CAPÍTULO 2:
Nuevo pueblo
–Samira –oí la voz de mi madre, que me mecía suavemente-. Cariño,
despierta.
Abrí los ojos lentamente y me froté la cara.
-¿Ya hemos llegado? –pregunté adormilada mientras me desperezaba.
-Sí –contestó la voz de mi hermana-. Así que levanta y ayuda con las
cosas.
Suspiré.
-Ya voy.
Salí del coche y me quedé observando mi nueva casa. El jardín se extendía
frente a mí indicando el camino de entrada, y subiendo las pequeñas escaleras
te encontrabas frente a la puerta, bajo un porche que rodeaba la entrada de la
casa. Cogí mi maleta y entré en ella. A mi derecha se encontraba la
escalera, que subía hasta las habitaciones, y a mi izquierda se extendía el
salón. Continué andando hacia la cocina, en la cual encontré a mi
abuela, sacando algunas cosas de las cajas y colocándolas en los distintos
estantes. Ella viviría con nosotros a partir de ahora, dado que la casa
que tenía ya se le quedaba muy grande para ella sola.
-¡Hola! –la saludé alegremente.
-Hola, cielo –me dio un fuerte abrazo-. ¿Cómo ha ido el viaje?
-Bien, me he dormido prácticamente todo el trayecto, en cuanto salimos de
Salem.
-¿Fuisteis a Salem?
Me pareció distinguir por un instante la misma expresión que mi madre y
mi hermana habían puesto cuando cruzamos el pueblo.
-Nos desviaron.
-Por eso hemos tardado más –explicó mi madre que entraba en ese momento-.
Samira, lleva tu maleta a la habitación y coge tus cajas.
Asentí y obedecí rápidamente. Subí la pesada maleta por las escaleras, y
me dirigí hacia el cuarto que se encontraba al final del pasillo. Abrí la
puerta y me encontré con mi nueva habitación, mucho más grande que la anterior.
A un lado estaba el armario empotrado y a la derecha se encontraba la mesa de
escritorio, completamente vacía en aquel momento. En el centro se hallaba la
cama doble y al fondo estaba la ventana, formando un pequeño hueco que hacía de
mi sofá particular. En ese momento, por la puerta que se encontraba
junto al armario, y que unía la habitación con el baño, apareció mi hermana
cargada con una caja.
-Esto es todo tuyo –me indicó dejándola sobre cama. Me miró mientras se
sentaba-. Alegra un poco esa cara, que tienes la habitación grande. Yo como la
mayor debería quedarme con este cuarto.
-Pero es mío –le repliqué con una pequeña sonrisa.
-Y después me echarás en cara que no soy buena hermana –se levantó de la
cama-. Voy a seguir instalándome.
Salió por la misma puerta que había entrado, que comunicaba ambas
habitaciones con el baño que teníamos para las dos, y empezó a sonar música
desde su cuarto. Seguro que lo primero que había desempaquetado era su equipo
de música. Bajé las escaleras de nuevo hacia el coche y cogí mis dos cajas.
Subí, cargada, las dejé en el suelo de la habitación y empecé a desempaquetar
las cosas, ahora con más alegría que antes.
Me tumbé de golpe en la cama una vez que hube vaciado la última caja,
ahora ya me recordaba más a mi antiguo cuarto. A los pocos minutos Phoebe se
unió a mí.
-Bueno, ¿estás lista para empezar en el nuevo instituto?
-No –contesté con desgana.
-¿Cómo que no? Puedes empezar desde cero, no ser la pardilla de clase.
Le di un codazo.
-Muy graciosa –repliqué sarcásticamente.
-Era una broma. En Boston no eras una pardilla y en este tampoco lo
serás. Ya verás cómo luego le coges el gusto a estar aquí.
-Prefería la ciudad.
-Aquí harás amigos nuevos y preferirás el pueblo.
Me reí.
-Estás nerviosa por empezar, ¿no?
Asentí.
-Es que si el instituto no estuviera empezado, pero ya llevan un mes. No sé
si será fácil adaptarme
-¡Chicas! –escuchamos la voz de mi padre desde el piso de abajo-. Si ya
habéis acabado venir a ayudar aquí abajo.
-Ya vamos, papá –contestó Phoebe.
Se levantó, me agarró del brazo para que yo hiciera lo mismo, y ambas
bajamos para acabar de desempaquetar todo. Ese era el plan, hoy tenía que estar
todo establecido, mañana ya empezaríamos la rutina.
Eres muy buena escribiendo, ¡me encanta! :)
ResponderEliminarAmy.
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