viernes, 13 de julio de 2012

CAPÍTULO 31


CAPÍTULO 31: Dieciocho
Bajé tranquilamente las escaleras con el pijama puesto. En cuanto entré en la cocina mi hermana se abalanzó sobre mí.
-¡Felicidades, enana!
Sonreí ampliamente y le devolví el abrazo.
-Gracias. Pero solo tienes dos años más que yo.
Bufó.
-Siempre serás mi hermana pequeña.
-Felicidades, cielo –me felicitó el resto de mi familia.
Me senté en la mesa y me comí el gran desayuno que mi abuela me había preparado. En cuanto acabé se dispusieron a entregarme sus regalos. Mi hermana me regaló una cazadora de cuero preciosa, y mi abuela un par de vestidos. Por último les tocó el turno a mis padres. Me giré hacia ellos, ansiosa por ver su regalo. Se intercambiaron una mirada y luego mi padre sacó de su espalda un paquetito envuelto.
-Visto así no parece gran cosa –se excusó mientras me lo entregaba.
Lo cogí y lo desenvolví para encontrarme una pequeña caja de cartón. Les miré extrañada y luego abrí la cajita, esperándome algún collar. Pero entonces cayeron sobre mi mano unas llaves, cogidas por un llavero con el logotipo de la marca Mini. Levanté la vista de nuevo hacia ellos, maravillada.
-No puede ser.
-Te espera fuera –indicó mi madre.
Salí corriendo hacia la puerta de entrada, y cuando lo hice vi un Mini Cooper color rojo aparcado frente al garaje. Phoebe y yo soltamos un grito de alegría. Me giré hacia ella.
-Es mi coche.
-Ya, bueno, lo que tú digas.
La ignoré y me acerqué al coche, todavía sin creérmelo. Luego me volví hacia mis padres.
-Gracias –dije mientras les abrazaba con fuerza-. ¡Muchas gracias!
Me quedé mirando el coche, estaba emocionada.
-¿Lo probamos? –me dirigí hacia mi hermana.
-Vas en pijama.
-¡Da igual! Solo es probarlo, no tengo que salir del coche.
-Vale –asintió, con una sonrisa.
Ambas nos subimos a él. Metí la llave, al tiempo que observaba el interior del vehículo, y lo puse en marcha. Encendí la radio. Dimos una vuelta por los alrededores, y después volvimos a casa. Mientras cerraba me percaté de que el coche de Amber estaba aparcado en la acera de enfrente. En cuanto entré en casa la vi levantarse del sofá y venir a mí.
-¡Felicidades! –gritó mientras me abrazaba. Luego se separó ligeramente de mí y me miró de arriba abajo-. Vas en pijama.
-Ya lo sé, me he dado cuenta.
-¿Y has salido así? –dijo entre risas.
-Sí. Mira –la agarré del brazo y la arrastré hasta el porche.
Se quedó mirando el coche que había aparcado en el garaje, asombrada.
-¡Me lo han regalado mis padres! –informé con orgullo.
-Madre mía.
-Es bonito, ¿eh?
-Sí, mucho. Ya tienes tu propio coche.
Asentí, con la sonrisa en la boca.
-Jolín, ahora mi regalo se queda en nada –musitó.
-¿Venías a traerme el regalo?
-Claro, lo he dejado sobre tu cama.
Subí hasta mi habitación y vi sobre la cama una gran caja forrada con papel de regalo. Amber se sentó en la cama y me tendió la caja.
-Ábrela.
Lo hice y me encontré con un álbum de fotos hecho claramente por ella misma. Estaba decorado con distintos colores de todo tipo y se observaban manos por todo el alrededor de las hojas. Estaba muy trabajado.
-Es muy bonito –murmuré mientras deshacía el lazo que tenía y lo abría cuidadosamente.
En cada hoja había una o dos fotografías, en algunas de ellas con algún comentario que recordaba ese momento. Se me dibujó una gran sonrisa al ver una foto en la que salíamos todas las amigas, sentadas sobre el césped mientras hacíamos una mueca a la cámara; me recordó perfectamente aquel día de risas. Fui pasando las hojas, había imágenes de cuando quedábamos para ver los partidos, de cuando salíamos de fiesta; de cualquier momento en el que Amber nos pillara. En la última hoja, había una sola fotografía, en la que salíamos ambas. Yo pasaba el brazo por sus hombros y ella me rodeaba la cintura; mirábamos sonrientes a la cámara, vestidas de brujas. Y la sonrisa se me amplió aún más al ver el comentario que ponía: Para mi bruja favorita. Observé la foto durante unos segundos.
-¿Te gusta?
Levanté la cabeza para mirarle.
-Me encanta –le abracé de nuevo-. Muchas gracias, Amber.
-De nada. Para algo sirve el llevar la cámara siempre encima.
Sonreí.
-Bueno –cambió de tema-. ¿Qué te parece si te vistes y vamos a dar una vuelta en tu nuevo coche?
-Claro, en seguida estoy lista.
Me metí rápidamente en la ducha y me vestí con lo primero que vi.
-Mamá, me voy a dar una vuelta con Amber.
-De acuerdo, pero no tardes mucho, tus tíos no tardarán en venir.
-Vale.
Condujimos por las afueras del pueblo durante un rato, luego volvimos a mi casa y me despedí de ella hasta la tarde. Entré en casa y me encontré con mis tíos hablando en la cocina.
-Hola –saludé alegremente mientras me acercaba a ellos.
-Hola, ¿cómo estás?
-Muy bien, ya soy mayor de edad –dije con una sonrisa.
-Qué morro –se quejó mi prima pequeña.
-Y me han regalado un coche.
-Me lo contó mi madre, ¿lo tienes fuera?
-Sí, ¿quieres verlo?
-¡Claro!
Le enseñé el coche durante unos minutos, hasta que nos llamaron para poner la mesa en el jardín trasero. Comimos tranquilamente y más tarde me repartieron sus regalos.
-¿Qué tal llevas la escuela? –preguntó mi tía en voz baja cuando Phoebe y mi prima entraron al interior-. La de magia, quiero decir.
-Muy bien, en seguida me adapté a ella, y con el poder de Las Cinco Brujas es más fácil. Aliyah no sabe nada todavía, ¿no?
-No, no ha conseguido los poderes aún. Pero…
-Samira –le cortó la voz de Aliyah-. ¿Vienes a jugar a algo?
-Sí, claro.
Estuvimos jugando un rato, después nos entretuvimos viendo la tele mientras que los mayores hablaban fuera. Horas después aparecieron en el comedor.
-Bueno, nosotros nos marchamos –informó mi tío-. Venga, Aliyah.
-¿Nos vamos ya? –dijo poniendo mala cara.
-Sí. Además, tu prima tiene esta noche una fiesta que celebrar, ¿no?
-Sí –contesté-. Aunque no tengo nada de lo que encargarme.
-Pues qué suerte.
Les acompañamos hasta la puerta mientras hablábamos.
-¿Vendréis algún día a casa? –preguntó Aliyah.
-Sí, cualquier fin de semana podemos pasarnos por allí.
-Bien –respondió mi tía-. Así podrías traerte a Eric, y lo conocemos.
Le eché una mirada furtiva a mi madre.
-¿Tienes novio? –inquirió mi prima con curiosidad.
-Sí, pero no voy a llevarlo a Milford.
-Oh, vamos, tu familia tendrá que conocerle, ¿no? Ya conocemos a Simon, solo falta él.
-Sí, yo quiero conocerle –musitó mi prima-. ¿Es simpático?
-Tu madre nos ha dicho que sí, además dice que es guapo.
Me reí.
-Gracias por cotillear sobre mí. Y puede que algún día lo lleve.
-Esperaremos impacientes –bromeó mientras se metían en el coche-. Adiós.
-Adiós.
Mis padres se quedaron hablando en el porche mientras que nosotras entramos dentro. Subí a mi habitación, cogí el móvil y marqué el número de Amber.
-Hola, cumpleañera –me saludó al descolgar.
-Hola –contesté con una sonrisa-. Te llamaba por si necesitabas alguna ayuda.
-Ya te dije que yo me encargo de todo, tú solo tienes que disfrutar.
-Está bien, solo preguntaba.
-Nos vemos a las ocho.
-De acuerdo. Adiós.
Amber se había empeñado en que quería organizar mi fiesta de cumpleaños, y que yo no podía hacer nada que no fuera disfrutar.
Me metí en la ducha y me planté con el albornoz frente al armario, pensando qué ponerme para una fiesta en la playa. Finalmente opté por ponerme un vestido largo, con estampado hippie, y unas sandalias blancas. Me acabé de maquillar y cogí un pequeño bolso en el que meter las llaves y el móvil. Entretanto sonó el timbre. Bajé las escaleras y abrí la puerta para ver a Eric. Iba vestido con una camisa blanca y unos pantalones vaqueros que le sentaban genial.
-Hola –saludé con una sonrisa.
-Hola –se acercó a mí-. ¿Cómo estás?
-Bien, algo ansiosa por ver cómo ha quedado todo. ¿Cómo me ves? –pregunté separándome ligeramente de él-. ¿Así voy bien para la fiesta?
-Eres la cumpleañera, puedes ir como quieras.
Hice una mueca.
-¿Pero cómo me ves?
-Estás preciosa –le dediqué una amplia sonrisa.
Me cogió del brazo para acercarme más a él y me besó. En ese momento oímos un pequeño carraspeo y ambos nos volvimos hacia la cocina. Quité los brazos rápidamente de alrededor de su cuello al ver a mis padres en la entrada de la cocina. Agaché ligeramente la vista.
-Hola, Eric –saludó mi madre-. ¿Qué tal estás?
-Bien –respondió simplemente.
Nos quedamos unos segundos en un silencio incómodo. Fui la primera en hablar para romperlo.
-Bueno, nosotros nos vamos, no queda bien que la cumpleañera llegue tarde.
-Adiós –se despidió amablemente.
-Adiós, Eric.
Ambos salimos por la puerta y nos dirigimos hacia su coche. Eric se rió y yo me uní a él.
-La verdad es que ha sido una buena pillada.
Condujimos durante un par de minutos hasta llegar a la playa. La zona de esta donde se celebraba la fiesta se distinguía por la pista improvisada que se había colocado a pocos metros de las distintas hogueras que decoraban el lugar y la música que se oía a todo volumen.
-Qué bonito –exclamé.
Eric me cogió de la mano y me guió hasta la arena.
-¡Sam! –Amber se acercó junto a Natasha, Alison y Janice-. ¡Felicidades!
-Gracias.
Me solté de Eric para acercarme a ellas y darles un abrazo.
-Amber, ha quedado genial.
-Muchas gracias –sonrió con orgullo-. Aquí están mis ayudantes –dijo señalando a las tres amigas junto a ella.
Mientras cruzaba hacia la barra, la cual estaba atestada de comida y bebida, los invitados fueron felicitándome con forme pasaba por su lado. Una vez acabamos de comer algo arrastré a Amber hasta la pista de baile improvisada que habían colocado. Después de bailar un buen rato empezó a sonar la melodía de cumpleaños feliz por los altavoces, y Janice apareció con una gran tarta llena de velas. Sonreí ampliamente y me acerqué para soplarlas.
Después de la tarta la gente fue entregándome sus regalos.
-¡Felicidades! –oí la voz de Neile detrás de mí.
Me giré para verla junto a su hermana.
-Hola –les di un abrazo a cada una.
-Sentimos no haber venido antes, no pudimos –se disculpó Mayara.
-No pasa nada. ¿Dónde está Ayerai? –pregunté al no verlo junto a ellas.
-Viene por allí –dijo señalando a mi espalda.
-Genial –habló Neile-. Ahora ya podemos darte el regalo.
Ayerai llegó hasta nosotras y me acerqué para darle un abrazo.
-Feliz cumpleaños.
-Gracias –agradecí con una sonrisa.
-Aquí tienes tu regalo –Mayara se sacó un paquetito del bolsillo y me lo entregó.
Cogí el papel envuelto y lo quité con cuidado. Dentro de este había un collar. La cinta era de color negro y de esta colgaba una piedra preciosa de un color morado pulcro. Me quedé observándolo.
-¿Es un talismán? –aventuré, había estudiado algo sobre ellos en clase de historia.
-Sí –afirmó Neile-. Es de protección. ¿Te gusta?
-Es precioso.
-Pues nos ha costado hacerlo, pero al final lo conseguimos.
-Después de alguna que otra bronca de Neliel por no salirnos bien a la primera –se unió Ayerai.
-¿Lo habéis hecho vosotros? –inquirí sorprendida.
-Somos buenos, ¿eh?
Me reí.
-Sí que lo sois. Muchas gracias.
-Póntelo.
Neile se acercó a mí y me lo quitó de las manos. Me apartó el pelo a un lado para ponérmelo. En el momento que el talismán tocó mi piel se iluminó ligeramente. Lo tapé con rapidez para que nadie pudiera verlo.
-Lo siento, no me acordaba de esa parte –dijo con una mueca.
Un talismán en cuanto se ponía en contacto con su dueño se encendía levemente, creando una especie de conexión entre ambos.
-Te queda genial –musitó Mayara.
-Gracias.
-Samira –escuché la voz de Eric y me giré para verle venir.
-Hola –se acercó a mí y me volví hacia mis amigos-. Bueno, este es Eric –les presenté.
-Ah, el famoso Eric –dijo Neile alargándole la mano-. Ya tenía ganas de conocerte.
-Neile, ¿verdad? –contestó con una sonrisa, estrechándosela.
-Sí. ¿Te ha hablado de mí? ¿Qué te ha dicho?
-Nada bueno –bromeé.
Hizo una mueca. Y yo seguí presentándoles.
-Está es Mayara –ambos se estrecharon la mano-. Y a Ayerai ya le conoces.
Le dedicó una pequeña sonrisa.
-¿Qué tal?
-Bien.
-¿Os importa que os la robe un momento?
-No, claro, todo tuya.
-Hablamos luego.
Eric entrelazó su mano con la mía y nos alejamos hacia la orilla, a unos metros de la fiesta. Nos paramos frente al mar.
-Todavía no he tenido tiempo de decirte mi regalo.
-¿Y qué es?
-No es algo que te pueda dar envuelto. ¿Qué te parecería pasar un fin de semana conmigo en la montaña? –dijo al tiempo que sacaba unas llaves de su bolsillo.
-Mm… suena muy bien –dije con una sonrisa pícara mientras se las quitaba de las manos. Gracias –susurré tras separar mis labios de los suyos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario