CAPÍTULO 31: Dieciocho
Bajé tranquilamente las
escaleras con el pijama puesto. En cuanto entré en la cocina mi hermana se
abalanzó sobre mí.
-¡Felicidades, enana!
Sonreí ampliamente y le
devolví el abrazo.
-Gracias. Pero solo
tienes dos años más que yo.
Bufó.
-Siempre serás mi
hermana pequeña.
-Felicidades, cielo –me
felicitó el resto de mi familia.
Me senté en la mesa y
me comí el gran desayuno que mi abuela me había preparado. En cuanto acabé se
dispusieron a entregarme sus regalos. Mi hermana me regaló una cazadora de
cuero preciosa, y mi abuela un par de vestidos. Por último les tocó el turno a
mis padres. Me giré hacia ellos, ansiosa por ver su regalo. Se intercambiaron
una mirada y luego mi padre sacó de su espalda un paquetito envuelto.
-Visto así no parece
gran cosa –se excusó mientras me lo entregaba.
Lo cogí y lo desenvolví
para encontrarme una pequeña caja de cartón. Les miré extrañada y luego abrí la
cajita, esperándome algún collar. Pero entonces cayeron sobre mi mano unas
llaves, cogidas por un llavero con el logotipo de la marca Mini. Levanté la vista de nuevo hacia ellos, maravillada.
-No puede ser.
-Te espera fuera
–indicó mi madre.
Salí corriendo hacia la
puerta de entrada, y cuando lo hice vi un Mini Cooper color rojo aparcado frente
al garaje. Phoebe y yo soltamos un grito de alegría. Me giré hacia ella.
-Es mi coche.
-Ya, bueno, lo que tú
digas.
La ignoré y me acerqué
al coche, todavía sin creérmelo. Luego me volví hacia mis padres.
-Gracias –dije mientras
les abrazaba con fuerza-. ¡Muchas gracias!
Me quedé mirando el
coche, estaba emocionada.
-¿Lo probamos? –me
dirigí hacia mi hermana.
-Vas en pijama.
-¡Da igual! Solo es
probarlo, no tengo que salir del coche.
-Vale –asintió, con una
sonrisa.
Ambas nos subimos a él.
Metí la llave, al tiempo que observaba el interior del vehículo, y lo puse en
marcha. Encendí la radio. Dimos una vuelta por los alrededores, y después
volvimos a casa. Mientras cerraba me percaté de que el coche de Amber estaba
aparcado en la acera de enfrente. En cuanto entré en casa la vi levantarse del
sofá y venir a mí.
-¡Felicidades! –gritó
mientras me abrazaba. Luego se separó ligeramente de mí y me miró de arriba
abajo-. Vas en pijama.
-Ya lo sé, me he dado
cuenta.
-¿Y has salido así?
–dijo entre risas.
-Sí. Mira –la agarré
del brazo y la arrastré hasta el porche.
Se quedó mirando el
coche que había aparcado en el garaje, asombrada.
-¡Me lo han regalado
mis padres! –informé con orgullo.
-Madre mía.
-Es bonito, ¿eh?
-Sí, mucho. Ya tienes
tu propio coche.
Asentí, con la sonrisa
en la boca.
-Jolín, ahora mi regalo
se queda en nada –musitó.
-¿Venías a traerme el
regalo?
-Claro, lo he dejado
sobre tu cama.
Subí hasta mi
habitación y vi sobre la cama una gran caja forrada con papel de regalo. Amber
se sentó en la cama y me tendió la caja.
-Ábrela.
Lo hice y me encontré
con un álbum de fotos hecho claramente por ella misma. Estaba decorado con
distintos colores de todo tipo y se observaban manos por todo el alrededor de
las hojas. Estaba muy trabajado.
-Es muy bonito –murmuré
mientras deshacía el lazo que tenía y lo abría cuidadosamente.
En cada hoja había una
o dos fotografías, en algunas de ellas con algún comentario que recordaba ese
momento. Se me dibujó una gran sonrisa al ver una foto en la que salíamos todas
las amigas, sentadas sobre el césped mientras hacíamos una mueca a la cámara;
me recordó perfectamente aquel día de risas. Fui pasando las hojas, había
imágenes de cuando quedábamos para ver los partidos, de cuando salíamos de
fiesta; de cualquier momento en el que Amber nos pillara. En la última hoja,
había una sola fotografía, en la que salíamos ambas. Yo pasaba el brazo por sus
hombros y ella me rodeaba la cintura; mirábamos sonrientes a la cámara,
vestidas de brujas. Y la sonrisa se me amplió aún más al ver el comentario que
ponía: Para mi bruja favorita.
Observé la foto durante unos segundos.
-¿Te gusta?
Levanté la cabeza para
mirarle.
-Me encanta –le abracé
de nuevo-. Muchas gracias, Amber.
-De nada. Para algo
sirve el llevar la cámara siempre encima.
Sonreí.
-Bueno –cambió de
tema-. ¿Qué te parece si te vistes y vamos a dar una vuelta en tu nuevo coche?
-Claro, en seguida
estoy lista.
Me metí rápidamente en
la ducha y me vestí con lo primero que vi.
-Mamá, me voy a dar una
vuelta con Amber.
-De acuerdo, pero no
tardes mucho, tus tíos no tardarán en venir.
-Vale.
Condujimos por las
afueras del pueblo durante un rato, luego volvimos a mi casa y me despedí de
ella hasta la tarde. Entré en casa y me encontré con mis tíos hablando en la
cocina.
-Hola –saludé
alegremente mientras me acercaba a ellos.
-Hola, ¿cómo estás?
-Muy bien, ya soy mayor
de edad –dije con una sonrisa.
-Qué morro –se quejó mi
prima pequeña.
-Y me han regalado un
coche.
-Me lo contó mi madre,
¿lo tienes fuera?
-Sí, ¿quieres verlo?
-¡Claro!
Le enseñé el coche
durante unos minutos, hasta que nos llamaron para poner la mesa en el jardín
trasero. Comimos tranquilamente y más tarde me repartieron sus regalos.
-¿Qué tal llevas la
escuela? –preguntó mi tía en voz baja cuando Phoebe y mi prima entraron al
interior-. La de magia, quiero decir.
-Muy bien, en seguida
me adapté a ella, y con el poder de Las Cinco Brujas es más fácil. Aliyah no
sabe nada todavía, ¿no?
-No, no ha conseguido
los poderes aún. Pero…
-Samira –le cortó la
voz de Aliyah-. ¿Vienes a jugar a algo?
-Sí, claro.
Estuvimos jugando un
rato, después nos entretuvimos viendo la tele mientras que los mayores hablaban
fuera. Horas después aparecieron en el comedor.
-Bueno, nosotros nos marchamos
–informó mi tío-. Venga, Aliyah.
-¿Nos vamos ya? –dijo
poniendo mala cara.
-Sí. Además, tu prima
tiene esta noche una fiesta que celebrar, ¿no?
-Sí –contesté-. Aunque
no tengo nada de lo que encargarme.
-Pues qué suerte.
Les acompañamos hasta
la puerta mientras hablábamos.
-¿Vendréis algún día a
casa? –preguntó Aliyah.
-Sí, cualquier fin de
semana podemos pasarnos por allí.
-Bien –respondió mi
tía-. Así podrías traerte a Eric, y lo conocemos.
Le eché una mirada furtiva a mi madre.
-¿Tienes novio?
–inquirió mi prima con curiosidad.
-Sí, pero no voy a
llevarlo a Milford.
-Oh, vamos, tu familia
tendrá que conocerle, ¿no? Ya conocemos a Simon, solo falta él.
-Sí, yo quiero
conocerle –musitó mi prima-. ¿Es simpático?
-Tu madre nos ha dicho
que sí, además dice que es guapo.
Me reí.
-Gracias por cotillear
sobre mí. Y puede que algún día lo lleve.
-Esperaremos
impacientes –bromeó mientras se metían en el coche-. Adiós.
-Adiós.
Mis padres se quedaron
hablando en el porche mientras que nosotras entramos dentro. Subí a mi
habitación, cogí el móvil y marqué el número de Amber.
-Hola, cumpleañera –me
saludó al descolgar.
-Hola –contesté con una
sonrisa-. Te llamaba por si necesitabas alguna ayuda.
-Ya te dije que yo me
encargo de todo, tú solo tienes que disfrutar.
-Está bien, solo
preguntaba.
-Nos vemos a las ocho.
-De acuerdo. Adiós.
Amber se había empeñado
en que quería organizar mi fiesta de cumpleaños, y que yo no podía hacer nada
que no fuera disfrutar.
Me metí en la ducha y
me planté con el albornoz frente al armario, pensando qué ponerme para una
fiesta en la playa. Finalmente opté por ponerme un vestido largo, con estampado
hippie, y unas sandalias blancas. Me acabé de maquillar y cogí un pequeño bolso
en el que meter las llaves y el móvil. Entretanto sonó el timbre. Bajé las
escaleras y abrí la puerta para ver a Eric. Iba vestido con una camisa blanca y
unos pantalones vaqueros que le sentaban genial.
-Hola –saludé con una
sonrisa.
-Hola –se acercó a mí-.
¿Cómo estás?
-Bien, algo ansiosa por
ver cómo ha quedado todo. ¿Cómo me ves? –pregunté separándome ligeramente de
él-. ¿Así voy bien para la fiesta?
-Eres la cumpleañera,
puedes ir como quieras.
Hice una mueca.
-¿Pero cómo me ves?
-Estás preciosa –le
dediqué una amplia sonrisa.
Me cogió del brazo para
acercarme más a él y me besó. En ese momento oímos un pequeño carraspeo y ambos
nos volvimos hacia la cocina. Quité los brazos rápidamente de alrededor de su
cuello al ver a mis padres en la entrada de la cocina. Agaché ligeramente la
vista.
-Hola, Eric –saludó mi
madre-. ¿Qué tal estás?
-Bien –respondió
simplemente.
Nos quedamos unos
segundos en un silencio incómodo. Fui la primera en hablar para romperlo.
-Bueno, nosotros nos
vamos, no queda bien que la cumpleañera llegue tarde.
-Adiós –se despidió
amablemente.
-Adiós, Eric.
Ambos salimos por la
puerta y nos dirigimos hacia su coche. Eric se rió y yo me uní a él.
-La verdad es que ha
sido una buena pillada.
Condujimos durante un
par de minutos hasta llegar a la playa. La zona de esta donde se celebraba la
fiesta se distinguía por la pista improvisada que se había colocado a pocos
metros de las distintas hogueras que decoraban el lugar y la música que se oía
a todo volumen.
-Qué bonito –exclamé.
Eric me cogió de la
mano y me guió hasta la arena.
-¡Sam! –Amber se acercó
junto a Natasha, Alison y Janice-. ¡Felicidades!
-Gracias.
Me solté de Eric para
acercarme a ellas y darles un abrazo.
-Amber, ha quedado
genial.
-Muchas gracias –sonrió
con orgullo-. Aquí están mis ayudantes –dijo señalando a las tres amigas junto
a ella.
Mientras cruzaba hacia
la barra, la cual estaba atestada de comida y bebida, los invitados fueron
felicitándome con forme pasaba por su lado. Una vez acabamos de comer algo
arrastré a Amber hasta la pista de baile improvisada que habían colocado.
Después de bailar un buen rato empezó a sonar la melodía de cumpleaños feliz
por los altavoces, y Janice apareció con una gran tarta llena de velas. Sonreí
ampliamente y me acerqué para soplarlas.
Después de la tarta la
gente fue entregándome sus regalos.
-¡Felicidades! –oí la
voz de Neile detrás de mí.
Me giré para verla
junto a su hermana.
-Hola –les di un abrazo
a cada una.
-Sentimos no haber
venido antes, no pudimos –se disculpó Mayara.
-No pasa nada. ¿Dónde
está Ayerai? –pregunté al no verlo junto a ellas.
-Viene por allí –dijo
señalando a mi espalda.
-Genial –habló Neile-.
Ahora ya podemos darte el regalo.
Ayerai llegó hasta
nosotras y me acerqué para darle un abrazo.
-Feliz cumpleaños.
-Gracias –agradecí con
una sonrisa.
-Aquí tienes tu regalo
–Mayara se sacó un paquetito del bolsillo y me lo entregó.
Cogí el papel envuelto
y lo quité con cuidado. Dentro de este
había un collar. La cinta era de color negro y de esta colgaba una piedra
preciosa de un color morado pulcro. Me quedé observándolo.
-¿Es un talismán?
–aventuré, había estudiado algo sobre ellos en clase de historia.
-Sí –afirmó Neile-. Es
de protección. ¿Te gusta?
-Es precioso.
-Pues nos ha costado
hacerlo, pero al final lo conseguimos.
-Después de alguna que
otra bronca de Neliel por no salirnos bien a la primera –se unió Ayerai.
-¿Lo habéis hecho
vosotros? –inquirí sorprendida.
-Somos buenos, ¿eh?
Me reí.
-Sí que lo sois. Muchas
gracias.
-Póntelo.
Neile se acercó a mí y
me lo quitó de las manos. Me apartó el
pelo a un lado para ponérmelo. En el momento que el talismán tocó mi piel se
iluminó ligeramente. Lo tapé con rapidez para que nadie pudiera verlo.
-Lo siento, no me
acordaba de esa parte –dijo con una mueca.
Un talismán en cuanto
se ponía en contacto con su dueño se encendía levemente, creando una especie de
conexión entre ambos.
-Te queda genial
–musitó Mayara.
-Gracias.
-Samira –escuché la voz
de Eric y me giré para verle venir.
-Hola –se acercó a mí y
me volví hacia mis amigos-. Bueno, este es Eric –les presenté.
-Ah, el famoso Eric
–dijo Neile alargándole la mano-. Ya tenía ganas de conocerte.
-Neile, ¿verdad?
–contestó con una sonrisa, estrechándosela.
-Sí. ¿Te ha hablado de
mí? ¿Qué te ha dicho?
-Nada bueno –bromeé.
Hizo una mueca. Y yo
seguí presentándoles.
-Está es Mayara –ambos
se estrecharon la mano-. Y a Ayerai ya le conoces.
Le dedicó una pequeña
sonrisa.
-¿Qué tal?
-Bien.
-¿Os importa que os la
robe un momento?
-No, claro, todo tuya.
-Hablamos luego.
Eric entrelazó su mano
con la mía y nos alejamos hacia la orilla, a unos metros de la fiesta. Nos
paramos frente al mar.
-Todavía no he tenido
tiempo de decirte mi regalo.
-¿Y qué es?
-No es algo que te
pueda dar envuelto. ¿Qué te parecería pasar un fin de semana conmigo en la
montaña? –dijo al tiempo que sacaba unas llaves de su bolsillo.
-Mm… suena muy bien –dije
con una sonrisa pícara mientras se las quitaba de las manos. Gracias –susurré
tras separar mis labios de los suyos.
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