jueves, 23 de agosto de 2012

CAPÍTULO 44


CAPÍTULO 44

Atisbamos entre la multitud que iba desapareciendo cómo Amber caminaba hacia nosotros. Se detuvo a escasos metros.
-Lo siento –susurró-. Lo siento mucho, Samira, de verdad.
La observé fijamente. Pude distinguir el arrepentimiento en sus ojos, pero no iba a ceder y hacer cómo que nada de esto había pasado. Porque todo lo que había pasado había sido por su culpa.
-No voy a perdonarte. En algún momento –que ahora parecía tan lejano-, fuiste mi amiga, mi mejor amiga. Pero ahora todo ha cambiado tanto…
-Sam…
-No me llames así –le corté tajantemente-. Así solía llamarme una amiga.
Vi como lágrima escapaba de su control, nunca antes la había visto llorar. Siempre había sido yo la magdalena, y ella solía consolarme. Pero en este momento no iba a ser al revés. Sin embargo, las lágrimas ya se acumulaban en mis ojos, amenazando con salir. Amber volvió la mirada hacia Eric.
-Lo siento.
-No pudiste hacer nada –contestó este.
Me volví furiosa hacia él.
-¿Cómo que no pudiste hacer nada? –quise saber.
-Cuando me cogieron ella intentó ayudarme, sacarme de allí.
-Te dije que no dejaría que a él le pasara nada.
-También me dijiste hace tiempo muchas cosas que eran mentira. ¿Por qué creerte ahora?
-Tienes razón, no tienes por qué creerme.
La miré fijamente, observando aquellos ojos arrepentidos. En ese momento quise abrazarla, que siguiera siendo mi mejor amiga, volverme a reír con ella; continuar como si nada de esto hubiera pasado. Pero no podía ignorarlo. Y me odiaba por pensar eso, por querer eso. Me froté la cara, conteniendo aquellas estúpidas ansias de llorar.
-Lo siento –volvió a repetir.
-Cállate –le espeté-. No quiero que vuelvas a decir nada, no quiero que me vuelvas a pedir perdón –por mucho que lo dijera no iba a ser suficiente-. Porque… -se me cortó la voz y apreté la mandíbula.
-Porque por muchos lo siento que te diga no serán suficientes para perdonar lo que te hice.
-He dicho que te calles.
¿Por qué narices tenía que decir lo que estaba pensando? Definitivamente me conocía muy bien. Pero por mucho que me pidiera disculpas no arreglaría nada. Suspiré.
-Seguramente esto no lo quieras oír, pero me he dado cuenta de que… todo lo que ha pasado en este tiempo, en realidad, sí que lo sentía –iba a decirle que se callara, que no quería escucharla más, pero no me salió ninguna palabra-. Sí que llegaste a ser mi mejor amiga, sí que te quise…
-¿Y en qué maldito momento te has dado cuenta de eso? –bufé.
-Cuando… cuando encendieron la hoguera…
-Pues te ha costado, ¿no? –repuse con desdén-. Pensaba que dirías algo como que te diste cuenta mientras reflexionabas en tu habitación cómo habías sido la peor amiga del mundo.
-Lo… -no continuó la frase, e inclinó la cabeza.
-Me das asco –le espeté.
-Samira –me llamó Ayerai. Me giré hacia él y vi que cogía a Neile de la mano, ya no había nadie más allí-. Reunión en casa de Neliel, dice que los lleves primero a su casa.
Cogí a Eric de la mano, el cual no había intervenido en toda nuestra discusión, y luego agarré a Amber bruscamente por el brazo. Segundos después estábamos frente a su casa. Solté a Amber y sin decir una sola palabra me alejé junto a Eric calle abajo. Atisbé de reojo cómo él volvía la mirada hacia Amber. Luego regresó a mi lado.
-¿Estás bien, Samira? –me preguntó en un susurro.
Negué con la cabeza al tiempo que mis ojos se anegaban en lágrimas. Eric hizo que detuviera el paso y me envolvió con sus brazos.
-¿Por qué narices ha tenido que hacer todo esto? –sollocé en su hombro.
-Bueno, al final ninguno de nosotros ha salido herido. Y… ella se ha disculpado.
-¿Qué quieres decir con eso? –me incorporé para mirarle a los ojos.
-Que se arrepentía y al menos te ha pedido disculpas.
-¿Y qué debo hacer? ¿Perdonarla? ¿Después de todo lo que me ha hecho, de todo lo que nos ha hecho pasar?
-Tú siempre dices que hay que dejar las cosas en el pasado y no ser rencoroso.
Resoplé.
-No me puedo creer lo que estás diciendo, Eric.
-No te digo que la perdones si tú no quieres hacerlo, pero…
-Da igual, no digas nada más. No quiero oírlo.
Me aparté de él. Eric me cogió del brazo para retenerme.
-Está bien. No diré nada más. Sé que estás dolida por lo que te ha hecho, es lógico.
Me estrechó de nuevo contra él.
-Será mejor que vaya ya a casa de Neliel, me estarán esperando.
Me besó con ternura antes de que desapareciera.
-Te quiero –me despedí.

Segundos después estaba frente a la enorme casa de la directora de Itziar. Me dirigí hacia el interior de la edificación y entré en la sala de estar. Todas las miradas se dirigían indiscretamente a mí mientras me sentaba en uno de los sofás libres.
-Bueno –habló Neliel, con un tono de voz jovial-. Parece que ya hemos acabado, parece que al fin podemos vivir completamente tranquilos. Aunque algunos de vosotros no estéis de acuerdo con la decisión que he tomado.
Hizo una larga pausa.
-Hoy ha sido un día agotador –habló-. Pero totalmente gratificante. Y creo que no sabía completamente el potencial que tenían mis alumnos. Enhorabuena –a todos se nos pintó una gran sonrisa en el rostro.
-Pues creo que nosotros sí que sabíamos el gran potencial que tenía nuestra directora –dijo Neile.
Neliel sonrió más ampliamente.
-Pues ahora nos merecemos todos un descanso, ¿no creéis?
Uno a uno fuimos levantándonos, y empezaron a salir hacia sus habitaciones.
Antes de salir por la puerta Neliel me paró. Me acerqué hasta su mesa de escritorio.
-Hoy has hecho un trabajo genial, Samira. Sé que no te ha sido nada fácil soportar el dolor.
-Ha sido muy duro. Pero gracias, Neliel, sin ti no podríamos haber salvado a los dos y no tienes idea de cuánto de lo agradezco.
-De nada. Pero creo que realmente yo no he hecho nada aquí, sin ti no podríamos haber salvado a los dos.
-Gracias de todos modos.
Le devolví la sonrisa y salí por la puerta.

jueves, 16 de agosto de 2012

CAPÍTULO 43


CAPÍTULO 43: Las Cinco Brujas
Volví la mirada hacia Ayerai, que continuaba en el suelo, pero según parecía la poción curativa estaba haciendo su efecto. Me incorporé lentamente, y me dirigí hacia él, sin soltar a Eric. Me arrodillé junto a su cuerpo, con una sonrisa en la boca. Habíamos conseguido salvarle, después de todo ambos estaban vivos. Las quemaduras en su cuerpo habían sanado ya casi por completo, sin embargo, seguía sin respirar.
-Ayerai –susurró Neile moviéndole suavemente-. Despierta. Ayerai, despierta –este no se movió-. ¡Ayerai!
Los ojos se me llenaron de lágrimas de nuevo y la sonrisa se borró por completo.
-Debería funcionar –me quejé y levanté la mirada hacia Neliel-. ¿Por qué no funciona?
-Puede que la poción haya curado las heridas de su cuerpo –hizo una pausa para que no se le cortara la voz-. Pero si su corazón ya no late…, no hay nada que hacer.
-¡¿Qué?! ¡No! –replicó Neile-. ¡Tiene que seguir vivo, no puede morir!
En el momento que Neliel fue a decir algo un estridente sonido empezó a oírse por toda la plaza de aquel pueblo desierto. La gente miraba hacia todas partes; yo, por el contrario, clavé la vista en la gran cantidad de luces anaranjadas que teníamos sobre nuestras cabezas, que flotaban como si se trataran de pétalos. Entonces comenzaron a separarse lentamente y fueron desapareciendo.
-¿A dónde van? –musité, asombrada.
-A sus respectivos dueños –contestó Neliel.
-Pero, si para robar el poder a una bruja hay que matarle.
-Irán a sus respectivos descendientes, ellos son sus dueños ahora.
Observé como iban dirigiéndose hacia todas partes, sin embargo una bajó lentamente hasta introducirse en el cuerpo de Ayerai. Todos miramos como su pecho se iluminaba, sorprendidos; y esperanzados. Ayerai empezó a moverse ligeramente, como si estuviera sumido en una pesadilla.
-Su piel –habló Neile, apartando la mano-. Está empezando a quemar.
La luz se apagó minutos después. Aguantamos la respiración por un instante, que se hizo eterno. Y Ayerai abrió los ojos de golpe, respirando con dificultad.
-¡Ayerai! –Neile se abalanzó sobre él, abrazándole con fuerza. Y este le devolvió el abrazo-. ¿Te encuentras bien?
-Sí, me encuentro perfectamente, no… –se calló y soltó un pequeño gemido de dolor.
-¿Qué pasa?
-¡Ah! –se quejó. Puso la mano arriba de su pecho, casi en el cuello-. Me quema.
Antes de que apartara el cuello de la camiseta para poder verse el torso yo me miré la muñeca, imaginándome lo que iba a encontrar. Una estrella de cinco puntas, exactamente igual a la que yo tenía, se había creado en su pecho.
-Vaya –exclamó, y volvió la mirada hacia mí-. Es incluso más doloroso de lo que me imaginaba.
Me miré la muñeca de nuevo, impresionada por lo que acababa de pasar. Y aliviada de no ser la única que hacía que el resto de los brujos y brujas continuaran con vida.
-Impresionante –musitó Neliel-. Eres una de las Cinco Brujas. Habitualmente el poder solo se manifiesta en mujeres, pero, claro, en tu familia solo hay hombres.
Ayerai se incorporó ligeramente y arqueó una ceja.
-¿Una de las Cinco Brujas? Suena raro, soy un brujo. Habrá que cambiarle el nombre o algo –dijo con una sonrisa.
Me reí y le di un golpe amistoso en el hombro.
-Te has quitado un peso de encima, ¿verdad? –adivinó.
-No sabes cuanto.
-Neliel –habló la voz de Phoebe, que iba acompañada por Simon-. ¿Qué hacemos con ellos?
Esta se levantó y rodeó la plaza con la mirada, observando los cuerpos por todo el alrededor.
-Habrá que hacer que desaparezcan.
Oímos un grito a nuestras espaldas y nos volvimos para observar cómo Cameron sujetaba a Dania por el cuello.
-¡Defixi! –escuchamos la voz de Doman y Cameron cayó al suelo, inmóvil.
-Haced que todos desaparezcan –ordenó Neliel-. Sin embargo, los más jóvenes todavía parecen estar vivos, no estaban tan vinculados con el poder que tenían.
-Pues yo me encargo de él –dijo Ayerai mientras se levantaba del suelo.
-Quieto, Ayerai –le paró Neliel-. Pensaremos qué haremos con ellos, pero no les atacaremos. Ahora no tienen poderes.
Hizo caso omiso y se dirigió hacia Cameron.
-Ayerai –Neile le cogió por el brazo para frenarlo-. No hagas nada.
-Ese tío casi te mata, Neile –dijo mirando a este con odio, y la recordé a ella sangrando en el suelo-. No pienso quedarme quieto.
Neile le miró seriamente. Finalmente él soltó un suspiro de rendición y cedió.
-¿Y qué haremos con ellos? –preguntó a Neliel.
-No lo sé todavía –respondió esta-. Primero haremos desaparecer al resto.
Fueron haciendo desaparecer todos aquellos cuerpos, excepto a los más jóvenes. Además, aquel hechizo tan solo funcionaba con un cuerpo inerte, no podías hacer desaparecer a alguien con vida. Al otro lado de la plaza Neliel había reunido a los miembros más jóvenes de la Inquisición.
-¿Qué es lo que está haciendo? –preguntó Eric.
Me encogí de hombros y negué con la cabeza.
-Vamos –dije mientras me incorporaba.
Cuando llegamos hasta el grupo de gente escruté el rostro de aquellas personas, probablemente el más mayor de ellos no pasaría de los veinte años.
-Creo que no deberíamos andarnos con rodeos –comentó Doman-. Tal vez si los dejamos con vida vuelvan a unirse.
-Eso sería imposible, no pueden volver a conseguir poderes. Da igual que maten a nadie –se adelantó a añadir-. Seguramente podríamos dejarlos y…
-No –dijo seriamente Ayerai-. No podemos dejarlos como si nada de esto hubiera pasado. Han matado a muchos de los nuestros durante años.
-A lo mejor podríamos encerrarlos –opinó Dania-, meterlos en Tellius.
-Eso es una cárcel solo para magos –dijo Mayara.
-¿Y si les borramos la memoria? –inquirió Neile-. Que olviden todo lo relacionado con la Inquisición y la magia.
-Sabes que ese hechizo es muy peligroso, puedes causarles daños en el cerebro.
-Pues que lo haga Samira, ella debería tener el poder suficiente para hacerlo sin problemas –se volvió hacia mí y me observó unos segundos-. Bueno, tal vez esté un poco débil para hacerlo, pero…
-Es peligroso, Neile. Creo que deberíamos dejarles que se vayan, ya no tienen poderes, se puede decir que son inofensivos.
-¿Inofensivos? –se quejó Ayerai-. Tal vez no tengan poderes, pero nos pueden atacar de cualquier otra forma.
-Escuchad –habló Neliel, dirigiéndose a ellos-. Os dejaremos marchar, pero con la condición de que no volváis a hacer daño a ninguno de nosotros, nunca.
-Pero, ¿qué dices, Neliel? –repuso de nuevo Ayerai.
-Les dejaremos ir.
-¿Te has vuelto loca?
-Podrían intentar matarnos de nuevo –se unió Doman-. Acabemos con ellos y ya está.
-No haremos eso, no les atacaremos. Porque no somos como ellos, ¿acaso vosotros pensáis que sí?
-¡No! –replicaron ambos a la vez.
-Pues entonces estamos todos de acuerdo. Les dejaremos marchar siempre y cuando cumplan la condición.
-Si no es así –añadió Doman dirigiéndose a ellos-. Ya no habrá más rodeos. Está claro, ¿no?
Ellos asintieron, cabizbajos. Ayerai soltó un suspiro, dejando ver su total desacuerdo.
-De acuerdo, una vez todo aclarado, os llevaremos a vuestra casa.
-Yo no lo pienso hacer –dijo Doman.
-Yo me encargaré –se ofreció Dania.
-Yo iré con ella –se unió Mayara.
Fueron llevando uno a uno a sus respectivas casas, según Ayerai, sería una buena forma de tenerlos controlados, por si acaso se saltaban la condición impuesta. 

lunes, 6 de agosto de 2012

CAPÍTULO 42


CAPÍTULO 42: Oposición
Nuestro enorme círculo rodeaba toda la plaza, en la cual se encontraba una pequeña tarima, igual que las que había visto en mis pesadillas; esta vez para una sola persona. Los miembros de la Inquisición se encontraban a un lado, a excepción del padre de Amber, el cual estaba frente a Ayerai.
Nadie pareció percatarse de nuestra presencia, lo que indicaba que el hechizo funcionaba perfectamente. Solo tendríamos que esperar a que comenzaran con el sacrificio, y una vez vulnerables podríamos atacarles sin problemas. Y hacerlo rápido sería la única forma de salvar a Ayerai.
-Sabes que somos gente de palabra –habló el padre de Amber-. Aquí tienes a tu novio.
Cameron salió de entre la gente, arrastrando a Eric con él. Desde donde estaba podía observar varias heridas en su rostro y en el brazo. Di un paso adelante instintivamente, apoderándose de mí la necesidad de salir corriendo hacia él, pero Neile estiró de mi brazo. Retrocedí un paso, conteniéndome.
-En cuanto al resto del trato, ya sabes cómo continua.
Apartaron a Eric lejos del centro de la plaza y él se quedó inmóvil, observando la escena. Cameron se acercó a Ayerai y con forme le subía hacia la tarima las lágrimas se derramaron por mis mejillas. Lo ató contra el pilar. Miré de reojo a Neile que lloraba en silencio. Ayerai rodeó la plaza con la mirada discretamente, luego cerró los ojos.
Los brujos fueron colocándose alrededor de la tarima, formando una especie de dibujo. Entonces Ryan musitó algo, y la hoguera empezó a prender.
En ese momento, mientras el fuego iba aumentando, empezaron a murmurar algo al unísono, que no entendí. Intenté apartar la mirada del cuerpo que prendía en ese momento, mi cuerpo, aunque bajo él estaba Ayerai, y miré a Neliel de reojo, esperando que indicara cuando debíamos empezar a pronunciar el conjuro. Entonces noté una punzada de dolor, igual que lo había notado en otras ocasiones cuando había sentido cómo una bruja moría. Un calor horrible me empezó a abrasar la piel, aunque sabía que no se lo trasmitiría a mis compañeras; mi piel no quemaba, tan solo lo notaba.
Neliel nos dio la señal para que empezáramos a recitar el hechizo.
-Spirtus liberterium potstatem ut invaudere –musité, una y otra vez, al unísono con el resto de mis compañeros.
Bajo la piel la marca también me ardía. Apenas podía soportar el ardor del fuego unido a la energía que debía utilizar para llevar a cabo el hechizo. Me notaba exhausta, como si fuera a perder la conciencia en cualquier momento, al igual que Ayerai, y aunque lo prefería antes que aguantar aquel dolor sabía que no iba a pasar; lo soportaría hasta el final. Continué concentrada en recitar el conjuro y traté de eliminar todo lo demás de mi cabeza. Sin embargo las piernas me cesaron y caí al suelo de rodillas, sin soltar a Dania y a Neile. Esta última estiró de nuevo de mi brazo para que me levantara.
-Vamos, Samira, puedes hacerlo –susurró.
Me incorporé temblorosamente, intentando aguantar el horroroso sufrimiento. Levanté la cabeza para observar lo que pasaba. Todas aquellas personas, colocadas alrededor de la tarima en la que Ayerai prendía, tiraron la cabeza hacia atrás, dominados por alguna fuerza. Uno de ellos, el más anciano de todos, se elevó lentamente en el aire, a tan solo unos pocos centímetros del suelo. Y de su pecho salió un destello anaranjado. La pequeña luz se quedó flotando en el cielo, y el anciano se desplomó en tierra. Junto a él, Ryan, sufrió el mismo efecto. El resto parecían absortos de lo que pasaba a su alrededor y poco a poco uno a uno fueron cayendo. Cerré los ojos para concentrarme más en el hechizo. Cada vez el cansancio era mayor.
Abrí los ojos de nuevo al notar que las manos de mis dos compañeras se aflojaban. Frente a nosotros todos los miembros de la Inquisición yacían en el suelo y las luces anaranjadas, que representaban el poder de cada uno de ellos, flotaban en el cielo, sobre la plaza. Me dejé caer de rodillas a tierra y apoyé las manos para no desplomarme contra el suelo.
-Samira –habló Neile a mi lado-. ¿Estás bien?
Asentí levemente.
-Ves a ver cómo está Ayerai –susurré respirando entrecortadamente.
Ella apagó el fuego con una gran ráfaga de viento y se acercó a este, que cayó como un objeto pesado contra el suelo. Entonces mi cuerpo desapareció y volvió a ser el de Ayerai de nuevo, todo inundado por pronunciadas quemaduras.
Escuché unos pasos acercándose lentamente a mí.
-¿Samira? –oí la voz asustada de Eric.
Levanté la vista para mirarle. Me observó a mí y luego volvió la mirada al cuerpo que antes había sido idéntico al mío. Repitió la acción varias veces. Se dejó caer a mi lado y me observó fijamente, como si no se acabara de creer que estaba allí.
-Una poción –expliqué.
-Samira –susurró de nuevo. Me abrazó con todas sus fuerzas, estrechándome contra él. Hundí mi rostro en su hombro-. Dios, pensaba que te había perdido para siempre.
Me cogió el rostro con ambas manos y presionó sus labios contra los míos, con fuerza y suavidad a la vez. Me besó apasionadamente y enredé mis dedos en su pelo. Me separé de él ligeramente para coger aire y apoyé mi frente sobre la suya.
-Siento lo que ha pasado.
-No ha sido tu culpa –dijo al tiempo que negaba con la cabeza.

sábado, 4 de agosto de 2012

CAPÍTULO 41


CAPÍTULO 41: Sacrificio
-¡No! –dijimos Neile y yo a la vez.
Nos miramos un segundo y después volvimos la mirada hacia Ayerai.
-No, Ayerai, nadie va a hacer esto. Buscaremos otra forma.
-Si no hubiese otra forma –contestó, con la vista clavada en Neliel, sin querer mirarnos a ninguna de las dos-, yo lo haría.
-Pensaremos otra cosa –repuse antes de que Neliel dijera nada.
-Sí –afirmó esta-. La reunión se ha acabado –nadie se movió de su sitio, aunque habíamos oído perfectamente lo que había dicho-. Chicos, la reunión se ha acabado –repitió ahora con voz imponente.
La gente se fue levantando y saliendo por la puerta, excepto yo. Cuando el último cerró detrás de sí Neliel se dejó caer sobre la silla que había tras el escritorio. Apoyó los codos en la mesa y se frotó la cara.
-No puedo dejar que Ayerai muera, no puedo dejar que ninguno de vosotros muera. Tengo que pensar en otra cosa. No puedo dejar que corráis peligro.
Me senté en la silla que había frente a ella.
-Enfrentarse a la Inquisición ya es algo peligroso, tampoco puedes protegernos de todo. Tú nos has enseñado a cuidarnos bien.
Me levanté al ver que no decía nada, ni siquiera levantó la vista para mirarme; querría estar sola. Caminé sin rumbo por el pasillo. Todo esto me estaba superando, Ayerai no podía morir por mí. No lo permitiría. Por otro lado estaba Eric, tenía que buscar la forma de salvarlo. Sin apenas pensarlo me plantaría allí a medianoche, haría cualquier cosa por salvarle, pero había cientos de personas que morirían por ello. Apoyé la espalda contra la pared y me deslicé hasta el suelo. Me rodeé las piernas, me las abracé contra el pecho y hundí el rostro entre ellas.
-Tienes que dejar que lo haga –oí a Aimara a mi lado, pero no levanté la cabeza.
-No voy a dejar que Ayerai muera.
-No vas a poder salvar a los dos.
-¿Pretendes que elija entre uno de ellos? No lo pienso hacer, salvaré a los dos.
-Entérate de una vez que estarán esperando cualquier indicio de otra persona. Os detectarán sin problemas. Además, si el sacrifico que él hace os salvará a todos, ¿no puedes pensar que a lo mejor sirve para algo?
-No, simplemente no me cabe esa idea en la cabeza.
-Eres una cabezota, ¿lo sabías?
-¿Por qué? –dije ahora levantando la cabeza, enfadada-. ¿Porque quiero salvar a mi mejor amigo? ¿Porque no quiero que mi novio muera? Sí, entonces soy una cabezota.
Soltó un largo suspiro.
-Neliel no ha encontrado otra forma de hacerlo. Y tú no vas a presentarte allí porque si no matarías a todos los brujos –se adelantó a decir al ver mi expresión. Me conocía mejor de lo que yo pensaba-. No seas impulsiva.
Noté como los ojos se me llenaban de lágrimas. En ese momento advertí que alguien se sentaba a mi lado. Phoebe pasó el brazo por mis hombros, sin decir nada, y me abrazó. Hundí la cara en su pelo y rompí a llorar. Nos quedamos en silencio, con ese simple gesto me tranquilicé. Phoebe siempre sabía cómo calmarme.
-Samira –escuché la voz de Neliel y levanté la cabeza rápidamente, con las lágrimas ya secas en los ojos. La directora del centro, con un rostro habitualmente serio pero amable, parecía haber envejecido varios años de repente-. Sé que me odiarás por ello, pero no he encontrado otra forma de hacerlo. Sin embargo, tal vez podamos llegar a salvarle.
-¿A qué te refieres? –pregunté esperanzada.
-Tú puedes hacer un hechizo, que tan solo puede llevar a cabo algún miembro de las Cinco Brujas, para que no nos detecten al llegar, más o menos como si fuésemos invisibles. Ello te protegerá de que no te vean allí. Si consiguiéramos acabar con ellos con rapidez tal vez podamos salvar a Ayerai.
-De acuerdo –me levanté-. ¿Cuál es el hechizo?
-Haudephendere.
Asentí, repitiendo aquella palabra en mi cabeza una y otra vez.
-Pero, ¿podrá hacerlo sin haberlo practicado antes? –preguntó mi hermana.
-Sí, el poder de las Cinco Brujas la ayudará –se dirigió de nuevo hacia mí-. También tendrás que aprenderte el hechizo para matar a la Inquisición cuando llegue el momento. Con la fuerza de todos podremos hacerlo, el resto ya se lo sabe, no es difícil –empezó a recitar el conjuro-. Spirtus liberterium potstatem ut invaudere.
Rápidamente mi cabeza lo tradujo.
-Espíritus liberad el poder que les invade –susurré-. ¿Qué quiere decir exactamente?
-Una vez que el poder se vaya de ellos, morirán.
-¿Cómo si les arrancáramos el poder?
-Un poder que no es suyo, tú mejor que nadie sabes eso.
Me estremecí al recordar aquella horrible sensación que me desgarraba cuando la Inquisición había matado a aquellas brujas. Neliel miró su reloj de reojo. Yo la imité y vi que era casi media noche.
-¿Dónde está Ayerai?
-En su habitación.
Asentí y subí rápidamente las escaleras hasta su cuarto.
-¡No lo hagas, por favor! –oí la voz en grito de Neile cuando estuve a punto de tocar.
-No lo hago solo por salvarla a ella, lo hago para protegeros a todos. Para salvarte a ti.
-¡Pues no quiero que me salves, no de esta forma! ¡No dando tu vida!
Hubo unos segundos de silencio.
-Te quiero –escuché que decía Ayerai.
Me aparté y me senté en la otra punta del pasillo, dejándoles intimidad. Se me llenaron los ojos de lágrimas al pensar en lo que Neile estaría sufriendo en aquel momento; y Ayerai también.
Esperé pacientemente a que acabaran de hablar. Minutos después se abrió la puerta. Me incorporé al ver a Neile salir y cerrar tras de sí. Me acerqué hasta ella y la abracé con fuerza mientras lloraba desconsoladamente en mi hombro. Probablemente me odiara, gracias a mí estaba pasando todo esto. Tal vez ni quería que la estuviera abrazando en aquel momento.
-Lo siento, Neile –sollocé, sin soltarla-. Esto es culpa mía, seguramente me odies por ello.
-No te odio Samira, para nada. Y esto no es… culpa tuya, no es tu culpa… tener el poder de las Cinco Brujas, no es tu culpa que la… Inquisición vaya a por ti. Así que no lo pienses.
-Ayerai va a sacrificarse por mí.
Noté como su lloro aumentó ligeramente.
-Eso no es así…, lo hace por todos nosotros. No te eches toda la culpa sobre tus hombros.
Me separé de ella y me sequé las lágrimas, ella hizo lo mismo, al tiempo que sorbía por la nariz. Ambas nos sonreímos ligeramente.
-Lo salvaremos.
Suspiró sonoramente y asintió, sin mucho convencimiento.
-Tú solo ten preparada la poción curativa –le dediqué una pequeña sonrisa forzada.
Se despidió y me volví para tocar a la puerta. Entré.
-Hola –suspiró a modo de saludo. Me acerqué a la cama y me senté junto a él-. Espero que no vengas a intentar convencerme de que no lo haga.
-Sería inútil, ¿verdad?
-Sí, no eres la primera que lo ha intentado. Pero no retrocederé en mi decisión.
-Solo venía a… –se me cortó la voz.
-Despedirte –me ayudó.
Me miró fijamente, con los ojos humedecidos. Me acerqué más para abrazarle.
-Eres el mejor amigo que he tenido nunca –susurré con una sonrisa-. Siempre me sabes escuchar, y consigues hacerme reír.
Me devolvió otra sonrisa. Entonces llamaron a la puerta y ambos nos giramos para ver a Neliel.
-Ayerai –murmuró-. Apenas quedan unos minutos para medianoche.
-Claro, debería irme ya.
Se apartó de mí y me dedicó otra sonrisa antes de salir por la puerta acompañado de Neliel. Les seguí pocos metros por detrás hasta llegar al jardín, donde ya se encontraba todo el mundo. Ayerai se separó de la gente y escrutó cada uno de nuestros rostros. Neile se acercó a él y le besó, tal vez pensando que sería la última vez. Luego se separó y se puso de nuevo a mi lado. Ayerai destapó el pequeño bote que tenía entre las manos y se lo bebió. En ese momento se encogió un par de centímetros y su figura cambió. Su rostro se volvió más alargado y sus ojos se convirtieron en los míos. Era realmente extraño verse a uno mismo fuera del espejo. Le dediqué una sonrisa antes de que desapareciera.
Minutos después me tocó actuar a mí. Cada uno fue cogiendo a su compañero de la mano, hasta que el círculo se cerró.
-¿Estás lista, Samira? –preguntó Neliel desde el otro lado del círculo.
-Sí, lo estoy –cerré los ojos y me concentré en el hechizo, el resto se encargaría de teletransportarnos hasta Salem-. Haudephendere.
Noté como me ardía la marca y una luz amarillenta me cubrió por completo y se fue extendiendo por el resto de los alumnos. Una vez listos, aparecimos en Salem.

viernes, 3 de agosto de 2012

CAPÍTULO 40


CAPÍTULO 40: Contraatacar
Abrí los ojos lentamente, llevaba días sin dormir tan bien. Me desperecé bajo las sábanas y cerré los ojos de nuevo. En ese momento me vino a la mente la imagen que Amber había puesto en el álbum de fotos que me había regalado para mi cumpleaños, en la que salíamos ambas, y recordé la frase que había puesto: <<Para mi bruja favorita>>  Noté de nuevo las ansias de llorar, cuando pensaba que las había gastado todas la noche anterior. Me levanté para ir a la ducha. Dejé que el agua me empapara mientras contenía aquellas ganas de sollozar. Una vez vestida me dirigí hacia el comedor. Los pasillos estaban vacíos, no era normal que todo el mundo estuviera durmiendo todavía. Pasé frente a la sala de estar y atisbé por la pequeña ranura que dejaba la puerta entreabierta, que todos estaban reunidos allí. Me acerqué y abrí la puerta. Los que allí encontraban se volvieron hacia mí.
-¿Por qué nadie me ha despertado? –me quejé mientras me acercaba hacia el primer sofá libre.
-Pensamos que querrías dormir, llevas un par de días sin pegar ojo –contestó mi madre, pero sabía que había algo más.
-¿Y de qué hablabais?
Todos se intercambiaron una mirada cómplice con Neliel, la cual contestó.
-Sobre la Inquisición, y lo que haremos para atacar esta noche.
-¿Y por qué no me habéis despertado? –les acusé.
Todos se quedaron en silencio.
-¿Alguien piensa contestar? –protesté impaciente.
-Porque… creemos que lo mejor será que te quedes aquí –contestó mi padre.
-¿Qué? ¿Estáis locos? No me pienso quedar aquí sentada mientras vosotros vais a por unos tipos que me quieren a mí. No –dije rotundamente.
-Por eso, precisamente, lo más seguro es que te quedes aquí –habló Neliel-. Si vienes y te cogen…
-Me da igual, no quiero quedarme aquí.
-Vamos, Samira, no seas niña –intervino Doman-. No puedes venir y arriesgarnos a que te cojan, moriríamos todos.
Me giré para fulminarle con la mirada.
-¿Cuál se supone que es el plan? –pregunté, ignorándolo-. Ellos son mucho más fuertes.
-No ahora –explicó la directora-. Sus poderes se están debilitando, tal vez los más jóvenes todavía mantengan la fuerza, el resto no. Por ello atacaremos por la noche, con forme pasen las horas estarán más débiles.
-Está bien. Pero yo quiero ir, por favor.
-Es peligroso, Samira. Necesitamos que tú estés segura, y este es el único lugar en el que lo puedes estar. Lo siento.
Suspiré sonoramente y me dejé caer contra el respaldo.
-Necesito ir, no puedo quedarme aquí… –susurré.
El sonido de mi móvil resonó en el silencio que se había creado en aquel momento. Lo cogí para mirar quién era, aunque me lo imaginaba.
-Eric –dije al descolgar-. Ahora no puedo hablar, ¿te puedo llamar luego?
-Bueno, tenía algo importante que decirte pero cómo quieras –me quedé de piedra al oír la voz de Cameron al otro lado, y me temí lo peor. Me quedé unos segundos callada por el horror, mientras todos me miraban expectantes.
-¿Qué habéis hecho con Eric? ¿Dónde está? –exigí saber. Recordé lo que Amber me había dicho sobre que Eric sí le importaba; simplemente era otra mentira.
-Eric está justo aquí con nosotros –contestó-. Está bien –hizo una pausa-. Por ahora.
-¿Qué es lo que queréis?
-¿Que te parece a una chica morena, de pelo largo y ojos verdes?
Suspiré.
-Me tendréis, pero quiero que le soltéis.
Miré hacia Neliel, que me observaba con pura preocupación mientras intentaba buscar alguna forma de contratacar.
-Lo haremos cuando te tengamos frente a nosotros.
-Quiero que me dejes hablar con él –reclamé.
Tras unos segundos oí su voz.
-Samira –sonaba jadeante.
-¿Estás bien? –pregunté casi en un sollozo.
-Sí, pero no…
-Es suficiente –oí de nuevo la voz de Cameron-. Ven a Salem, en la plaza a medianoche y se puntual. No hace falta que te diga todo eso de “ven tú sola, no nos la juegues…” Porque supongo que sabrás que no vamos a tener ningún reparo en matarlo si lo haces, ¿verdad?
Me dio un vuelco el corazón, que me latía con demasiada fuerza.
-Estaré allí a medianoche, pero no le hagáis daño.
-No lo haremos siempre que seas puntual –lo siguiente que escuché fui un simple pi, pi
Todos me observaban, esperando que dijera algo; yo, por el contario, miraba al suelo, todavía con el móvil entre las manos, en silencio. Me froté la cara mientras lloraba. Si yo moría, todos ellos, y cientos de personas más, lo harían. Pero no podía dejar que Eric muriera.
-¿Qué vamos a hacer? –miré a Neliel, suplicante.
-No sé, Samira –negó ligeramente con la cabeza, se le notaba frustrada-. No podemos dejar que vayas allí y mueras…
-Pero tampoco podemos dejar que Eric muera –le corté.
-Lo sé, lo sé. Pensaré en algo, lo prometo.
-Sé que tienes algo en mente –la acusé al ver su rostro-. ¿Qué es? –continuó callada-. Neliel, ¿qué es?
-Es algo complicado –le miré fijamente, incitándola a seguir-. Durante el sacrificio, en luna nueva, la Inquisición estará en su momento más débil, serán completamente vulnerables, y podremos atacarles sin problemas.
-Pero en ese momento nadie podrá luchar –musitó Mayara.
-No si… –suspiró-. No si alguien se hiciera pasar por Samira –todos exhalaron, se oyó algún grito ahogado por el fondo.
-¡No! –me negué rotundamente-. No puedo permitir que alguien se sacrifique por mí de esa forma. Tiene que haber otra cosa que podamos hacer.
-Estoy pensando, Samira, pero… –negó simplemente con la cabeza.
-¿Y si voy y antes de que el sacrificio se produzca atacáis?
-Nos descubrirían –murmuró-. Estarán atentos hasta que… hasta que la hoguera prenda.
-Sospecharán que no vas a ir sola –se unió mi padre-. En cuanto a lo de la poción, ¿cuáles son los requisitos? –lo que acababa de decir significaba que él pretendía ofrecerse voluntario.
-¡No, papá! –me miró un segundo y luego volvió la cabeza hacia Neliel para que hablara.
-Durante la luna nueva las pociones, y también los poderes, aunque en menor grado, se debilitan. Es decir, que en algunas personas apenas funcionará, en otras, tal vez unos minutos. Para que la poción para la metamorfosis funcione durante unas horas debe tomarla alguien joven, probablemente que no pase de los veinte. Que sea fuerte, que tenga poder.
Rodeé la sala, escrutando los rostros de todos ellos. La mayoría tendría los veinte, tal vez alguno más o alguno menos.
-Yo lo haré –me quedé pasmada al oír quién lo decía, y me giré para mirar con horror a Ayerai.