CAPÍTULO 21: Ignis
Fueron pasando las semanas, y en la escuela de
magia las cosas iban cada vez mejor. Con forme iba usando los poderes me iba
habituando a ellos y me era más fácil utilizarlos. Además, el cansancio que
notaba los primeros días fue cesando. Por otro lado a medida que fueron pasando
los días me hacía más amiga de Neile, Mayara y Ayerai. Con este último había
congeniado muy bien, siempre estaba de broma y era muy simpático.
Bajé la calle hasta llegar a un bar donde se
leía la palabra Cheers. Entré y
busqué a Eric con la mirada, lo encontré al final de la estancia sirviendo a
una mesa. Me senté en la barra y esperé a que acabara.
-Hola –me saludó al percatarse de mí-. ¿Qué
haces aquí?
-Vengo a contarte lo que tengo pensado para el
cumpleaños de Amber.
-¿Ya lo tienes todo planeado?
-Sí, necesito algo de ayuda, pero ya está
claro.
-Eric –oí la voz de su jefe desde el otro lado
de la barra.
-Estoy en mi descanso –se defendió antes de
que pudiera replicar nada.
Se volvió hacia mí y me hizo una señal para
que continuara.
-A ver, Amber se va con su familia el fin de
semana.
-¿Se va de fin de semana con sus padres? Nunca
se han ido a celebrar el cumpleaños en familia.
-Pero no se cumple dieciocho años todos los
días. Bueno, a lo que íbamos, la fiesta será el viernes por la noche. Hay un
bar que he mirado, donde trabaja mi hermana, y se puede celebrar allí. Habría
que pasar a reservar, pero no te preocupes, yo me encargo de eso. –Abrí la
agenda y miré las cosas que tenía apuntadas para que todo saliera genial-.
Mañana tengo que ir a la escuela, pero puedo pasarme para reservarlo. Vale,
Alison y Natasha se encargarán de los invitados y de algunas cosas de la
decoración; y Janice de la comida. ¿Podrías comprar tú las bebidas?
Levanté la cabeza para mirarle, en su rostro
no estaba su habitual sonrisa, si no que tenía un semblante serio.
-¿Qué pasa?
Ladeó la cabeza.
-No, nada. Yo me encargaré de las bebidas.
Continué sin desviar la mirada, esperando una
mejor respuesta. Se frotó ligeramente la cara.
-Solo es que estoy muy cansado.
Antes de que pudiera decir nada la voz de su
jefe me interrumpió.
-Ya ha pasado la hora del descanso.
Eric cogió la bandeja y puso una libretita
sobre ella.
-Hablamos luego.
En otro momento hubiera replicado, pero sin
embargo se puso de nuevo al trabajo sin decir nada. Lo observé acercarse a otra
mesa, durante unos segundos, luego cogí el bolso y volví por donde había
venido.
Por el contrario, las cosas con Eric habían
empeorado, sin apenas darnos cuenta las cosas entre nosotros se habían
distanciado; ya no era igual que antes. Probablemente yo pasada demasiado
tiempo en la escuela, o él entrenaba demasiado; o las dos cosas. Pero lo que
estaba claro era que nuestra relación iba decreciendo.
Subí de camino hacia mi casa, la calle estaba
desierta. Oí el ruido del motor de un coche tras de mí, lo miré de reojo
distraídamente y observé que iba demasiado despacio. Pensé que aparcaría en
alguna de las casas de la calle por la que estaba pasando en ese momento, sin
embargo continuó hacia delante. Me extrañé, ya que condujo así durante varios
minutos, pero seguí mi camino tranquilamente.
Entré en casa y subí hasta la habitación de mi
hermana.
-Hola –saludé mientras me sentaba en la cama.
-¿Qué tal el día?
-Nada emocionante.
-¿Y cómo llevas lo del cumpleaños de Amber?
-Bien, lo tengo casi todo controlado, solo
falta reservar el local.
-¿Y dónde será?
-He pensado en el bar Neki’s.
-Yo me voy a trabajar ahora, ¿quieres que lo
reserve?
-Claro, no sé por qué no lo había pensado.
-¿A qué hora lo quieres?
-A las ocho empezará la fiesta, pero habrá que
tenerlo antes para ir montando las cosas, así que, sobre las seis estaría bien.
-De acuerdo, a las seis.
-Genial, gracias.
Me levanté y me dirigí hacia mi cuarto. Me
senté en la cama, de piernas cruzadas, y abrí de nuevo la agenda, revisando
todo lo que tenía que hacer. Tan solo quedaban dos días.
-Samira, me voy –oí la voz de mi hermana en la
puerta de mi habitación.
-Vale, adiós.
Mientras seguía repasando las cosas escuché a
Amber subir las escaleras.
-¿Sam, estás ahí?
Cerré rápidamente la agenda y la metí en el
segundo cajón de la mesita. Me volví hacia Amber, que entraba en ese momento.
-¿Ocultándome cosas? –inquirió enarcando una
ceja.
-No, que va –me puse en pie-. Solo estaba
practicando algo de magia.
-¿Has aprendido algo nuevo interesante?
-Seguimos practicando los hechizos de los
cuatro elementos, están muy bien.
Me acerqué a la mesa de escritorio y cogí el
grimorio. Me teletransporté y en un instante estaba frente al baúl, que se
encontraba en el otro lado de la habitación.
-Al parecer la teletransportación no te supone
ninguna dificultad.
-Ya no, y es genial. Puedo ir de un sitio a
otro sin problemas.
-Eso está bien –se quedó un momento
pensativa-. Podemos ir a cualquier lugar en solo unos segundos. Podríamos ir a
Europa, visitar Australia, pasar unos días en China.
Solté una carcajada.
-Sería genial, pero tendrías que acostumbrarte
a la teletransportación, y no es fácil.
Alargué una mano para que la cogiera. Me miró
un momento con desconfianza y luego la agarró. Todo se volvió negro y
aparecimos en el comedor. Amber se cogió con fuerza de mi hombro y luego se
dejó caer en el sofá.
-Creo que prefiero el avión. Esto es horrible.
-Te acostumbrarás, yo lo hice al cabo de una
semana.
Le tendí la mano de nuevo.
-Ni lo sueñes, yo voy por las escaleras.
Una vez en mi habitación encendí el aparato de
música y me dispuse a ordenar el cuarto. Amber llegó y se sentó sobre la cama.
-Sam, necesito que me ayudes.
-¿A qué?
-Este fin de semana me voy con mis padres. No
sé por qué les ha dado por irnos de fin de semana por mi cumpleaños, nunca lo
hacemos.
-Pero cumples dieciocho años.
-Ya, ellos se pasan el día diciendo lo mismo,
que será muy importante. Supongo que iremos a celebrarlo con toda la familia.
Pero bueno, celebraré mi cumpleaños la semana que viene y necesito que me
ayudes, quiero montar una buena fiesta.
-¿Para la semana que viene? Está bien –le
seguí el juego.
-Iba a hacer la fiesta este viernes, pero
Chase ha dicho que me quiere llevar a cenar.
Sonreí para mis adentros, él era el encargado
de distraerla hasta la hora de la fiesta.
-Qué bien, ¿y a dónde iréis?
-No lo
sé, dice que será sorpresa.
-Parece que las cosas con Chase van muy bien,
¿no?
Se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja en
el rostro.
-Sí, estoy genial con él.
-Me alegro –le devolví la sonrisa.
-¿Y tú qué tal con Eric?
-Bien –dije encogiéndome de hombros.
-Vamos, Sam, no soy tonta y os veo. Sé que no
estáis bien, o no tan bien como antes.
Guardé unos pantalones en el armario y me
senté en la cama.
-Vale, a lo mejor no estamos en nuestro mejor
momento. Pero no estamos mal.
-¿Se te ocurre el por qué? –inquirió.
-Porque yo estoy toda la tarde en la escuela y
él pasa mucho tiempo entrenando.
-Creo que el principal problema es que
estás siempre en la escuela de periodismo, que no existe.
-Vale, Amber, ya sé adónde quieres ir a
parar.
-A que con las mentiras no vas a ninguna
parte.
-No es solo la escuela, son también los
entrenamientos, y ahora ha conseguido un trabajo. Además, yo intento estar
bien, pero él a veces no está igual.
-Porque no es tonto, Sam, y sabe que
algo no va bien del todo. En cuanto te pregunta cualquier cosa sobre la escuela
desvías el tema como sea. No crees que eso le pueda extrañar un poco.
-Eso no es verdad –me defendí.
-Sabes que sí.
-Pues prefiero estar así e intentar
arreglarlo de otra forma antes que contárselo.
-¿Porque lo estropeará todo?
-Exacto.
-Que sigáis así sí que lo estropeará
todo. Además, él dice que te nota distinta.
-Pues ser bruja no me ha cambiado.
-Sí que ha hecho algo, ya que no te
sientes igual con él debido a lo que dijo. Y también le estás ocultando algo
que eres, porque ser bruja es parte de ti, no puedes ocultarlo como si nada.
-No es fácil, pero puedo hacerlo. Y sí
que me siento igual con él.
Me miró sin decir nada, esperando que
rectificara lo que acababa de decir.
-Puede que no exactamente igual –cedí-,
pero precisamente por lo que dijo no le voy a contar nada.
-¿Y cuál es tu idea para mejorar las
cosas? Al menos infórmate de lo que se hace en una escuela de periodismo, ya
que vas a mentirle intenta hacerlo un poco mejor, hasta que vuestra relación se
desmorone por completo, claro.
-Pues es mi relación, no te metas.
-Me meto porque eres mi mejor amiga y me
importas, al igual que Eric, ¿vale?
Le miré fijamente, enfadada, tal vez
porque sabía que tenía razón. En ese momento sonó la alarma de mi móvil que
indicaba que debía ir a la escuela.
-Me tengo que ir –dije mientras apagaba
la alarma.
Amber se levantó de la cama y bajó las
escaleras.
-Hasta mañana –oí que decía desde el
piso de abajo.
Me quedé parada un momento, luego me
acerqué al baúl para coger el grimorio y me teletransporté hasta la escuela.
Aparecí en el jardín delantero de Itziar
y me dirigí al aula de Historia. La clase transcurrió monótona y algo aburrida.
Estuvimos dando todo lo que había estado relacionado con la brujería hacía
siglos, pero ahora poca gente continuaba creyendo en estas cosas, ya que se
pensaba que las personas que se quemaba en las hogueras, o que habían sido
ahorcadas, eran simplemente que estaban en contra de la Iglesia. Sin embargo
eran brujas de verdad y la Inquisición lo sabía.
Salí del aula y me encaminé hacia la
clase de Pociones. Pasé junto a la mesa de Neile y Mayara, que me saludaron con
una sonrisa, para sentarme junto a mi compañero.
-Hola –saludé dejando el grimorio sobre
la mesa.
-Hola, ¿qué tal?
-Bien, ¿y tú?
-Genial, listo para hacer cualquier
poción que O’Brian nos ponga –dijo con una sonrisa, que siempre conseguía
alegrarme.
Le devolví la sonrisa. Minutos después
la profesora O’Brian entró por la puerta y explicó cómo hacer una poción contra
el insomnio, la cual Ayerai y yo hicimos a la primera.
-Muy bien –nos felicitó la profesora,
con un tono de voz sorprendido-. Parece que estar con la señorita Westwick le
hace prestar más atención, señorito Fox.
Este levantó la mano para chocar la mía.
Vertió un poco de la poción, que tenía
un aspecto verdoso poco agradable, en un pequeño tarro de cristal.
-Pueden ir limpiando las cosas y salir.
Recogimos todo lo que habíamos
necesitado y lo colocamos de nuevo en la estantería del fondo. En cuanto Neile y Mayara salieron, todos nos dirigimos hacia la
clase de Hechizos. Entramos en el aula y dejamos nuestros libros sobre la
estantería, pero la profesora nos informó de que daríamos la clase en la parte
trasera de la escuela para empezar a entrenar. Una vez fuera nos colocamos en
un círculo alrededor de ella.
-Hoy seguiremos practicando el hechizo
de protección, pero esta vez intentaremos mantenerlo activo a la vez que nos
están atacando, ¿de acuerdo? –todos asentimos-. Está bien, poneros por parejas.
Desde el primer día, en clase de
hechizos, siempre me ponía con Mayara como compañera, así que me acerqué a
ella. Las parejas iban colocándose frente a la fila de personas que se había
formado y cada alumno le tenía que lanzar algún ataque para intentar destruir
el campo que los cubría. Les tocó el turno a Ayerai y a Neile. Este le cogió de
la mano y se creó alrededor de ellos un escudo que apenas se apreciaba a
primera vista. Uno a uno fuimos lanzándoles nuestros ataques. Yo lo intenté con
el fuego, controlando que en cuanto destruyese el campo se apagara, que no
llegara a tocarles. Pero nadie consiguió romperlo.
-Genial, chicos –les felicitó-. Nadie ha
conseguido destruirlo.
Les hizo una señal para que volvieran a
su sitio y se incorporase la siguiente pareja. Fueron pasando uno a uno y
finalmente nos tocó a Mayara y a mí. Ambas avanzamos unos pasos hasta
posicionarnos donde la pareja anterior había sido derribada. Nos cogimos de la
mano.
-Pretactum –musitamos las dos a la
vez, y un escudo protector se alzó ante nosotras.
Conseguimos reprimir los ataques que nos
lanzaban, incluso el de Neile, que iba a mucha potencia e hizo tambalear el
campo. Por último, le tocó el turno a Ayerai. Este levantó la palma de la mano
hacia arriba y de ella salió una bola de agua del tamaño de una pelota de
baloncesto.
-Cuidado con él –me susurró mi compañera-. Ya
sabes que el agua lo controla muy bien.
Aferré con más fuerza su mano y me concentré
en mantener el hechizo en pie. Ayerai sonrió divertido y nos guiñó un ojo,
luego llevó el brazo hacia atrás y lo lanzó hacia delante, soltando la esfera
de agua. Cerré los ojos, esperando que el agua chocara contra el escudo, sin
embargo impactó contra nosotras como si se tratara de una manguera a presión.
Solté un grito al notar el agua fría contra mi piel, y retrocedí un paso para
no perder el equilibrio. Me miré un segundo mientras escupía algo de agua,
estaba totalmente empapada. Levanté la mirada hacia él, que se reía a
carcajadas al igual que el resto de la clase.
-Vaya –dijo la profesora aguantando otra
risa-, ha sido un tiro potente –luego se volvió hacia el resto de la clase-. Parece
que los ganadores son Ayerai y Neile, pero Mayara y Samira quedan en segundo
lugar. Bueno, la clase ha acabado por hoy, muy buen trabajo todos.
La gente fue saliendo hacia la entrada. Yo me
dirigí hacia Ayerai y moví enérgicamente la cabeza para salpicarle todo lo que
pude.
-Lo siento –dijo entre risas-. Tenía que
romper el campo de alguna forma, y es lo que mejor se me da. Tú dominas más el
fuego, podrías habernos chamuscado, Ignis.
Ese era el apodo que me había puesto desde que
conseguí controlar el fuego sin problemas mientras entrenábamos con los hechizos
de los cuatro elementos, sin embargo al resto les resultaba muy difícil este
elemento.
-Pero lo tenía controlado para que no os
quemase.
-Ya, claro, eso lo dices porque no has
conseguido romper el campo.
-Samira –me giré para ver a mi abuela en la
enorme puerta que daba al jardín.
Me hizo una señal para que me acercara. Me
volví hacia mis amigos y me acerqué a Ayerai, para darle un abrazo que le mojó
la camiseta. Le guiñé un ojo, imitando el gesto que había hecho antes.
-Nos vemos mañana –me despedí con una sonrisa.
Crucé el jardín para llegar hasta mi abuela.
-¿Por qué vas tan mojada?
-Ayerai nos ha atacado con el hechizo del
agua.
-Lo domina muy bien.
-Ya lo sé.
-Quería decirte que tengo que quedarme en una
reunión, así que saldré tarde.
-De acuerdo. Yo me voy a casa a cambiarme.
Antes de que pudiera teletransportarme, me
puso una mano sobre el hombro para frenarme.
-La teletransportación siempre fuera del
centro.
-Está bien. Adiós.
Era una norma que no entendía, pero decían que
por seguridad la teletransportación debía hacerse fuera del edificio.
Aparecí en mi habitación. Dejé el grimorio sobre
el baúl y me puse ropa limpia antes de sentarme en mi escritorio para empezar a
hacer los deberes. Entretanto noté cómo el cansancio me inundaba. Crucé los
brazos sobre la mesa y apoyé la cabeza.
-¡Samira! –abrí los ojos de golpe al oír que
me llamaban.
Miré hacia la puerta, pero esta estaba
cerrada. Me giré hacia la cama y me sobresalté al ver junto a la ventana a
Aimara, con un aspecto no tan tétrico como de costumbre.
-¿Qué haces aquí? –pregunté sorprendida. Desde
que había descubierto que era bruja ya no la había vuelto a ver.
-Están cerca –susurró-. Ten cuidado.
-¿Qué? ¿Quiénes?
-Samira –mi hermana entró en la habitación-. A
cenar.
Me giré hacia ella un segundo y luego me volví
hacia donde Aimara acababa de desaparecer.
-Ya voy.
Me levanté y bajé hacia la cocina, todavía
pensando en lo que Aimara me había dicho: <<Están cerca>> ¿A quién se refería?
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