sábado, 21 de julio de 2012

CAPÍTULO 36


CAPÍTULO 36: La Inquisición
Me levanté y me entré en la ducha. Dejé que el agua me empapara por completo inmersa en mi hilo de pensamientos. Salí y me miré en el espejo. Tenía unas visibles ojeras, que dejaban ver que no había dormido mucho las dos últimas noches que llevaba allí. Ni tampoco había hablado apenas con nadie. Mis padres me habían prohibido ir a ver a Eric, solo porque podría ser peligroso. Ellos no querían decirme lo que pensaban sobre él, pero aquella prohibición me confirmaba que creían lo mismo que el resto, que lo veían todo claro. Yo no paraba de darle vueltas una y otra, y otra vez al asunto de la Inquisición, y sobre que Eric podría ser uno de ellos.
Me encontraba sentada sobre la cama inmersa en mis pensamientos cuando Aimara apareció frente a la ventana.
-¿Por qué ahora apareces fuera de mis pesadillas? –ya era la segunda vez que aparecía allí.
-Plantéate la posibilidad –dijo sin contestar a mi pregunta.
-¿Qué? –inquirí sin entender. Pero en seguida caí en la cuenta de a lo que se refería-. Él no es, estoy segura de eso.
-Neliel también estaba segura de que Axel era perfecto, o Naike de que Ash no le haría nada; pero ya sabes lo que pasó.
-Cállate.
-Es verdad, Samira. Tú misma te lo estás planteando…
-No, ni lo pienso.
-¡Sí que lo haces! No te engañes a ti misma. Tal vez todos ellos estén equivocados; pero tal vez no.
-Lárgate. Sal de mi cabeza.
Soltó una risotada, que pareció retumbar por toda la habitación.
-No estoy en tu cabeza, Samira.
-Me da igual, solo vete.
-Admite que lo estás pensando.
Noté como los ojos se me humedecían a causa de la frustración que sentía en aquel momento.
-No es que no lo piense…, es que no lo quiero pensar –admití finalmente, notando las lágrimas caer por mis mejillas-. Es que él no puede ser, él no…
Me enjuagué rápidamente las lágrimas con el dorso de la mano al oír unos golpes en la puerta. A mi lado Aimara desapareció y Ayerai entró por la puerta con una bandeja de comida en la mano.
-Hola –susurró.
-¿Qué haces aquí?
-Vengo a traerte algo de comer, no sales nunca al comedor.
-No quiero aguantar cómo la gente me mira, acusándome de todo lo que ha pasado.
Se sentó junto a mí y me tendió la bandeja.
-Venía también a disculparme por lo que te dije el otro día. Seguramente esperabas que te apoyara, y lo siento.
-No pasa nada –noté las lágrimas de nuevo e intenté contenerlas, pero fue en vano-. No quiero, pero he de admitir que sí que podría ser así, podría tener sentido. Y no sería la primera vez que hacen algo así –esto último tan solo fue un susurró.
Se acercó a mí y me abrazó. Hundí el rostro en su pecho.
-Voy a ir a verle –musité tras varios minutos.
-¿Qué? –me separé de él.
-Sí, aprovecharé ahora, la gente está en clase, ¿verdad? –asintió.
-Pues es el momento perfecto. ¿Y tú no deberías estar en clase?
-No eres la única que puede escaquearse. De todas formas, creía que tus padres no te dejaban salir a ningún sitio y mucho menos a su casa.
-No me dejan, pero me da igual. Quiero ir a verle.
Se quedó callado, sin saber si hablar o no. Finalmente lo hizo.
-Podría ser peligroso, no sé si sería la mejor idea.
-Necesito ir a verle, de verdad.
Pegué un último mordisco al bocadillo que me había traído y me acerqué para coger una chaqueta.
-No le digas esto a nadie –dije antes de salir por la puerta.
-No lo haré –prometió.
Bajé sigilosamente hasta la parte delantera de la casa y me teletransporté.
Aparecí en el bosque que había cerca de casa de Eric, por precaución sería mejor no ir directamente a su casa. Crucé la zona hasta aparecer frente a su chalet. Respiré hondo un segundo antes de tocar a la puerta.
-Hola, Samira –me saludó amablemente su madre. Iba con el bolso colgado y cogía a Katie de la mano-. Buscas a Eric, ¿verdad? Se ha ido a entrenar, pero estará a punto de llegar. Nosotros nos vamos, pero si quieres puedes esperarle dentro.
Sonreí levemente.
-Gracias.
Cuando entré ellas cerraron detrás de mí. Me quedé observando la estancia, sin saber muy bien qué hacer. Me mordí el labio varias veces, mirando a mi alrededor, y me dirigí hacia su habitación. Sabía lo que se me estaba pasando por la cabeza, pero no quería hacerlo. No iba a registrar su habitación, era una locura.
-Tal vez el Libro de las Sombras esté por aquí –oí la voz de Aimara detrás de mí y me giré, alerta.
-¡Vete de aquí! –susurré.
-Búscalo.
-Vete –repetí.
-Está bien, te haré caso. Pero házmelo tú también a mí. Y hazlo antes de que aparezca.
Desapareció. Me quedé mirando el escritorio, insegura. Finalmente me acerqué y abrí con manos temblorosas el primer cajón. Rebusqué entre todos los papeles desordenados que había allí, sin encontrar nada. Suspiré de alivio, pero continué buscando. Abrí el último cajón, y bajo unas carpetas encontré lo que deseaba no haber empezado a buscar. Allí estaba, un Libro de las Sombras, con el símbolo de los dos triángulos inscrito sobre él. Cuando rocé la ruda tapa esta me quemó las yemas de los dedos. Los aparté rápidamente. Sentí un enorme nudo en el estómago, y como empezaba a llorar desconsoladamente. Me levanté y salí corriendo de allí, cerrando de un portazo detrás de mí. Subí calle arriba hacia casa de Amber.
No podía creerlo. No, no, ¡no!, me repetí en mi mente una y otra vez. Eric, el chico del que me había enamorado perdidamente, que pensaba que era siempre tan bueno. <<Creo que eres perfecto>>  Realmente lo había pensado, pero no era más que un mentiroso, un traidor, al parecer sin ningún sentimiento. <<Estoy enamorado de ti, y no me importa que seas una bruja, porque te quiero>>  Intenté apartar esos pensamientos de mi cabeza. Me sentía cómo una estúpida, ¡era una estúpida! Dentro de mí deseaba que esto fuera una pesadilla, despertar ya. Pero era real, Eric era un miembro de la Inquisición. Me había traicionado, probablemente desde el primer momento que me había ayudado a encontrar el aula de historia a principio de curso.
Llegué hasta casa de Amber y toqué a la puerta.
-Hola –saludó alegremente cuando abrió.
-¿Puedo pasar?
-Sí, claro –su sonrisa se fue al ver mi rostro-. ¿Qué es lo que pasa? Eric me contó que te fuiste a la escuela después de que te atacaran, ¿va todo bien?
Negué con la cabeza.
-No, Amber, nada va bien. Todo es un desastre.
-¿Qué es lo que ha pasado?
Pasó el brazo por mis hombros y nos sentamos en el sofá. Solté un largo suspiro.
-Eric es de la Inquisición.
Ella se quedó callada durante unos segundos.
-¿Qué? –dijo finalmente-. ¿Cómo va a ser Eric de la Inquisición?
-Lo es.
-A ver…, estamos hablando de Eric, que…
-Ya lo sé, Amber. Pero es la verdad. He visto su Libro de las Sombras.
-¿El qué?
-La Inquisición utiliza otros libros, cómo los grimorios que nosotros tenemos –expliqué sin ningún ánimo.
Se quedó callada de nuevo, y luego se levantó del sofá. Me quedé mirando al suelo, hundiendo el rostro entre mis manos.
-Lo siento, Sam –susurró-. No quería que esto pasara.
Me giré para mirarle, algo confusa.
-Deficmus.
Antes de que pudiera reaccionar perdí la conciencia por completo. 

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