viernes, 25 de mayo de 2012

CAPÍTULO 9


CAPÍTULO 9: Eric
-¿Hoy puedes quedar para acabar el trabajo? –preguntó Eric mientras hacíamos unos ejercicios en clase de física.
-Sí, claro. ¿A las cinco en mi casa?
-De acuerdo.
-Clase –habló el profesor Mawson-. Ya hemos acabado el tema, así que habrá examen.
Resoplé y apoyé la cabeza contra el libro.
-¿Tan mal lo llevas? –dijo Eric.
-Sí –musité-. No me entra nada.
-¿Quieres que te ayude? –volví la cabeza hacia él-. La física se me da muy bien.
-Pues si esta tarde me pudieses echar una mano, te lo agradecería.
-Claro.
Sonreí.
Sonó el timbre. Me levanté y me dirigí hacia la clase de castellano.
-¿Quedamos hoy también para estudiar? –preguntó Amber cuando nos hubimos sentado.
-He quedado con Eric para hacer el trabajo de filosofía.
Me sonrió de forma pícara. La ignoré y saqué las cosas para atender a lo nuevo que la profesora estaba explicando.
***
Estaba sentada en la cama, con el ordenador frente a mí, cuando tocaron a la puerta.
Tengo que estudiar, Eric ya está aquí –le escribí a Amber por el ordenador-. Adiós.
-Samira –me llamó Phoebe desde abajo-. Es para ti.
Uh! Ya me contarás! –respondió-. A la segunda va la vencida.
Eso no es así –le recriminé.
Había quedado con él otro día en la biblioteca, y según Amber, y todas las demás, debería haberme lanzado. Cosa que no pensaba hacer.
Cerré el pequeño ordenador y bajé rápidamente las escaleras. Él se encontraba en el recibidor, con una bolsa de deporte colgada al hombro, y la sonrisa en la boca.
-Hola –saludé.
Observé como Phoebe nos miraba a ambos por el rabillo del ojo.
-Eh, Phoebe, este es Eric –les presenté.
-Ah, el del balonazo.
Eric se rió levemente.
-Sí.
-Ignórala –le aconsejé-. Yo siempre lo hago.
-Era una broma –dijo-. Encantada.
-Vamos –le indiqué mientras me dirigía hacia el despacho.
-Me voy –oí que decía mi hermana antes de cerrar la puerta.
Aparté las cosas que había sobre la mesa y nos sentamos frente a ella.
-¿Te importa si empezamos con física? –pregunté.
Negó con la cabeza. Saqué el libro y empezó con la explicación. Me incliné sobre la mesa. Sin embargo, aunque intentaba prestar atención a lo que decía, mi mente se centraba en que no se notara que me ponía algo nerviosa.
-¿Lo entiendes? –preguntó tras su explicación.
Salí de mi ensimismamiento y observé el libro, apenas me había enterado de lo que había dicho. Negué cohibida.
-Vale, no pasa nada –se acercó más y pasó el brazo por el respaldo de mi silla-. Te lo vuelvo a explicar.
Después de un rato conseguí concentrarme en lo que decía, y me sorprendí al comprenderlo todo sin problemas, aunque si no era así él siempre estaba dispuesto a volver a explicarlo.
-Vale, ya está claro.
-¿Hacemos un descanso? –propuso.
-Sí.
Cerré el libro de golpe, estaba cansada de estudiar tanta física. Me levanté de la mesa y me dirigí hacia la cocina.
-¿Quieres tomar algo?
-Claro.
Le indiqué que se acercara a la nevera mientras yo sacaba un par de vasos. Los dejé sobre la encimera, pero al volverme le di ligeramente a uno de ellos y cayó al suelo, rompiéndose en varios trozos.
-Mierda -musité.
Me agaché para recogerlo y me corté ligeramente en el canto de la mano con uno de los afilados trozos de cristal. Me quejé de dolor y me dirigí a la pila para poner la mano bajo el agua fría. Me giré para ver cómo Eric recogía cuidadosamente los restos del vaso. Los tiró a la basura y se acercó a mí.
-¿Estás bien?
Asentí.
-¿Me puedes pasar el papel?
Alargó la mano para coger un trozo de papel que se encontraba sobre la encimera y en lugar de dármelo me lo colocó suavemente sobre el corte. Hice una mueca y levanté la mirada hacia él. Nos quedamos mirándonos en silencio. Entonces él se inclinó sobre mi rostro, me dio un vuelco el corazón, y presionó sus labios contra los míos. Le devolví el beso mientras notaba el corazón latiéndome con fuerza contra el pecho. Me separé lentamente de él y sonreí ampliamente. Ese beso lo acababa de cambiar todo. Nos seguimos mirando fijamente mientras me acariciaba suavemente el rostro.
-¿Dónde tienes el botiquín? –preguntó después de unos minutos.
-En el último cajón –dije señalando la fila de cajones que se extendía junto a nosotros.
Se agachó para sacar el botiquín, y lo dejó sobre la mesa para curarme la herida. Cuando acabó me recosté en el sofá y encendí la televisión. Eric se acomodó junto a mí y me cogió de la mano. Sonreí para mis adentros, al final parecía que yo también le gustaba.
-Será mejor que nos pongamos otra vez –dijo mientras se levantaba del sofá-. Tengo entrenamiento a las siete.
Me tendió la mano. Apoyé la cabeza contra el respaldo, sin ganas de ponerme de nuevo a trabajar.
-No me apetece nada –repliqué.
Se acercó para besarme, pasé los brazos en torno a su cuello y se incorporó para que me levantara.
-Vamos.
Hice una mueca.
-Vale.
Nos dirigimos al despacho y nos sentamos en la mesa. Sacamos toda la información que habíamos encontrado en la biblioteca para ordenarla y acabar el trabajo. Casi una hora después lo terminamos.
-Me tengo que ir –anunció mientras recogía las cosas.
Le acompañé hasta la puerta del coche, guardó la bolsa en la parte de atrás y se volvió hacia mí.
-Nos vemos mañana –me rodeó la cintura y me besó a modo de despedida.
-Hasta mañana.
Mientras veía cómo el coche se alejaba Phoebe llegó a casa. Entré y cogí rápidamente el teléfono para llamar a Amber. Subí a mi habitación y marqué su número.
-¿Sí? –contestó su madre por la otra línea.
-Hola, Alice, ¿está Amber?
-Sí, en seguida se pone.
-Gracias.
Esperé unos segundos hasta que mi amiga respondió al otro lado del teléfono.
-Me imagino que me llamas por algo interesante.
Suspiré.
-Me ha besado –anuncié entusiasmada.
En ese instante mi hermana entró por la puerta y se sentó en la cama, como si no estuviera interrumpiendo nada. Me quedé mirándola unos segundos, esperando a que se fuera.
-Si quieres el teléfono tendrás que esperar.
-No lo quiero –contestó simplemente, pero continuó frente a mí.
-Vale, pues estoy hablando.
-Solo me quedo para que no tengas que contarlo dos veces –dijo con una sonrisa.
Me reí, se me olvidaba que Phoebe también querría enterarse de todo, cómo no.
-¡Sam! –oí a Amber gritando para llamar mi atención-. Cuenta.
Empecé a contarles, a ambas, lo que había pasado aquella tarde.
-Eres un poco patosa –me dijo Phoebe cuando hube colgado-. ¿Cómo se te cae el vaso y encima te cortas? ¿O lo tenías todo pensado? –me acusó levantando una ceja.
-Sí, claro, al milímetro.
-Chicas -escuchamos la voz de mi abuela desde la cocina-. La cena está lista.
-Está bien, ahora vamos.
Bajamos las escaleras para reunirnos con mi familia en la cocina. En cuanto acabamos de cenar, Phoebe y yo recogimos la mesa mientras mis padres y mi abuela continuaban charlando. 

lunes, 21 de mayo de 2012

CAPÍTULO 8


CAPITULO 8: Tras las navidades
Apagué el despertador y me giré para mirar a través de la ventana, como era de esperar estaba nevando. Me acurruqué bajo el edredón, ser el primer día de clase después de las vacaciones de navidad hacía que levantarse fuera mucho peor. Me incorporé lentamente y me metí en la ducha. En cuanto salí me encontré con el rostro de mi hermana mirándome con mala cara.
-¿Qué? –inquirí.
-¿Siempre tienes que estarte un año para ducharte? El baño no es solo tuyo.
-Ya he acabado, la ducha es toda tuya.
Me dirigí a mi habitación y me vestí con las capas más gordas que tenía, en invierno el frío era horrible. Bajé a la cocina y desayuné tranquilamente. Luego esperé a que mi hermana acabara.
-¿Siempre tienes que estarte un año para estar lista? –le repliqué imitando su tono de voz mientras cogíamos las cosas.
-No tendrías que esperar si no tardaras tanto en ducharte.
Cogimos nuestras mochilas y salimos hacia el coche. Phoebe me dejó en la puerta del instituto, como cada día.
-Adiós –me despedí antes de salir.
Me dirigí hacia el tercer edificio. Entré en el aula de física y me encontré con Alison y Janice en la primera fila.
-¿Qué tal las vacaciones? –pregunté tras saludarlas.
Con Amber y Natasha había quedado prácticamente todos los días, pero sin embargo a ellas casi no las había visto.
-Muy bien –contestó Alison-. Me fui con mi familia unos días a esquiar. ¿Y tú?
-Bien, aunque estuve aquí todas las vacaciones.
El profesor Mawson irrumpió en el aula.
-Clase, cada uno a su sitio.
Me dirigí como de costumbre a última fila. Poco después de que el profesor Mawson empezara la clase Eric entró por la puerta. El profesor decidió ignorarlo y él se dirigió hacia el asiento libre que tenía junto a mí.
-Hola –saludó alegremente.
-Tan puntual como siempre –le dije con una sonrisa.
Se rió.
-¿Qué tal todo?
-Bien, de vuelta a la rutina.
Seguí prestando atención a lo que el profesor explicaba, dado que debía sacar mejor nota en aquella asignatura y no se me daba especialmente bien. Había sacado un suficiente en el trimestre anterior y tenía que mejorarla.
En cuanto acabó la clase me dirigí junto a Alison y Janice a la siguiente hora, filosofía. Encontramos a Amber sentada en una de las mesas.
-Hola –saludé.
-Hola, Sam –se volvió hacia Janice y Alison-. ¿Qué tal todo?
-Bien, unas vacaciones muy cortas.
Nos sentamos y la profesora Green empezó a hablarnos sobre algunos filósofos.
-Pues esto es todo –dijo una vez acabó su explicación-. Ahora os repartiré por parejas para que hagáis un trabajo sobre algunos de estos personajes.
Todos resoplamos, un trabajo siempre era aburrido, pero que fuese de filosofía lo hacía aún más.
-Lo hacemos juntas, ¿no? –preguntó Amber.
-Claro.
-¿Las parejas las hacemos nosotros? –preguntó una de las chicas que se sentaba al fondo.
-No, las haré yo, iréis por orden de lista.
Suspiré.
-Parece que no tendremos suerte.
Empezó a numerar una a una las parejas que se formarían.
-Redford –señaló a mi compañera-. Con Reeve.
Continuó hasta llegar al final de la lista.
-Watson –indicó-. Irás con Westwick.
Eric se giró y me dedicó una sonrisa. Se la devolví mordiéndome el labio. Luego me volví hacia Amber que me miraba con picardía, pero decidí ignorarla por completo.
En cuanto acabó la tercera hora nos dirigimos a la cafetería y nos sentamos en la mesa de siempre.
-Lo del trabajo de filosofía va ser muy pesado –comenté mientras comíamos.
-Pero seguro que a ti no te importa tanto hacerlo –musitó Alison casi riendo.
Le miré extrañada, pero en seguida caí en la cuenta de a lo que refería.
-¿Con quién te ha tocado hacerlo? –preguntó Natasha. Pero no esperó a mi respuesta-. Con Eric.
Asentí ligeramente.
-Te gusta, ¿verdad?
Me aparté el pelo de la cara, sin contestar a la pregunta. Levanté la cabeza, todas me observaban esperando una respuesta.
-¿Quedaste con él en navidades?
-Sí –se adelantó Natasha-. Quedamos con él y sus amigos muchos días.
-¿A sí? ¿Y qué tal?
Todas me miraban expectantes.
-La verdad es que se les veía bastante juntos.
-Simplemente somos buenos amigos.
-Venga, Sam. Admítelo –dijo Amber. Luego soltó una pequeña risotada-. Además, antes no lo hacías, pero ahora cuando hablas con él te sueles morder el labio y eso solo lo haces cuando estás nerviosa.
-Es decir, que él te pone nerviosa –se unió Alison con otra risa.
La verdad es que en lo que llevaba de curso y durante las navidades lo había conocido mucho mejor. Era divertido y muy simpático. Además, siempre estaba dispuesto a ayudar y se preocupaba por los demás. Y era muy guapo. Vale, sí, a lo mejor me gustaba.
-Está bien. Sí, me gusta ¿y qué?
-Pues que te lances.
Negué con la cabeza.
-No soy de las que se lanza a la primera. Además, ¿y si no siente lo mismo? Eso lo estropearía todo.
-Pero vais a hacer un trabajo juntos, ¿qué mejor momento para averiguarlo?
Volví a negar. En ese momento Eric entró por la puerta con sus amigos mientras se reía, como siempre. Pasó junto a nuestra mesa y se paró.
-Hola –saludé.
-Hola –respondió-. Quería saber cuándo puedes quedar para hacer el trabajo de filosofía.
-Cuando quieras, tengo prácticamente todas las tardes libres.
Me mordí el labio y noté cómo alguien me daba una patada por debajo de la mesa. Me giré para fulminarlas a todas con la mirada.
-Vale. Pues, nos tienen que dar los nuevos horarios de entrenamiento. Te llamaré.
-De acuerdo.
-Nos vemos luego.
-Adiós.
Observé como se alejaba para sentarse con sus amigos y volví la cabeza rápidamente al darme cuenta de que parecía una estúpida.
-Dejadme de mirar así, por favor –les recriminé al ver las miradas que me echaban.
-Ya nos dirás qué tal el trabajo –dijo Natasha.
-No quiero estropearlo –repetí simplemente.
-Pero si no lo intentas no sabrás si le gustas. Además, yo creo que puede salir bien, creo que le gustas.
Sonó el zumbido del timbre, que me salvó de continuar con aquella conversación. Y nos levantamos para ir a la siguiente clase.


-¿Quieres que te llevemos a casa? –preguntó Eric cuando salíamos de la última hora.
-Vale –dije encogiéndome de hombros.
Cruzamos el aparcamiento hasta llegar a su coche. Se alejó un segundo para hablar con Liam, que se encontraba a un par de metros y Amber me dio un codazo en el brazo.
-Si te lo pregunto yo te niegas, pero si lo dice él todo cambia, ¿no?
-Cállate –le recriminé.
Me senté en la parte de atrás del coche una vez hubo abierto las puertas. En escasos minutos estábamos en mi casa.
-Gracias –me despedí antes de salir-. Nos vemos esta tarde, Amber.
Abrí la puerta de casa y dejé las cosas en el suelo.
-Hola –saludé al entrar, pero no hubo respuesta.
Fui a la cocina a por algo de comer. Abrí la nevera, cogí la botella de zumo y mientras lo vertía en un vaso oí un ruido en la parte de arriba. Me extrañé por un momento, estaba sola, pero lo ignoré por completo; hasta que se oyó un gran estruendo. Me quedé parada un segundo, sin saber qué hacer. Anduve lentamente hasta plantarme delante de las escaleras, vacilante, sin embargo no parecía haber nadie.
-¿Abuela? –pregunté vacilante.
Cuando fui a subir el primer escalón, levanté la cabeza y allí estaba, la chica que había aparecido en mis pesadillas más de una vez. Al principio los tenía cada muchos días, pero cada vez eran más consecutivos y no me dejaban dormir, lo que se reflejaba claramente en mis ojeras. Me quedé mirándola un segundo, y cuando fui a abrir la boca para decir algo, mi hermana entró por la puerta.
-Hola –dijo Phoebe.
Seguí mirando hacia el final de la escalera, donde la chica acababa de desaparecer.
-¿Qué pasa? –preguntó.
-Hola, Samira –habló Simon, que acababa de entrar por la puerta-. ¿Qué tal?
Salí de mi ensimismamiento.
-Bien, ¿y tú?
-Muy bien, a estudiar.
Mientras caminaban hacia el pequeño despacho que se encontraba junto a la cocina me crucé con la mirada de mi hermana, parecía entre preocupada y contrariada. Una vez oí que se ponían a hablar me volví hacia la escalera, ¿qué narices me estaba pasando? Primero las estúpidas pesadillas, y ahora la veía en mi casa. Tragué saliva, ¿y si me estaba volviendo loca?
Me senté en el sofá y encendí la televisión, luego cogí un libro para leer; intenté hacer cualquier cosa para distraerme, queriendo quitarme de la cabeza aquella horrible situación. Todo ello en el piso de abajo, dado que arriba me sentía demasiado sola, y no quería que aquella chica volviera a aparecer.
-Phoebe, cojo el coche –dije mientras me ponía la chaqueta y cogía la mochila.
-Está bien –oí que decía desde el despacho.
Encendí la radio del coche y me dirigí hacia casa de mi amiga, con la que había quedado a estudiar. Aparqué frente a la entrada. Era un gran chalet color marrón, de una estructura similar a al mío. Salí del coche y toqué al timbre.
-Hola –saludé al tiempo que entraba en la estancia. Dejé la mochila sobre la mesa-. ¿Estás sola? –pregunté al no oír a su hermana por la casa.
-Sí, podemos estudiar tranquilamente.
Esparcimos los libros sobre la mesa y empezamos con los deberes. Horas después apareció la madre de Amber junto a su hermana.
-Hola, Samira. ¿Qué tal?
-Hola, Alice –contesté-. Bien, estábamos estudiando.
-Pues siento molestaros, pero Amber, tenemos que irnos.
-No pasa nada, ya casi habíamos acabado –dijo esta.
Empecé a recoger las cosas y salí junto a ella por la puerta.
-Amber, espera –la frené antes de meterme en el coche-. ¿Tienes los apuntes que te pedí?
-Los tiene Eric –respondió después de unos segundos.
-¿Qué? Pero los necesito.
-Ves y pídeselos. Su casa es la última bajando la calle, el número doce –me guiñó un ojo-. Nos vemos mañana.
Suspiré y me metí en el coche. Bajé la calle hasta llegar a la casa que me había indicado. Me quedé mirándola un momento para asegurarme de que era ese el número que buscaba. Llamé a la puerta y esperé a que abrieran. Lo hizo una niña pequeña, de unos cinco años, de pelo rubio y ojos marrones; igual que su hermano. Debía ser Katie, me había hablado algunas veces de ella, diciendo que era un bicho.
-Hola.
-Hola –dijo arrugando la frente.
-Soy Samira, ¿está tu hermano?
Asintió. Dejó la puerta abierta y se perdió de vista girando la esquina del pasillo que se veía a la izquierda. Me quedé allí parada, sin saber si entrar o no. A los pocos minutos Eric apareció por donde Katie había desaparecido.
-Hola –saludó algo sorprendido-. Pasa.
-Hola –dije tímidamente-. Venía a pedirte los apuntes de historia de Amber, ¿has terminado con ellos?
-Sí, claro, ahora te los dejo.
Entró de nuevo a una de las habitaciones del pasillo. Yo me quedé allí parada, observando la estancia. A mi derecha tenía la cocina, con una mesa redonda en el centro y a mi izquierda se encontraba el comedor; sin nada que separase ambos habitaciones. Los dos sofás rodeaban una pequeña mesa, frente a la televisión, y a un lado había una enorme estantería repleta de libros y marcos de fotografías. Me acerqué ligeramente al ver una foto en la que salía un niño pequeño, llevaba puestas unas gafas de sol mientras hacía una mueca sacando la lengua. Solté una pequeña risotada. Entonces entró al comedor con los apuntes en la mano. Me giré hacia él.
-Eres tú, ¿verdad? –dije señalando la fotografía.
Se acercó hasta mí y la miró. Se pasó la mano ligeramente por los cabellos.
-Sí –dijo tímidamente.
-¿Cuántos años tenías?
-Unos cinco.
-Estás monísimo.
-Espero que no lo digas de forma irónica –me acusó.
Me volví a reír.
-No.
En ese momento sus padres entraron por la puerta. Ambos se quedaron mirándome un segundo.
-Hola –saludó amablemente ella. Era una mujer alta y delgada, de un pelo rubio muy largo. Al lado, el padre era más alto que la mujer, ya sabía de dónde había sacado Eric su metro ochenta. Tenía el pelo moreno y los ojos color marrón-. Soy Trace –se presentó-. Y él es Nelson.
-Samira –me presenté con una sonrisa.
Se creó un silencio incómodo durante unos segundos, que se hicieron eternos.
-Bueno –hablé-. Será mejor que me vaya a estudiar. Gracias por los apuntes.
-De nada. Hasta mañana –se despidió.
-Adiós.
Salí cerrando la puerta detrás de mí. Subí al coche y me dirigí de nuevo a casa.


CAPÍTULO 7


CAPÍTULO 7: Brujas
Me levanté a la mañana siguiente, con dolor de cabeza. Entré en el baño para lavarme la cara. Después de secármela me quedé mirándome en el espejo, aparté levemente el cuello de la camiseta para ver la quemadura, pero me quedé estupefacta al observar que la herida no estaba en mi pecho. Volví a mirarme la piel, sin comprender por qué aquella quemadura ya no estaba allí. No me lo había imaginado, el collar me había quemado. O tal vez había sido un sueño… Al igual que lo que había pasado con aquella chica que quería matarme.
Bajé las escaleras, y me encontré con mi familia en la cocina. Mi madre trabajaba en el pequeño despacho y mi hermana y mi abuela desayunaban en la mesa; mi padre no estaba, con lo que supuse que estaría trabajando.
-Buenos días –saludé.
Cogí un cuenco y me senté en la mesa. Miré un segundo a mi hermana, que tenía unas ojeras enormes bajo sus ojos.
-¿Qué pasa, ayer no dormiste?
Levantó la cabeza para mirarme fijamente.
-Lo intenté, pero no pude. Por cierto –su voz sonó dura-, mi collar, no lo vuelvas a tocar.
-Pensaba devolvértelo. ¿Por qué os ponéis todos así por un estúpido collar?
-Simplemente no lo vuelvas a tocar y punto –dijo fríamente.
-Vale –intervino mi abuela-. No lo volverá a hacer y ya está, no hace falta que nos pongamos así.
Me echó una mirada furtiva antes de acabarse su vaso de café, y subió a su habitación.
-¿Qué tal la fiesta de anoche? –preguntó mi abuela cambiando de tema.
-Estuvo bien, había muchas cosas. Nada que ver con la fiesta de Halloween de Boston.
Mientras hablábamos sonó el teléfono. Me levanté para cogerlo.
-¿Si? –pregunté al descolgarlo.
-Hola, Sam, soy Amber. ¿Cómo estás?
-Perfectamente.
-Bien, solo quería asegurarme.
-Gracias.
-Por cierto, ¿has ido a por tu coche? Me dejé el peluche allí.
-No, se me había olvidado. Iré luego a por él, si quieres paso por tu casa a dejártelo.
-Vale.
-Adiós.
Entretanto que ordenaba mi habitación me acordé de que debería haber ido al instituto para recoger las cosas. Cogí el móvil y busqué el número de Natasha.
-Hola –saludó al tercer toque.
-Hola, Natasha. Siento no haber ido a ayudar.
-No pasa nada, Eric me ha dicho que ayer te desmayaste y he pensado que no te encontrarías muy bien. ¿Estás mejor?
-Sí, gracias.
-Bien. Adiós.
-Adiós –colgué.
Poco después fui a recoger el coche que había dejado la noche anterior, y fui a casa de Amber a devolverle el peluche.

Me levanté el lunes por la mañana, me metí en la ducha y después de vestirme bajé a desayunar.
-¿Dónde está Phoebe? –pregunté al no verla en la mesa.
-Ya se ha ido –explicó mi madre-. Hoy entraba antes a clase.
-Oh, es verdad –engullí el desayuno y cogí mis auriculares antes de agarrar la mochila y la chaqueta-. Adiós.
Bajé la calle con paso rápido. Andando, el instituto estaba a unos diez minutos.
Entré en clase de historia y me senté junto a Amber. En ese momento la profesora Wilson cerró la puerta y empezó a hablar.
-Quiero que sigamos con el debate que dejamos en la última clase –dijo mientras volvía a escribir la palabra <<folclore>> en la pizarra-. ¿De qué estuvimos hablando?
-De los vampiros, etc. –indicó Amber-. Principalmente de las brujas.
-Vale, y quedamos en que algunos pensabais que existían y otros creías que eran pura fantasía, ¿no?
-Sí, pero todas las historias que se cuentan de las brujas me parecen mucho más reales –comentó mi compañera.
-Yo creo que no existe todo eso de la magia –dijo Liam, que se sentaba junto a Eric.
-¿Por qué? –preguntó la profesora incitándole a seguir.
-Porque no son más que historias urbanas.
-Podrían existir –insistió Amber.
-Puestos a eso –intervino Eric-. Los vampiros, hombres lobo y todas esas fantasías también existirían. No vivimos en una película.
-Pero igual que no hay culturas que crean en los vampiros, hay muchas culturas que creen en la magia.
-Eso es un buen punto –afirmó la profesora-. Es verdad que muchas culturas desde tiempos muy pasados han creído en la magia, para curar personas, etc.
-Ya, pero, ¿ha funcionado? –replicó Eric-. Es como si creyéramos en los superpoderes o cosas así, son irreales.
-Todo eso de las criaturas mágicas –se le unió Liam-, apareció en la literatura. Me refiero a que no es más que la invención de unos escritores que consiguieron dar vida a sus historias.
-Exacto –afirmó Eric.
-Otra cosa importante –apuntó la profesora-. Los vampiros empezaron con Drácula hace ya muchos años.
-¿Pero las brujas cuando empezaron? –musitó Amber-. Con la matanza que se produjo en Salem, no por un libro que alguien inventó. Se las cargaban por practicar brujería.
-Pues yo no creo en todas esas cosas sin sentido.
-Bueno, pero aparte de si eran brujas o no, torturaban a aquellas personas -expuso la profesora-. ¿Quién llevaba a cabo todo aquello?
-La Inquisición –contesté.
-Les torturaban de mil maneras distintas, sin ninguna pena –replicó Alison contrariada.
-No solo a ellas, sino a todos los que estaban en su contra.
-¿Y quiénes eran la Inquisición?
-Eran de la iglesia, ¿no?
-Sí, eso es. El clero estaba al mando de todo lo de la persecución de las brujas.
Sonó el timbre y empezamos a recoger las cosas. Salimos de clase hacia la segunda hora.
-Estas clases de historia son entretenidas –comentó mi amiga mientras caminábamos por el pasillo.
-Sí, se nota que te gusta todo eso del folclore.
-Me parece interesante –dijo encogiéndose de hombros-. Me gusta toda esa historia.
-Ya, se nota.
Se rió.
-Parece que soy la única que cree que lo de las brujas existe, me dejas sola –me acusó.
-Es que yo tampoco lo creo, no tan rotundamente como Eric, pero creo que es fantasía.
Llegamos hasta el pasillo en el que cada una se desviaba hacia su clase.
-Nos vemos luego –me despedí.
Entré en el aula de física y me senté al final, a los pocos minutos Eric se sentó junto a mí y el profesor Mawson entró por la puerta y empezó la clase.