CAPÍTULO 22: Un trato
Me dirigí sola hacia el coche de Eric, todavía no
había salido, ya que tenía un control y Amber se había parado a hablar con
Chase. Sin embargo Eric llegó a los pocos minutos.
-Hola –le saludé con una sonrisa-. ¿Qué tal el examen?
-Bien, no era difícil.
Me acerqué a él para besarle.
-Te apetece quedar esta tarde –me propuso separándose
a escasos centímetros de mi rostro.
Suspiré.
-No puedo, tengo que…
-Ir a la escuela –adivinó. Apoyó una mano sobre el
coche y bajó la cabeza-. ¿No te lo puedes saltar ni un día?
-No, no puedo. Además, ya lo hice una vez.
-Sí, ¿y no te lo pasaste bien esa tarde?
-Sí –sonreí-, pero no puedo estar faltando cuando
quiera. Son más exigentes de lo que crees, de verdad.
-Oh, vamos, pero es que te pasas el día en ese sitio.
-Y tú mucho tiempo entrenando –le recriminé a la
defensiva.
-Pero… –se rascó la nuca, nervioso. Luego su rostro se
relajó-. Da igual, no quiero que discutamos.
Sin darme cuenta él se había separado más y estiré de
su camiseta para acercarle a mí. Le abracé con fuerza, apoyando la cabeza en su
pecho, y me estrechó contra él. Me dio un beso en el pelo. Cuando nos separamos
nos percatamos de que Amber, con la que ya había solucionado la discusión de la
tarde anterior, estaba allí.
-¿Vamos? –dijo tímidamente, sin querer interrumpir
nada.
-Sí.
Entré en casa y me dispuse a descansar un poco antes
de ir a la escuela. Me tumbé en el sofá, pensando en la situación en la que
estaba mi relación con Eric. Una hora después sonó la alarma de mi móvil. Lo
cogí para apagarla, y después de haberlo meditado marqué el número de Eric.
-Hola –saludó al otro lado.
-¿Qué te parece si hacemos un trato?
-¿Un trato? –dijo confuso.
-Sí, yo no voy a la escuela y tú no entrenas hoy.
Me pude imaginar cómo se le dibujaba una sonrisa en el
rostro
-Trato hecho.
Sonreí.
-Genial, ¿a las cinco en el Cheers?
-De acuerdo.
-Hasta luego, entonces.
Colgué y me preparé para salir. Guardé el grimorio en
el baúl para que lo no vieran sobre la mesa y salí por la puerta. Bajé la calle
hasta el centro del pueblo. Cuando llegué a la cafetería Eric todavía no estaba
allí. Me senté en una mesa junto a la ventana, observando distraídamente la
calle cuando vi el mismo coche negro de cristales tintados que había visto el
día anterior, estaba aparcado frente al local. Me quedé observándolo un
segundo, pero mi mirada se desvió en cuanto oí la voz de Eric a mi lado. Se
acercó para besarme, con una radiante sonrisa, y se sentó frente a mí.
Estuvimos hablando durante un buen rato, y una vez que
acabamos de tomarnos lo que habíamos pedido decidimos dar una vuelta por el
parque. Mientras caminábamos por el paseo que se extendía entre el pequeño
bosque que formaban los pinos atisbé a lo lejos el mismo coche que había estado
en la cafetería. Lo miré extrañada, sin saber qué pensar. << Están
cerca. Ten cuidado>>
Recordé lo que Aimara me había dicho. Probablemente sería simplemente una
coincidencia, nada más; no quería parecer paranoica.
-¿Qué pasa? –preguntó.
-No, nada. Estoy bien –mentí, era la excusa que
siempre ponía.
-Te noto algo inquieta.
-Estoy bien –repetí, y le estreché con más fuerza la
mano-, de verdad.
Le miré de reojo, y supe que no se lo había creído del
todo. Tal vez Amber tenía razón con lo que decía, porque parecía que cada vez
que abría la boca para hablar con él no soltaba más que mentiras.
-¿Quieres que te acerque a casa? Mi coche está justo
ahí –dijo señalando al final de la calle.
-Claro.
Mientras conducía hacia casa, la música de la radio se
dejó de escuchar y empezó a oírse el sonido de llamada de mi móvil. Miré a Eric
extrañada, este se encogió de hombros.
-Se habrá conectado automáticamente el manos libres.
¿Lo cojo?
-Sí.
Me incorporé ligeramente para ver en la pantalla quién
estaba llamando. Era Ayerai.
-Hola –saludé al descolgarlo.
-Ey, espero que tengas una buena excusa para haberme
dejado solo, Ignis.
Me reí.
-Tenía un plan mejor.
-Supongo que para la profesora O'Brian tendrás una excusa
mejor, ¿no?
-Sí, ya me la pensaré.
-Bueno, creo que voy a robar un poco de nuestra poción
contra el insomnio –mi sonrisa se borró un segundo al oírle hablar sobre eso,
pero lo disimule rápidamente-. Últimamente no pego ojo.
Miré a Eric de reojo que me miraba algo extrañado.
-Ya me contarás qué tal te ha ido –dije como si le
siguiera la broma.
-Claro. No me falles mañana, que yo solo no puedo con
O'Brian.
-Allí estaré, no te preocupes.
-Adiós –se despidió.
Colgué y la música empezó a sonar de nuevo. Me volví
hacia Eric y le dediqué una sonrisa.
-¿Qué es eso de la poción contra el insomnio?
–preguntó extrañado.
-Nada, una broma entre nosotros.
Nos quedamos en silencio.
-No quiero parecer cotilla –habló después de unos
segundos-. Pero ¿por qué te ha llamado Ignis?
Me quedé callada un momento, sin saber muy bien qué
contestar. ¿Qué le iba a decir, qué Ignis significaba fuego? ¿Y por qué Ayerai
me llamaría así?
-Es un apodo tonto que me ha puesto.
-Ignis –repitió-. Es un nombre un poco raro,
¿significa algo?
-Eh, sí –intenté pensar algo rápido-. Es que un día,
mientras trabajábamos con un monitor por algo que hice se sobrecalentó y casi
prende. De ahí el nombre.
Me miró sin comprender.
-Ignis significa fuego.
-Ah...
Se rió por lo bajo. Llegamos hasta mi casa y me
acompañó hasta la puerta.
-Ha sido una buena tarde –dije con una sonrisa
mientras parábamos bajo el porche.
-Sí –afirmó con una pequeña sonrisa.
-Nos vemos mañana.
Le rodeé el cuello con los brazos y presioné mis
labios contra los suyos. Él me devolvió el beso, pero no como solía hacerlo.
-Adiós.
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