lunes, 9 de julio de 2012

CAPÍTULO 25


CAPÍTULO 25: Me persiguen
Se quedó callado unos segundos, mirándome.
-¿Qué?
-Que la Inquisición me sigue –repetí.
Le conté lo del coche negro que me seguía y lo que había pasado en la fiesta de Amber.
-Lo de las sombras me suena más a magia que a la Inquisición. En cuanto a lo del coche, es extraño, la verdad.
-Lo de las sombras es parte de la Inquisición, estoy segura de que ellos están detrás de eso.
-Pero ellos… –me miró fijamente-. ¿Insinúas que…
-No lo insinúo, lo sé. La Inquisición es Magia Negra.
-No puede ser, Samira, es solo una leyenda, la Magia Negra no existe.
-Sí que existe, Aimara lo descubrió poco antes de que la mataran.
Me desplomé en el sofá y él se sentó a mi lado, todavía analizando lo que le había contado.
-Hacía tiempo que no se sabía nada de la Inquisición.
-Lo sé, pero hasta que yo no conseguí los poderes no había nada que hacer para acabar con nosotros.
-Vienen a por ti –dijo para sí mismo-. Si te matan…, todos moriríamos contigo.
Me mordí el labio de nuevo y bajé la mirada.
-La verdad es que estoy muy asustada.
Pasó el brazo por mis hombros y me abrazó.
-Lo siento, no quería…
-No pasa nada. Es lo que hay. ¿Por qué crees que todavía no me han atacado? –pregunté vacilante después de unos minutos en silencio.
-No lo sé, tal vez esperen a algo. Puede que primero te vigilen y después… –hizo una larga pausa -. Entonces, ¿esto no se lo has contado a nadie más?
Negué.
-Tendré que hablar con mis padres.
-También deberías decírselo a Neliel, tal vez ella sepa qué hacer.
-¿Y qué es lo que se puede hacer? ¿Escapar de ellos? ¿Hacerles frente?
-No sé si hacerles frente sería lo mejor, se han cargado a tantas brujas –noté cómo se ponía tenso.
-Pues yo no seré la próxima. Ni vosotros caeréis conmigo.
-Probablemente si nos preparásemos.
Apoyé la cabeza contra el respaldo y suspiré. En ese momento oímos el coche de Phoebe aparcar frente a la casa.
-Bueno, ya es hora de que me vaya –dijo Ayerai levantándose del sofá-. Nos vemos el lunes. Y…, no te preocupes, ¿vale? Encontraremos algo para deshacernos de ellos.
Le dediqué una sonrisa torcida.
-Hola –saludó Phoebe mientras entraba por la puerta con una bolsa en la mano.
Dejó la comida sobre la mesa del comedor y se sentó junto a mí.
-¿Te quedas a cenar? –le preguntó a Ayerai.
-No, gracias.
-Vale, como quieras.
-Adiós –salió y cerró tras de sí.
Cenamos distraídamente mientras veíamos una película. Poco después de que acabara, mi abuela y mi madre entraron por la puerta, junto a mi padre.
-Hola –les saludé.
-¿Qué tal ha ido la poción? –preguntó mi abuela.
-Bien, al menos eso creo.
-Bueno –habló mi hermana-, yo creo que me voy a ir a dormir.
-Sí, yo también –me uní.
Me levanté del sofá. En ese momento noté una punzada de dolor, lo ignoré y continué caminando. Pero un calor horrible me empezó a abrasar la piel. Solté un grito y caí al suelo de rodillas.
-¡Samira! ¿Qué pasa? –preguntó mi madre agachándose junto a mí.
-Me quema… –me quejé-. ¡Me arde todo el cuerpo!
Noté como ponía una mano sobre mi hombro.
-No estás caliente.
Hundí el rostro entre mis manos, conteniendo las lágrimas de dolor. No entendía qué me estaba pasando, estaba sintiendo el mismo sufrimiento que había notado en la última de mis pesadillas en la que ardía en la hoguera. Pero ahora mi cuerpo no quemaba, solo sentía el dolor. Después de varios minutos de agonía, que se hicieron eternos, poco a poco el padecimiento se fue disipando. Me fui incorporando lentamente, y con la ayuda de mi padre me senté en el sofá.
-¿Qué es lo que ha pasado? –repitió esta vez mi hermana.
-No lo sé –respondí al tiempo que negaba-. Era como si me estuvieran… quemando en una hoguera.
Contuvieron el aliento por un segundo.
-Están atacando a otras brujas, necesitan poder –oí la voz de Aimara frente a mí. Levanté la cabeza hacia ella, sorprendida, siempre que aparecía yo estaba completamente sola.
-¿A qué te refieres con que necesitan poder? –pregunté y observé de reojo cómo todos me miraban extrañados, lo que me confirmó que únicamente la podía ver yo.
-Cuando queman a una bruja en la hoguera lo hacen para hacerse con su poder, por ello cuando se mata a una bruja violentamente no es que su poder desaparezca y no se trasmita a otras generaciones, sino que ellos lo absorben.
Abrí los ojos a causa de la sorpresa.
-¿Y por qué yo lo siento?
-Porque las Cinco Brujas están vinculadas al resto de los brujos.
-¿Y… –desapareció, dejándome de nuevo con la palabra en la boca-. Odio que hagas eso –le recriminé.
-¿Con quién hablabas? –preguntó mi abuela después de unos segundos de silencio.
-Con Aimara, suele aparecerse de vez en cuando. Ella me avisó de que me seguían.
-¿Cómo que te seguían? –inquirió ahora mi madre con nerviosismo-. ¿Quiénes?
Tragué saliva.
-La Inquisición.
-¿Qué? ¿Y qué es lo que te ha dicho ahora?
-Que están matando a otras brujas, y que yo lo siento porque estoy vinculada a ellas.
Mi abuela y Phoebe se sentaron en el sofá, expectantes a lo que dijera. Les conté la misma historia que le había detallado a Ayerai horas antes.
Mi madre miró a mi padre, sin saber muy bien qué decir.
-¿Quieres decir que son brujos? –preguntó mi padre.
-Sí.
-Magia Negra –dijo Phoebe-. Pensaba que era solo una leyenda.
-Sinceramente yo siempre creí en ello –habló mi abuela-. Y Neliel me contó muchas cosas sobre ellos, aunque la gente pensaba que no eran más que historias.
-¿Y qué es lo que sabes? –inquirí intrigada.
-¿Cuánto tiempo llevan siguiéndote? –intervino mi madre.
-Pues, un par de días.
-Creo que lo de las sombras es lo más inquietante –musitó mi hermana-. ¿Crees que la vigilan?
-Sí, sin duda lo hacen.
-Al menos no los he visto cerca de casa.
-Eso es porque el escudo te protege de que se acerquen a cierta distancia –dijo mi abuela. Todos nos volvimos hacia ella-. Una vez te convertiste en una de las Cinco Brujas se creó alrededor de la casa un escudo protector, que te resguarda de que ellos se acerquen demasiado.
-Ya, pero si no estoy cerca de casa me pueden atacar en cualquier momento.
-Por suerte no lo han hecho todavía.
-Ellos son más discretos de lo que eran hace años, no te atacarán si no vas sola. Por ello te vigilan, buscarán el momento idóneo para atacar.
-De acuerdo –habló mi padre esta vez-. A partir de ahora no puedes estar sola en ningún momento, hasta que encontremos alguna manera de acabar con ellos.
-Y si tienes algún problema la casa siempre estará segura –se unió mi madre-. De todas formas mañana iremos a hablar con Neliel.
Nos quedamos en silencio durante unos segundos.
-Bueno, será mejor que me vaya a la cama. Buenas noches –me despedí.
-No te preocupes por esto, ¿vale? –dijo mi padre.
Asentí levemente. Phoebe y yo nos levantamos y subimos cada una a su habitación. Me tumbé en la cama, mirando el techo. Al menos aquí no tenía de qué preocuparme, ellos no podían traspasar el escudo. Estaba segura.

-Buenos días –saludé mientras me preparaba el desayuno.
-Buenos días –contestó Phoebe.
-¿Dónde está todo el mundo? –pregunté al no ver a nadie.
-Se han ido a hablar con Neliel.
Suspiré. Desayuné sin ganas, no podía parar de pensar en lo que estaba pasando. Seguramente parar a la Inquisición no era algo fácil, dado que ellos habían matado a muchas brujas y eso aparentando ser simples personas. Según había estudiado en historia de la magia la supuesta Magia Negra era más difícil de combatir, era más poderosa.
Pasé todo el día esperando impaciente a que mis padres llegaran para saber qué era lo que Neliel les había contado. Sin embargo, llegó la hora del partido y ellos todavía no habían vuelto.
-Phoebe, ¿me llevas al partido?
-Sí.
Cogí el bolso y ambas salimos hacia el coche. Me dejó justo frente al pabellón.
-¿Necesitas que te recoja?
-No, Eric me puede llevar a casa.
-De acuerdo. Nos vemos esta noche.
-Adiós.
Entré al abarrotado gimnasio y busqué a Eric con la mirada.
-Hola –oí su voz a mi espalda.
Me giré con una sonrisa.
-Hola –me acerqué para besarle, aunque las cosas entre nosotros estaban un poco tensas. Sonó la bocina-. Mucha suerte.
-Gracias.
 Me giré y me fui a sentar junto a mis amigas, a las cuales las encontré al final de las gradas.

-Adiós –nos despedimos de Amber y Chase.
Anduvimos hacia el Opel rojo que se encontraba en la otra parte del aparcamiento, todavía abarrotado de coches. Entretanto vi de reojo el coche negro. Apreté la mano de Eric y me acerqué un poco más a él. Me miró y yo le dediqué una sonrisa. Subimos al coche y mientras nos dirigíamos hacia mi casa nos encontramos con un enorme tráfico que nos desviaba en dirección opuesta.
-¿A dónde nos desvían?
-Hacia la carretera que sale del pueblo, pero cruzando el bosque llegaremos en seguida a tu casa.
-Vale.
Continuamos conduciendo por la carretera, que estaba desierta, en una noche cerrada. Mientras hablábamos distraídamente sonó mi móvil. Lo rebusqué por el bolso y entonces noté como Eric daba un giro brusco con el volante que hizo que el coche saliera del asfalto y bajara bruscamente por la pendiente. Solté un grito. Apenas veía lo que teníamos delante, solo sentía el traqueteo del coche. Eric intentaba controlarlo, esquivando los árboles, hasta que nos dimos de frente con uno.
Abrí los ojos lentamente sintiendo los párpados pesados sobre mis ojos. Me sentía algo confusa y notaba un terrible dolor de cabeza. Volví la cabeza hacia Eric y me quedé pasmada al verle. El golpe le había afectado mucho más: tenía una herida en la frente, la cual le sangraba, cubriendo ligeramente la parte izquierda de su rostro.
-Eric –dije intentando incorporarme.
Me quité el cinturón y me acerqué a él, todavía respiraba. Movió la cabeza ligeramente, al parecer no había perdido la consciencia por completo.
-Samira –susurró a duras penas-. ¿Estás… bien?
-Sí, sí, estoy bien.
Me giré para buscar mi móvil en el bolso, en ese momento percibí algo moverse a lo lejos. Levanté la cabeza, alerta. Una silueta se alzó a lo lejos y observé cómo se acercaba. Sin saber por qué tuve un mal presentimiento, sentí que aquella persona no pensaba ayudarnos, y el corazón me empezó a latir con tal fuerza que pensaba que me saldría del pecho. Moví las manos rápidamente por el bolso, pero no serviría de nada llamar a alguien. Tenía que salir de allí de alguna forma, pero teletransportar a Eric en aquel estado sería muy peligroso, tal vez en el momento en el que le empezase a faltar el aire no podría aguantar, y podría incluso morir. Pero si no me teletransportaba moriríamos seguro. Miré de reojo a la silueta que se acercaba, estaba a tan solo unos metros. Agarré a Eric de la mano y cogí el volante.
-Advectum –susurré para mí misma.
Miré a mi alrededor, nos encontrábamos en la carretera de entrada, cerca de la casa de Eric, y por suerte habíamos dejado a aquella persona atrás. Miré a Eric, había perdido la consciencia por completo, pero todavía seguía respirando. Suspiré de alivio. Encontré mi móvil en el suelo del coche y llamé a urgencias.
-Hola, hemos tenido un accidente de coche. Estamos en la carretera de entrada –expliqué atropelladamente.
-No se preocupe, en seguida llegará una ambulancia –dijo amablemente una voz femenina.
Colgué y apoyé la cabeza contra el respaldo, todo me daba vueltas, y perdí la conciencia.

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