jueves, 10 de mayo de 2012

CAPÍTULO 3


CAPÍTULO 3: Encajar en el instituto
-¡Samira! Vas a llegar tarde a clase.
Me desperté al oír entrar a mi madre de golpe en la habitación.
-¿Qué pasa? –pregunté sobresaltada.
-Son las ocho menos diez, el instituto empieza en veinte minutos. ¿Es que no te has puesto el despertador?
Volví la cabeza hacia la mesita de noche, el reloj estaba ahí, pero no conectado. Resoplé y me levanté de golpe. Me dirigí a la ducha y salí rápidamente para vestirme. Me puse una camiseta negra con unas letras estampadas que me encantaba y me enfundé los primeros vaqueros que vi. Me miré al espejo un segundo antes de bajar, se me notaban algo de ojeras bajo mis ojos verdes, que resaltaban con mi tono de piel bronceado; estaba decente. Me recogí el pelo moreno en un moño alto y bajé a toda velocidad las escaleras. Engullí un panecillo que mi abuela había preparado junto a un vaso de zumo.
-¿Llegas tarde el primer día? –inquirió Phoebe.
-¿Te vas ya? –dije ignorando su pregunta.
-Sí, te espero en el coche.
Cogí mi mochila y mi chaqueta, y salí detrás de mi hermana.
-¿Sabes dónde está el instituto? –pregunté mientras nos subíamos al coche.
-Sí.
Como siempre, en cuando arrancó encendió la radio, era algo sin lo que podía vivir. Pocos minutos después llegamos al aparcamiento.
-Gracias –dije mientras salía velozmente.
-Buena suerte –oí que gritaba detrás de mí mientras corría.
El instituto de Bridgeport estaba formado por varios edificios, lo que no agradecí precisamente, ya que eso haría más difícil encontrar las clases. Fui directa al edificio uno, donde supuse que se encontraría la secretaría. Aunque el aparcamiento estaba desierto por completo dentro había varias personas yendo de un lado a otro. Encontré lo que buscaba a pocos metros de la puerta. Entré y me acerqué al mostrador que dividía la habitación en dos. Rodeé la estancia con la mirada: era una salita de espera con sillas plegables acolchadas. Junto a la encimera había una pequeña cesta con un montón de folletos desordenados y de la pared colgaba un corcho lleno de noticias. La secretaria que se encontraba al otro lado me atendió.
-¿Puedo ayudarte? –preguntó amablemente.
-Sí, soy Samira Westwick. Quería pedir un horario.
-Así que eres nueva, ¿no? –comentó mientras rebuscaba entre un montón de carpetas-. ¿Qué curso harás?
-Último curso.
-De acuerdo.
Sacó varias hojas de una de las carpetas y las puso sobre el mostrador.
-Aquí tienes el horario –me informó mientras me entregaba los papeles-. Que tengas un buen día.
-Gracias.
Miré la asignatura que me tocaba a primera hora, física. Justo debajo de las asignaturas te indicaba el aula donde se daba y el profesor que la impartía. Cuando salí de la secretaría, el pasillo ya estaba vacío, lo que por una parte agradecí dado que así podía mirar el horario sin ninguna vergüenza. Fui observando el número de las aulas y según parecía la mía no estaba en el primer edificio. Salí y me dirigí al segundo. Había seis edificaciones que configuraban el centro.
Hubiera sido más fácil que me hubieran dado un mapa del instituto, ya que entré en el segundo edificio sin éxito. Pero encontré el aula que buscaba en el tercero. Me paré un segundo delante de la puerta y respiré hondo. Toqué ligeramente y entré. Cómo no, toda la clase clavó sus ojos en mí, y al ser la chica nueva los siguieron manteniendo descaradamente cuando me acerqué al profesor. Un hombre de unos cincuenta años, de pelo moreno y barba de varios días.
-Hola, soy Samira Westwick.
Cogió un listado que tenía en la mesa y subrayó mi nombre, el último de la lista.
-Pues bienvenida, soy el profesor Mawson. Siéntese.
Rodeé el aula con la vista, buscando el pupitre más alejado; parecía que todos ya tenían uno asignado. Vi uno libre al final de la clase junto a la ventana y fui directa a él.
-En seguida estoy de vuelta –informó el profesor justo antes de dejar la clase-. No armen mucho escándalo.
En cuanto dejó la clase bajé la cabeza, notaba todas las miradas puestas en mí y todos los cuchicheos que se oían también se deberían a mi presencia. Saqué mi libreta, la puse sobre la mesa y empecé a garabatear cosas. A los pocos minutos entró alguien por la puerta, supuse que el profesor ya había regresado. Esperé sin levantar a la cabeza a que empezara la clase.
-Perdón, estás en mi sitio –oí una voz masculina a mi lado.
Levanté la cabeza ligeramente para ver a un chico de facciones marcadas que me miraba. Tenía ojos almendrados, y su pelo rubio le caía despeinado por la frente. Iba vestido con una camiseta blanca de manga corta, que dejaba ver unos brazos musculados –no excesivamente– y unos pantalones largos desgastados.
-Lo siento –dije algo vacilante-. No sabía que era tu sitio.
Rodeé de nuevo la estancia en busca de otro, pero el único que quedaba era en la primera fila. Le miré un segundo, y me mordí el labio, algo que delataba que estaba nerviosa, no me gustaba nada la primera fila, tener que notar todos los ojos puestos en mí. Bajé la cabeza y recogí mis cosas.
-Espera –me paró poniendo una mano sobre mi hombro-. No pasa nada, me pondré en primera fila, no me importa.
Sonreí levemente.
-Gracias.
Se encogió de hombros dedicándome una pequeña sonrisa y se dirigió al pupitre vacío. En ese momento entró el profesor.
-Bien, les voy a repartir algunas fotocopias para que sigamos con lo que dimos la semana pasada. Ah, y señorito Watson, no crea que no me he dado cuenta de que llega tarde.
Me imaginé que se refería al chico que acababa de sentarse delante de su mesa, el cual levantó la cabeza, dándose por aludido.
-No volverá a pasar.
El profesor soltó una risotada.
-Llevo ya muchos años dándole clase como para creerme que no volverá a pasar.
-¿Y si le digo que lo siento?
-Eso es más creíble.
Fue pasando por las mesas dejando dos fotocopias para cada uno y empezó a explicar el temario.
En cuanto el timbre sonó todos recogieron sus cosas rápidamente. Saqué un instante el horario de la mochila para mirar la siguiente clase y lo guardé en seguida. Recorrí de nuevo el edificio, en busca de la clase de historia, al ver que no se encontraba en él salí hacia el parking. Me detuve y saqué el horario otra vez para asegurarme que la clase que buscaba era la correcta.
-El edificio cinco –habló una voz justo a mi espalda.
Me giré sobresaltada al oírle tan cerca de mí. Era el mismo chico rubio de la clase de física. Me quedé mirándole arrugando la frente.
-Historia está en el quinto edificio –explicó-. Te vas en dirección contraria.
-Gracias –dije vacilante.
-No te guíes por el horario, hasta que no te aprendas esto irás perdida –señaló al papel que tenía entre las manos-. Eso no te va servir de mucho.
-Genial –repuse irónicamente mientras lo metía de nuevo en la mochila.
-A mí también me toca historia –hizo una señal con la cabeza para que le acompañara.
Vacilé un segundo y luego le seguí.
-¿Y cómo es que te incorporas al curso un mes después de que empiece? –preguntó curioso mientras caminábamos.
-No pudimos mudarnos antes.
-Bueno, soy Eric –se presentó extendiéndome la mano.
-Samira –musité estrechándosela.
-¿Samira? Es un nombre…
-¿Raro? –le ayudé, todo el mundo pensaba lo mismo, pero era un nombre que a mi abuela le encantaba.
-Iba a decir original –repuso con una sonrisa-. ¿Y de dónde vienes?
-De Boston.
-¿Te has mudado de Boston a aquí? –preguntó sorprendido.
-Sí, suena raro, pero a mi padre lo cambiaron aquí y mi hermana va a la universidad de Bridgeport.
-Este pueblo no está tan mal.
 Anduvimos hasta el aula que nos tocaba. Algunos alumnos ya estaban dentro, sentados sobre las mesas mientras hablaban en grupos. Repasé la estancia un segundo, las mesas estaban distribuidas por parejas, y me dirigí hacia el final de la clase. Mientras, él se dirigió hacia un grupo de chicos que había junto a las ventanas. Casi en el instante que me senté la profesora apareció por la puerta. Todos se fueron sentando en sus sitios, los miré de reojo, esperando al típico valiente que se sentaría a hablar con la chica nueva. Entonces se acercó una chica de pelo oscuro y ojos del mismo tono que resaltaban bajo su pálida piel. Iba vestida con unos pantalones vaqueros y una camiseta azul con un enorme dibujo estampado.
-Hola –me saludó con total confianza, como si me conociera.
-Hola.
-Me llamo Amber –se presentó.
-Samira.
-Mola tu nombre.
-Gracias –dije con una sonrisa.
La profesora empezó a explicarnos el temario que empezaríamos a dar, aunque mi compañera no parecía prestarle mucha atención, dado que se pasó toda la clase hablando conmigo.
Sonó el timbre y después de la tercera clase me dirigí con Amber a la cafetería, que se encontraba en el último edificio.
Por una parte agradecía que Amber fuera tan extrovertida, ya que eso significaba que no se producía ningún silencio incomodo entre nosotras. Lo malo era que le encantaba hablar, en tan solo dos clases ya me había contado gran parte de su vida, sin embargo yo también me sorprendí a mí misma haciendo lo mismo. Nos servimos el almuerzo y nos sentamos en una de las grandes mesas que ocupaban la estancia. En ese momento desde el otro extremo del comedor vi acercarse a Eric hacia nosotras.
-Hola –saludó a mi compañera-. Amber, ¿tienes el trabajo que te pedí?
Asintió al mismo tiempo que rebuscaba en su mochila. Se volvió hacia mí y sus labios se curvaron levemente a modo de saludo.
-Aquí tienes –le entregó varios folios dentro de una carpeta de plástico.
-Gracias, te debo una.
-Sabes que me debes más de una.
-Te las devuelvo cuando quieras.
Se quedó un segundo mirándole fijamente.
-¿Qué tal si me haces el trabajo que ha mandado la de historia? –inquirió.
-¿El de las dos mil palabras?
-Ese mismo –afirmó con una amplia sonrisa.
Le sostuvo la mirada durante unos segundos y luego aceptó.
-Está bien, pero éste cubre el resto de trabajos que me has dejado.
-Recuerda que tienes que entregarlo el viernes. Estamos a lunes todavía tienes tiempo.
Le mandó una mirada furtiva y regresó de nuevo junto a sus amigos.
-No es un trabajo muy fácil –comenté mientras seguíamos comiendo.
-Ya, pero me debe algunas.
-¿Sois amigos desde hace mucho?
-Sí, nuestros padres son muy amigos, nos conocemos desde que éramos unos enanos.
Mientras acabamos de almorzar sonó el timbre que indicaba la siguiente hora. Anduvimos por el pasillo hacia la clase de filosofía. Por suerte Amber coincidía conmigo en todas las clases excepto física y gimnasia, así que ya no tendría que estar eternidades buscando en qué edificio se encontraba cada aula.
En cuanto acabó la última clase salimos en dirección al aparcamiento.
-¿Te vas en coche? –preguntó mi compañera mientras caminábamos por el pasillo.
-No, mi casa no está muy lejos.
-Si quieres te podemos llevar.
-No, no te preocupes.
-¿Dónde está tu casa?
Señalé la calle que salía hacia la izquierda.
-Vaya, mi casa es justo el camino contrario.
-¡Amber! –la llamó Eric desde la otra parte del parking y le hizo una señal para que se acercara.
-Nos vemos mañana.
-Adiós –me despedí con una sonrisa.
Amber me había caído muy bien, me gustaba ese aire despreocupado que tenía y su sencillez. Y aunque tan solo me conocía de un día, cogía confianza enseguida.
Subí la calle que se dirigía hacia mi casa. Unos quince minutos después llegué.
-Hola –saludé al entrar por la puerta.
Dejé la mochila en el suelo y colgué la chaqueta en la barandilla de la escalera.
-Hola –oí la voz de mi abuela en la cocina.
-¿Qué tal ha ido el primer día? –preguntó mi madre que estaba sentada en la mesa de la salita que se extendía justo al otro lado. Estaba toda llena de papeles sin ordenar.
-Bien.
-¿Muy duro lo de ser la nueva después de un mes de clase?
Suspiré.
-No mucho, la verdad –gracias a Amber, en realidad, que había estado conmigo todo el día.
Oí entrar a mi padre por la puerta, y cómo dejaba las llaves sobre la mesa.
-Samira, ¿la mochila y la chaqueta las puedes dejar alguna vez en tu habitación? –salí hacia el recibidor y me encontré con mi padre mirándome con mala cara-. Había tenido la idea de que a lo mejor en esta casa no dejabas todo por en medio.
-Vamos, papá, ¿qué sería si dejara mis típicas costumbres a un lado? –dije al mismo tiempo que recogía lo que me había pedido.
-Que tendríamos una casa ordenada –contestó a mi pregunta Phoebe, que acababa de entrar por la puerta.
Subí para dejar mis cosas en la habitación y me senté delante de la mesa, dispuesta a hacer los deberes que tenía. Debía cogerme a las clases.
-¿Qué tal ha ido todo? –preguntó mi hermana al entrar por la puerta de mi cuarto. Se tumbó en la cama.
-Bien.
-Suena convincente.
Me giré para mirarla.
-Me esperaba un bien de mala gana.
Estuve contándole lo poco interesante que había sido mi día en el instituto al mismo tiempo que hacía los deberes, y ella me estuvo contando cómo era la universidad, sin duda, infinitamente más interesante. Además de que Simon, su novio, estudiaba psicología como ella.

5 comentarios:

  1. :O Madre mía! ESCRIBES GENIAL! Me encanta tu libro, es muy intrigante, ya me ha enganchado :O Sigue escribiendo chica, y pásate por el mío :')

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  2. Ayyyyyy!!!! me encantaaaaaa :DDDDDD

    Y fui una tonta en el primer cap te pedi el favor que revisaras mi historia (intento de ella) y se me olvido dejar el Link :P http://u-dont-care.blogspot.com/

    Porfis D: Gracias :DD

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  3. ¿Cuántos años tienes? ¡Porque pareces una profesional!
    ¿Es esta tu primera novela? :)
    Amy.
    http://miqueridodr.blogspot.com.es/

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    Respuestas
    1. jajaje me alegra mucho que te guste!! :DD
      Y en cuanto a lo de profesional, para nada, apenas acabo de cumplir los dieciocho y creo que me queda mucho todavía por aprender, pero muchísimas gracias por pensar eso!
      Y sí, es mi primera novela (o borrador) que he llegado a acabar, he empezado muchas, pero nada acabado. Ahora tengo alguna entre manos que si el bachiller no me mata espero acabarla este verano e igual la subo al blog.
      Un besitoo! :D

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    2. Jajajaja
      Es que lo haces muy bien. Me ha encantado (no sé cuántas veces lo habré repetido...). Yo estoy intentando escribir una novela, pero es difícil y el hecho de que lo hayas logrado me dice muchas cosas de ti, aparte de que escribes bien, porque para ser un buen escritor requiere mucha dedicación, práctica, etc...
      ¡Enhorabuena!
      Amy.
      http://miqueridodr.blogspot.com.es/

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