lunes, 3 de septiembre de 2012

CAPÍTULO 45


CAPÍTULO 45
Entré en casa de Eric en el momento que sus padres salían.
-Eric está en el comedor –me indicó su madre mientras cruzaba la puerta.
-Vale, gracias.
Me acerqué a él, que estaba tirando sobre el sofá. Apartó la mirada de la televisión y la puso en mí.
-Hola –dijo con una amplia sonrisa.
-Hola –lo miré de arriba abajo, llevaba puesto un viejo chándal -. ¿Vas a salir así?
Eric no era el típico que se preocupara por su imagen, algo que me gustaba, pero tampoco saldría así. Me miró un segundo, sin entender.
-Oh, vamos. Quiero ir a la feria.
Resopló.
-Llevo dos noches saliendo de fiesta con el equipo, estoy agotado. Ayer volví a las ocho a casa.
-Yo también estoy cansada, llevo días reconstruyendo la escuela de magia.
-Entonces podemos descansar juntos –dijo con una sonrisa pícara.
Estiró de mi brazo y apoyé la mano contra el respaldo para no caer sobre él.
-Podríamos, pero estamos en verano y quiero disfrutarlo.
-¿Por qué no llamas a Amber? –me apartó el brazo con el que me estaba sujetando y caí sobre él-. Las cosas están como antes, ¿no?
-Más o menos, pero me gustaría salir con mi novio –le recriminé.
Cogí el cojín que tenía bajo su cabeza y le aplasté la cara con él. Cuando lo aparté él se reía a carcajadas y me agarró las muñecas con una sola mano para conseguir quitarme el almohadón.
-No me has dejado acabar –se explicó entre risas-. Sal con ella por la tarde, después podemos salir juntos por la noche.
-Está bien –cedí.
Agarré de nuevo el cojín y se lo puse en la cara. Me levanté de encima y cogí mi bolso del suelo.
-Adiós.
Antes de que pudiera salir por la puerta noté como sus manos me agarraban por la cintura. Me abrazó por detrás y me besó en el cuello.
-¿Te has enfadado? –preguntó divertido.
-Sí –bromeé volviéndome hacia él-. Mucho.
Acunó mi rostro entre sus manos y me besó.
-No te enfades, sabes que te quiero.
-Sí, pero no quieres venir conmigo a la feria.
-Iré esta noche, me pasaré toda la noche en la feria si quieres.
Me reí.
-Te tomo la palabra –me acerqué para besarle de nuevo-. Descansa. Te llamo luego.
-Vale. Adiós.
Subí calle arriba.
Con Amber, desde antes de la graduación, las cosas seguían más o menos como al principio, lo que hizo que Ayerai se mosqueara un poco. Pero no me importaba lo que dijeran, la había perdonado después de todo, y ella realmente se arrepentía de lo que había hecho. Yo no era una persona rencorosa, ¿por qué no iba a perdonarle?
Llegué hasta su casa y llamé a la puerta. Su hermana pequeña abrió.
-Hola, Samira –saludó.
-Hola, ¿está Amber?
Abrió más la puerta para que pasara y señaló hacia el jardín.
-Gracias.
Crucé el comedor para llegar hasta la parte trasera. La casa de Amber tenía un gran terreno como jardín trasero. En ese momento empecé a oler a humo. La busqué con la mirada hasta encontrarla en la esquina más alejada, y frente a ella se extendía una pequeña hoguera que producía aquel olor.
-Amber –me acerqué a ella-. ¿Qué haces?
Tenía la mirada puesta en el fuego mientras que, con el Libro de las Sombras entre sus piernas cruzadas, arrancaba las hojas y las lanzaba a la fogata. Me quedé callada, sin saber qué decir.
-Lo…
-No lo digas –me cortó-. ¿Qué vas a sentir de unos tipos que intentaron matarte? Ni siquiera deberías pensar en decirlo. Además, todo esto no es más que una mierda –una lágrima se derramó por su mejilla. Me acerqué para consolarla. Pasé el brazo por sus hombros y la abracé.
Volvió a arrancar otra página y a echarla al fuego.
-¿No sería más fácil si lo quemaras todo de una? –dije con una pequeña sonrisa.
-Lo he intentado –cerró el libro un segundo para dejar ver las tapas quemadas-. Pero no prende, tarda demasiado. Y no quiero que quede ningún rastro de esto, no quiero recordarlo.
-¿Durante cuánto tiempo estuviste metida en eso? –pregunté en un susurró.
-Manifesté mis poderes al cumplir los dieciocho, todo empezó cuando me fui con mis padres de fin de semana… –su voz fue apagándose al recordar a su padre, el cual había muerto en la plaza de Salem.
-Entonces –se me pintó una pequeña sonrisa al pensarlo-. Al principio eras mi amiga…, quiero decir, las mentiras empezaron cuando cumpliste los dieciocho, ¿no?
Ella negó con la cabeza, y tardó unos segundo en contestar.
-Desde principio de curso mi padre me dijo que debía acercarme a ti, y que luego sabría por qué debía hacerlo –dijo en voz baja, tanto que apenas pude oírla-. Aunque luego si que te convertiste verdaderamente en mi mejor amiga, ni siquiera recordaba lo que mi padre me había dicho a principio de curso.
Me quedé callada, sin nada que decir.
-Da igual, el pasado, pasado está.
-Si este estúpido libro se quemara… –empezó a arrancar varias hojas, furiosa, y las lanzó contra las llamas.
-Déjamelo a mí.
Lo cogí con cuidado, esperando notar una quemazón en los dedos, pero no fue así. La Magia Negra había sido extinguida para siempre.
-Ignis –dije y el libro empezó a arder rápidamente.
Lo tiré en la pequeña hoguera que teníamos delante, y ambas observamos cómo se quemaba todo lo malo que había destrozado nuestra amistad.
-Bueno, dejemos todo esto en el pasado, ¿vale? Ya se ha acabado –me levanté del suelo-. Así que levanta el culo y vámonos a la feria.
Se rió por lo bajo.
-¿Te apetece ir a la feria?
-Sí, quiero disfrutar de las fiestas. Vamos –la cogí del brazo para que se levantara y nos dirigimos hacia el interior de la casa.
-¿Has llamado a Eric? ¿Viene? –preguntó mientras caminábamos calle abajo, hacia el centro del pueblo.
-He ido a su casa, pero estaba apalancado en el sofá. Dice que quedaremos por la noche.
-Ayer le vi con sus amigos del equipo. Chase me ha dicho que volvió a las ocho a casa, fueron hasta a desayunar antes de volver.
-Sí, eso me ha dicho. ¿Qué tal las cosas con Chase, por cierto? –hacía mucho tiempo que no hablábamos de estas cosas.
-Muy bien –dijo con una coqueta sonrisa en el rostro.
Continuamos hablando de mil cosas mientras paseábamos distraídamente por los puestos de la feria. Minutos después nos dirigimos al bar más cercano. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana y pedimos unos refrescos.
-Hola, chicas –oímos la voz de Natasha.
-Hola –me levanté para saludarla, al igual que a Alison y a Janice.
Las tres se sentaron en la mesa y el camarero les trajo unas bebidas. Tras estar toda la tarde con mis amigas, algo que añoraba de veras, volví a casa. Por suerte nos habíamos instalado de nuevo allí después de restaurar la escuela.
-Hola –saludé alegremente al entrar.
-Hola –saludó mi hermana, que bajaba las escaleras en ese momento-. ¿Qué tal el día?
-Genial.
Me senté junto a ella en el sofá y charlamos distraídamente viendo la televisión. El sonido de su móvil la interrumpió, lo que me recordó que tenía que llamar a Eric. Me levanté del sofá, sabía que con Simon estaría horas hablando, y subí a mi habitación para coger el móvil del bolso. Marqué su número.
-Hola –saludó al otro lado de la línea.
-Hola, perezoso. ¿Has descansado?
-Sí, estoy listo para otra noche.
-Genial. ¿Nos vemos a las diez frente al Cheers?
-Vale.
-Natasha, Alison y Janice vendrán. Llama a tus amigos del equipo.
Se rió.
-¿Estás segura? Están locos –bromeó.
-Mejor –oí que mi madre me llamaba desde el piso de abajo-. Te tengo que dejar, nos vemos esta noche. Adiós.
-Adiós.
Dejé el móvil sobre la mesa de escritorio y bajé las escaleras.
-Dime, mamá.
-¿Has quedado esta noche, quiero decir, vas a cenar aquí?
-Sí, cenaré aquí. Luego saldré.
-De acuerdo. Pon la mesa, entonces.
Sin levantarme de la encimera movía las manos ágilmente para que los platos, cubiertos y vasos, fueran colocándose sobre la mesa.
Una vez acabé de cenar subí a mi habitación y me cambié de ropa. Me maquillé, cogí el bolso, las llaves de mi coche y el móvil.
-Adiós –me despedí mientras salía por la puerta.
-No vuelvas tarde –dijo mi madre.
-No me esperes despierta –repuse antes de cerrar detrás de mí.
Subí al coche y conduje hasta la cafetería en la que habíamos quedado. Cuando llegué la mayoría ya estaban allí, entre ellos Amber y Eric. Me acerqué a él y le saludé con un beso.
Nos pasamos la noche entera yendo de un lado a otro del pueblo, entrando en uno y otro bar. Cuando estos comenzaron a cerrar desplazamos nuestra propia fiesta al parque. Mientras todos parloteaban animadamente Eric estiró de mi brazo, haciendo que ambos nos perdiéramos entre los numerosos árboles, apartándonos del resto del grupo.
Eric se sentó en el suelo apoyando la espalda contra uno de los árboles. Yo me acomodé a su lado y apoyé la cabeza sobre su hombro. Entonces él pasó su brazo por mi cintura y me arrastró hacia su regazo.
-Hacía tiempo que no teníamos un momento para estar los dos solos –dijo mientras me acariciaba la mejilla.
-Sí –coincidí.
Me incliné sobre él y le besé con ternura.
-Todo este año ha sido una auténtica locura.
-No me avisaste cuando me enamoré de ti de que tu vida era tan complicada –se burló.
-Ni yo misma lo sabía entonces –me reí. Hice una pequeña pausa y mi rostro cambió-. Siento mucho todo lo que has tenido que pasar por mi culpa, Eric. Creo que si hubiera sabido en todo el peligro que te metía te hubiera mantenido alejado de mí.
-Yo no cambiaría nada de lo que he pasado si eso implicara no estar contigo, Samira –dijo muy serio.
Descansé mi frente sobre la suya y le acaricié el pelo.
-Pero te intentaron matar dos veces –hice una breve pausa-. Cuando cogí el teléfono pensando que eras tú y escuché la voz de Cameron…, Dios, se me cayó el mundo a los pies.
 -No pienses en eso –me susurró-. Olvídate de lo que pasó, yo estoy bien; tú también. Eso es lo que importa.
Sus brazos me rodearon y me estrecharon contra él. Apoyé mi cabeza sobre su hombro y me acurruqué sobre su pecho.
Nos mantuvimos en completo silencio.
-¿En qué piensas? –preguntó en un susurro.
-En este verano. Espero que sea normal y no la locura que he vivido este año.
Me miró y sonrió.
-Lo será.



ESPERO COMENTARIOS SOBRE QUÉ OS HA PARECIDO EL FINAL PORQUE NO LO TENGO MUY CLARO TODAVÍA. 
UN BESOO!

jueves, 23 de agosto de 2012

CAPÍTULO 44


CAPÍTULO 44

Atisbamos entre la multitud que iba desapareciendo cómo Amber caminaba hacia nosotros. Se detuvo a escasos metros.
-Lo siento –susurró-. Lo siento mucho, Samira, de verdad.
La observé fijamente. Pude distinguir el arrepentimiento en sus ojos, pero no iba a ceder y hacer cómo que nada de esto había pasado. Porque todo lo que había pasado había sido por su culpa.
-No voy a perdonarte. En algún momento –que ahora parecía tan lejano-, fuiste mi amiga, mi mejor amiga. Pero ahora todo ha cambiado tanto…
-Sam…
-No me llames así –le corté tajantemente-. Así solía llamarme una amiga.
Vi como lágrima escapaba de su control, nunca antes la había visto llorar. Siempre había sido yo la magdalena, y ella solía consolarme. Pero en este momento no iba a ser al revés. Sin embargo, las lágrimas ya se acumulaban en mis ojos, amenazando con salir. Amber volvió la mirada hacia Eric.
-Lo siento.
-No pudiste hacer nada –contestó este.
Me volví furiosa hacia él.
-¿Cómo que no pudiste hacer nada? –quise saber.
-Cuando me cogieron ella intentó ayudarme, sacarme de allí.
-Te dije que no dejaría que a él le pasara nada.
-También me dijiste hace tiempo muchas cosas que eran mentira. ¿Por qué creerte ahora?
-Tienes razón, no tienes por qué creerme.
La miré fijamente, observando aquellos ojos arrepentidos. En ese momento quise abrazarla, que siguiera siendo mi mejor amiga, volverme a reír con ella; continuar como si nada de esto hubiera pasado. Pero no podía ignorarlo. Y me odiaba por pensar eso, por querer eso. Me froté la cara, conteniendo aquellas estúpidas ansias de llorar.
-Lo siento –volvió a repetir.
-Cállate –le espeté-. No quiero que vuelvas a decir nada, no quiero que me vuelvas a pedir perdón –por mucho que lo dijera no iba a ser suficiente-. Porque… -se me cortó la voz y apreté la mandíbula.
-Porque por muchos lo siento que te diga no serán suficientes para perdonar lo que te hice.
-He dicho que te calles.
¿Por qué narices tenía que decir lo que estaba pensando? Definitivamente me conocía muy bien. Pero por mucho que me pidiera disculpas no arreglaría nada. Suspiré.
-Seguramente esto no lo quieras oír, pero me he dado cuenta de que… todo lo que ha pasado en este tiempo, en realidad, sí que lo sentía –iba a decirle que se callara, que no quería escucharla más, pero no me salió ninguna palabra-. Sí que llegaste a ser mi mejor amiga, sí que te quise…
-¿Y en qué maldito momento te has dado cuenta de eso? –bufé.
-Cuando… cuando encendieron la hoguera…
-Pues te ha costado, ¿no? –repuse con desdén-. Pensaba que dirías algo como que te diste cuenta mientras reflexionabas en tu habitación cómo habías sido la peor amiga del mundo.
-Lo… -no continuó la frase, e inclinó la cabeza.
-Me das asco –le espeté.
-Samira –me llamó Ayerai. Me giré hacia él y vi que cogía a Neile de la mano, ya no había nadie más allí-. Reunión en casa de Neliel, dice que los lleves primero a su casa.
Cogí a Eric de la mano, el cual no había intervenido en toda nuestra discusión, y luego agarré a Amber bruscamente por el brazo. Segundos después estábamos frente a su casa. Solté a Amber y sin decir una sola palabra me alejé junto a Eric calle abajo. Atisbé de reojo cómo él volvía la mirada hacia Amber. Luego regresó a mi lado.
-¿Estás bien, Samira? –me preguntó en un susurro.
Negué con la cabeza al tiempo que mis ojos se anegaban en lágrimas. Eric hizo que detuviera el paso y me envolvió con sus brazos.
-¿Por qué narices ha tenido que hacer todo esto? –sollocé en su hombro.
-Bueno, al final ninguno de nosotros ha salido herido. Y… ella se ha disculpado.
-¿Qué quieres decir con eso? –me incorporé para mirarle a los ojos.
-Que se arrepentía y al menos te ha pedido disculpas.
-¿Y qué debo hacer? ¿Perdonarla? ¿Después de todo lo que me ha hecho, de todo lo que nos ha hecho pasar?
-Tú siempre dices que hay que dejar las cosas en el pasado y no ser rencoroso.
Resoplé.
-No me puedo creer lo que estás diciendo, Eric.
-No te digo que la perdones si tú no quieres hacerlo, pero…
-Da igual, no digas nada más. No quiero oírlo.
Me aparté de él. Eric me cogió del brazo para retenerme.
-Está bien. No diré nada más. Sé que estás dolida por lo que te ha hecho, es lógico.
Me estrechó de nuevo contra él.
-Será mejor que vaya ya a casa de Neliel, me estarán esperando.
Me besó con ternura antes de que desapareciera.
-Te quiero –me despedí.

Segundos después estaba frente a la enorme casa de la directora de Itziar. Me dirigí hacia el interior de la edificación y entré en la sala de estar. Todas las miradas se dirigían indiscretamente a mí mientras me sentaba en uno de los sofás libres.
-Bueno –habló Neliel, con un tono de voz jovial-. Parece que ya hemos acabado, parece que al fin podemos vivir completamente tranquilos. Aunque algunos de vosotros no estéis de acuerdo con la decisión que he tomado.
Hizo una larga pausa.
-Hoy ha sido un día agotador –habló-. Pero totalmente gratificante. Y creo que no sabía completamente el potencial que tenían mis alumnos. Enhorabuena –a todos se nos pintó una gran sonrisa en el rostro.
-Pues creo que nosotros sí que sabíamos el gran potencial que tenía nuestra directora –dijo Neile.
Neliel sonrió más ampliamente.
-Pues ahora nos merecemos todos un descanso, ¿no creéis?
Uno a uno fuimos levantándonos, y empezaron a salir hacia sus habitaciones.
Antes de salir por la puerta Neliel me paró. Me acerqué hasta su mesa de escritorio.
-Hoy has hecho un trabajo genial, Samira. Sé que no te ha sido nada fácil soportar el dolor.
-Ha sido muy duro. Pero gracias, Neliel, sin ti no podríamos haber salvado a los dos y no tienes idea de cuánto de lo agradezco.
-De nada. Pero creo que realmente yo no he hecho nada aquí, sin ti no podríamos haber salvado a los dos.
-Gracias de todos modos.
Le devolví la sonrisa y salí por la puerta.

jueves, 16 de agosto de 2012

CAPÍTULO 43


CAPÍTULO 43: Las Cinco Brujas
Volví la mirada hacia Ayerai, que continuaba en el suelo, pero según parecía la poción curativa estaba haciendo su efecto. Me incorporé lentamente, y me dirigí hacia él, sin soltar a Eric. Me arrodillé junto a su cuerpo, con una sonrisa en la boca. Habíamos conseguido salvarle, después de todo ambos estaban vivos. Las quemaduras en su cuerpo habían sanado ya casi por completo, sin embargo, seguía sin respirar.
-Ayerai –susurró Neile moviéndole suavemente-. Despierta. Ayerai, despierta –este no se movió-. ¡Ayerai!
Los ojos se me llenaron de lágrimas de nuevo y la sonrisa se borró por completo.
-Debería funcionar –me quejé y levanté la mirada hacia Neliel-. ¿Por qué no funciona?
-Puede que la poción haya curado las heridas de su cuerpo –hizo una pausa para que no se le cortara la voz-. Pero si su corazón ya no late…, no hay nada que hacer.
-¡¿Qué?! ¡No! –replicó Neile-. ¡Tiene que seguir vivo, no puede morir!
En el momento que Neliel fue a decir algo un estridente sonido empezó a oírse por toda la plaza de aquel pueblo desierto. La gente miraba hacia todas partes; yo, por el contrario, clavé la vista en la gran cantidad de luces anaranjadas que teníamos sobre nuestras cabezas, que flotaban como si se trataran de pétalos. Entonces comenzaron a separarse lentamente y fueron desapareciendo.
-¿A dónde van? –musité, asombrada.
-A sus respectivos dueños –contestó Neliel.
-Pero, si para robar el poder a una bruja hay que matarle.
-Irán a sus respectivos descendientes, ellos son sus dueños ahora.
Observé como iban dirigiéndose hacia todas partes, sin embargo una bajó lentamente hasta introducirse en el cuerpo de Ayerai. Todos miramos como su pecho se iluminaba, sorprendidos; y esperanzados. Ayerai empezó a moverse ligeramente, como si estuviera sumido en una pesadilla.
-Su piel –habló Neile, apartando la mano-. Está empezando a quemar.
La luz se apagó minutos después. Aguantamos la respiración por un instante, que se hizo eterno. Y Ayerai abrió los ojos de golpe, respirando con dificultad.
-¡Ayerai! –Neile se abalanzó sobre él, abrazándole con fuerza. Y este le devolvió el abrazo-. ¿Te encuentras bien?
-Sí, me encuentro perfectamente, no… –se calló y soltó un pequeño gemido de dolor.
-¿Qué pasa?
-¡Ah! –se quejó. Puso la mano arriba de su pecho, casi en el cuello-. Me quema.
Antes de que apartara el cuello de la camiseta para poder verse el torso yo me miré la muñeca, imaginándome lo que iba a encontrar. Una estrella de cinco puntas, exactamente igual a la que yo tenía, se había creado en su pecho.
-Vaya –exclamó, y volvió la mirada hacia mí-. Es incluso más doloroso de lo que me imaginaba.
Me miré la muñeca de nuevo, impresionada por lo que acababa de pasar. Y aliviada de no ser la única que hacía que el resto de los brujos y brujas continuaran con vida.
-Impresionante –musitó Neliel-. Eres una de las Cinco Brujas. Habitualmente el poder solo se manifiesta en mujeres, pero, claro, en tu familia solo hay hombres.
Ayerai se incorporó ligeramente y arqueó una ceja.
-¿Una de las Cinco Brujas? Suena raro, soy un brujo. Habrá que cambiarle el nombre o algo –dijo con una sonrisa.
Me reí y le di un golpe amistoso en el hombro.
-Te has quitado un peso de encima, ¿verdad? –adivinó.
-No sabes cuanto.
-Neliel –habló la voz de Phoebe, que iba acompañada por Simon-. ¿Qué hacemos con ellos?
Esta se levantó y rodeó la plaza con la mirada, observando los cuerpos por todo el alrededor.
-Habrá que hacer que desaparezcan.
Oímos un grito a nuestras espaldas y nos volvimos para observar cómo Cameron sujetaba a Dania por el cuello.
-¡Defixi! –escuchamos la voz de Doman y Cameron cayó al suelo, inmóvil.
-Haced que todos desaparezcan –ordenó Neliel-. Sin embargo, los más jóvenes todavía parecen estar vivos, no estaban tan vinculados con el poder que tenían.
-Pues yo me encargo de él –dijo Ayerai mientras se levantaba del suelo.
-Quieto, Ayerai –le paró Neliel-. Pensaremos qué haremos con ellos, pero no les atacaremos. Ahora no tienen poderes.
Hizo caso omiso y se dirigió hacia Cameron.
-Ayerai –Neile le cogió por el brazo para frenarlo-. No hagas nada.
-Ese tío casi te mata, Neile –dijo mirando a este con odio, y la recordé a ella sangrando en el suelo-. No pienso quedarme quieto.
Neile le miró seriamente. Finalmente él soltó un suspiro de rendición y cedió.
-¿Y qué haremos con ellos? –preguntó a Neliel.
-No lo sé todavía –respondió esta-. Primero haremos desaparecer al resto.
Fueron haciendo desaparecer todos aquellos cuerpos, excepto a los más jóvenes. Además, aquel hechizo tan solo funcionaba con un cuerpo inerte, no podías hacer desaparecer a alguien con vida. Al otro lado de la plaza Neliel había reunido a los miembros más jóvenes de la Inquisición.
-¿Qué es lo que está haciendo? –preguntó Eric.
Me encogí de hombros y negué con la cabeza.
-Vamos –dije mientras me incorporaba.
Cuando llegamos hasta el grupo de gente escruté el rostro de aquellas personas, probablemente el más mayor de ellos no pasaría de los veinte años.
-Creo que no deberíamos andarnos con rodeos –comentó Doman-. Tal vez si los dejamos con vida vuelvan a unirse.
-Eso sería imposible, no pueden volver a conseguir poderes. Da igual que maten a nadie –se adelantó a añadir-. Seguramente podríamos dejarlos y…
-No –dijo seriamente Ayerai-. No podemos dejarlos como si nada de esto hubiera pasado. Han matado a muchos de los nuestros durante años.
-A lo mejor podríamos encerrarlos –opinó Dania-, meterlos en Tellius.
-Eso es una cárcel solo para magos –dijo Mayara.
-¿Y si les borramos la memoria? –inquirió Neile-. Que olviden todo lo relacionado con la Inquisición y la magia.
-Sabes que ese hechizo es muy peligroso, puedes causarles daños en el cerebro.
-Pues que lo haga Samira, ella debería tener el poder suficiente para hacerlo sin problemas –se volvió hacia mí y me observó unos segundos-. Bueno, tal vez esté un poco débil para hacerlo, pero…
-Es peligroso, Neile. Creo que deberíamos dejarles que se vayan, ya no tienen poderes, se puede decir que son inofensivos.
-¿Inofensivos? –se quejó Ayerai-. Tal vez no tengan poderes, pero nos pueden atacar de cualquier otra forma.
-Escuchad –habló Neliel, dirigiéndose a ellos-. Os dejaremos marchar, pero con la condición de que no volváis a hacer daño a ninguno de nosotros, nunca.
-Pero, ¿qué dices, Neliel? –repuso de nuevo Ayerai.
-Les dejaremos ir.
-¿Te has vuelto loca?
-Podrían intentar matarnos de nuevo –se unió Doman-. Acabemos con ellos y ya está.
-No haremos eso, no les atacaremos. Porque no somos como ellos, ¿acaso vosotros pensáis que sí?
-¡No! –replicaron ambos a la vez.
-Pues entonces estamos todos de acuerdo. Les dejaremos marchar siempre y cuando cumplan la condición.
-Si no es así –añadió Doman dirigiéndose a ellos-. Ya no habrá más rodeos. Está claro, ¿no?
Ellos asintieron, cabizbajos. Ayerai soltó un suspiro, dejando ver su total desacuerdo.
-De acuerdo, una vez todo aclarado, os llevaremos a vuestra casa.
-Yo no lo pienso hacer –dijo Doman.
-Yo me encargaré –se ofreció Dania.
-Yo iré con ella –se unió Mayara.
Fueron llevando uno a uno a sus respectivas casas, según Ayerai, sería una buena forma de tenerlos controlados, por si acaso se saltaban la condición impuesta. 

lunes, 6 de agosto de 2012

CAPÍTULO 42


CAPÍTULO 42: Oposición
Nuestro enorme círculo rodeaba toda la plaza, en la cual se encontraba una pequeña tarima, igual que las que había visto en mis pesadillas; esta vez para una sola persona. Los miembros de la Inquisición se encontraban a un lado, a excepción del padre de Amber, el cual estaba frente a Ayerai.
Nadie pareció percatarse de nuestra presencia, lo que indicaba que el hechizo funcionaba perfectamente. Solo tendríamos que esperar a que comenzaran con el sacrificio, y una vez vulnerables podríamos atacarles sin problemas. Y hacerlo rápido sería la única forma de salvar a Ayerai.
-Sabes que somos gente de palabra –habló el padre de Amber-. Aquí tienes a tu novio.
Cameron salió de entre la gente, arrastrando a Eric con él. Desde donde estaba podía observar varias heridas en su rostro y en el brazo. Di un paso adelante instintivamente, apoderándose de mí la necesidad de salir corriendo hacia él, pero Neile estiró de mi brazo. Retrocedí un paso, conteniéndome.
-En cuanto al resto del trato, ya sabes cómo continua.
Apartaron a Eric lejos del centro de la plaza y él se quedó inmóvil, observando la escena. Cameron se acercó a Ayerai y con forme le subía hacia la tarima las lágrimas se derramaron por mis mejillas. Lo ató contra el pilar. Miré de reojo a Neile que lloraba en silencio. Ayerai rodeó la plaza con la mirada discretamente, luego cerró los ojos.
Los brujos fueron colocándose alrededor de la tarima, formando una especie de dibujo. Entonces Ryan musitó algo, y la hoguera empezó a prender.
En ese momento, mientras el fuego iba aumentando, empezaron a murmurar algo al unísono, que no entendí. Intenté apartar la mirada del cuerpo que prendía en ese momento, mi cuerpo, aunque bajo él estaba Ayerai, y miré a Neliel de reojo, esperando que indicara cuando debíamos empezar a pronunciar el conjuro. Entonces noté una punzada de dolor, igual que lo había notado en otras ocasiones cuando había sentido cómo una bruja moría. Un calor horrible me empezó a abrasar la piel, aunque sabía que no se lo trasmitiría a mis compañeras; mi piel no quemaba, tan solo lo notaba.
Neliel nos dio la señal para que empezáramos a recitar el hechizo.
-Spirtus liberterium potstatem ut invaudere –musité, una y otra vez, al unísono con el resto de mis compañeros.
Bajo la piel la marca también me ardía. Apenas podía soportar el ardor del fuego unido a la energía que debía utilizar para llevar a cabo el hechizo. Me notaba exhausta, como si fuera a perder la conciencia en cualquier momento, al igual que Ayerai, y aunque lo prefería antes que aguantar aquel dolor sabía que no iba a pasar; lo soportaría hasta el final. Continué concentrada en recitar el conjuro y traté de eliminar todo lo demás de mi cabeza. Sin embargo las piernas me cesaron y caí al suelo de rodillas, sin soltar a Dania y a Neile. Esta última estiró de nuevo de mi brazo para que me levantara.
-Vamos, Samira, puedes hacerlo –susurró.
Me incorporé temblorosamente, intentando aguantar el horroroso sufrimiento. Levanté la cabeza para observar lo que pasaba. Todas aquellas personas, colocadas alrededor de la tarima en la que Ayerai prendía, tiraron la cabeza hacia atrás, dominados por alguna fuerza. Uno de ellos, el más anciano de todos, se elevó lentamente en el aire, a tan solo unos pocos centímetros del suelo. Y de su pecho salió un destello anaranjado. La pequeña luz se quedó flotando en el cielo, y el anciano se desplomó en tierra. Junto a él, Ryan, sufrió el mismo efecto. El resto parecían absortos de lo que pasaba a su alrededor y poco a poco uno a uno fueron cayendo. Cerré los ojos para concentrarme más en el hechizo. Cada vez el cansancio era mayor.
Abrí los ojos de nuevo al notar que las manos de mis dos compañeras se aflojaban. Frente a nosotros todos los miembros de la Inquisición yacían en el suelo y las luces anaranjadas, que representaban el poder de cada uno de ellos, flotaban en el cielo, sobre la plaza. Me dejé caer de rodillas a tierra y apoyé las manos para no desplomarme contra el suelo.
-Samira –habló Neile a mi lado-. ¿Estás bien?
Asentí levemente.
-Ves a ver cómo está Ayerai –susurré respirando entrecortadamente.
Ella apagó el fuego con una gran ráfaga de viento y se acercó a este, que cayó como un objeto pesado contra el suelo. Entonces mi cuerpo desapareció y volvió a ser el de Ayerai de nuevo, todo inundado por pronunciadas quemaduras.
Escuché unos pasos acercándose lentamente a mí.
-¿Samira? –oí la voz asustada de Eric.
Levanté la vista para mirarle. Me observó a mí y luego volvió la mirada al cuerpo que antes había sido idéntico al mío. Repitió la acción varias veces. Se dejó caer a mi lado y me observó fijamente, como si no se acabara de creer que estaba allí.
-Una poción –expliqué.
-Samira –susurró de nuevo. Me abrazó con todas sus fuerzas, estrechándome contra él. Hundí mi rostro en su hombro-. Dios, pensaba que te había perdido para siempre.
Me cogió el rostro con ambas manos y presionó sus labios contra los míos, con fuerza y suavidad a la vez. Me besó apasionadamente y enredé mis dedos en su pelo. Me separé de él ligeramente para coger aire y apoyé mi frente sobre la suya.
-Siento lo que ha pasado.
-No ha sido tu culpa –dijo al tiempo que negaba con la cabeza.