CAPÍTULO 6: La fiesta de Halloween
Bajé las escaleras a
la vez que me ponía la chaqueta y cogía el bolso.
-Phoebe, cojo tu
coche –le informé mientras cogía las llaves de encima del mueble del recibidor.
-Vale.
Retrocedí antes de
salir por la puerta.
-Phoebe –murmuré-.
¿Me puedes dejar esta noche el colgante con la estrella que llevas siempre, es
que vamos a ir de brujas?
-¿Mi colgante? No.
–Dijo tajantemente.
-Por favor, no le va
a pasar nada, en cuanto acabe te lo dejo en el joyero.
-No –volvió a
repetir.
Resoplé.
-Está bien.
Aparqué el coche y
fui directa al gimnasio, allí encontré a Cris y Jade poniendo ya los adornos.
Me acerqué a una de las cajas después de saludarlas, y me uní a ellas.
-¿Falta algo más?
–pregunté mientras buscaba alguna caja que estuviera todavía llena.
-Hay que colgar esto
–me indicó Jade mientras me enseñaba las últimas telarañas.
-De acuerdo, yo me
encargo de colocar las telarañas que faltan.
-Vale, pues si no
necesitas nuestra ayuda nos vamos, todavía no tenemos claro ni qué nos vamos a
poner.
-No pasa nada podéis
iros, yo acabo.
-Gracias.
-De nada –dije
mientras cogía la escalera y me acercaba a la parte donde debían ir colgadas-.
Adiós.
Coloqué la escalera
en una posición que me viniera bien para poder colocar los adornos. Aunque el
suelo era plano, la vieja escalera se tambaleaba ligeramente, pero el pabellón
estaba desierto así que decidí subir de todas formas. Mientras tanto alguien
entró por la puerta. Bajé cuidadosamente los escalones para coger el resto de
telarañas y tropecé torpemente al bajar el último escalón, pero alguien me
cogió del codo para mantener el equilibrio.
-Ey, cuidado.
Me giré para ver a
Eric.
-Hola –saludé con una
tímida sonrisa-. ¿Qué haces aquí? ¿Ya habéis acabado con la casa del terror?
-Sí, estaba buscando
a Natasha, pero veo que no está aquí.
-Se ha ido hace un
rato, a cambiarse –expliqué mientras me agachaba a coger otra telaraña.
-¿Y tú qué?
-Estoy acabando que
colgar los últimos toques del decorado, ya está todo.
-¿Necesitas ayuda?
–ahí estaba su amable pregunta.
Antes de que pudiera
responder me quitó la telaraña de la mano y se subió a la escalera, pareció no
percatarse del ligero movimiento que tenía. Junto a Eric acabé de colocar lo
último que quedaba y recogí las cajas. Antes de salir observé la estancia un
momento. Había quedado muy bien: del techo colgaban telarañas muy reales y las
paredes estaban decoradas con todo tipo de cosas de Halloween. Además, cuando
apagaran las luces, se encendería un foco de neón y un cañón que tiraría humo,
lo que le daría a la estancia un toque más tétrico.
En la parte trasera
las cosas ya estaban colocadas, todo estaba decorado con luces y calabazas; al
fondo se podía distinguir perfectamente la casa del terror que Eric y sus amigos
habían montado.
-¿Y de qué te vas a
disfrazar? –preguntó mientras nos dirigíamos hacia el parking.
-De bruja –dije con
una sonrisa.
-Como Amber.
-Sí, a ella se le
ocurrió la idea. ¿Y tú?
-De zombie, tengo que
estar en la casa del terror. Vendréis a verla, ¿no?
-Es que no son lo
mío.
Hizo una mueca.
Sonreí.
-No te prometo nada.
Nos vemos esta noche –me despedí antes de subirme al coche.
-Adiós.
Llegué a casa y
aparqué frente a la entrada.
-Hola –saludé al
entrar por la puerta.
-Hola –respondió mi
madre, que veía la televisión junto a mi abuela-. Amber ya está arriba.
Miré el reloj
mientras subía las escaleras, en ese momento eran las ocho. Entré en mi
habitación y me encontré con Amber sobre mi cama mientras sacaba las cosas de
su bolsa. Levantó la cabeza al verme entrar por la puerta.
-Son ahora las ocho
–me excusé.
-No te preocupes, es
que he llegado un poco antes.
-¿Llevas esperando
mucho?
-No, que va, unos
cinco minutos. No el tiempo suficiente para poder registrar tu cuarto –dijo con
una sonrisa.
Se la devolví y me
acerqué a la ventana para coger mi disfraz que estaba sobre el pequeño sofá que
formaba. Nos cambiamos, nos maquillamos un poco y cogimos todos los accesorios.
-Espera, voy a por
coger el colgante de mi hermana –murmuré.
Oí que Phoebe estaba
en la ducha, así que me colé sigilosamente en su cuarto y rebusqué entre el
joyero, pero no estaba ahí. Rodeé la habitación con la mirada, pensando dónde
podría estar. Agarré el bolso que había sobre la mesa y busqué por los
bolsillos. Finalmente lo encontré en uno de ellos y me lo guardé para que no me
vieran con él puesto.
-Ya está –anuncié
cuando volví de nuevo a mi cuarto-. Vamos.
Bajamos las escaleras
hasta el piso de abajo y cogí las llaves del coche.
-Me voy –informé-.
Adiós.
Ambas salimos por la
puerta y nos metimos en el coche. Me pasé el colgante a través del cuello y
cuando tocó mi piel noté un pequeño chispazo, como si me dieran un calambre,
pero lo ignoré y arranqué el motor.
Llegamos al instituto.
Este estaba lleno de luces, y de noche parecía aún más tétrico.
-Tenemos que entrar
en la casa del terror –comentó Amber mientras caminábamos.
Me quedé callada.
Ella observó al ver que no contestaba y me miró, esperando una respuesta.
-Es que no me gustan
mucho.
Sonrió.
-Vamos, a la gente
que está dentro la conoces, eso no da tanto miedo. De hecho, vamos ahora.
-No.
-Venga, será
divertido.
Me cogió del brazo y
me arrastró hacia la monstruosa atracción. Me resistí un instante y luego dejé
que me llevara hasta allí. Nos paramos en la puerta y esperamos a que el chico
que estaba ahí nos diese la indicación para entrar.
-Hola, Byron. ¿Qué
tal la atracción? ¿Da miedo? –le preguntó a este.
-Sí, este año con la
decoración nos hemos superado.
-¿Eric está dentro?
Asintió. Entró un
momento y salió a los poco minutos.
-Ya podéis pasar –nos
informó al ver que la gente salía por el otro lado, algunos con cara todavía de
susto.
-Vamos –me cogió de
la mano y entramos dentro de la pequeña casa.
Notaba como el
corazón me latía con fuerza contra el pecho. Me volví para ver al resto de la
gente que entraría con nosotras, pero solo estábamos nosotras dos. Anduvimos
por la horrible estancia, tan oscura que apenas podía ver por donde caminaba. A
ambos lado había cabezas decapitadas o alguna persona de pie, tan quieta que al
principio no se podía saber si era un muñeco o no, pero lo averiguabas cuando
te daba el susto. Atravesamos la primera sala para introducirnos en la segunda,
donde la estancia estaba apagada por completo y un humo salía por el suelo. Me
quedé parada en la entrada, sin saber si querer averiguar lo que se escondía en
aquel sitio.
-Vamos –me urgió mi
amiga.
Me agarré a su brazo
y caminamos lentamente, sin ver absolutamente nada. De repente una luz rojiza
alumbró la estancia un instante, y pude ver las rejas que se encontraban a
ambos lados, y cómo aquel pasillo no parecía acabar. Me aferré más a Amber.
Mientras andábamos oímos unos gritos y el sonido de unos botes chocando contra
el aluminio de las rejas. Solté un grito y Amber también se agarró a mi brazo.
Seguimos escuchando los sonidos, en mitad de la completa oscuridad, y unos
brazos me rozaron el brazo, chillé de nuevo y Amber se unió a mí. Entonces, la
luz rojita se volvió a encender, y miré a mi alrededor, viendo las manos de mis
compañeros salir entre los barrotes. Después de un momento, la luz volvió a
encenderse, esta vez intermitentemente, dejando ver a pocos metros de nosotras
a un chico, con un disfraz de zombie, parecido al de las otras personas de las
jaulas. Me quedé parada, sin ninguna intención de seguir caminando. El chico
avanzó un paso hacia nosotras. Me di la vuelta, dispuesta a alejarme lo máximo
posible, pero otro chico estaba en la entrada de la estancia. Miré a uno y
otro, sin saber si continuar.
-Estamos atrapadas
–susurró Amber divertida.
-¿Vamos hacia
delante? –pregunté vacilante.
Nos agarramos una a
otra más de lo que estábamos y nos dirigimos hacia el primer chico que habíamos
visto. Dio otro paso hacia delante, nos paramos un segundo, y seguimos andando;
él se quedó completamente quieto. Cuando parecía que no iba a hacernos nada, a
tan solo unos centímetros de él, se movió y se posicionó entre nosotras y la
esquina del pasillo que indicaba la salida. Negó lentamente con la cabeza y
sonrió de forma cruel. Tragué saliva, atemorizada por dentro. Entonces se
acercó a mí, con unos ojos como platos. Fui retrocediendo poco a poco
soltándome de Amber, hasta que me alcanzó y me cogió. Colocó mi cadera en su
hombro y me agarró por la cintura. Empecé a chillar y oí a Amber unirse a mí,
lo que significaba que el chico que teníamos detrás la había cogido a ella.
Comenzaron a dar vueltas, hasta que nos dejaron en la esquina que hacía el
pasillo. El chico que me había cogido se acercó a mí y me colocó el gorro, que
se me había caído. Nos miraron un segundo y desaparecieron en la oscuridad. Nos
quedamos mirándonos un momento, y luego nos alejamos por la puerta de atrás.
Salimos, respirando entrecortadamente por el susto. Amber empezó a reírse y
luego yo me uní.
-Eh, ¿qué tal?
–preguntó Byron casi riendo cuando pasamos por su lado-. ¿Lo habéis pasado mal?
-Sí –contesté yo-.
Sobre todo cuando han aparecido los dos zombies al final del pasillo –le dije
en un susurro para que la gente que estaba en cola no se enterara.
-Eso ha sido un
especial de la casa para vosotras.
-¿Entonces los
zombies del final no deberían haber aparecido? –replicó Amber.
-Sí, pero no así. ¿Os
han dado vueltas? –dijo entre risas.
-Muy gracioso, Byron
–repliqué.
Mientras hablábamos
salió otro grupo de la casa, corriendo. Poco después Eric y un amigo suyo, Liam, se
acercaron hacia nosotras. Me quedé mirándole y le eché una mirada de rabia: él
había sido uno de los zombies que habían venido a por nosotras, el que me había
cogido a mí; no lo había reconocido. Me dedicó una sonrisa en respuesta a mi
mirada.
-¿Qué? ¿Os ha gustado?
-Oh, sí, ha sido muy divertido –dije de forma
sarcástica-. El final me ha encantado.
Ambos se rieron. Amber le dio un puñetazo en el
hombro.
-No ha sido gracioso.
Se volvieron a reír.
-Admitid que sí que lo ha sido. Yo casi no podía
aguantar la risa –se volvió hacia mí-. Te tendrías que haber visto la cara. Lo
siento, pero era muy gracioso. Estabas completamente aterrada.
Volví a echarle otra mirada, y Amber y yo nos
fuimos dejándolos atrás con sus risas.
Nos dirigimos hacia el gimnasio, y al entrar lo
encontré tal y cómo me lo había imaginado.
-¡Ha quedado genial! –exclamó mi amiga.
-Gracias. Teníamos muchas cosas para decorar.
Nos adentramos entre la gente en busca de
nuestras amigas. A Alison y Janice las encontramos junto a la barra en la que
se servía el ponche. Alison llevaba el típico disfraz de vampiro, junto con una
dentadura postiza, y algo de sangre que le caía por el labio inferior. A su
lado, Janice, iba vestida con una bata blanca, con el alrededor de los ojos pintado
de negro, y su oscuro pelo le caía a ambos lados de los hombros.
-¡Hola! –las saludamos casi gritando para poder
hacernos oír por encima de la música-. ¿Qué tal?
-Genial.
Por cierto, la decoración ha quedado muy bien.
-Gracias. ¿Dónde está Natasha? –pregunté mirando
a todos lados, todavía no la había visto.
-Justo detrás de ti.
Me giré para ver a una chica con el pelo castaño
alborotado y el maquillaje típico de alguien muerto. En el cuello llevaba unas
marcas que indicaban claramente que había sido decapitada. Estaba muy
trabajado.
-Hola –saludó mientras se acercaba a coger un
vaso de ponche-. ¿Habéis entrado en la casa del terror? Está muy bien.
-Sí, ya hemos ido –contestó Amber.
-Nosotras no –se quejó Alison-. Vamos ahora.
Cogió a Janice del brazo y ambas se alejaron
perdiéndose entre la gente. En ese momento empezó a sonar una de mis canciones
preferidas por los altavoces.
-Vamos a bailar –dije mientras me dirigía a la
pista.
Me giré un segundo para comprobar que me
seguían, pero Amber continuaba en la barra. Volví sobre mis pasos para
agarrarla.
-Vamos.
Levantó una ceja, en señal de que no se movería.
-He ido a la casa del terror contigo, ahora tú
bailaras conmigo.
Me siguió a regañadientes y tras derogarle se
unió a mí y a Natasha. Después de estar un buen rato bailando, decidimos salir
a tomar un poco de aire. Dimos una vuelta por la feria. Entretanto vimos a
Byron, Eric y Liam riéndose a carcajadas en uno de los puestos, en el que había
unas pequeñas canastas. Eric tenía una de las pelotas en la mano. Nos sonrió al
vernos llegar y Amber se posicionó a su lado.
-¿Cuántos tiros tienes que acertar?
-El máximo son siete.
Soltó una risita, desafiándolo.
-No las acertaras, no eres tan bueno.
-Elige un peluche –aventuró.
-Ese –señaló a un enorme oso-. Me encanta.
Empezó a lanzar, encestando cada tiro. Cogió la
última.
-¿Qué dices? ¿Sí o no?
-Vale –cedió-. Puede que seas bueno.
Encestó la última pelota. La chica que estaba
allí descolgó el peluche y lo dejó sobre el mostrador.
-Todo tuyo –dijo Eric.
Amber se rió.
-Gracias.
-Eric, tenemos que volver a la casa –informó
Liam-. Se acabó nuestro descanso.
-Vale –se volvió hacia nosotras-. Nos vemos
luego.
Nos dirigimos hacia mi coche para que Amber no
tuviera que ir cargada con el peluche.
-Eric es muy bueno –comenté mientras
caminábamos.
-Ya lo sabía, solo quería el peluche –dijo con
una sonrisa-. Sé que si se lo hubiese pedido lo hubiera hecho sin problemas,
pero es más divertido si le provocas.
Abrí el coche y una vez lo hubo guardado
seguimos andando entre los puestos de la feria, observando en unos; jugando en
otros. Luego anduvimos de nuevo hacia el gimnasio.
-Samira –me llamó Natasha. La vimos saliendo de
entre la multitud-. Sé que esto no te toca a ti, pero, ¿puedes ir a por más
ponche? Es que me tengo que ocupar de una cosa fuera.
-Claro, ¿dónde está?
-En la cafetería, justo detrás de la barra.
-De acuerdo, yo voy. No te preocupes.
Cruzamos entre la gente para poder entrar en el
pasillo que llevaba a la cafetería. Amber se desvió hacia los lavabos, mientras
que yo seguí adelante. El pasillo estaba desierto, pero mientras caminaba
alguien se interpuso entre mí y la puerta de la cafetería. Me sobresalté un
segundo y después continué andando, me imaginé que simplemente sería alguien
disfrazado. Pero no se movió, hasta que estuve a tan solo un par de metros de
ella y levantó la cabeza. Aquellos ojos casi rojizos se clavaron en los míos,
dejándome sin aliento por un instante. Fui retrocediendo poco a poco, pero en
cuanto me di la vuelta ella se interpuso de nuevo en mi camino. Antes de que
pudiera decir nada sus manos rodearon de nuevo mi cuello, estaba sucediendo lo
mismo que en el sueño que había tenido un par de noches atrás, pero esta vez
estábamos en medio del pasillo del instituto. Intenté soltarme de ella, ¿esto
sería otro sueño? Pero parecía tan real. Empezó a faltarme el aire…
Abrí los ojos de golpe, estaba tirada en el
pasillo, jadeante. Miré hacia delante, esperando tal vez ver a aquella chica,
pero no había nadie allí. Noté cómo alguien se arrodillaba junto a mí, y me
aparté instintivamente sin ni siquiera mirar quién era.
-¡Ey! Sam, ¿estás bien?
Miré a Amber unos segundos, y luego rodeé la
estancia con la mirada, aturdida, no había nadie más que ella y yo.
-¿Qué ha pasado? –susurré para mí misma.
-Te has desmayado. Cuando he salido del baño te
he visto tirada en el suelo, he empezado a gritar tu nombre, pero no
respondías.
Me incorporé lentamente.
-Será mejor que volvamos a casa.
Negué con la cabeza.
-Estoy bien –mentí.
-No, te acabas de desmayar.
Me ayudó a levantarme y pasó mi brazo por sus
hombros. Salimos por la puerta de la cafetería y cruzamos el aparcamiento hasta
llegar a mi coche. Me apoyé en él.
-Dame las llaves, te llevaré a casa.
-No sabrás conducirlo, tiene marchas. Pero de
todas formas no hace falta.
Resopló, ignorándome, y miró a todos lados,
pensando algo.
-Le diré a Eric que nos lleve en su coche.
-¿Y qué voy a dejar, mi coche aquí?
-Puedes venir a por él mañana.
Antes de que pudiera replicar se alejó hacia la
parte trasera de la edificación. Me balanceé apoyada en el coche, notando el
colgante moverse de un lado a otro. Lo cogí y lo puse por debajo del vestido
para que no se pudiera ver. Pero en el momento que tocó mi pecho, un ardor
insoportable me quemó la piel. Lo saqué rápidamente, y observé la herida que se
había formado: se distinguía claramente la forma del collar. Lo observé
incrédula, sin entender nada. En ese momento Amber apareció junto a Eric.
-Te he dicho que no hacer falta –repliqué.
-¿Te encuentras bien? –preguntó Eric.
-Sí, estoy bien –insistí.
Amber me ignoró por completo y me cogió para
guiarme hasta el coche de Eric. El Opel rojo se encontraba al otro lado del
aparcamiento. Una vez llegamos hasta él, Eric abrió las puertas, se sentó en el
asiento del conductor y Amber se acomodó junto a mí en los asientos traseros.
Mi amiga fue indicándole el camino hasta mi casa. Una vez allí aparcó el coche
en la entrada y Amber me acompañó hasta la puerta.
-Adiós –se despidió Eric antes de que saliera
del coche.
-Adiós. Y gracias.
Saqué las llaves de casa y abrí la puerta.
-Gracias, Amber.
-De nada –respondió con una sonrisa-. ¿Para qué
están las amigas?
Le devolví la sonrisa y entré en casa. Cerré la
puerta detrás de mí, y en ese momento mi madre apareció desde la cocina, con
cara de pocos amigos.
-¿Le has quitado el colgante a tu hermana? –me
acusó. Extendió la mano para que se lo diera.
-Pensaba devolvérselo –me excusé mientras me lo
quitaba y se lo tendía.
-Te dijo que no lo cogieras.
-Ya, mamá, pero…
Subió las escaleras, dejándome con la palabra en
la boca. Observé la escalera vacía durante unos segundos, sin entender nada,
sin embargo decidí ignorarla y subí a mi habitación, intentando olvidar lo malo
que había pasado esa noche. Pero cuando me quité el vestido, me quedé
observando la tremenda quemadura que tenía en el pecho. Me puse el pijama y me
tumbé en la cama, cavilando si esto tendría algo que ver con que mi madre se
hubiera puesto así, tal vez debería decirles algo. Pero el sueño me venció por
completo.
¡Ay,qué estrés! De verdad,me encanta como escribes *_* La parte de los ojos rojos...Yo de ser Samira echaba a correr xDD
ResponderEliminarJajajaja muchaas gracias por comentar! Y me alegro muchooo de que te guste!
Eliminar