lunes, 23 de julio de 2012

CAPÍTULO 37


CAPÍTULO 37: Traicionada
Noté como me balanceaba ligeramente al ritmo de los pasos de la persona que me llevaba en brazos. Intenté abrir los ojos, pero los parpados me caían pesadamente contra los ojos. Empecé a recordar lo que había pasado antes de que me desmayara: estaba en casa de Amber, contándole lo que había descubierto de Eric. Pero entonces ella se había levantado del sofá y… ¿me había lanzado un hechizo? No, no podía ser. ¿Amber también era una de ellos, de la Inquisición? Podría haberme atacado al darse cuenta de que lo había descubierto.
Después de unos minutos conseguí abrir los ojos.
-Vaya, parece que la Bella Durmiente ha despertado –habló el chico que me estaba llevando. Al reconocer su voz pataleé bruscamente para que me soltara-. Tranquilízate –me ordenó.
Continué pataleando hasta conseguir soltarme de él, y caí al suelo torpemente. Me llevó unos segundos levantarme. Noté una mano sobre mi hombro.
-¡No me toques, Cameron!
Me ignoró y me agarró con fuerza del brazo para arrastrarme hacia una vieja casa que teníamos delante. Mientras caminaba, casi a trompicones, observé el bosque en el que nos encontrábamos, y lo reconocí en seguida. Estábamos en Salem. Miré al grupo de gente que había detrás de nosotros y pude distinguir la silueta de Amber entre todos aquellos chicos.
-Entra –me mandó Cameron.
Me empujó al interior de la casa. Me quedé parada, con los ojos como platos al ver la estancia en la que nos encontrábamos, descomunalmente grande como para caber en aquella casita. La sala era de techos altos, y todo ella de piedra, tenía un cierto aire a Itziar. Me tiró hacia un lado para que me sentara junto a la pared mientras el resto se perdía por la enorme puerta que había al fondo; todos menos Amber.
-¿Tú también, Amber? –dije sin poder creerlo.
-¿Yo también? –bufó-. No, solo yo. La verdad es que fue fácil hacerte creer que era Eric el culpable de todo esto. ¿No confiabas tanto en él?
-Pero, vi el libro en su escritorio…
Se rió.
-Fue un simple conjuro de apariencia, no era más que un libro normal que Eric tenía por su habitación.
La observé fijamente, notando las lágrimas en mis ojos, pero no pensaba derramar ni una. No por ella.
-¿Cómo has podido hacerme esto, Amber? –pregunté con rabia.
Se encogió de hombros.
-Fue lo que me pidieron que hiciera. Mi familia necesita tu poder para conseguir seguir con vida. Eras tú o ellos, ¿a quién pensabas que elegiría?
-Está claro que no te importo.
-No tanto como aparentaba, no –por un segundo noté una chispa en sus ojos, pensando que metía al decir aquello. Pero estaba claro que me equivocaba.
-Y Eric tampoco. ¿Por qué me hiciste pensar que era él?
-Simplemente para que fuera más fácil atacarte. Pero te equivocas, Eric sí que me importa. Todo ha salido según lo planeado, él no ha sufrido ningún daño.
Eché la cabeza hacia atrás, apoyándola contra la pared.
-¿Cuánto de todo lo que has hecho o dicho era verdad?
Me vino a la cabeza todos los momentos que había pasado con ella, riéndonos a carcajadas, pensando que era mi mejor amiga. Clavé mis ojos, llenos de odio hacia ella, en los suyos.
-Soy buena, ¿verdad? En ningún momento sospechaste de mí. Tal vez me meta en alguna escuela de teatro, ¿no crees?
-Eres asquerosa –le espeté furiosa.
-¿Me lo tomo como un cumplido?
-Amber –oí una voz entrar en ese momento por la puerta. Me giré para ver a un hombre alto y corpulento. Tenía el pelo negro, al igual que los ojos, y llevaba una barba de un par de días. Lo reconocí, era su padre.
-¿Sí? –dijo volviéndose hacia él.
-Puedes irte, nosotros nos encargaremos de ella.
-De acuerdo –se giró hacia mí antes de irse-. Ha sido un placer ser tu amiga durante estos meses –dijo con tono irónico.
En el momento que se alejó noté caer una lágrima por mi mejilla. Cameron se acercó a mí y estiró de mi brazo para que me levantara. Me puso frente al padre de Amber, Ryan.
-Bueno, Samira, supongo que te imaginas por qué estamos aquí, ¿no?
-Alguna idea tengo –dije con cara de pocos amigos.
-Bien, pues tu ejecución tendrá lugar mañana por la noche, en luna nueva.
-¿Queréis mi poder porque os estáis debilitando?
-Así es, el problema viene de que llevamos años aumentando nuestra fuerza con el sacrificio de otras brujas, sin embargo, todo ello nos está jugando una mala pasada, hemos empezado a ser dependientes de dicho poder. Pero todo acabará cuando mueras y consigamos absorber tu poder. Este nos hará poderosos para siempre. Sabes lo que dicen de la última de las Cinco Brujas, supongo.
Asentí.
-¿Y sabes cómo morirá el resto de los brujos y brujas?
Negué con la cabeza.
-Tú te sobrecargarás de poder, de todo el poder de los brujos que viven. Luego nosotros lo absorberemos, ya que al ser Magia Negra no nos afecta el ritual.
Cerré los ojos un momento, sabía cómo era que te quitaran los poderes, lo había sentido antes, era como si desgarraran una parte de ti. Y yo lo iba a sentir todo.
-Lleváosla –ordenó.
Cameron me volvió a coger bruscamente y me arrastró por varios pasillos.
-Ignis –musité. Sentí una oleada de calor, sabiendo que mi cuerpo lo absorbería y noté como Cameron apartaba las manos rápidamente de mi piel.
En ese momento salí corriendo por el pasillo sin saber por dónde salir, y oí los pasos de Cameron cerca de mí. Abrí la puerta que cortaba mi camino y entré en otro largo pasillo. Corrí todo lo que pude, pero Cameron consiguió pararme abalanzándose sobre mí y caí de bruces contra el suelo. Intenté deshacerme de su enorme cuerpo, pero pesaba demasiado. Musitó algo que no pude comprender y me di cuenta de que no podía utilizar mis poderes. Sin embargo conseguí liberarme de sus manos, pero cuando traté de atacarle me golpeó con el puño en el rostro, y noté que me ardía el pómulo derecho. Finalmente se levantó de encima, al ver que no ponía ninguna resistencia. Me levantó violentamente y me guió de vuelta. Bajamos unas escaleras de piedra hasta llegar a un piso subterráneo.
-¿Esto qué son mazmorras o algo así?
-Algo así –dijo al tiempo que abría la verja de una de las estancias y me lanzaba dentro.
Caí al suelo con brusquedad, golpeándome el rostro contra el muro. Noté que la sangre bajaba por mi pómulo, donde sentía un fuerte dolor. Apoyé la cabeza, que me dolía ligeramente.

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