CAPÍTULO 5: Pesadilla
Me tumbé en
la cama. Suspiré y cerré los ojos, estaba exhausta.
Entonces sentí
que me daba un vuelco el corazón, como si cayera al vacío, y abrí los ojos de
golpe. Miré a todas partes, asustada; me encontraba en pleno bosque, en mitad
de la noche. Oía a lo lejos gritos desgarradores, pero no conseguía ver nada en
aquella oscuridad. Poco a poco el horror empezó a apoderarse de mí mientras
andaba entre los árboles intentando buscar una salida; sin embargo aquel bosque
no parecía acabar nunca. Escuché una voz a mi espalda y me giré sobresaltada.
Retrocedí unos pasos y tropecé contra una roca, cayendo al suelo. Me incorporé
precipitadamente, horrorizada ante lo que tenía delante: una chica pálida como
la nieve, vestida con ropa propia de siglos atrás. Miraba al infinito mientras
recitaba algo en un susurro, en un idioma que no lograba entender. Alzó las
manos hacia mí. Fui deshaciendo el camino trazado mientras la chica, con las
manos en alto, me seguía. En un instante se colocó frente a mí y me cogió por
el cuello. Solté un grito. No entendía qué estaba pasando. Noté cómo sus manos
se apretaban alrededor de mi cuello y empezó a faltarme el aliento. Pataleé
todo lo que pude para deshacerme de aquella chica, queriendo quitarme aquellas
manos que parecían de hierro. Intenté aguantar el poco oxígeno que me quedaba,
pero mis ojos se cerraron.
Cogí una
bocanada de aire, y empecé a respirar con dificultad, todavía notaba el dolor
en mis pulmones. Miré a todas partes, me encontraba en mi habitación, sentada
sobre la cama.
-Samira,
cariño, ¿qué pasa? –mi madre entró precipitadamente en la habitación.
-No pasa
nada, estoy bien. Ha sido solo un sueño.
-Te oíamos
chillar desde la habitación.
Miré hacia la
puerta, mi hermana y mi abuela estaban observándome, ambas con expresión de
pura preocupación.
-Solo era una
pesadilla –las tranquilicé, aunque aquel semblante no se les iba del rostro.
-Está bien
–dijo mi madre-. Buenas noches.
Salió de la
habitación junto a ellas, y antes de que cerrara la puerta Phoebe me miró
seriamente.
Esa fue la
primera vez que empecé a recordar aquellos horribles sueños que me desvelaban
por las noches.
Apagué el
despertador y me sumergí bajo el edredón, sin intención alguna de levantarme.
Pero mi madre irrumpió en mi cuarto.
-Arriba, o
llegarás tarde a clase.
Corrió las
cortinas y me apartó la colcha de la cara.
-Está bien
–musité.
Me incorporé
lentamente y me dirigí al baño. Después de salir de la ducha me miré al espejo,
esperando no tener tan mal aspecto como pensaba. Apenas había dormido esa noche
y se reflejaba claramente en las ojeras que tenía bajo mis ojos. Me dirigí a mi
habitación y una vez vestida fui a la cocina. Me senté en la mesa, esperando
que Phoebe dijera alguna de sus bromas sobre mi aspecto, pero sin embargo se
quedó callada. Lo que me extrañó, pero agradecí.
-¿Cómo has
dormido? –preguntó mi abuela-. Después de la pesadilla, claro.
-No muy bien,
la verdad, me costó volverme a dormir.
Desayuné
lentamente y una vez listas mi hermana me dejó en la puerta del instituto. Salí
del coche y me dirigí a la clase de filosofía. Lo último que me falta para dormirme del todo, repliqué.
Entré en la
clase y me senté en la última fila, junto a la ventana. Dejé la mochila sobre
la mesa y con los brazos cruzados apoyé la cabeza sobre ella.
-¿No has
dormido esta noche? –dijo la voz de Eric delante de mí.
Levanté la
cabeza lentamente y le dediqué una débil sonrisa.
-No hace
falta que digas nada creo que tus ojeras lo dicen todo –afirmó Amber,
sentándose a mi lado.
Volví a
apoyar la cabeza.
-He pasado
una noche horrible, la verdad.
Minutos
después entró la profesora Green. Me incorporé para atender, o al menos
aparentar que atendía, y empezó a explicar.
Nos sentamos
en nuestro sitio de siempre en la cafetería.
-¿Ya sabéis
que os pondréis para la fiesta? –preguntó Alison mientras comíamos.
-¿Qué fiesta?
–inquirí frunciendo el ceño, no había oído hablar de nada.
-La de
Halloween, está claro. –Contestó Natasha-. Se celebra todos los años, ¿en tu
antiguo instituto no lo hacíais?
-Sí, pero
solía ir poca gente.
-Pues aquí
viene todo el mundo. Es muy divertido.
-¿Entonces no
tenéis nada elegido?
Negué con la
cabeza, tampoco se me ocurría nada que ponerme.
-Ya lo tengo
–intervino Amber-. Podemos ir de brujas. Tú y yo. ¿Qué te parece?
Solté una
pequeña risotada.
-Me parece
bien. Pero habrá que ir a comprar, con la mudanza tiramos muchas cosas que
podrían haber servido, aunque tal vez en el trastero tenga algo.
-Bien, yo
también miraré a ver qué tengo por casa. Creo que tenía una pulsera con el
símbolo de las brujas, de un disfraz de mi hermana pequeña.
-Mi hermana
también tiene un collar, aunque no sé si me lo dejaría, no se lo quita nunca.
Pero se lo robaré.
-¿Y vosotras
que os pondréis?
-Yo iré de
vampira –explicó Alison-. Janice como una chica del manicomio; y Natasha de
decapitada.
-Oye –Natasha
llamó nuestra atención-. ¿Alguna de vosotras se ofrecería para ayudar con los
arreglos?
Nos miró a
todas, esperando una respuesta.
-A mí no me
mires –replicó Amber. La verdad es que no la veía metida en todas esas cosas,
sin embargo a Natasha sí.
-Yo te
ayudaré –me ofrecí al ver que el resto no lo hacía.
-Genial,
Samira, muchas gracias.
Le devolví la
sonrisa.
-Mira –sacó
una pequeña libreta de la mochila y la puso sobre la mesa-. Aquí tengo todo
organizado –empezó a explicarme la planificación-. Los chicos se encargarán de
la casa del terror, que se colocará en la parte de fuera; Cris, Jade, tú y yo,
estaremos a cargo de la decoración del gimnasio; el resto se encargará de la
pequeña feria que montarán junto a la casa del terror.
Ahora
entendía por qué aquí venía todo el instituto, en Boston como mucho estaba la
casa del terror.
-De acuerdo,
¿y cuándo empezaremos? –Halloween era este fin de semana.
-Hoy, tenemos
solo un día para organizarlo todo, será el sábado por la noche.
-Vale.
Sonó el
timbre y cada una se dirigió hacia la clase que tocaba.
-Esta tarde a
las cinco en el gimnasio, ¿vale? –me dijo antes de encaminarse junto a Amber
hacia el aula de informática.
-Sí –asentí
con la cabeza.
Nosotras nos
fuimos hacia otra clase aburrida de física.
Llegué a casa
y en cuanto acabé los deberes me tumbé en el sofá para intentar dormir algo
antes de empezar con los preparativos de la fiesta.
Sonó la
alarma de mi móvil que me indicaba que era hora de levantarse. Cogí mi chaqueta
y las llaves del coche de Phoebe.
-¡Eh! ¿A
dónde vas con mi coche? –me recriminó.
-Tengo que ir
al instituto, para los preparativos de la fiesta de Halloween.
Levantó una
ceja.
-¿Te han
castigado?
-No, lo hago
para ayudar a una amiga.
-Está bien,
pero quiero el coche a las ocho aquí, he quedado con Simon.
-Tendrás el
coche a las ocho –acepté antes de salir por la puerta.
Aparqué en la
plaza vacía más cercana al gimnasio. Había bastantes coches en el aparcamiento
para ser las cinco, lo que querría decir que había mucha gente ayudando. Me
dirigí hacia la entrada del pabellón, allí estaba Natasha ordenando que
hicieran cosas aquí y allá.
-Hola. ¿Qué
quieres que haga?
-Hola –miró
su agenda un segundo-. Ves con Cris y Jade, están con la decoración.
-De acuerdo
–obedecí.
Me dirigí
hacia ellas, que se encontraban al otro lado de la pista.
-Hola –las
saludé a ambas. No había hablado mucho con ellas en lo poco que llevaba de
curso, pero las conocía de clase.
Junto a ellas
había un par de cajas llenas de telas de colores oscuros y algunas cosas para
decorar.
-Esto es lo
que tenemos –explicó Cris-. A ver qué podemos hacer.
Me arrodillé
junto a ellas para poder examinar con mayor detenimiento las cajas. La verdad
es que había muchas cosas que elegir. Nos servían un par de telas negras que
pensamos que quedarían bien junto a la puerta de entrada, y cómo no, estaban
las típicas telarañas con las pequeñas arañas colgando. Después de estar casi una
hora acabamos de decidir cómo estaría decorado el gimnasio, aunque no
empezaríamos a montarlo hasta mañana por la tarde. Sin embargo, la casa del
terror ya la estaban poniendo en la parte trasera del pabellón.
-Natasha, ¿necesitas
que te ayude en algo más? La decoración ya está elegida.
-¿Puedes
llevar esto a la casa del terror?
-Claro
Cogí la caja
que me había señalado, que pesaba mucho más de lo que parecía. Anduve hasta la
parte de atrás, parando cada pocos metros, debido al peso de la caja. Me detuve
justo delante de la casa y la observé un momento. La parte de fuera ya estaba
construida: una enorme cabeza decoraba la parte delantera, mientras el resto
estaba pintado de negro y de un naranja rojizo. Cogí de nuevo la caja y entré
por la puerta. Caminé por el pequeño pasillo buscando a alguien. Entretanto oí
la voz de Eric.
-¿Necesitas
ayuda?
Asomé
ligeramente la cabeza para poder verle justo delante de mí.
-Sí, por
favor, esta caja pesa un montón.
La cogió sin
problemas, dejándome como una debilucha. Sonrió al ver la cara que ponía.
-No sabía que
estabas por aquí –comentó mientras andábamos.
-Sí, Natasha
nos pidió alguna ayuda, aunque fui la única que se ofreció. ¿Y tú?
-Yo suelo
ayudar todos los años, montar la casa del terror es muy divertido.
Dejó la caja
en el suelo y empezó a sacar algunas cabezas y adornos para decorar.
-¿Estás tú
solo? –pregunté al ver que no salía nadie para ayudarle.
-Sí, el resto
han decidido desaparecer.
-¿Quieres que
te ayude? –me ofrecí.
-Claro –sacó
una cabeza que daba bastante miedo y me la tendió-. Ponla allí.
Me quedé observándola,
con cierta desconfianza.
-Te digo un
secreto –dijo en voz baja-. Son de plástico, no pasa nada.
-Qué
gracioso.
La cogí sin
apenas vacilar y la coloqué donde me había indicado. En cuanto me giré me lanzó
otra.
-Cógela.
Solté un
grito y me aparté para que la cabeza cayera al suelo. Levanté la vista para fulminarle
con la mirada.
-Lo siento
–se disculpó intentando aguantar una risa ante mi mirada.
-No es muy
agradable ver cabezas decapitadas volando –luego imité su tono de voz en un
susurro-. Aunque sean de plástico.
Soltó una
carcajada.
-La próxima
te la doy en la mano.
Nos pasamos
un buen rato decorando la sala, aunque no llegamos a acabarla. Eric cada vez me
caía mejor, era muy divertido. Habíamos pasado toda la tarde haciendo bromas
con la decoración, y él nunca perdía la sonrisa, una preciosa sonrisa.
-Bueno, me
tengo que ir, debo dejarle el coche a mi hermana a las ocho.
Miró el reloj
de su muñeca.
-Pues llegas
tarde –me avisó-. Son las ocho y cinco.
-¿Qué?
Le eché un
vistazo a mi reloj.
-Adiós –me
despedí antes de encaminarme hacia el aparcamiento.
Aparqué el coche en la puerta, y en cuanto
apagué el motor Phoebe salió por la puerta.
-Ya era hora,
¡son las ocho y diez!
Le di las
llaves y se metió rápidamente en el coche.
-Hazte algo
para cenar. Mamá, papá y la abuela se han ido al teatro; y yo no vuelvo.
-Adiós –me
despedí asintiendo con la cabeza.
Entré en
casa, dejé el bolso y la chaqueta en el suelo y me tumbé en el sofá para ver la
televisión. A los pocos minutos llamaron a la puerta. Me incorporé lentamente y
abrí.
-Hola –me
saludó Amber con una sonrisa.
-Hola, pasa
–cerré la puerta tras ella-. ¿Qué haces aquí?
Me miró un
segundo.
-Vengo para
preparar el disfraz.
-Claro, el
disfraz. ¿Has encontrado algo por tu casa?
-Sí.
Dejó una
bolsa sobre la pequeña mesa que se encontraba en medio del comedor, entre ambos
sofás. Sacó un par de vestidos negros junto a otras baratijas que podrían ser
útiles.
-Este creo
que te vendría bien a ti –dijo alzando uno de ellos.
Era un
vestido largo, que probablemente me pasaría de los tobillos, algo más estrecho
en la zona del tronco y con un pequeño pico en la cadera. Era bonito.
-Yo me quedo
con este –continuó, sacando otro vestido.
El suyo era
más corto, por encima de las rodillas. Ajustado ligeramente en el pecho; el
resto caía como si fuera una especie de tutú.
-Me gustan –opiné-. ¿Qué más cosas tienes?
-He
encontrado la pulsera con la estrella de cinco puntas, ¿tú tienes tu collar?
-No, mi
hermana se lo ha llevado, pero para mañana lo tendré.
-Vale.
¿Tienes por ahí algún gorro de bruja? Es lo que nos falta.
-No lo sé,
puede que en el desván haya algo.
Le indiqué
que me siguiera y subimos las escaleras hasta llegar al final del pasillo del
lado opuesto a mi habitación. Estiré de la pequeña cuerda que abría la puerta del
altillo, de la cual se desplegó una escalera que nos permitiría acceder. Apreté
el interruptor de la pared que tenía a la izquierda para que la luz se
encendiera. Subimos lentamente y nos paramos nada más entrar, para que nuestros
ojos se acostumbraran a la poca iluminación que producía la única bombilla de
la habitación. Esta estaba abarrotada de cosas. Aunque pensaba que muchas cosas
las habíamos perdido en la mudanza, parecía que todo seguía aquí. Había cajas
por todas partes y mientras caminaba en busca de algo que pudiera servir, vi un
enorme baúl antiguo al fondo de la sala. Me extrañé, y me quedé observándolo;
no lo había visto nunca antes. Lo abrí, más que nada por curiosidad, me
imaginaba que ahí no podría haber nada para el disfraz. La pesada tapa se abrió
torpemente, dejando ver un baúl repleto de cosas. Revisé entre los papeles, en
busca de algo que me indicara qué era todo aquello. Tan solo había fotos antiguas,
hojas viejas en otro idioma, y al final se encontraba un enorme libro con la
estrella de cinco puntas inscrita sobre la ruda tapa. Fui a cogerlo, tal vez
podríamos encontrar algo ahí que nos ayudara, aunque no tenía muy claro qué era
ni qué hacía allí. En cuanto mis dedos rozaron la tapa noté un escalofrío que
me recorrió todo el cuerpo, de todas formas lo agarré con ambas manos, debido
al peso que tenía, y una oleada de calor me recorrió de arriba abajo, dejándome
exhausta por un instante, sin aliento.
Tragué saliva.
Rápidamente volví a dejar el libro en el baúl, lo cerré y lo empujé hacia el
lado más alejado de la habitación. No sabía qué era lo que acababa de pasar,
tal vez sería parte de mi imaginación, o la coincidencia de que un escalofrío
me había recorrido por un momento. Seguramente
sería eso, y nada más, pensé.
-¿Has
encontrado algo? –pregunté volviéndome, intentando olvidar lo que había pasado
segundos atrás.
Amber
rebuscaba en una de las cajas.
-Creo que
esto es lo que buscaba.
Sacó dos
gorros de bruja, que reconocí enseguida. Los habíamos llevado Phoebe y yo para
Halloween hacía ya muchos años.
-Genial.
Bajamos de
nuevo al comedor y después de repasar lo que nos pondríamos al día siguiente
guardamos todos los trastos que habíamos esparcido por el comedor.
-¿Quieres
quedarte a cenar? –pregunté mientras buscaba en la nevera algo que comer-. Esta
noche estoy yo sola.
-Claro, pero
¿qué vas a hacer para cenar? ¿Lo cocinarás tú?
Le eché una
mirada recelosa. Desde que me había quedado a su casa a dormir e hice unos
burritos que se me quemaron se quejaba de mi mala cocina.
-Lo de los
burritos fue un accidente, me despisté un momento. Yo cocino bien.
-No los
burritos.
Le di un
pequeño empujón.
-Hay pizza
para cenar, ¿quieres?
-Me parece
bien.
Saqué la
pizza de la nevera y la dejé sobre la encimera. Me acerqué al horno y lo
encendí.
-Todo tuyo.
No quemes la pizza.
Me devolvió
la mirada que le había echado minutos antes y miró el reloj.
-Controlo.
Me senté en
el sofá y encendí la televisión.
-¿Dónde están
los platos? –preguntó.
-En el
segundo estante.
A los pocos
minutos dejó la pizza sobre la mesa, junto a unas tijeras y un par de
servilletas.
-Aquí la
tienes. Perfecta.
-Muchas
gracias –dije con una sonrisa.
Nos pusimos a
ver una comedia que hacían por la tele, no era muy divertida, así que estuvimos
todo el rato hablando, sin prestarle apenas atención.
Amber y yo no
nos conocíamos de mucho tiempo, tan solo un mes, pero sin embargo había cogido
mucha confianza con ella, aquí era mi mejor amiga, y me divertía mucho con
ella. Aunque le encantaba hablar y ya me sabía toda su vida. Por otra parte
parecía que pese a que a Alison, Janice o Natasha las conocía de mucho más
tiempo, yo también era para ella su mejor amiga, ya que iba siempre conmigo.
Entretanto oí
el motor del coche aparcar frente a la casa, y a los poco minutos mis padres y
mi abuela entraron por la puerta.
-Hola
–saludaron al entrar, me miraron a mí y luego a Amber-. Hola, Amber, ¿qué tal?
-Hola
–respondió esta-. Muy bien, estábamos aquí, organizando el disfraz para mañana.
-De brujas
era, ¿no?
-Sí –contesté
yo-. ¿Qué tal el teatro?
-Muy bien
–respondió mi abuela-. Ha sido divertido.
-Creo que ya
va siendo hora de que me vaya –dijo Amber. Se levantó del sofá y cogió sus
cosas-. ¿A qué hora vengo mañana? Así nos preparamos juntas.
-Tengo que ir
primero a ayudar con el decorado –me quedé pensando-. ¿Qué tal a las ocho?
-Vale, a las
ocho estaré aquí. Nos vemos mañana –se volvió hacia mis padres-. Adiós.
-Adiós,
Amber.
Recogí las
cosas de la cena de encima de la mesa, y me subí a mi habitación.
-Buenas
noches.
-Buenas
noches, cielo.
¡EL LIBRO ES EL GRIMORIO! Estoy segura xDD
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