo ello nos está jugando una mala pasada, hemos empezado a ser dependientes de dicho poder. Pero todo acabará cuando mueras y consigamos absorber tu poder. Este nos hará poderosos para siempre. Sabes lo que dicen de la última de las Cinco Brujas, supongo.
Asentí.
-¿Y sabes cómo morirá el resto de los brujos y brujas?
Negué con la cabeza.
-Tú te sobrecargarás de poder, de todo el poder de los brujos que viven. Luego nosotros lo absorberemos, ya que al ser Magia Negra no nos afecta el ritual.
Cerré los ojos un momento, sabía cómo era que te quitaran los poderes, lo había sentido antes, era como si desgarraran una parte de ti. Y yo lo iba a sentir todo.
-Lleváosla –ordenó.
Cameron me volvió a coger bruscamente y me arrastró por varios pasillos.
-Ignis –musité. Sentí una oleada de calor, sabiendo que mi cuerpo lo absorbería y noté como Cameron apartaba las manos rápidamente de mi piel.
En ese momento salí corriendo por el pasillo sin saber por dónde salir, y oí los pasos de Cameron cerca de mí. Abrí la puerta que cortaba mi camino y entré en otro largo pasillo. Corrí todo lo que pude, pero Cameron consiguió pararme abalanzándose sobre mí y caí de bruces contra el suelo. Intenté deshacerme de su enorme cuerpo, pero pesaba demasiado. Musitó algo que no pude comprender y me di cuenta de que no podía utilizar mis poderes. Sin embargo conseguí liberarme de sus manos, pero cuando traté de atacarle me golpeó con el puño en el rostro, y noté que me ardía el pómulo derecho. Finalmente se levantó de encima, al ver que no ponía ninguna resistencia. Me levantó violentamente y me guió de vuelta. Bajamos unas escaleras de piedra hasta llegar a un piso subterráneo.
-¿Esto qué son mazmorras o algo así?
-Algo así –dijo al tiempo que abría la verja de una de las estancias y me lanzaba dentro.
Caí al suelo con brusquedad, golpeándome el rostro contra el muro. Noté que la sangre bajaba por mi pómulo, donde sentía un fuerte dolor. Apoyé la cabeza, que me dolía ligeramente.

sábado, 21 de julio de 2012

CAPÍTULO 36


CAPÍTULO 36: La Inquisición
Me levanté y me entré en la ducha. Dejé que el agua me empapara por completo inmersa en mi hilo de pensamientos. Salí y me miré en el espejo. Tenía unas visibles ojeras, que dejaban ver que no había dormido mucho las dos últimas noches que llevaba allí. Ni tampoco había hablado apenas con nadie. Mis padres me habían prohibido ir a ver a Eric, solo porque podría ser peligroso. Ellos no querían decirme lo que pensaban sobre él, pero aquella prohibición me confirmaba que creían lo mismo que el resto, que lo veían todo claro. Yo no paraba de darle vueltas una y otra, y otra vez al asunto de la Inquisición, y sobre que Eric podría ser uno de ellos.
Me encontraba sentada sobre la cama inmersa en mis pensamientos cuando Aimara apareció frente a la ventana.
-¿Por qué ahora apareces fuera de mis pesadillas? –ya era la segunda vez que aparecía allí.
-Plantéate la posibilidad –dijo sin contestar a mi pregunta.
-¿Qué? –inquirí sin entender. Pero en seguida caí en la cuenta de a lo que se refería-. Él no es, estoy segura de eso.
-Neliel también estaba segura de que Axel era perfecto, o Naike de que Ash no le haría nada; pero ya sabes lo que pasó.
-Cállate.
-Es verdad, Samira. Tú misma te lo estás planteando…
-No, ni lo pienso.
-¡Sí que lo haces! No te engañes a ti misma. Tal vez todos ellos estén equivocados; pero tal vez no.
-Lárgate. Sal de mi cabeza.
Soltó una risotada, que pareció retumbar por toda la habitación.
-No estoy en tu cabeza, Samira.
-Me da igual, solo vete.
-Admite que lo estás pensando.
Noté como los ojos se me humedecían a causa de la frustración que sentía en aquel momento.
-No es que no lo piense…, es que no lo quiero pensar –admití finalmente, notando las lágrimas caer por mis mejillas-. Es que él no puede ser, él no…
Me enjuagué rápidamente las lágrimas con el dorso de la mano al oír unos golpes en la puerta. A mi lado Aimara desapareció y Ayerai entró por la puerta con una bandeja de comida en la mano.
-Hola –susurró.
-¿Qué haces aquí?
-Vengo a traerte algo de comer, no sales nunca al comedor.
-No quiero aguantar cómo la gente me mira, acusándome de todo lo que ha pasado.
Se sentó junto a mí y me tendió la bandeja.
-Venía también a disculparme por lo que te dije el otro día. Seguramente esperabas que te apoyara, y lo siento.
-No pasa nada –noté las lágrimas de nuevo e intenté contenerlas, pero fue en vano-. No quiero, pero he de admitir que sí que podría ser así, podría tener sentido. Y no sería la primera vez que hacen algo así –esto último tan solo fue un susurró.
Se acercó a mí y me abrazó. Hundí el rostro en su pecho.
-Voy a ir a verle –musité tras varios minutos.
-¿Qué? –me separé de él.
-Sí, aprovecharé ahora, la gente está en clase, ¿verdad? –asintió.
-Pues es el momento perfecto. ¿Y tú no deberías estar en clase?
-No eres la única que puede escaquearse. De todas formas, creía que tus padres no te dejaban salir a ningún sitio y mucho menos a su casa.
-No me dejan, pero me da igual. Quiero ir a verle.
Se quedó callado, sin saber si hablar o no. Finalmente lo hizo.
-Podría ser peligroso, no sé si sería la mejor idea.
-Necesito ir a verle, de verdad.
Pegué un último mordisco al bocadillo que me había traído y me acerqué para coger una chaqueta.
-No le digas esto a nadie –dije antes de salir por la puerta.
-No lo haré –prometió.
Bajé sigilosamente hasta la parte delantera de la casa y me teletransporté.
Aparecí en el bosque que había cerca de casa de Eric, por precaución sería mejor no ir directamente a su casa. Crucé la zona hasta aparecer frente a su chalet. Respiré hondo un segundo antes de tocar a la puerta.
-Hola, Samira –me saludó amablemente su madre. Iba con el bolso colgado y cogía a Katie de la mano-. Buscas a Eric, ¿verdad? Se ha ido a entrenar, pero estará a punto de llegar. Nosotros nos vamos, pero si quieres puedes esperarle dentro.
Sonreí levemente.
-Gracias.
Cuando entré ellas cerraron detrás de mí. Me quedé observando la estancia, sin saber muy bien qué hacer. Me mordí el labio varias veces, mirando a mi alrededor, y me dirigí hacia su habitación. Sabía lo que se me estaba pasando por la cabeza, pero no quería hacerlo. No iba a registrar su habitación, era una locura.
-Tal vez el Libro de las Sombras esté por aquí –oí la voz de Aimara detrás de mí y me giré, alerta.
-¡Vete de aquí! –susurré.
-Búscalo.
-Vete –repetí.
-Está bien, te haré caso. Pero házmelo tú también a mí. Y hazlo antes de que aparezca.
Desapareció. Me quedé mirando el escritorio, insegura. Finalmente me acerqué y abrí con manos temblorosas el primer cajón. Rebusqué entre todos los papeles desordenados que había allí, sin encontrar nada. Suspiré de alivio, pero continué buscando. Abrí el último cajón, y bajo unas carpetas encontré lo que deseaba no haber empezado a buscar. Allí estaba, un Libro de las Sombras, con el símbolo de los dos triángulos inscrito sobre él. Cuando rocé la ruda tapa esta me quemó las yemas de los dedos. Los aparté rápidamente. Sentí un enorme nudo en el estómago, y como empezaba a llorar desconsoladamente. Me levanté y salí corriendo de allí, cerrando de un portazo detrás de mí. Subí calle arriba hacia casa de Amber.
No podía creerlo. No, no, ¡no!, me repetí en mi mente una y otra vez. Eric, el chico del que me había enamorado perdidamente, que pensaba que era siempre tan bueno. <<Creo que eres perfecto>>  Realmente lo había pensado, pero no era más que un mentiroso, un traidor, al parecer sin ningún sentimiento. <<Estoy enamorado de ti, y no me importa que seas una bruja, porque te quiero>>  Intenté apartar esos pensamientos de mi cabeza. Me sentía cómo una estúpida, ¡era una estúpida! Dentro de mí deseaba que esto fuera una pesadilla, despertar ya. Pero era real, Eric era un miembro de la Inquisición. Me había traicionado, probablemente desde el primer momento que me había ayudado a encontrar el aula de historia a principio de curso.
Llegué hasta casa de Amber y toqué a la puerta.
-Hola –saludó alegremente cuando abrió.
-¿Puedo pasar?
-Sí, claro –su sonrisa se fue al ver mi rostro-. ¿Qué es lo que pasa? Eric me contó que te fuiste a la escuela después de que te atacaran, ¿va todo bien?
Negué con la cabeza.
-No, Amber, nada va bien. Todo es un desastre.
-¿Qué es lo que ha pasado?
Pasó el brazo por mis hombros y nos sentamos en el sofá. Solté un largo suspiro.
-Eric es de la Inquisición.
Ella se quedó callada durante unos segundos.
-¿Qué? –dijo finalmente-. ¿Cómo va a ser Eric de la Inquisición?
-Lo es.
-A ver…, estamos hablando de Eric, que…
-Ya lo sé, Amber. Pero es la verdad. He visto su Libro de las Sombras.
-¿El qué?
-La Inquisición utiliza otros libros, cómo los grimorios que nosotros tenemos –expliqué sin ningún ánimo.
Se quedó callada de nuevo, y luego se levantó del sofá. Me quedé mirando al suelo, hundiendo el rostro entre mis manos.
-Lo siento, Sam –susurró-. No quería que esto pasara.
Me giré para mirarle, algo confusa.
-Deficmus.
Antes de que pudiera reaccionar perdí la conciencia por completo. 

jueves, 19 de julio de 2012

CAPÍTULO 35


CAPÍTULO 35: Culpable
Caminamos cautelosamente hasta el interior de la escuela. Por el pasillo, los objetos que lo decoraban, estaban destrozados por el suelo.
Todo esto me daba muy mala espina, así que me acerqué más a Ayerai. Mientras andábamos oímos algo tras nosotros y ambos nos giramos, alerta. Vi pasar una oscura sombra, pero fue tan veloz que no podía afirmarlo.
-Samira. Ayerai –escuchamos la voz de Mayara.
Nos giramos de nuevo y la vimos junto a Dania.
-¿Qué es lo que ha pasado? –pregunté-. ¿Dónde está todo el mundo?
-¿Dónde está Neile? –inquirió Ayerai alterado.
-La Inquisición nos ha atacado. Hemos conseguido responder y de repente desaparecieron –miré de reojo el pasillo. O me había imaginado aquella sombra o no todos habían desaparecido-. La gente está en la entrada, hay que irse a casa de Neliel –tragó saliva-. Pero no encontramos a Neile.
-¿Qué?
-Nos han enviado a algunos a mirar si queda alguien dentro –explicó Dania-. Pero… –un grito la interrumpió.
Todo nos volvimos en la dirección en la que había sonado al reconocer la voz.
-Neile –susurró su hermana.
Ayerai fue el primero en salir corriendo y el resto le seguimos a los pocos pasos, hasta llegar al piso de arriba.
-Ha sonado por aquí, ¿verdad? –oímos otro grito como respuesta, sonaba más arriba.
Subimos hasta el tercer piso. Al fondo del pasillo observamos un cuerpo, estaba yaciendo en el suelo, ensangrentado.
-No…, por favor –murmuró Mayara.
Ayerai se acercó corriendo al cuerpo y se arrodilló junto a él. Nosotras nos acercamos cautelosamente.
-¿Es ella? –inquirió Mayara con miedo.
Él asintió levemente. Puso la mano en su muñeca durante unos segundos. Soltó un suspiro de alivio.
-Tiene pulso –informó-. Aunque su respiración es muy pesada.
Mayara sollozó mientras se dejaba caer de rodillas junto a su hermana.
-Tenemos que sacarla de aquí cuanto antes.
Rodeé la estancia con la mirada y vi a lo lejos una silueta encapuchada. Retrocedí un paso instintivamente. No podía verificarlo, pero podría ser el mismo hombre que me había atacado tres días atrás.
-Samira, ¿qué pasa? –preguntó Dania.
Ella misma se respondió al levantar la cabeza y ver aquel hombre. Este empezó a andar tranquilamente hacia mí. Noté el corazón golpeándome con fuerza las costillas.
-No me digas que tuve el placer de conocer a la última de las Cinco Brujas.
Solté un grito ahogado al reconocer la voz de aquel chico. Y no era quien me había atacado anteriormente.
-Noté que eras bruja, pero en aquel sitio no pude hacer nada. ¿Te apetece otra ronda de cubatas, Samira? –bajo la capucha distinguí una sonrisa maliciosa. Y en ese momento se abalanzó sobre mí. Caí al suelo de golpe y me quejé de dolor.
-Aeris –dijo Mayara. Y una ráfaga de aire lanzó el cuerpo de Cameron hacia el otro lado del pasillo.
Me levanté rápidamente y me encaré a él.
-Exuperia –musité y aquella luz verde fue de lleno hacia él. Pero impactó contra un campo protector que había creado.
Lanzó un hechizo contra mí, pero conseguí protegerme antes de que me diera.
-Sacar a Neile de aquí –ordené.
Les miré de reojo para ver cómo Mayara y Dania la cogían.
-Quédate con ella, Ayerai.
-Puedo hacerlo sola, no quiero que os pongáis en peligro.
-¿Estás loca? –replicó él-. No te vas a enfrentar tú sola a él.
Ayerai se colocó a mi lado en el momento que ellas desaparecieron. Entonces Cameron se levantó, murmuró algo que no pude entender y en ese momento una fuerza invisible me envistió y salí disparada.
-Tellus –dijo Ayerai y del suelo emergieron unas enormes ramas que rodearon a Cameron, estrechándolo entre sus brazos.
Ayerai se acercó a mí y me ayudó a levantarme.
-¿Estás bien?
-Sí.
-Confractus –oímos que decía Cameron y una capa densa de un humo negro apareció a su alrededor, destruyendo el hechizo de Ayerai. En cuanto las ramas lo soltaron este salió corriendo por el pasillo.
 Ayerai y yo nos miramos un segundo y salimos detrás de él. Giramos el pasillo, sin encontrar a nadie.
-¿Se habrá ido? –pregunté mientras repasaba el corredor con la mirada.
-No –contestó Ayerai-. ¡Cuidado!
Estiró de mi brazo para acercarme a él y creó un campo de protección a nuestro alrededor, en el que impactó el hechizo que Cameron, al final del pasillo, nos había lanzado.
-¡Exuperia! –exclamé, esta vez con más fuerza, y el encantamiento le dio de lleno, haciendo que chocara bruscamente contra la pared.
Se levantó torpemente y desapareció. Ambos nos quedamos unos segundos en silencio, sin movernos, jadeantes.
-Creo que ya no hay peligro, en cuanto ha visto que tenía las de perder se a largado.
-Deberíamos irnos.
-¿Puedo preguntarte de qué conocías a ese tío?
Suspiré.
-Lo conocí en una discoteca. Algo que prefiero olvidar.
En ese momento salimos a la entrada de la escuela, y todo se volvió negro.
Cuando volví a ver observé que estábamos frente a una enorme casa, toda pintada de marrón. En un principio parecía una casa normal, pero cuando levantabas la vista veías que tantos pisos no era algo que tuviera una casa común. Se veían luces en la mayoría de los cinco pisos que tenía.
-¿Esto es la casa de Neliel? –pregunté impresionada. Parecía más bien una residencia.
-Sí, grande, ¿verdad?
-Más bien enorme. ¿Por qué tiene una casa tan grande? –era imposible que tuviera suficientes hijos como para llenarla.
-Es como una residencia, aquí viven muchos de los estudiantes. Mucho mejor que la que hay en la escuela.
-¿Muchos de ellos?
-Sí, la mayoría por ser huérfanos, u otros problemas.
-Vaya, ¿y los cuida a todos?
-Como si fueran sus hijos. Ya sabes cómo es Neliel.
Llegamos hasta la puerta y Ayerai tocó. Mi hermana abrió y se lanzó hacia mí. Soltó un suspiro de alivio mientras me abrazaba.
-¿Estás bien? –preguntó mientras pasaba la mano entorno a algunas heridas que tenía en el rostro.
-Sí.
-¿Y tú? –se volvió hacia Ayerai.
-Estoy bien. ¿Cómo está Neile?
-Ahora durmiendo. La poción curativa la ha salvado.
-¿Puedo ir a verla? –preguntó mientras entrábamos.
-Sí, está en la enfermería.
Anduvimos por el pasillo hasta llegar al final; nos metimos a la derecha. La estancia era como una pequeña enfermería antigua. Encontramos a Neile en la tercera cama, junto a la pared. Ayerai se acercó a ella, y mi hermana me hizo una señal para que la siguiera hasta la gran estantería que había a un lado. Rebuscó entre los numerosos frascos y cogió uno: Poción Curativa. Lo destapó, vertió el líquido en el tapón y me lo tendió.
-Esto será suficiente para las heridas y el dolor de cabeza.
Me lo bebí de un trago. Tenía un cierto sabor a fresa, supuse que por la skafrodita, pero estaba muy agrio; lo que lo hacía asqueroso. Sentí cómo las heridas se me curaban y el dolor de cabeza desaparecía. Phoebe me dio un pequeño vaso con más poción curativa.
-Dásela a Ayerai.
Asentí al tiempo que lo cogía, y me dirigí hacia él.
-Toma –dije al tiempo que se lo tendía.
Lo agarró, se lo bebió y volvió la mirada hacia Neile, que dormía tranquilamente.
Minutos después se despertó. Ayerai saltó de la cama y se puso a su lado.
-Neile –susurró-. Hola.
-Hola –contestó con una débil sonrisa.
Él le cogió el rostro con ambas manos y la besó.
-¿Cómo te encuentras?
-Mejor, algo agotada. ¿Y tú cómo estás?
-Bien.
-¿Y Mayara?
-Está bien, todos estamos a salvo.
-Chicos –intervino mi hermana-. Reunión en la sala de estar.
-De acuerdo.
Me levanté. Neile hizo lo mismo y Ayerai le cogió con fuerza para guiarla por el pasillo. Llegamos hasta una gran sala, repleta de sofás, todos mirando hacia una mesa que había junto a la entrada. Me acomodé al lado de Mayara y Dania; y Neile y Ayerai se sentaron en el sofá contiguo. Todos prestamos atención a lo que Neliel quería decirnos.
-Antes de nada –habló la directora-. Me gustaría saber quién se teletransportó dentro del edificio. Con esto no quiero decir que esa persona sea la culpable de lo que ha ocurrido, para nada. Pero sabéis cuales son las normas, y os lo he explicado. Si os teletransportáis dentro de la escuela deja un vínculo que puede ser utilizado por otras personas para entrar. Sin embargo, si lo hacéis en el jardín el campo protector le impedirá la entrada –todos nos quedamos callados. La gente se miraba unos a otros en busca del culpable. Yo por el contrario tenía puesta la mirada en el fondo de la sala, pensativa. Me había teletransportado a casa de Eric, desde mi habitación-. ¿Entonces no ha sido nadie? Solo quiero saberlo, nada más, no pienso castigar a nadie ni… –se calló al ver que levantaba la mano.
-Fui yo –dije en un susurró, sin levantar la cabeza.
-¿Fuiste tú, Samira? –preguntó con incredulidad.
Asentí levemente.
-Te sabes las normas.
-Lo siento –me disculpé.
-No pasa nada porque esto nos dará una pista –la miramos sin entender-. Al teletransportarte a cualquier sitio solo pueden entrar desde el lugar al que fuiste.
Mi rostro se puso rígido en seguida.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Pues… –vaciló al ver mi expresión-. Es muy probable que al sitio al que fuiste hubiera alguien de la Inquisición –calló, sin saber si continuar-. ¿A dónde fuiste, Samira?
-A casa de Eric –dije en voz baja, tanto que estaba segura de que ni Mayara me había oído. Neliel esperó pacientemente a que lo volviera a repetir-. A casa de Eric –esta vez lo hice más alto.
-Me temo que…
-No –la interrumpí-. Él no es de la Inquisición.
-¿Quién más sabía que estabas en la escuela? –preguntó con voz amable-. ¿Alguna amiga?
Negué con la cabeza, y noté las lágrimas llegar a mis ojos, pero no quería llorar.
-Solo lo sabía él. Amber está de viaje.
-Entonces, piensa en la posibilidad de que…
-¡No! –le volví a cortar-. No tiene sentido, ¿no te das cuenta? Si… si él fuera de la Inquisición, ¿no crees que me habría atacado antes?
-Tienes razón –pareció ceder-. Pero…
-Él no es uno de ellos. A lo mejor se enteraron de que estaba en la escuela, tal vez…, de algún modo, descubrieron el vínculo…, no lo sé. Pero estoy segura de que él no es.
Me levanté del sofá y salí por la puerta, en dirección al jardín. Me senté lo más lejos de la casa posible. Me abracé las piernas con los brazos y hundí la cabeza entre mis rodillas, notando las lágrimas resbalar por mis mejillas. ¿Cómo podían pensar que Eric era de la Inquisición? Podría haberme atacado en cualquier momento y no lo ha hecho, claramente él no era uno de ellos. A lo mejor alguien más se había teletransportado dentro de la escuela y no había dicho nada.
-Hola –oí la voz de Neile detrás de mí cuando el cielo ya estaba oscureciendo, pero no me giré.
-¿Podemos sentarnos? –preguntó Mayara.
Asentí levemente. Sentí cómo cada una se sentaba a un lado de mí.
-¿Cómo estás?
-Mal –dije seriamente. Nos quedamos unos segundos en silencio-. ¿Qué piensa la gente con respecto a lo que dice Neliel?
Ninguna de las dos contestó. Miré a una y a otra, esperando una respuesta, pero me imaginaba qué significaba aquel silencio.
-Todos creen que la culpa es mía y que Eric es de la Inquisición, ¿verdad?
-Sí, pero nosotras no. Él no…, bueno, no es así.
-Ellos no le conocen, ¡no deberían juzgarle!
Neile pasó el brazo alrededor de mis hombros y me abrazó cariñosamente.
-¿Y qué hay de Ayerai? –dije al ver que no estaba-. ¿Él también lo piensa?
-No tan rotundamente como el resto –susurró Neile.
-¿Qué? ¿Cómo puede pensar eso?
-Tienes que admitir que las cosas encajan –oí que decía él en voz baja.
Me giré bruscamente, deshaciéndome del brazo de Neile.
-¿Qué las cosas encajan? –bufé.
-Fuiste hasta su casa y dejaste un vínculo directo. ¿Crees que entrarían en su casa para poder acceder por el vínculo? Son más discretos que eso, Samira, lo sabes, buscarían otra forma de atacarte. Tal vez…, él solo estaba… fingiendo. A mí tampoco me gusta la idea pero tienes que pensar…
-Vete –le corté fríamente.
-Samira –colocó una mano sobre mi hombro y me aparté de mala gana.
-Vete, Ayerai –repetí-. Lárgate, no quiero hablar contigo.
Noté cómo se levantaba y oí sus pasos alejarse. Nos quedamos de nuevo en silencio y Neile me volvió a abrazar. Apoyé la cabeza en su hombro y lloré de nuevo.
-No hagas caso a lo que dice –musitó Mayara.
-Solo está enfadado por lo que me hicieron –se unió Neile-. Está furioso, nada más.
Minutos después oímos acercarse a alguien. Yo continuaba apoyada en Neile.
-Hola, chicas –escuchamos la voz de Neliel-. ¿Puedo hablar con Samira a solas?
-No quiero hablar contigo, no quiero oír lo que me vas a decir.
-Será solo un segundo, por favor.
Las dos hermanas se levantaron y se alejaron hacia la casa; Neliel se sentó a mi lado.
-Escucha, sé que lo que te he dicho es algo duro, que ni siquiera te piensas plantear la posibilidad. Pero te voy a contar algo que no sabe nadie –torció ligeramente las comisuras de sus labios-. Hace unos años, probablemente sería más joven que tú.
<<Conocí a un chico del que me enamoré perdidamente, pero en aquella época era solo una cría. Salí con él varios meses, pensaba que era perfecto. Hasta que un día, mientras estaba sola en mi casa esperando a que él viniera a llevarme a cenar, llamaron a la puerta. Me encontré con que él apareció con dos hombres más. No entendía qué ocurría… hasta que me atacaron>>
Hizo una larga pausa, tanto que pensaba que no iba a continuar.
<<Por suerte mis padres llegaron a tiempo de que no me mataran. Me encontraron sangrando en el suelo. Él mismo me había lanzado un hechizo fatal, del que apenas me pude proteger>>
Cuando acabó de relatar las lágrimas volvieron a mis ojos, sin derramarse. Nos quedamos en silencio; yo no sabía qué decir, y ella parecía todavía sumida en sus recuerdos.
-Esto te lo cuento para que sepas que sé lo que sientes. ¿Sabes? Puede que me equivoque, espero equivocarme, pero piensa aunque sea por un momento en la posibilidad. Sé que no es nada fácil, incluso después de lo que pasó yo seguía sin creer que Axel pudiera haberme hecho algo así.
-¿Cuántos años tenías entonces?
-Dieciséis.
-¿Y qué es lo que hiciste después de eso?
-Al cabo de unos meses lo superé, pero no volví a saber nada más de ellos desde entonces.
-¿Y por qué crees que no te atacó antes? ¿Por qué después de que estuvierais saliendo durante unos meses?
-No lo sé, tal vez esperaran a algo.
Suspiré.
-¿Soy la única que sabe esto?
-Sí –dijo al tiempo que asentía-. Solo quería que lo supieras.
Se levantó del césped y antes de irse me tendió una llave con un pequeño número en el llavero.
-Está en tu habitación.
Me incorporé poco después de que ella se fuera y subí hasta el tercer piso, donde empezaban las habitaciones. Busqué por los números de las puertas hasta encontrar la mía. Abrí la puerta y me encontré con una habitación prácticamente igual a la que había tenido en la escuela. Observé que mis cosas estaban frente a la cama, incluido mi baúl. Me senté y lo abrí. Cogí distraídamente las primeras cosas que vi. Entre ellas parecía haber un pequeño diario, de una bruja llamada Naike. Lo abrí y ojeé por encima las páginas, hasta que la palabra <<Inquisición>> llamó mi atención y empecé a leer.
“Pensaba que estaba enamorado de mí, pero tan solo me estaba utilizando, esperando el momento en el que pudieran atacar. No me lo puedo creer, en ningún momento sospeché que Ash pudiera ser de la Inquisición. Se supone que él no creía en estas cosas, sin embargo iba a traicionarme sin remordimientos. Cada vez que recuerdo su mirada no había ni una chispa de pena en ella. Por suerte conseguimos salir de allí antes de que nos mataran…”
 Me pasé toda la noche en vela, leyendo información sobre la Inquisición en las hojas que había en mi baúl y en algunos libros que Neliel había dejado sobre mi cama. Sin duda ellos eran más fuertes que nosotros, y todo ello se debía a que mataban a las brujas para hacerse con su poder. Además, sus conjuros eran distintos a los nuestros, más peligrosos y mortales. Por algo se les conocía como la Magia Negra. Todos sus hechizos y pociones se guardaban en un libro parecido al grimorio, el Libro de las Sombras. Según una foto que había visto en uno de los tomos, el libro era de tapa gruesa, antigua, con un símbolo en el centro: un triángulo equilátero con otro inscrito en el centro.