CAPÍTULO
UNO
Massachusetts, presente.
Me desperté,
sobresaltada. Sin saber por qué estaba sudando y el corazón me latía con fuerza
contra el pecho. Ya hacía un par de semanas que me despertaba en mitad de la
noche, como si tuviera una pesadilla, pero luego no recordaba nada. Respiré
hondo para calmarme. En ese momento mi madre entró por la puerta.
–Samira, ya estás
despierta, genial. Recoge lo que te falte, no tardaremos mucho en irnos.
– ¿Qué hora es?
–Las diez –me informó
mientras corría las cortinas para que penetrara la luz en la oscura habitación.
Parpadeé varias veces para que mis ojos se acostumbraran.
– ¿Y ya estáis todos
listos?
–Sí, eres la única que
todavía sigue en pijama.
Se agachó para recoger
la ropa que había en el suelo y la dobló para meterla en la maleta, que ya
estaba preparada. Yo continué tumbada en la cama, adormilada.
–El camión se ha
llevado los muebles, y las últimas cajas empaquetadas ya están en el coche. Así
que, por favor, levántate.
Hice caso omiso a lo
que me ordenó y cerré los ojos.
–Samira, ¿no me has
oído? Venga.
–Eres demasiado buena,
mamá –oí la voz de mi hermana en la entrada de mi habitación. Resoplé, sabía
que ella me levantaría de otra forma muy distintita. La miré un segundo.
Llevaba su largo pelo moreno recogido en una trenza a un lado, y vestía unos
pantalones cortos junto a una camiseta rosa. Siempre me habían dicho que me
parecía mucho a ella, sin embargo yo la veía más esbelta. Volví la cabeza y me
acurruqué bajo el edredón.
–No –repliqué
simplemente.
No hacía falta que
dijera nada más ella sabía a qué me refería. Pero como respuesta se abalanzó
sobre mí.
–Arriba, dormilona.
–
¡Phoebe, quítate
de encima!
–Estamos todos
esperándote.
Me quitó el edredón.
–Está bien, me levanto
–cedí finalmente.
En cuanto se apartó me
incorporé velozmente y esta vez fui yo la que se tiró sobre ella.
–Chicas, por favor –nos
llamó la atención mi madre-. No sé cual es más niña.
–Claramente es Phoebe
–le acusé-. Aunque sea la mayor.
–Me da igual, basta.
Phoebe, ayuda a tu padre con las maleta y de paso llévate la de tu hermana; y
Samira, ves a ducharte y arréglate, en veinte minutos nos vamos.
Ambas obedecimos y yo
cogí la ropa que me había preparado el día anterior y entré en el baño. Este
estaba vacío casi por completo, tan solo quedaba mi toalla colgada del
toallero. Me metí en la ducha, dejando que el agua me empapara por completo, y
pocos minutos después salí para vestirme con lo había en la percha.
Observé mi habitación
por última vez y con mi bolsa en la espalda bajé las escaleras. Repasé la
estancia vacía mientras me dirigía hacia la puerta de entrada. Al salir, vi a
mis padres junto al coche. Cerré la puerta con llave y me quedé parada en el
portal.
-¡Va! –me gritaba mi
hermana mientras tocaba el claxon.
La fulminé con la
mirada y me dirigí hacia ellos. Se notaba que a Phoebe no le molestaba
especialmente mudarse, pero a mí, sin embargo, no me gustaba nada tener que
dejar esto atrás para irme a vivir a un pueblo de Connecticut. Y todo esto
sucedía porque a ella la habían admitido en la universidad de allí. Yo seguía
pensando que podríamos haberla dejado que se quedara con mi abuela, era lo que
había hecho durante el primer año. Pero a mi padre le habían ofrecido la
posibilidad de ir a Bridgeport y la
había aceptado encantado. A la única que parecía no hacerle gracia todo aquello
era a mí.
Me subí al coche, de mala gana, y apoyé la cabeza contra el respaldo, nos
esperaban tres largas horas de viaje.
A la media hora de camino nos encontramos con un atasco.
-Oh, vaya… –replicó mi padre.
-¿Qué pasa?
-Parece que tenemos que desviarnos.
Miré el cartel que se alzaba sobre nosotros, nos íbamos hacia Salem.
-¿Esto nos hará tardar más? –pregunté algo desesperada.
-La verdad es que sí, pasando por Salem tardaremos media hora más, más o
menos.
Resoplé.
Cogimos la primera salida y pocos minutos después entramos en el pueblo.
Parecía algo desolador, no se veía a nadie por las calles. Pasamos frente a la
pequeña plaza y me quedé observando el círculo que se extendía en el centro,
absorta. Noté cómo el corazón comenzaba a latirme con fuerza y un escalofrío
recorría mi espalda, como si todo mi cuerpo reaccionara ante aquel lugar. Era cómo
si el tiempo se hubiese parado y me hubiera quedado clavada en aquel sitio. De
repente oí un grito ahogado que pareció perderse en la distancia, y un
estremecimiento de horror me recorrió todo el cuerpo.
–Samira –me llamó mi hermana-. ¡Eh!
Moví la cabeza para salir de aquel ensimismamiento, sin darme cuenta
estaba girada en el asiento, mirando de espaldas a la plaza que ya se quedaba
atrás. Me volví hacia mi hermana que me miraba expectante y me pareció ver un
atisbo de preocupación. Miré a mi madre de reojo, que tenía la misma expresión
aunque intentó disimularla. Bajé la mirada y volví a colocarme en el asiento,
dejando correr lo que acababa de pasar, aunque seguía notando aquella sensación
sobrecogedora. Sin embargo, pocos minutos después, cuando dejamos el pueblo
atrás ese estremecimiento se fue por completo. Era como si aquel pueblo tuviera
algo, que no sabía explicar, pero no era bueno.
Me encanta *.* Escribes genial ^^ Llevo tiempo queriendo leer tu blog pero nunca me ponía al día y ahora, ya he empezado y me encanta :D Intentaré comentarte pero si no tardo demasiado en leer...
ResponderEliminarME ENCANNNNNNNNNNNNNNNNNNNNTA *____________* Madre mía, ya me he enganchado. Ahora no me iré a dormir hasta que no me lo termine -.- Bueno, merecerá la pena :)
ResponderEliminarComentaré a medida que vaya leyendo y esas cosas :D
¡Un beso! ^^
Esto tiene buena pinta... Intentaré ponerme al día en seguida :)
ResponderEliminarSaludos!
Amy.
http://miqueridodr.blogspot.com.es/