CAPÍTULO 35: Culpable
Caminamos
cautelosamente hasta el interior de la escuela. Por el pasillo, los objetos que
lo decoraban, estaban destrozados por el suelo.
Todo esto
me daba muy mala espina, así que me acerqué más a Ayerai. Mientras andábamos
oímos algo tras nosotros y ambos nos giramos, alerta. Vi pasar una oscura
sombra, pero fue tan veloz que no podía afirmarlo.
-Samira.
Ayerai –escuchamos la voz de Mayara.
Nos giramos
de nuevo y la vimos junto a Dania.
-¿Qué es lo
que ha pasado? –pregunté-. ¿Dónde está todo el mundo?
-¿Dónde
está Neile? –inquirió Ayerai alterado.
-La
Inquisición nos ha atacado. Hemos conseguido responder y de repente
desaparecieron –miré de reojo el pasillo. O me había imaginado aquella sombra o
no todos habían desaparecido-. La gente está en la entrada, hay que irse a casa
de Neliel –tragó saliva-. Pero no encontramos a Neile.
-¿Qué?
-Nos han
enviado a algunos a mirar si queda alguien dentro –explicó Dania-. Pero… –un grito
la interrumpió.
Todo nos
volvimos en la dirección en la que había sonado al reconocer la voz.
-Neile
–susurró su hermana.
Ayerai fue
el primero en salir corriendo y el resto le seguimos a los pocos pasos, hasta
llegar al piso de arriba.
-Ha sonado
por aquí, ¿verdad? –oímos otro grito como respuesta, sonaba más arriba.
Subimos
hasta el tercer piso. Al fondo del pasillo observamos un cuerpo, estaba
yaciendo en el suelo, ensangrentado.
-No…, por
favor –murmuró Mayara.
Ayerai se
acercó corriendo al cuerpo y se arrodilló junto a él. Nosotras nos acercamos
cautelosamente.
-¿Es ella?
–inquirió Mayara con miedo.
Él asintió
levemente. Puso la mano en su muñeca durante unos segundos. Soltó un suspiro de
alivio.
-Tiene
pulso –informó-. Aunque su respiración es muy pesada.
Mayara
sollozó mientras se dejaba caer de rodillas junto a su hermana.
-Tenemos
que sacarla de aquí cuanto antes.
Rodeé la
estancia con la mirada y vi a lo lejos una silueta encapuchada. Retrocedí un
paso instintivamente. No podía verificarlo, pero podría ser el mismo hombre que
me había atacado tres días atrás.
-Samira,
¿qué pasa? –preguntó Dania.
Ella misma
se respondió al levantar la cabeza y ver aquel hombre. Este empezó a andar
tranquilamente hacia mí. Noté el corazón golpeándome con fuerza las costillas.
-No me
digas que tuve el placer de conocer a la última de las Cinco Brujas.
Solté un grito
ahogado al reconocer la voz de aquel chico. Y no era quien me había atacado
anteriormente.
-Noté que
eras bruja, pero en aquel sitio no pude hacer nada. ¿Te apetece otra ronda de
cubatas, Samira? –bajo la capucha distinguí una sonrisa maliciosa. Y en ese
momento se abalanzó sobre mí. Caí al suelo de golpe y me quejé de dolor.
-Aeris –dijo Mayara. Y una ráfaga de aire
lanzó el cuerpo de Cameron hacia el otro lado del pasillo.
Me levanté
rápidamente y me encaré a él.
-Exuperia –musité y aquella luz verde fue
de lleno hacia él. Pero impactó contra un campo protector que había creado.
Lanzó un
hechizo contra mí, pero conseguí protegerme antes de que me diera.
-Sacar a
Neile de aquí –ordené.
Les miré de
reojo para ver cómo Mayara y Dania la cogían.
-Quédate
con ella, Ayerai.
-Puedo
hacerlo sola, no quiero que os pongáis en peligro.
-¿Estás
loca? –replicó él-. No te vas a enfrentar tú sola a él.
Ayerai se
colocó a mi lado en el momento que ellas desaparecieron. Entonces Cameron se
levantó, murmuró algo que no pude entender y en ese momento una fuerza
invisible me envistió y salí disparada.
-Tellus –dijo Ayerai y del suelo
emergieron unas enormes ramas que rodearon a Cameron, estrechándolo entre sus
brazos.
Ayerai se
acercó a mí y me ayudó a levantarme.
-¿Estás
bien?
-Sí.
-Confractus –oímos que decía Cameron y
una capa densa de un humo negro apareció a su alrededor, destruyendo el hechizo
de Ayerai. En cuanto las ramas lo soltaron este salió corriendo por el pasillo.
Ayerai y yo nos miramos un segundo y salimos
detrás de él. Giramos el pasillo, sin encontrar a nadie.
-¿Se habrá
ido? –pregunté mientras repasaba el corredor con la mirada.
-No
–contestó Ayerai-. ¡Cuidado!
Estiró de
mi brazo para acercarme a él y creó un campo de protección a nuestro alrededor,
en el que impactó el hechizo que Cameron, al final del pasillo, nos había
lanzado.
-¡Exuperia! –exclamé, esta vez con más
fuerza, y el encantamiento le dio de lleno, haciendo que chocara bruscamente
contra la pared.
Se levantó
torpemente y desapareció. Ambos nos quedamos unos segundos en silencio, sin
movernos, jadeantes.
-Creo que
ya no hay peligro, en cuanto ha visto que tenía las de perder se a largado.
-Deberíamos
irnos.
-¿Puedo
preguntarte de qué conocías a ese tío?
Suspiré.
-Lo conocí
en una discoteca. Algo que prefiero olvidar.
En ese
momento salimos a la entrada de la escuela, y todo se volvió negro.
Cuando
volví a ver observé que estábamos frente a una enorme casa, toda pintada de
marrón. En un principio parecía una casa normal, pero cuando levantabas la
vista veías que tantos pisos no era algo que tuviera una casa común. Se veían
luces en la mayoría de los cinco pisos que tenía.
-¿Esto es
la casa de Neliel? –pregunté impresionada. Parecía más bien una residencia.
-Sí,
grande, ¿verdad?
-Más bien
enorme. ¿Por qué tiene una casa tan grande? –era imposible que tuviera
suficientes hijos como para llenarla.
-Es como
una residencia, aquí viven muchos de los estudiantes. Mucho mejor que la que
hay en la escuela.
-¿Muchos de
ellos?
-Sí, la
mayoría por ser huérfanos, u otros problemas.
-Vaya, ¿y
los cuida a todos?
-Como si
fueran sus hijos. Ya sabes cómo es Neliel.
Llegamos
hasta la puerta y Ayerai tocó. Mi hermana abrió y se lanzó hacia mí. Soltó un
suspiro de alivio mientras me abrazaba.
-¿Estás
bien? –preguntó mientras pasaba la mano entorno a algunas heridas que tenía en el
rostro.
-Sí.
-¿Y tú? –se
volvió hacia Ayerai.
-Estoy
bien. ¿Cómo está Neile?
-Ahora
durmiendo. La poción curativa la ha salvado.
-¿Puedo ir
a verla? –preguntó mientras entrábamos.
-Sí, está
en la enfermería.
Anduvimos
por el pasillo hasta llegar al final; nos metimos a la derecha. La estancia era
como una pequeña enfermería antigua. Encontramos a Neile en la tercera cama,
junto a la pared. Ayerai se acercó a ella, y mi hermana me hizo una señal para
que la siguiera hasta la gran estantería que había a un lado. Rebuscó entre los
numerosos frascos y cogió uno: Poción Curativa.
Lo destapó, vertió el líquido en el tapón y me lo tendió.
-Esto será
suficiente para las heridas y el dolor de cabeza.
Me lo bebí
de un trago. Tenía un cierto sabor a fresa, supuse que por la skafrodita, pero estaba muy agrio; lo
que lo hacía asqueroso. Sentí cómo las heridas se me curaban y el dolor de
cabeza desaparecía. Phoebe me dio un pequeño vaso con más poción curativa.
-Dásela a
Ayerai.
Asentí al
tiempo que lo cogía, y me dirigí hacia él.
-Toma –dije
al tiempo que se lo tendía.
Lo agarró,
se lo bebió y volvió la mirada hacia Neile, que dormía tranquilamente.
Minutos
después se despertó. Ayerai saltó de la cama y se puso a su lado.
-Neile
–susurró-. Hola.
-Hola
–contestó con una débil sonrisa.
Él le cogió
el rostro con ambas manos y la besó.
-¿Cómo te
encuentras?
-Mejor,
algo agotada. ¿Y tú cómo estás?
-Bien.
-¿Y Mayara?
-Está bien,
todos estamos a salvo.
-Chicos
–intervino mi hermana-. Reunión en la sala de estar.
-De
acuerdo.
Me levanté.
Neile hizo lo mismo y Ayerai le cogió con fuerza para guiarla por el pasillo.
Llegamos hasta una gran sala, repleta de sofás, todos mirando hacia una mesa
que había junto a la entrada. Me acomodé al lado de Mayara y Dania; y Neile y Ayerai
se sentaron en el sofá contiguo. Todos prestamos atención a lo que Neliel
quería decirnos.
-Antes de
nada –habló la directora-. Me gustaría saber quién se teletransportó dentro del
edificio. Con esto no quiero decir que esa persona sea la culpable de lo que ha
ocurrido, para nada. Pero sabéis cuales son las normas, y os lo he explicado.
Si os teletransportáis dentro de la escuela deja un vínculo que puede ser
utilizado por otras personas para entrar. Sin embargo, si lo hacéis en el
jardín el campo protector le impedirá la entrada –todos nos quedamos callados.
La gente se miraba unos a otros en busca del culpable. Yo por el contrario
tenía puesta la mirada en el fondo de la sala, pensativa. Me había
teletransportado a casa de Eric, desde mi habitación-. ¿Entonces no ha sido
nadie? Solo quiero saberlo, nada más, no pienso castigar a nadie ni… –se calló
al ver que levantaba la mano.
-Fui yo
–dije en un susurró, sin levantar la cabeza.
-¿Fuiste
tú, Samira? –preguntó con incredulidad.
Asentí
levemente.
-Te sabes
las normas.
-Lo siento
–me disculpé.
-No pasa
nada porque esto nos dará una pista –la miramos sin entender-. Al
teletransportarte a cualquier sitio solo pueden entrar desde el lugar al que
fuiste.
Mi rostro
se puso rígido en seguida.
-¿Qué
quieres decir con eso?
-Pues… –vaciló
al ver mi expresión-. Es muy probable que al sitio al que fuiste hubiera
alguien de la Inquisición –calló, sin saber si continuar-. ¿A dónde fuiste,
Samira?
-A casa de
Eric –dije en voz baja, tanto que estaba segura de que ni Mayara me había oído.
Neliel esperó pacientemente a que lo volviera a repetir-. A casa de Eric –esta vez
lo hice más alto.
-Me temo
que…
-No –la
interrumpí-. Él no es de la Inquisición.
-¿Quién más
sabía que estabas en la escuela? –preguntó con voz amable-. ¿Alguna amiga?
Negué con
la cabeza, y noté las lágrimas llegar a mis ojos, pero no quería llorar.
-Solo lo
sabía él. Amber está de viaje.
-Entonces,
piensa en la posibilidad de que…
-¡No! –le
volví a cortar-. No tiene sentido, ¿no te das cuenta? Si… si él fuera de la
Inquisición, ¿no crees que me habría atacado antes?
-Tienes
razón –pareció ceder-. Pero…
-Él no es
uno de ellos. A lo mejor se enteraron de que estaba en la escuela, tal vez…, de
algún modo, descubrieron el vínculo…, no lo sé. Pero estoy segura de que él no
es.
Me levanté
del sofá y salí por la puerta, en dirección al jardín. Me senté lo más lejos de
la casa posible. Me abracé las piernas con los brazos y hundí la cabeza entre
mis rodillas, notando las lágrimas resbalar por mis mejillas. ¿Cómo podían
pensar que Eric era de la Inquisición? Podría haberme atacado en cualquier
momento y no lo ha hecho, claramente él no era uno de ellos. A lo mejor alguien
más se había teletransportado dentro de la escuela y no había dicho nada.
-Hola –oí
la voz de Neile detrás de mí cuando el cielo ya estaba oscureciendo, pero no me
giré.
-¿Podemos
sentarnos? –preguntó Mayara.
Asentí
levemente. Sentí cómo cada una se sentaba a un lado de mí.
-¿Cómo
estás?
-Mal –dije
seriamente. Nos quedamos unos segundos en silencio-. ¿Qué piensa la gente con
respecto a lo que dice Neliel?
Ninguna de
las dos contestó. Miré a una y a otra, esperando una respuesta, pero me
imaginaba qué significaba aquel silencio.
-Todos
creen que la culpa es mía y que Eric es de la Inquisición, ¿verdad?
-Sí, pero
nosotras no. Él no…, bueno, no es así.
-Ellos no
le conocen, ¡no deberían juzgarle!
Neile pasó
el brazo alrededor de mis hombros y me abrazó cariñosamente.
-¿Y qué hay
de Ayerai? –dije al ver que no estaba-. ¿Él también lo piensa?
-No tan
rotundamente como el resto –susurró Neile.
-¿Qué?
¿Cómo puede pensar eso?
-Tienes que
admitir que las cosas encajan –oí que decía él en voz baja.
Me giré
bruscamente, deshaciéndome del brazo de Neile.
-¿Qué las
cosas encajan? –bufé.
-Fuiste
hasta su casa y dejaste un vínculo directo. ¿Crees que entrarían en su casa
para poder acceder por el vínculo? Son más discretos que eso, Samira, lo sabes,
buscarían otra forma de atacarte. Tal vez…, él solo estaba… fingiendo. A mí
tampoco me gusta la idea pero tienes que pensar…
-Vete –le
corté fríamente.
-Samira
–colocó una mano sobre mi hombro y me aparté de mala gana.
-Vete,
Ayerai –repetí-. Lárgate, no quiero hablar contigo.
Noté cómo
se levantaba y oí sus pasos alejarse. Nos quedamos de nuevo en silencio y Neile
me volvió a abrazar. Apoyé la cabeza en su hombro y lloré de nuevo.
-No hagas
caso a lo que dice –musitó Mayara.
-Solo está
enfadado por lo que me hicieron –se unió Neile-. Está furioso, nada más.
Minutos
después oímos acercarse a alguien. Yo continuaba apoyada en Neile.
-Hola,
chicas –escuchamos la voz de Neliel-. ¿Puedo hablar con Samira a solas?
-No quiero
hablar contigo, no quiero oír lo que me vas a decir.
-Será solo
un segundo, por favor.
Las dos
hermanas se levantaron y se alejaron hacia la casa; Neliel se sentó a mi lado.
-Escucha,
sé que lo que te he dicho es algo duro, que ni siquiera te piensas plantear la
posibilidad. Pero te voy a contar algo que no sabe nadie –torció ligeramente
las comisuras de sus labios-. Hace unos años, probablemente sería más joven que
tú.
<<Conocí a un chico del que me enamoré perdidamente, pero en aquella
época era solo una cría. Salí con él varios meses, pensaba que era perfecto.
Hasta que un día, mientras estaba sola en mi casa esperando a que él viniera a
llevarme a cenar, llamaron a la puerta. Me encontré con que él apareció con dos
hombres más. No entendía qué ocurría… hasta que me atacaron>>
Hizo una
larga pausa, tanto que pensaba que no iba a continuar.
<<Por suerte mis padres llegaron a tiempo de que no me mataran. Me
encontraron sangrando en el suelo. Él mismo me había lanzado un hechizo fatal,
del que apenas me pude proteger>>
Cuando
acabó de relatar las lágrimas volvieron a mis ojos, sin derramarse. Nos
quedamos en silencio; yo no sabía qué decir, y ella parecía todavía sumida en
sus recuerdos.
-Esto te lo
cuento para que sepas que sé lo que sientes. ¿Sabes? Puede que me equivoque,
espero equivocarme, pero piensa aunque sea por un momento en la posibilidad. Sé
que no es nada fácil, incluso después de lo que pasó yo seguía sin creer que
Axel pudiera haberme hecho algo así.
-¿Cuántos
años tenías entonces?
-Dieciséis.
-¿Y qué es
lo que hiciste después de eso?
-Al cabo de
unos meses lo superé, pero no volví a saber nada más de ellos desde entonces.
-¿Y por qué
crees que no te atacó antes? ¿Por qué después de que estuvierais saliendo
durante unos meses?
-No lo sé,
tal vez esperaran a algo.
Suspiré.
-¿Soy la
única que sabe esto?
-Sí –dijo
al tiempo que asentía-. Solo quería que lo supieras.
Se levantó
del césped y antes de irse me tendió una llave con un pequeño número en el
llavero.
-Está en tu
habitación.
Me
incorporé poco después de que ella se fuera y subí hasta el tercer piso, donde
empezaban las habitaciones. Busqué por los números de las puertas hasta
encontrar la mía. Abrí la puerta y me encontré con una habitación prácticamente
igual a la que había tenido en la escuela. Observé que mis cosas estaban frente
a la cama, incluido mi baúl. Me senté y lo abrí. Cogí distraídamente las
primeras cosas que vi. Entre ellas parecía haber un pequeño diario, de una
bruja llamada Naike. Lo abrí y ojeé por encima las páginas, hasta que la
palabra <<Inquisición>> llamó mi atención y empecé a leer.
“Pensaba que estaba enamorado de mí, pero tan
solo me estaba utilizando, esperando el momento en el que pudieran atacar. No
me lo puedo creer, en ningún momento sospeché que Ash pudiera ser de la
Inquisición. Se supone que él no creía en estas cosas, sin embargo iba a
traicionarme sin remordimientos. Cada vez que recuerdo su mirada no había ni
una chispa de pena en ella. Por suerte conseguimos salir de allí antes de que
nos mataran…”
Me pasé toda la noche en vela, leyendo
información sobre la Inquisición en las hojas que había en mi baúl y en algunos
libros que Neliel había dejado sobre mi cama. Sin duda ellos eran más fuertes
que nosotros, y todo ello se debía a que mataban a las brujas para hacerse con
su poder. Además, sus conjuros eran distintos a los nuestros, más peligrosos y
mortales. Por algo se les conocía como la Magia Negra. Todos sus hechizos y
pociones se guardaban en un libro parecido al grimorio, el Libro de las Sombras.
Según una foto que había visto en uno de los tomos, el libro era de tapa
gruesa, antigua, con un símbolo en el centro: un triángulo equilátero con otro
inscrito en el centro.
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