CAPITULO 8: Tras las navidades
Apagué el despertador y
me giré para mirar a través de la ventana, como era de esperar estaba nevando.
Me acurruqué bajo el edredón, ser el primer día de clase después de las
vacaciones de navidad hacía que levantarse fuera mucho peor. Me incorporé
lentamente y me metí en la ducha. En cuanto salí me encontré con el rostro de
mi hermana mirándome con mala cara.
-¿Qué? –inquirí.
-¿Siempre tienes que
estarte un año para ducharte? El baño no es solo tuyo.
-Ya he acabado, la
ducha es toda tuya.
Me dirigí a mi
habitación y me vestí con las capas más gordas que tenía, en invierno el frío
era horrible. Bajé a la cocina y desayuné tranquilamente. Luego esperé a que mi
hermana acabara.
-¿Siempre tienes que
estarte un año para estar lista? –le repliqué imitando su tono de voz mientras
cogíamos las cosas.
-No tendrías que
esperar si no tardaras tanto en ducharte.
Cogimos nuestras mochilas
y salimos hacia el coche. Phoebe me dejó en la puerta del instituto, como cada
día.
-Adiós –me despedí
antes de salir.
Me dirigí hacia el
tercer edificio. Entré en el aula de física y me encontré con Alison y Janice
en la primera fila.
-¿Qué tal las
vacaciones? –pregunté tras saludarlas.
Con Amber y Natasha
había quedado prácticamente todos los días, pero sin embargo a ellas casi no
las había visto.
-Muy bien –contestó
Alison-. Me fui con mi familia unos días a esquiar. ¿Y tú?
-Bien, aunque estuve
aquí todas las vacaciones.
El profesor Mawson
irrumpió en el aula.
-Clase, cada uno a su
sitio.
Me dirigí como de
costumbre a última fila. Poco después de que el profesor Mawson empezara la
clase Eric entró por la puerta. El profesor decidió ignorarlo y él se dirigió
hacia el asiento libre que tenía junto a mí.
-Hola –saludó
alegremente.
-Tan puntual como
siempre –le dije con una sonrisa.
Se rió.
-¿Qué tal todo?
-Bien, de vuelta a la
rutina.
Seguí prestando
atención a lo que el profesor explicaba, dado que debía sacar mejor nota en aquella
asignatura y no se me daba especialmente bien. Había sacado un suficiente en el
trimestre anterior y tenía que mejorarla.
En cuanto acabó la
clase me dirigí junto a Alison y Janice a la siguiente hora, filosofía.
Encontramos a Amber sentada en una de las mesas.
-Hola –saludé.
-Hola, Sam –se volvió
hacia Janice y Alison-. ¿Qué tal todo?
-Bien, unas vacaciones
muy cortas.
Nos sentamos y la
profesora Green empezó a hablarnos sobre algunos filósofos.
-Pues esto es todo
–dijo una vez acabó su explicación-. Ahora os repartiré por parejas para que
hagáis un trabajo sobre algunos de estos personajes.
Todos resoplamos, un
trabajo siempre era aburrido, pero que fuese de filosofía lo hacía aún más.
-Lo hacemos juntas,
¿no? –preguntó Amber.
-Claro.
-¿Las parejas las
hacemos nosotros? –preguntó una de las chicas que se sentaba al fondo.
-No, las haré yo, iréis
por orden de lista.
Suspiré.
-Parece que no
tendremos suerte.
Empezó a numerar una a
una las parejas que se formarían.
-Redford –señaló a mi
compañera-. Con Reeve.
Continuó hasta llegar
al final de la lista.
-Watson –indicó-. Irás
con Westwick.
Eric se giró y me
dedicó una sonrisa. Se la devolví mordiéndome el labio. Luego me volví hacia
Amber que me miraba con picardía, pero decidí ignorarla por completo.
En cuanto acabó la
tercera hora nos dirigimos a la cafetería y nos sentamos en la mesa de siempre.
-Lo del trabajo de
filosofía va ser muy pesado –comenté mientras comíamos.
-Pero seguro que a ti
no te importa tanto hacerlo –musitó Alison casi riendo.
Le miré extrañada, pero
en seguida caí en la cuenta de a lo que refería.
-¿Con quién te ha
tocado hacerlo? –preguntó Natasha. Pero no esperó a mi respuesta-. Con Eric.
Asentí ligeramente.
-Te gusta, ¿verdad?
Me aparté el pelo de la
cara, sin contestar a la pregunta. Levanté la cabeza, todas me observaban
esperando una respuesta.
-¿Quedaste con él en
navidades?
-Sí –se adelantó
Natasha-. Quedamos con él y sus amigos muchos días.
-¿A sí? ¿Y qué tal?
Todas me miraban
expectantes.
-La verdad es que se
les veía bastante juntos.
-Simplemente somos
buenos amigos.
-Venga, Sam. Admítelo
–dijo Amber. Luego soltó una pequeña risotada-. Además, antes no lo hacías,
pero ahora cuando hablas con él te sueles morder el labio y eso solo lo haces
cuando estás nerviosa.
-Es decir, que él te
pone nerviosa –se unió Alison con otra risa.
La verdad es que en lo
que llevaba de curso y durante las navidades lo había conocido mucho mejor. Era
divertido y muy simpático. Además, siempre estaba dispuesto a ayudar y se
preocupaba por los demás. Y era muy guapo. Vale, sí, a lo mejor me gustaba.
-Está bien. Sí, me
gusta ¿y qué?
-Pues que te lances.
Negué con la cabeza.
-No soy de las que se
lanza a la primera. Además, ¿y si no siente lo mismo? Eso lo estropearía todo.
-Pero vais a hacer un
trabajo juntos, ¿qué mejor momento para averiguarlo?
Volví a negar. En ese
momento Eric entró por la puerta con sus amigos mientras se reía, como siempre.
Pasó junto a nuestra mesa y se paró.
-Hola –saludé.
-Hola –respondió-.
Quería saber cuándo puedes quedar para hacer el trabajo de filosofía.
-Cuando quieras, tengo
prácticamente todas las tardes libres.
Me mordí el labio y
noté cómo alguien me daba una patada por debajo de la mesa. Me giré para
fulminarlas a todas con la mirada.
-Vale. Pues, nos tienen
que dar los nuevos horarios de entrenamiento. Te llamaré.
-De acuerdo.
-Nos vemos luego.
-Adiós.
Observé como se alejaba
para sentarse con sus amigos y volví la cabeza rápidamente al darme cuenta de
que parecía una estúpida.
-Dejadme de mirar así,
por favor –les recriminé al ver las miradas que me echaban.
-Ya nos dirás qué tal
el trabajo –dijo Natasha.
-No quiero estropearlo
–repetí simplemente.
-Pero si no lo intentas
no sabrás si le gustas. Además, yo creo que puede salir bien, creo que le
gustas.
Sonó el zumbido del
timbre, que me salvó de continuar con aquella conversación. Y nos levantamos
para ir a la siguiente clase.
-¿Quieres que te
llevemos a casa? –preguntó Eric cuando salíamos de la última hora.
-Vale –dije
encogiéndome de hombros.
Cruzamos el
aparcamiento hasta llegar a su coche. Se alejó un segundo para hablar con Liam,
que se encontraba a un par de metros y Amber me dio un codazo en el brazo.
-Si te lo pregunto yo
te niegas, pero si lo dice él todo cambia, ¿no?
-Cállate –le recriminé.
Me senté en la parte de
atrás del coche una vez hubo abierto las puertas. En escasos minutos estábamos
en mi casa.
-Gracias –me despedí
antes de salir-. Nos vemos esta tarde, Amber.
Abrí la puerta de casa
y dejé las cosas en el suelo.
-Hola –saludé al
entrar, pero no hubo respuesta.
Fui a la cocina a por
algo de comer. Abrí la nevera, cogí la botella de zumo y mientras lo vertía en
un vaso oí un ruido en la parte de arriba. Me extrañé por un momento, estaba
sola, pero lo ignoré por completo; hasta que se oyó un gran estruendo. Me quedé
parada un segundo, sin saber qué hacer. Anduve lentamente hasta plantarme
delante de las escaleras, vacilante, sin embargo no parecía haber nadie.
-¿Abuela? –pregunté
vacilante.
Cuando fui a subir el
primer escalón, levanté la cabeza y allí estaba, la chica que había aparecido
en mis pesadillas más de una vez. Al principio los tenía cada muchos días, pero
cada vez eran más consecutivos y no me dejaban dormir, lo que se reflejaba
claramente en mis ojeras. Me quedé mirándola un segundo, y cuando fui a abrir
la boca para decir algo, mi hermana entró por la puerta.
-Hola –dijo Phoebe.
Seguí mirando hacia el
final de la escalera, donde la chica acababa de desaparecer.
-¿Qué pasa? –preguntó.
-Hola, Samira –habló
Simon, que acababa de entrar por la puerta-. ¿Qué tal?
Salí de mi
ensimismamiento.
-Bien, ¿y tú?
-Muy bien, a estudiar.
Mientras caminaban
hacia el pequeño despacho que se encontraba junto a la cocina me crucé con la
mirada de mi hermana, parecía entre preocupada y contrariada. Una vez oí que se
ponían a hablar me volví hacia la escalera, ¿qué narices me estaba pasando? Primero
las estúpidas pesadillas, y ahora la veía en mi casa. Tragué saliva, ¿y si me
estaba volviendo loca?
Me senté en el sofá y
encendí la televisión, luego cogí un libro para leer; intenté hacer cualquier
cosa para distraerme, queriendo quitarme de la cabeza aquella horrible
situación. Todo ello en el piso de abajo, dado que arriba me sentía demasiado
sola, y no quería que aquella chica volviera a aparecer.
-Phoebe, cojo el coche
–dije mientras me ponía la chaqueta y cogía la mochila.
-Está bien –oí que decía
desde el despacho.
Encendí la radio del
coche y me dirigí hacia casa de mi amiga, con la que había quedado a estudiar.
Aparqué frente a la entrada. Era un gran chalet color marrón, de una estructura
similar a al mío. Salí del coche y toqué al timbre.
-Hola –saludé al tiempo
que entraba en la estancia. Dejé la mochila sobre la mesa-. ¿Estás sola?
–pregunté al no oír a su hermana por la casa.
-Sí, podemos estudiar
tranquilamente.
Esparcimos los libros
sobre la mesa y empezamos con los deberes. Horas después apareció la madre de
Amber junto a su hermana.
-Hola, Samira. ¿Qué
tal?
-Hola, Alice
–contesté-. Bien, estábamos estudiando.
-Pues siento
molestaros, pero Amber, tenemos que irnos.
-No pasa nada, ya casi
habíamos acabado –dijo esta.
Empecé a recoger las
cosas y salí junto a ella por la puerta.
-Amber, espera –la
frené antes de meterme en el coche-. ¿Tienes los apuntes que te pedí?
-Los tiene Eric
–respondió después de unos segundos.
-¿Qué? Pero los
necesito.
-Ves y pídeselos. Su
casa es la última bajando la calle, el número doce –me guiñó un ojo-. Nos vemos
mañana.
Suspiré y me metí en el
coche. Bajé la calle hasta llegar a la casa que me había indicado. Me quedé
mirándola un momento para asegurarme de que era ese el número que buscaba.
Llamé a la puerta y esperé a que abrieran. Lo hizo una niña pequeña, de unos
cinco años, de pelo rubio y ojos marrones; igual que su hermano. Debía ser
Katie, me había hablado algunas veces de ella, diciendo que era un bicho.
-Hola.
-Hola –dijo arrugando
la frente.
-Soy Samira, ¿está tu
hermano?
Asintió. Dejó la puerta
abierta y se perdió de vista girando la esquina del pasillo que se veía a la
izquierda. Me quedé allí parada, sin saber si entrar o no. A los pocos minutos
Eric apareció por donde Katie había desaparecido.
-Hola –saludó algo
sorprendido-. Pasa.
-Hola –dije
tímidamente-. Venía a pedirte los apuntes de historia de Amber, ¿has terminado
con ellos?
-Sí, claro, ahora te
los dejo.
Entró de nuevo a una de
las habitaciones del pasillo. Yo me quedé allí parada, observando la estancia.
A mi derecha tenía la cocina, con una mesa redonda en el centro y a mi
izquierda se encontraba el comedor; sin nada que separase ambos habitaciones.
Los dos sofás rodeaban una pequeña mesa, frente a la televisión, y a un lado
había una enorme estantería repleta de libros y marcos de fotografías. Me
acerqué ligeramente al ver una foto en la que salía un niño pequeño, llevaba
puestas unas gafas de sol mientras hacía una mueca sacando la lengua. Solté una
pequeña risotada. Entonces entró al comedor con los apuntes en la mano. Me giré
hacia él.
-Eres tú, ¿verdad?
–dije señalando la fotografía.
Se acercó hasta mí y la
miró. Se pasó la mano ligeramente por los cabellos.
-Sí –dijo tímidamente.
-¿Cuántos años tenías?
-Unos cinco.
-Estás monísimo.
-Espero que no lo digas
de forma irónica –me acusó.
Me volví a reír.
-No.
En ese momento sus
padres entraron por la puerta. Ambos se quedaron mirándome un segundo.
-Hola –saludó
amablemente ella. Era una mujer alta y delgada, de un pelo rubio muy largo. Al
lado, el padre era más alto que la mujer, ya sabía de dónde había sacado Eric su
metro ochenta. Tenía el pelo moreno y los ojos color marrón-. Soy Trace –se
presentó-. Y él es Nelson.
-Samira –me presenté
con una sonrisa.
Se creó un silencio
incómodo durante unos segundos, que se hicieron eternos.
-Bueno –hablé-. Será
mejor que me vaya a estudiar. Gracias por los apuntes.
-De nada. Hasta mañana
–se despidió.
-Adiós.
Salí cerrando la puerta
detrás de mí. Subí al coche y me dirigí de nuevo a casa.
Hola guapa muchas gracias por tu comentario. Me ha alegrado mucho. Intentare ponerme al dia con tu blog en cuanto tenga ese milagro llamado Tiempo Libre. Un besazo y te agrego a mi lista de blogs :)
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