lunes, 9 de julio de 2012

CAPÍTULO 26


CAPÍTULO 26: Las mentiras lo estropean todo
Desperté en el hospital. Miré a mi alrededor y me encontré con mi madre y mi abuela sentadas en una butaca que se encontraba junto a la cama. Me incorporé lentamente.
-Hola, cariño –dijo mi madre acercándose a mí-. ¿Cómo te encuentras?
-Bien –respondí todavía algo confusa-. Me duele un poco la cabeza.
-¿Qué es lo que pasó?
-Creo que eso deberíamos hablarlo en casa –intervino mi abuela.
Me froté ligeramente la cara y noté una gran gasa en la frente. Cerré los ojos y me vino a la mente aquella persona que había en el bosque.
-Hola –saludó un hombre en la puerta. Vestía una bata blanca en la que se podía leer <<Doctor Cooper>> y llevaba una carpeta marrón en la mano. Se acercó hasta mi cama-. ¿Cómo te encuentras, Samira?
-Bien, solo tengo dolor de cabeza.
-Eso suena bien –me levantó el párpado derecho y apuntó a la pupila con una pequeña luz, luego hizo lo mismo con el otro-. Parece que reaccionas bien.
-Sí, yo estoy bien, pero ¿cómo está Eric? –pregunté un poco alterada.
-Él está algo más grave que tú, pero está bien.
-¿Puedo ir a verle?
Me miró un momento, sin saber si aceptar o no.
-Puedo levantarme, no me encuentro mal, de verdad.
-Está bien. Pero descansa un poco, luego lo verás. Ahora está durmiendo.
-De acuerdo.
Mientras esperaba con impaciencia a que el doctor Cooper volviera para dejarme ir a ver a Eric mi hermana y mi padre entraron por la puerta.
-Hola –saludaron acercándose a mí-. ¿Cómo estás?
-Bien.
Phoebe se sentó en la cama, sin saber si decir algo o no.
-¿Crees que fueron ellos los que provocaron el accidente? –preguntó en un susurro.
Tragué saliva y asentí levemente.
-No sé exactamente qué pasó, pero Eric intentó esquivar algo y el coche salió de la carretera. Luego…
-Samira –me interrumpió la voz del doctor desde la puerta-. Eric ya se ha despertado, ¿quieres ir a verle?
-Sí, claro –dije incorporándome.
-¿Puedes andar bien?
Asentí y me levanté de la cama con un poco de ayuda. El doctor me acompañó hasta la habitación en la que se encontraba Eric. Cuando llegamos lo vi sentado en la cama, con su hermana junto a él. Tenía una venda enrollada a nivel de la frente y algunas heridas en el rostro. Toqué a la puerta, vacilante, y todos se volvieron hacia mí.
-Hola.
-Hola –respondió incorporándose ligeramente, y haciendo una mueca de dolor al realizar la acción.
-Hola, Samira –me saludó amablemente su madre-. Os dejaremos solos. Katie, vamos.
Cogió a la niña en brazos y ambas salieron por la puerta.
-¿Cómo estás? –se anticipó a mi pregunta.
-Bien, ¿pero tú cómo te encuentras? –me senté en la butaca que había junto a la cama.
-Bueno, ahora me duele menos la cabeza, y tengo un par de costillas magulladas, pero bien –le cogí de la mano-. Lo siento, no controlé el coche.
Bufé por lo bajini, la culpa de todo esto era mía.
-No es tu culpa.
Nos quedamos unos segundos en silencio.
-Mm…, Samira. ¿Puedo preguntarte una cosa?
-Dime –dije extrañada.
-¿Qué es lo que pasó?
-¿A qué te refieres?
Levanté la cabeza para mirarle, pero él desvió la mirada.
-No lo recuerdo con nitidez, pero pasó algo…, quiero decir, nos encontraron en la carretera de entrada y no íbamos hacia allí. Nos desviaron, y tuvimos que coger el camino que cruza el bosque, no estábamos cerca de mi casa.
Tragué saliva y noté que me ponía nerviosa.
-Cuando chocamos contra el árbol tú seguías consciente. Me cogiste de la mano y…, no sé, oí que decías algo extraño… no recuerdo nada más. Pero sé que algo pasó.
Me miró fijamente, esperando que le contara todo lo ocurrido. Desvié la mirada y me mordí el labio, no se me ocurría qué decir en aquel momento.
-No sé…, no sucedió nada.
-Creo que no me di un golpe tan fuerte. Y creo que tú sí que sabes lo que pasó, pero no sé por qué razón no me lo quieres decir, no sé por qué no confías en mí.
-Claro que confío en ti, Eric.
-¿Y por qué no me dices nada? Y ya no es solo esto que ha pasado si no todo lo que lleva pasando desde hace un mes, que te comportas…, no sé, estás distinta.
-¿Qué? No, yo…
-Samira –me cortó-. Te conozco. Y no eres tan buena mentirosa. Además, no paras de morderte el labio.
Rectifiqué el gesto y le miré fijamente, pero sin apenas poder aguantarle la mirada la desvié.
-No sé qué será, pero tiene que ver con que hayas cambiado. Hay veces que te noto incómoda, últimamente estás siempre tensa y nunca me dices el por qué, piensas que con un simple estoy bien es suficiente –apretó ligeramente la mandíbula, y se le notaba el enfado en la voz-. Pero creo que te conozco mejor que eso, y espero a que me lo cuentes, pensando que en algún momento lo harás. Pero veo que es en vano. ¿Y todo esto tiene algo que ver con la escuela de periodismo de la que no me cuentas nada?
No contesté, me quedé callada sin decir nada.
-Sabes, cuando confíes en mí hablamos –apartó su mano de la mía.
-Eric –supliqué.
-Hola –oímos al doctor Cooper en la puerta. Ambos nos volvimos hacia él-. Siento molestar pero tenemos que hacerte unas pruebas Eric.
-Sí, claro.
Me levanté de la butaca y me dirigí hacia la puerta. Antes de salir nuestras miradas se cruzaron. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario