CAPÍTULO 19: Escuela de periodismo
Cogí mi grimorio y salí de la clase.
-¿Vienes? –dijo Neile mientras salían del
aula.
-No, tengo que esperar a mi abuela, todavía no
sé cómo teletransportarme –hice una mueca al recordar la sensación.
-Te acostumbraras –dijo Mayara-. Deberías
haber visto a Neile las primeras veces, yo pensaba que moría en el intento
–soltó una risotada.
-La sensación no es agradable –se defendió
Neile.
-Bueno, nos vemos mañana –se despidieron.
-Adiós.
Los alumnos fueron saliendo, y por último lo
hizo mi abuela.
-¿Qué tal el día, cielo?
-No ha estado mal.
-¿Te has cogido bien a las clases?
-En la de Hechizos sí, la verdad es que ha
sido muy fácil, incluso demasiado. Aunque la marca me ha dolido bastante.
-Hasta que te habitúes a utilizar tus poderes
te dolerá, pero no tardará en irse –me explicó-. ¿Y qué tal en Pociones?
-Bueno, esa ha ido un poco peor. La profesora ha
dicho que hiciéramos una poción curativa, pero Ayerai no tenía las
instrucciones para hacerlo, así que hemos mirado en mi grimorio y… bueno, ha
salido mal, ha empezado a burbujear y a salir humo; un desastre.
-Supongo que la profesora O’Brain se habrá
cabreado.
-Sí, mucho. Solo la conozco de un día, pero no
me cae nada bien.
-Es dura, pero intenta hacer las cosas lo
mejor posible y pasa desapercibida.
Nos paramos en la entrada, y alargó el brazo.
Respiré hondo y agarré su mano. Todo se volvió negro de nuevo, y cogí una
bocanada de aire. Sería difícil acostumbrarse a esto.
-Acabo de empezar a hacer la cena –informó mi
madre cuando aparecimos en la cocina.
-Es una sensación bastante desagradable,
¿verdad? –dijo Phoebe-. La de la teletransportación.
-Sí –afirmé-, es horrible.
-Cariño, ves a hacer los deberes antes de que
esté la cena.
-Está bien.
Subí a mi habitación y abrí los libros sobre
la mesa. No sé si me acostumbraría a tener que hacer los deberes tan tarde
después de estar casi toda la tarde en la escuela. Por suerte ese día apenas
tenía cosas que hacer, con lo que acabé en seguida.
-Samira, te ha llamado Eric esta tarde –dijo
Phoebe desde la puerta.
Saqué el móvil, que todavía seguía en la
mochila y vi que tenía algunas llamadas suyas.
-Por cierto, tenías que contarme por qué
tenías esa cara de muerto cuando has vuelto de clase.
Me tumbé en la cama junto a ella y le conté lo
que Eric había comentado sobre las brujas.
-A lo mejor si le contaras que…
-¿Después de lo que ha dicho crees que lo
mejor es decírselo?
-Tal vez no lo estropee –hice una mueca-. O
simplemente deja pasar un tiempo.
-Chicas, ya está la cena.
Ambas bajamos hasta la cocina y durante la
cena les estuve contando toda mi tarde en la escuela.
Recogí la mesa y subí rápidamente al oír el
sonido de mi móvil, seguramente sería Eric.
-Hola –saludé al descolgarlo.
-Hola, te he llamado antes.
-Ya, es que me he dejado el móvil en casa.
-¿Y qué tal el día, más interesante que el
mío?
Seguramente sí, pensé.
-No te creas.
-Hoy han atrasado el entrenamiento a las ocho
así que he estado toda la tarde en casa, por eso te había llamado, por si
querías ir dar una vuelta.
-Siento no haber llevado el móvil encima.
-¿Y qué has hecho?
-Pues…, he estado toda la tarde fuera. He ido
a ver una escuela de periodismo –mentí con facilidad-. Es como una actividad
extraescolar, pero creo que puede estar bien.
-Eso es genial, ¿y qué es lo que hacéis?
Me quedé callada unos segundos, pensando una
respuesta rápida.
-Pues, hoy no hemos hecho gran cosa, conocer
el sitio y ensayar algunos discursos, poco más. ¿Y qué tal tu entrenamiento?
–desvié el tema.
-Bien, muy cansado, como siempre.
Abrí los ojos lentamente, adormilada. Me di
cuenta de que estaba tapada con una manta y me volví hacia la mesita de noche,
donde se encontraba mi móvil. Me incorporé de golpe al recordar lo que había
pasado antes de dormirme: estaba hablando con Eric.
-Oh, Dios mío –musité mientras me quitaba el
pelo despeinado de la cara-. Me he quedado dormida mientras hablaba con él.
Cerré los ojos y tumbé de nuevo. ¿Cómo me
había podido quedar dormida hablando por teléfono? En ese momento sonó el
despertador. Le di un manotazo para que se apagara y me dirigí a la ducha.
Cuando mi hermana paró frente al instituto vi
el Opel rojo aparcar a pocos metros de nosotras. Bajé rápidamente y me dirigí
hacia el coche.
-Eric –lo llamé cuando bajaba.
Me acerqué a él, que me saludaba con una
sonrisa torcida.
-Siento mucho lo que pasó anoche.
-Hola a ti también, Sam –habló Amber, que
había salido junto a él con unos apuntes en la mano -. Nos vemos luego, ahora
tengo examen –dijo mientras cruzaba a toda prisa el aparcamiento, sin dejar que
contestara.
Me volví hacia Eric y resoplé.
-Me quedé dormida sin darme cuenta.
-No pasa nada.
-Pero…
Me hizo callar presionando sus labios contra
los míos. Descansé mi frente contra la suya.
-Me sabe fatal haberte dejado así.
-No te preocupes, de verdad.
Sabía que le había molestado, pero intentaba
quitarle importancia. Pasé los brazos por su cuello y le besé. Me aparté de él,
bajando mis manos lentamente hasta sus hombros. Entonces me cogió de la muñeca
y se quedó observando la marca.
-¿Y esto? –inquirió sorprendido.
-Pues…, un tatuaje.
-¿Desde cuándo lo llevas? Pensaba que te
gustaba todo eso pero que no eras muy amiga de las agujas.
Me mordí el labio, pero rectifiqué el gesto
rápidamente.
-Me lo hice ayer, con mi hermana. Ella acabó
convenciéndome –fingí una sonrisa.
-Pues en la muñeca te debió doler, ¿no?
-Mucho –afirmé.
Continuó observándolo durante unos segundos.
Yo le miré fijamente, aunque no conseguía descifrar su rostro. Sonó el timbre
en ese momento.
-Vamos.
Le cogí de la mano y nos dirigimos hacia la
clase de física.
No hay comentarios:
Publicar un comentario