lunes, 21 de mayo de 2012

CAPÍTULO 8


CAPITULO 8: Tras las navidades
Apagué el despertador y me giré para mirar a través de la ventana, como era de esperar estaba nevando. Me acurruqué bajo el edredón, ser el primer día de clase después de las vacaciones de navidad hacía que levantarse fuera mucho peor. Me incorporé lentamente y me metí en la ducha. En cuanto salí me encontré con el rostro de mi hermana mirándome con mala cara.
-¿Qué? –inquirí.
-¿Siempre tienes que estarte un año para ducharte? El baño no es solo tuyo.
-Ya he acabado, la ducha es toda tuya.
Me dirigí a mi habitación y me vestí con las capas más gordas que tenía, en invierno el frío era horrible. Bajé a la cocina y desayuné tranquilamente. Luego esperé a que mi hermana acabara.
-¿Siempre tienes que estarte un año para estar lista? –le repliqué imitando su tono de voz mientras cogíamos las cosas.
-No tendrías que esperar si no tardaras tanto en ducharte.
Cogimos nuestras mochilas y salimos hacia el coche. Phoebe me dejó en la puerta del instituto, como cada día.
-Adiós –me despedí antes de salir.
Me dirigí hacia el tercer edificio. Entré en el aula de física y me encontré con Alison y Janice en la primera fila.
-¿Qué tal las vacaciones? –pregunté tras saludarlas.
Con Amber y Natasha había quedado prácticamente todos los días, pero sin embargo a ellas casi no las había visto.
-Muy bien –contestó Alison-. Me fui con mi familia unos días a esquiar. ¿Y tú?
-Bien, aunque estuve aquí todas las vacaciones.
El profesor Mawson irrumpió en el aula.
-Clase, cada uno a su sitio.
Me dirigí como de costumbre a última fila. Poco después de que el profesor Mawson empezara la clase Eric entró por la puerta. El profesor decidió ignorarlo y él se dirigió hacia el asiento libre que tenía junto a mí.
-Hola –saludó alegremente.
-Tan puntual como siempre –le dije con una sonrisa.
Se rió.
-¿Qué tal todo?
-Bien, de vuelta a la rutina.
Seguí prestando atención a lo que el profesor explicaba, dado que debía sacar mejor nota en aquella asignatura y no se me daba especialmente bien. Había sacado un suficiente en el trimestre anterior y tenía que mejorarla.
En cuanto acabó la clase me dirigí junto a Alison y Janice a la siguiente hora, filosofía. Encontramos a Amber sentada en una de las mesas.
-Hola –saludé.
-Hola, Sam –se volvió hacia Janice y Alison-. ¿Qué tal todo?
-Bien, unas vacaciones muy cortas.
Nos sentamos y la profesora Green empezó a hablarnos sobre algunos filósofos.
-Pues esto es todo –dijo una vez acabó su explicación-. Ahora os repartiré por parejas para que hagáis un trabajo sobre algunos de estos personajes.
Todos resoplamos, un trabajo siempre era aburrido, pero que fuese de filosofía lo hacía aún más.
-Lo hacemos juntas, ¿no? –preguntó Amber.
-Claro.
-¿Las parejas las hacemos nosotros? –preguntó una de las chicas que se sentaba al fondo.
-No, las haré yo, iréis por orden de lista.
Suspiré.
-Parece que no tendremos suerte.
Empezó a numerar una a una las parejas que se formarían.
-Redford –señaló a mi compañera-. Con Reeve.
Continuó hasta llegar al final de la lista.
-Watson –indicó-. Irás con Westwick.
Eric se giró y me dedicó una sonrisa. Se la devolví mordiéndome el labio. Luego me volví hacia Amber que me miraba con picardía, pero decidí ignorarla por completo.
En cuanto acabó la tercera hora nos dirigimos a la cafetería y nos sentamos en la mesa de siempre.
-Lo del trabajo de filosofía va ser muy pesado –comenté mientras comíamos.
-Pero seguro que a ti no te importa tanto hacerlo –musitó Alison casi riendo.
Le miré extrañada, pero en seguida caí en la cuenta de a lo que refería.
-¿Con quién te ha tocado hacerlo? –preguntó Natasha. Pero no esperó a mi respuesta-. Con Eric.
Asentí ligeramente.
-Te gusta, ¿verdad?
Me aparté el pelo de la cara, sin contestar a la pregunta. Levanté la cabeza, todas me observaban esperando una respuesta.
-¿Quedaste con él en navidades?
-Sí –se adelantó Natasha-. Quedamos con él y sus amigos muchos días.
-¿A sí? ¿Y qué tal?
Todas me miraban expectantes.
-La verdad es que se les veía bastante juntos.
-Simplemente somos buenos amigos.
-Venga, Sam. Admítelo –dijo Amber. Luego soltó una pequeña risotada-. Además, antes no lo hacías, pero ahora cuando hablas con él te sueles morder el labio y eso solo lo haces cuando estás nerviosa.
-Es decir, que él te pone nerviosa –se unió Alison con otra risa.
La verdad es que en lo que llevaba de curso y durante las navidades lo había conocido mucho mejor. Era divertido y muy simpático. Además, siempre estaba dispuesto a ayudar y se preocupaba por los demás. Y era muy guapo. Vale, sí, a lo mejor me gustaba.
-Está bien. Sí, me gusta ¿y qué?
-Pues que te lances.
Negué con la cabeza.
-No soy de las que se lanza a la primera. Además, ¿y si no siente lo mismo? Eso lo estropearía todo.
-Pero vais a hacer un trabajo juntos, ¿qué mejor momento para averiguarlo?
Volví a negar. En ese momento Eric entró por la puerta con sus amigos mientras se reía, como siempre. Pasó junto a nuestra mesa y se paró.
-Hola –saludé.
-Hola –respondió-. Quería saber cuándo puedes quedar para hacer el trabajo de filosofía.
-Cuando quieras, tengo prácticamente todas las tardes libres.
Me mordí el labio y noté cómo alguien me daba una patada por debajo de la mesa. Me giré para fulminarlas a todas con la mirada.
-Vale. Pues, nos tienen que dar los nuevos horarios de entrenamiento. Te llamaré.
-De acuerdo.
-Nos vemos luego.
-Adiós.
Observé como se alejaba para sentarse con sus amigos y volví la cabeza rápidamente al darme cuenta de que parecía una estúpida.
-Dejadme de mirar así, por favor –les recriminé al ver las miradas que me echaban.
-Ya nos dirás qué tal el trabajo –dijo Natasha.
-No quiero estropearlo –repetí simplemente.
-Pero si no lo intentas no sabrás si le gustas. Además, yo creo que puede salir bien, creo que le gustas.
Sonó el zumbido del timbre, que me salvó de continuar con aquella conversación. Y nos levantamos para ir a la siguiente clase.


-¿Quieres que te llevemos a casa? –preguntó Eric cuando salíamos de la última hora.
-Vale –dije encogiéndome de hombros.
Cruzamos el aparcamiento hasta llegar a su coche. Se alejó un segundo para hablar con Liam, que se encontraba a un par de metros y Amber me dio un codazo en el brazo.
-Si te lo pregunto yo te niegas, pero si lo dice él todo cambia, ¿no?
-Cállate –le recriminé.
Me senté en la parte de atrás del coche una vez hubo abierto las puertas. En escasos minutos estábamos en mi casa.
-Gracias –me despedí antes de salir-. Nos vemos esta tarde, Amber.
Abrí la puerta de casa y dejé las cosas en el suelo.
-Hola –saludé al entrar, pero no hubo respuesta.
Fui a la cocina a por algo de comer. Abrí la nevera, cogí la botella de zumo y mientras lo vertía en un vaso oí un ruido en la parte de arriba. Me extrañé por un momento, estaba sola, pero lo ignoré por completo; hasta que se oyó un gran estruendo. Me quedé parada un segundo, sin saber qué hacer. Anduve lentamente hasta plantarme delante de las escaleras, vacilante, sin embargo no parecía haber nadie.
-¿Abuela? –pregunté vacilante.
Cuando fui a subir el primer escalón, levanté la cabeza y allí estaba, la chica que había aparecido en mis pesadillas más de una vez. Al principio los tenía cada muchos días, pero cada vez eran más consecutivos y no me dejaban dormir, lo que se reflejaba claramente en mis ojeras. Me quedé mirándola un segundo, y cuando fui a abrir la boca para decir algo, mi hermana entró por la puerta.
-Hola –dijo Phoebe.
Seguí mirando hacia el final de la escalera, donde la chica acababa de desaparecer.
-¿Qué pasa? –preguntó.
-Hola, Samira –habló Simon, que acababa de entrar por la puerta-. ¿Qué tal?
Salí de mi ensimismamiento.
-Bien, ¿y tú?
-Muy bien, a estudiar.
Mientras caminaban hacia el pequeño despacho que se encontraba junto a la cocina me crucé con la mirada de mi hermana, parecía entre preocupada y contrariada. Una vez oí que se ponían a hablar me volví hacia la escalera, ¿qué narices me estaba pasando? Primero las estúpidas pesadillas, y ahora la veía en mi casa. Tragué saliva, ¿y si me estaba volviendo loca?
Me senté en el sofá y encendí la televisión, luego cogí un libro para leer; intenté hacer cualquier cosa para distraerme, queriendo quitarme de la cabeza aquella horrible situación. Todo ello en el piso de abajo, dado que arriba me sentía demasiado sola, y no quería que aquella chica volviera a aparecer.
-Phoebe, cojo el coche –dije mientras me ponía la chaqueta y cogía la mochila.
-Está bien –oí que decía desde el despacho.
Encendí la radio del coche y me dirigí hacia casa de mi amiga, con la que había quedado a estudiar. Aparqué frente a la entrada. Era un gran chalet color marrón, de una estructura similar a al mío. Salí del coche y toqué al timbre.
-Hola –saludé al tiempo que entraba en la estancia. Dejé la mochila sobre la mesa-. ¿Estás sola? –pregunté al no oír a su hermana por la casa.
-Sí, podemos estudiar tranquilamente.
Esparcimos los libros sobre la mesa y empezamos con los deberes. Horas después apareció la madre de Amber junto a su hermana.
-Hola, Samira. ¿Qué tal?
-Hola, Alice –contesté-. Bien, estábamos estudiando.
-Pues siento molestaros, pero Amber, tenemos que irnos.
-No pasa nada, ya casi habíamos acabado –dijo esta.
Empecé a recoger las cosas y salí junto a ella por la puerta.
-Amber, espera –la frené antes de meterme en el coche-. ¿Tienes los apuntes que te pedí?
-Los tiene Eric –respondió después de unos segundos.
-¿Qué? Pero los necesito.
-Ves y pídeselos. Su casa es la última bajando la calle, el número doce –me guiñó un ojo-. Nos vemos mañana.
Suspiré y me metí en el coche. Bajé la calle hasta llegar a la casa que me había indicado. Me quedé mirándola un momento para asegurarme de que era ese el número que buscaba. Llamé a la puerta y esperé a que abrieran. Lo hizo una niña pequeña, de unos cinco años, de pelo rubio y ojos marrones; igual que su hermano. Debía ser Katie, me había hablado algunas veces de ella, diciendo que era un bicho.
-Hola.
-Hola –dijo arrugando la frente.
-Soy Samira, ¿está tu hermano?
Asintió. Dejó la puerta abierta y se perdió de vista girando la esquina del pasillo que se veía a la izquierda. Me quedé allí parada, sin saber si entrar o no. A los pocos minutos Eric apareció por donde Katie había desaparecido.
-Hola –saludó algo sorprendido-. Pasa.
-Hola –dije tímidamente-. Venía a pedirte los apuntes de historia de Amber, ¿has terminado con ellos?
-Sí, claro, ahora te los dejo.
Entró de nuevo a una de las habitaciones del pasillo. Yo me quedé allí parada, observando la estancia. A mi derecha tenía la cocina, con una mesa redonda en el centro y a mi izquierda se encontraba el comedor; sin nada que separase ambos habitaciones. Los dos sofás rodeaban una pequeña mesa, frente a la televisión, y a un lado había una enorme estantería repleta de libros y marcos de fotografías. Me acerqué ligeramente al ver una foto en la que salía un niño pequeño, llevaba puestas unas gafas de sol mientras hacía una mueca sacando la lengua. Solté una pequeña risotada. Entonces entró al comedor con los apuntes en la mano. Me giré hacia él.
-Eres tú, ¿verdad? –dije señalando la fotografía.
Se acercó hasta mí y la miró. Se pasó la mano ligeramente por los cabellos.
-Sí –dijo tímidamente.
-¿Cuántos años tenías?
-Unos cinco.
-Estás monísimo.
-Espero que no lo digas de forma irónica –me acusó.
Me volví a reír.
-No.
En ese momento sus padres entraron por la puerta. Ambos se quedaron mirándome un segundo.
-Hola –saludó amablemente ella. Era una mujer alta y delgada, de un pelo rubio muy largo. Al lado, el padre era más alto que la mujer, ya sabía de dónde había sacado Eric su metro ochenta. Tenía el pelo moreno y los ojos color marrón-. Soy Trace –se presentó-. Y él es Nelson.
-Samira –me presenté con una sonrisa.
Se creó un silencio incómodo durante unos segundos, que se hicieron eternos.
-Bueno –hablé-. Será mejor que me vaya a estudiar. Gracias por los apuntes.
-De nada. Hasta mañana –se despidió.
-Adiós.
Salí cerrando la puerta detrás de mí. Subí al coche y me dirigí de nuevo a casa.


1 comentario:

  1. Hola guapa muchas gracias por tu comentario. Me ha alegrado mucho. Intentare ponerme al dia con tu blog en cuanto tenga ese milagro llamado Tiempo Libre. Un besazo y te agrego a mi lista de blogs :)

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