martes, 10 de julio de 2012

CAPÍTULO 27


CAPÍTULO 27: Borrachera
-Amber –la llamó Alison desde detrás. Ambas nos giramos para verla acercarse junto a Natasha-. ¿Los tienes?
-Sí –cogió su cartera de la mochila y de esta sacó unos carnets-. Aquí los tenéis.
Le dio uno a cada una.
-¿A qué hora quedamos? –preguntó Natasha.
-A las diez en mi casa –contestó Alison-. ¿Os parece bien?
-Genial. Nos vemos a las diez.
-Adiós.
Mientras nos dirigíamos hacia su coche Amber sacó un tercer carnet.
-Aquí tienes el tuyo.
Lo miré con desconfianza un instante y luego lo cogí.
-¿Qué te pasa?
-No sé si esto es buena idea.
-Vamos, pero si te gustó cuando te lo conté. Además, solo vamos a ir a una discoteca a divertirnos, nada más. Mi primo lo ha utilizado y no va a pasar nada, solo miran la edad y ya está. Pero creo que estás pensando en otra cosa –nos metimos en el coche-. ¿Todavía no se lo has contado? Ha pasado casi una semana.
-Le llamé, pero seguía en el hospital.
-Ya, y tampoco insististe. ¿De verdad que aún te estás planteando si contárselo o no?
No contesté y eché la cabeza hacia atrás, notando cómo las lágrimas llegaban a mis ojos. Minutos después llegamos a mi casa.
-Nos vemos en casa de Alison a las diez
-Adiós –me despedí mientras salía del coche.
Entré en casa y me tumbé en el sofá, de mala gana. Estos días estaba agotada. Cogí el teléfono, que estaba sobre la mesa. Jugueteé con él entre las manos, sin querer marcar el número de Eric. Sabía que ya llevaba un par de días en casa, aunque no había venido al instituto. Seguramente esto no lo estropearía, sino que arreglaría las cosas, parecía que más que nada quería convencerme a mí misma.

-Samira –me llamó la voz de mi abuela. Abrí los ojos y me desperecé; me había quedado dormida-. Vas a llegar tarde a la escuela.
Me levanté del sofá y me froté la cara.
-No sé si quiero ir a la escuela, la magia no ha hecho más que estropearme la vida.
-Oh, vamos, no digas eso.
-Es la verdad, abuela. Gracias a la magia estoy en peligro de que unos tipos vengan y me maten. Y ha estropeado mi relación con Eric.
-Creo que la relación la has estropeado tú con las mentiras –intervino Phoebe.
La fulminé con la mirada.
-No te metas, no estoy hablando contigo –le espeté furiosa.
-Vale, dejemos la discusión. Ahora coge tu grimorio y ves a la escuela.
Subí a mi habitación y cogí el libro.
Aparecí en el jardín delantero de Itziar. Me dirigí hacia el aula de Pociones y me senté junto a Ayerai.
-Hola –dijo con una sonrisa.
-Hola, ¿qué tal?
-Bien. Pero tú no tienes muy buena cara.
Resoplé.
-Digamos que estoy un poco cabreada con la magia.
-A ver si lo adivino, ¿Eric?
-En parte.
-¿Todavía no le has contado nada?
-No, no lo he hecho –repliqué-. Y sé lo que vas a decir, que debería decírselo. Lo haré, ¿vale?
-Está bien.
Continuamos preparando la poción del día anterior, que debía reposar un día antes de continuar.
Anduvimos hasta el patio trasero de la escuela, donde la profesora de hechizos nos esperaba. Nos separó por cuartetos para que lucháramos en un dos contra dos. A Mayara y a mí nos tocó luchar contra Dania y Doman, a los cuales derrotamos casi sin problemas. La verdad es que Mayara y yo hacíamos un muy buen equipo, nos compenetrábamos bien y sabíamos anticiparnos a los movimientos del contrario. La profesora cambió las parejas y nos tocó luchar esta vez contra Neile y Ayerai. Nos miramos desafiantes. Creamos un campo protector a nuestro alrededor y yo hice que dos pequeñas esferas de fuego aparecieran sobre la palma de mis manos. Ayerai me imitó haciéndolo con el hechizo del agua.

Con mi último lanzamiento el campo se rompió y ambos cayeron al suelo.
-Dejémoslo aquí –musitó Neile, jadeante-. Vale, nos habéis ganado.
-Podemos contratacar –replicó Ayerai mientras se levantaba.
-No queráis –dijo Mayara.
Resopló.
-Aprende a perder Ayerai –le recriminó Neile con una sonrisa mientras le hacía cosquillas en el vientre. Este le cogió de la mano para acercarla más. Ella intentó deshacerse de él, pero le pasó el brazo por la cintura y la besó.
Miré a Mayara que se encogió de hombros y luego los observé de nuevo. Ambos se separaron y percibí que bajo su piel Neile se sonrojaba mientras nos miraba de reojo.
-Vale, clase, se acabó por hoy –todos nos acercamos hacia la profesora-. Habéis entrenado muy bien –se giró hacia nosotras-. Vosotras dos estáis en muy buena forma, he visto cómo habéis derrotado a la parejita –los aludidos se rieron por lo bajo-. El lunes seguiremos practicando.
La gente fue saliendo, sin embargo nosotras nos quedamos charlando un rato. Me tumbé en el césped, cansada. Ayerai se fue a los pocos minutos y en cuanto vi que desaparecía me giré hacia Neile.
-No me habías dicho que estabas saliendo con él –le acusé.
-Sabías que me gustaba. Además, sí que te dije que habíamos quedado.
Le miré extrañada.
-¿Me lo dijiste?
-Sí, ya veo que no me escuchabas.
Hice una mueca.
-Últimamente tengo muchas cosas en la cabeza.
-¿Qué tal con Eric, por cierto?
Desvié la mirada.
-No, no se lo he dicho todavía –contesté antes de que dijeran nada.
-¿Por alguna razón en especial? –preguntó Mayara.
-Estaba en el hospital.
Enarcó una ceja.
-¿Cuánto hace que salió del hospital?
-Unos dos días.
-¿Entonces?
-Lo haré, pero dejar todo el mundo de presionarme.
-Ya verás cómo todo sale bien –me tranquilizó Neile.
-Eso espero. Ahora me tengo que ir –dije mientras me levantaba del suelo.
-Nos vemos el lunes.
Aparecí en mi habitación. Todavía quedaban dos horas, así que me preparé tranquilamente. Me vestí con unos pantalones cortos de color negro y una blusa de tirantes blanca. Me enfundé mis tacones favoritos y me maquillé. Una vez lista cogí una bolsa para guardar la ropa necesaria, dado que me quedaría en casa de Amber a dormir.
-Phoebe, ya estoy lista –informé, ya que no podía irme sola-. Me voy, mamá, hasta mañana.
-Adiós –oí que respondía desde el despacho.
-¿Dónde has quedado? –preguntó mientras cogía las llaves y salíamos por la puerta.
-En casa de Alison.
Me miró de arriba abajo.
-¿Qué?
-Pareces más mayor que yo.
Sonreí.
-Gracias, de eso se trata.
-Que tengáis suerte.
Paró frente a la casa de Alison y bajé del coche con la bolsa en el hombro.
-Nos vemos mañana.
-¿Te tengo que recoger a alguna hora?
-No, Amber me llevará.
-De acuerdo. Adiós.
Llamé y Natasha abrió la puerta.
-Hola, chicas –saludé al entrar al comedor.
-Vale, ya estamos todas. Es hora de irnos.
Fuimos todas en el coche de Alison. Dejé la bolsa antes de salir y metí mi cartera en el bolso de Natasha, que era la única que llevaba uno. Nos pusimos en la cola de entrada de la discoteca, y pasamos sin problemas con los carnets falsos que el primo de Amber nos había hecho. El local parecía grande desde fuera, pero lo era aún más desde dentro: se dividía en dos pisos, los cuales estaban unidos por una gran escalera.
-Madre mía, esto es enorme –musitó Alison.
-Genial, a disfrutar.
Nos metimos hacia la marabunta de gente. Después de estar bailando durante casi una hora Amber y yo nos alejamos hacia la barra. Nos pedimos unos refrescos y nos los tomamos tranquilamente. En seguida volvimos a la pista del baile.
Me empecé a sentir algo agobiada y decidí acercarme a la barra. Al ver que la de la parte superior estaba abarrotada bajé al piso de abajo. Al parecer Alison y Natasha no parecieron percatarse de que me iba, ya que estaban embobadas coqueteando con unos chicos universitarios. Y Amber había desaparecido al sonarle el móvil. Me senté en el primer taburete vacío que vi. Sin saber por qué me vino el rostro de Eric a la cabeza y volví de nuevo a pensar en todo aquello. En cuanto le cuente todo se alejara de mí, pensé. Pero no, no quería pensar en él ahora.
-¿Te pongo algo? –preguntó la chica de la barra sacándome de mi hilo de pensamientos.
Me quedé pensando unos segundos.
-Ponme un cubata –pidió un chico a mi lado. Era moreno, de ojos oscuros, algo más alto que yo.
-Otro para mí –dije casi sin pensar.
El chico se giró y me dedicó una pequeña sonrisa, que le devolví. La camarera dejó sobre la barra lo que habíamos pedido. Le pegué un sorbo y noté como me ardía la garganta con forme el líquido iba cayendo hasta el estómago. Hice una mueca y el chico se rió por lo bajini. Me giré hacia él y me devolvió la mirada.
-Soy Cameron –se presentó alargando la mano.
-Samira –se la estreché.
Hablé con él distraídamente mientras me tomaba la bebida. En cuanto me lo acabé me volví hacia la camarera.
-Ponme otro.
-Que sean dos –se unió él con una sonrisa.

-Vale, a ver quién se lo bebe antes –dije entre risas.
Miré a Cameron desafiante y ambos cogimos los vasos.
-A la de tres. Una, dos, ¡tres!
Me llevé el vaso hasta la boca, tragando tan rápido como pude, y noté como el alcohol me quemaba la garganta por tercera vez. Él dejó el vaso pocos segundos antes de que yo lo hiciera.
-Te he ganado –dijo con una sonrisa triunfal.
-¡Sam! –oí que alguien me llamaba, pero lo ignoré por completo.
-Ponme otro –exigí-. Esta vez gano yo.
-¡Sam! –noté que me cogían del brazo y me giré. Me costó un instante enfocar para ver el rostro de mi amiga.
-¿Qué quieres?
-¿Que qué quiero? Pues…
-Ponme otro –volví a repetir a la camarera, ignorándola.
-¿Otro? Ni lo sueñes.
Estiró de mí para que bajara del taburete y cogió mi chaqueta.
-Vámonos.
-No seas aguafiestas, Amber.
-Sí que lo soy. Venga.
-Adiós, Cameron, ya nos veremos.
-Lo dudo –replicó mi amiga fríamente.
-A veces tiene mal genio, pero es buena chica.
Él se rió. Amber me empujó entre la gente, de la cual solo oía voces sin sentido, hasta salir del local. El aire fresco me dio de lleno en la cara, y noté que estaba sudando.
-Siéntate –me ordenó señalando el bordillo.
-¿Qué pasa ahora eres mi madre?
-No –dijo seriamente mientras tiraba de mí para que me sentara.
Luego se levantó y empezó a dar vueltas mientras hablaban por el móvil. Yo apenas me enteraba de lo que decía.
-Estamos en la discoteca Thisit –se quedó callada-. Vale, gracias.
Se sentó de nuevo junto a mí.
-Sam, apestas a alcohol.
-¿Con quién… hablabas?
-Con alguien que pueda venir a recogernos porque he llamado mil veces a Alison y Natasha y no me cogen el móvil.
Sin saber por qué me empecé a reír.
-¿Te hace gracia? Nos han dejado tiradas.
No pude contestar con más que una carcajada.
-Genial, ahora es cuando te ríes por todo, ¿no?
Yo seguí riendo.
-Dios, Sam, se te ha ido la cabeza, ¿lo sabías? Seguramente ese chico pensaba que querías ligar con él.
Solté otra risotada. Ella resopló y me cubrió con la chaqueta. Minutos después vi acercarse a lo lejos un coche rojo.
-Ya está aquí –indicó mientras se levantaba.
-¿Eric? ¿Has llamado a Eric? –repliqué incorporándome de golpe y la cabeza me dio vueltas. Ella me cogió por el brazo.
El coche aparcó en la otra acera y Eric salió de él para acercarse hasta nosotras.
-Hola –saludó en un susurro.
Le miré un segundo y apreté los labios para no dejar salir una carcajada, pero no lo conseguí.
-Lleva todo el rato riéndose por todo –explicó Amber-. Vámonos.
Empecé a andar y yo misma noté que mis pasos no eran rectos, y todo se veía un poco borroso. Eric me sujetó por la cintura.
-Puedo sola –dije ahora sin ninguna risa.
No replicó nada y pasó mi brazo por sus hombros.
-Que puedo sola.
-Sam, cállate –me espetó Amber.
Me solté de él de un empujón y me acerqué a mi amiga, pero las piernas me flojearon un segundo y Eric me volvió a coger. Me sentó en la parte trasera junto a Amber; él se sentó al volante. Entretanto apoyé la cabeza contra el frío cristal y cerré los ojos.
-No dejes que se duerma –oí que decía Eric.
Amber me estiró del brazo para que me incorporara y movió mi cabeza hasta que abrí de nuevo los ojos.
-¿Qué narices ha pasado para que se emborrache?
-Pues, he salido porque me habían llamado al móvil. Y Alison y Natasha ni siquiera se han dado cuenta de que Sam se había ido a la barra. No… –empecé a dejar de escucharla.
-¡Sam! –volví a abrir los ojos de golpe.
-Estoy despierta, estoy despiert…–volví a soltar una carcajada-. Deberíamos salir más de fiesta.
-No lo creo.
-Oh, vamos. Puedo llamar a Cameron.
-Ni siquiera tienes su número.
-¿Cameron? –dijo Eric.
-Un chico con el que estaba bebiendo. Pero nada más que eso.
-Bueno, ya hemos llegado.
Amber me ayudó a salir del coche. Me quedé observando el chalet que teníamos frente a nosotros.
-Bonita casa, ¿de quién es?
-Es la mía, Sam –se quedó un momento callada-. Oh, ¡mierda!
Le tapé la boca rápidamente.
-No digas palabrotas –le dije en voz baja mientras me llevaba el dedo a los labios.
Ella me apartó el brazo bruscamente.
-¿Solo lo noto yo o es que estás un poquito antipática?
-Sam, por favor.
-¿Qué es lo que pasa? –preguntó Eric.
-Metí las llaves en la bolsa de Sam y la dejó en el coche de Alison.
-Pues sí que tenemos un problema –murmuré cruzándome de brazos.
-Podéis quedaros en mi casa –se ofreció él.
-¿Y tus padres nos dejarán? –inquirí.
-Sus padres se han ido de fin de semana con los míos –explicó Amber cansinamente.
-Ah…
Volvimos a entrar en el coche y bajamos la calle hasta llegar a su casa. Eric abrió la puerta. Entré en la estancia y me tumbé en el sofá. 

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