CAPÍTULO 24: Las cosas empeoran
Me desperté a la mañana siguiente. Miré el
despertador de reojo al tiempo que me desperezaba, era casi la hora de comer.
Me levanté y bajé a la cocina.
-Buenos días, cariño –saludó mi madre, que
estaba haciendo la comida.
-¿Qué tal la fiesta? –preguntó Phoebe.
-Estuvo genial. A Amber le encantó.
-Me alegro, porque te llevó mucho trabajo.
-Sí. La verdad es que en el momento que empezó
la fiesta me quité un peso de encima –expliqué mientras ayudaba a mi hermana a
poner la mesa.
Minutos después empezamos a comer.
-Samira –habló mi abuela-. La profesora
O’Brian me ha dicho que estás bajando un poco tu rendimiento en las clases de
pociones.
-¿Qué? No es verdad –me evadí-. Lo que pasa es
que ayer la poción para la metamorfosis no nos salió bien.
-Y faltaste a clase.
-Solo fue un día. Es que O’Brian es muy dura.
-Y la poción para la metamorfosis no es fácil
–se unió Phoebe-. Recuerdo cuando la hice por primera vez, con Simon, y no es
nada fácil.
-Gracias –dije con una sonrisa. Luego me volví
hacia mi abuela-. De todas formas, hoy he quedado con Ayerai para hacerla y
entregársela el lunes.
-De acuerdo.
Comimos tranquilamente y en cuanto acabé subí
a ordenar mi habitación, por órdenes de mi madre. Mientras lo hacía cogí el
grimorio y me senté en la ventana, frente al baúl, pensativa. Tal vez en mi
grimorio, o por el baúl, había algo que hablase de la Inquisición.
No encontré más que cartas que apenas hablaban
sobre ellos. Sin embargo, en el grimorio encontré la información que buscaba.
Al parecer Aimara había descubierto cosas poco antes de que la asesinaran. Y
según ponía, algunas leyendas que había oído en clase de Historia de la Magia
eran ciertas, como el hecho de que la Inquisición no era gente normal, sino que
eran brujos: Magia Negra. Me quedé analizando la información. Probablemente
serían ellos los del coche, las sombras; me estaban vigilando. Me estremecí al
pensarlo. Venían a por mí, la última de las Cinco Brujas, la que mantenía al
resto con vida. El sonido de mi móvil me sacó de mi hilo de pensamientos.
-¿Sí?
-Hola –habló Eric-. ¿Qué tal?
-Bien –contesté algo absorta todavía-. ¿Y tú?
-Muy bien. Te llamaba por si te apetecía
quedar.
-Eh, no puedo, esta tarde no. Tengo una cosa
con la familia –no sé por qué no le dije alguna otra mentira como que tenía que
hacer algo para la escuela, eso sería mentirle menos.
Se quedó unos segundos callado.
-Está bien. ¿Vendrás mañana al partido?
-Sí, claro.
-¿Te pasa algo? Te noto como ausente.
-Estoy bien.
-Bueno, entonces nos vemos mañana.
-Allí estaré.
-Adiós.
Colgué y bajé la mirada de nuevo al grimorio.
Más tarde me metí en la ducha y me cambié,
Ayerai estaría a punto de llegar.
-Phoebe, ¿sabes si tenemos alguna olla para
pociones?
-Rasei –pronunció
un hechizo con el que podías hacer que algo llegara a ti tan solo con pensar en
ello. Y una olla apareció en el suelo de su habitación.
-Claro, no había pensado en eso.
Hice que el objeto llegara hasta la cocina. En
ese momento llamaron a la puerta.
-Hola –saludé cuando abrí-. Pasa.
-¿Qué tal? –preguntó Ayerai.
-Bien.
Fuimos a la cocina y empezamos a preparar la
poción con todos los ingredientes que la profesora O’Brian nos había prestado.
-Samira –Phoebe se asomó por la puerta-. Hola,
Ayerai.
-Hola –respondió este con una sonrisa.
-Me voy, he quedado con Simon. Papá está
trabajando; mamá y la abuela se han ido, no sé adónde, solo sé que llegaran
tarde. Así que cenaremos solas, podrías hacer algo para cenar.
-Podrías comprar tú algo.
-No tengo dinero.
Puse los ojos en blanco. Pensé en el billete
de veinte dólares que tenía en la cartera y este apareció en la mano de mi
hermana.
-Compra comida china.
-De acuerdo –dijo con una sonrisa-. Que
tengáis suerte con la poción.
-Gracias.
Fuimos cuidadosamente añadiendo cada
ingrediente, tal y como nos indicaba en las instrucciones.
-Hay que esperar diez minutos –informé-.
Después se añade el elandronato.
-De acuerdo.
-¿Qué hora es?
-Son casi las ocho.
-¿Qué? ¿Llevamos dos horas para hacer la
poción?
-Eso parece, lo estamos haciendo muy lento.
-Pues espero que funcione.
Mientras esperábamos sonó el teléfono.
-¿Sí? –pregunté al descolgarlo.
-Hola, Sam.
-Hola, Amber, ¿qué tal?
-Bien. Te llamaba para saber qué hacías.
-Pues ahora estoy con una poción para
metamorfosis entre manos.
Oí el timbre y me volví hacia Ayerai.
-¿Puedes abrir?
-Sí, claro.
-Suena emocionante. Pero si estás ocupada te
dejo.
-Vale, adiós.
Salí hacia el recibidor y me quedé parada un
segundo al ver a Eric allí.
-Hola –corté cualquier conversación que
estuvieran teniendo antes de que Ayerai pudiera decir algo que no debía-. ¿Qué
haces aquí?
-Pues, venía a verte.
-Eh…,
-Estamos haciendo un trabajo para la escuela
de periodismo –se adelantó Ayerai. Me miró un segundo y luego volvió la vista a
su reloj-. Ya han pasado los diez minutos –se alejó hacia la cocina.
Eric me miró extrañado.
-¿Estáis cocinando?
-Sí, es para un pequeño reportaje que tenemos
que hacer.
-Bueno, si todavía estás ocupada… –dijo de
mala gana.
-Eric, espera –lo paré antes de que se fuera.
Cerré la puerta detrás de mí y nos quedamos bajo el porche.
-¿Sabes qué? Me parece que yo estoy todo el
tiempo intentando que quedemos para estar más tiempo juntos, pero es que tú no
pareces hacer nada por ello.
-¿Qué? ¿Cómo qué no? Falté a la escuela para
quedar contigo, para que pasemos más tiempo juntos.
-Ya, pero… ¿por qué no me has llamado después
de acabar lo que tuvieras que hacer con tu familia?
-Pues…, porque Ayerai me ha llamado, se me
había olvidado que teníamos que hacer un trabajo –en ese momento me sentía
fatal por estar mintiéndole.
Resopló.
-Esto puede sonar estúpido…, pero me parece
que pasas más tiempo con él que conmigo.
-Eso no es verdad, Eric.
Nos miramos fijamente unos segundos. Él se
acercó y me dio un beso en la frente.
-Nos vemos mañana –dijo sin ningún entusiasmo.
Le vi alejarse con el coche y luego entré de
nuevo en casa.
-¿Cómo va? –pregunté.
-Falta el celacintrano,
y ya está.
-Vale.
Me senté en la encimera y observé el líquido
burbujeante que había en la olla.
-Mira, no te voy a preguntar por qué tu novio
no sabe todavía que eres bruja, supongo que tendrás tus motivos.
Suspiré.
-Dijo que las brujas eran unos bichos raros,
que no le gustaría conocer a alguien así, ni tampoco estar cerca de una. Eso en
el caso de que existieran, porque él no cree en absoluto en estas cosas.
-Bueno, eso es un motivo.
-Phoebe y Amber piensan que lo mejor sería
decírselo, pero lo estropearía todo. Todavía más.
-¿Y la mentira no?
Levanté la mirada hacia él.
Metió el líquido ya preparado en un bote y lo
tapó.
-¿Crees que si se lo contara sería mejor?
Se encogió de hombros.
-No lo sé. No le conozco, no sé cómo
reaccionaría. Pero de todas formas creo que la verdad sería lo mejor.
Intenté reprimir la cara de tristeza que sabía
que estaba poniendo. Bajé de la encimera y me acerqué a él para abrazarle.
-Acabarás haciendo lo mejor, y se solucionará,
ya verás –dijo mientras me acariciaba el pelo.
Me separé y le miré fijamente, siempre me
inspiraba tanta confianza.
-Ayerai, quiero contarte
una cosa.
-Dime.
-Todavía no se lo he contado a nadie.
-¿Qué es? –inquirió algo confuso.
Me mordí el labio.
-La Inquisición me sigue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario