viernes, 11 de mayo de 2012

CAPÍTULO 5


CAPÍTULO 5: Pesadilla
Me tumbé en la cama. Suspiré y cerré los ojos, estaba exhausta.
Entonces sentí que me daba un vuelco el corazón, como si cayera al vacío, y abrí los ojos de golpe. Miré a todas partes, asustada; me encontraba en pleno bosque, en mitad de la noche. Oía a lo lejos gritos desgarradores, pero no conseguía ver nada en aquella oscuridad. Poco a poco el horror empezó a apoderarse de mí mientras andaba entre los árboles intentando buscar una salida; sin embargo aquel bosque no parecía acabar nunca. Escuché una voz a mi espalda y me giré sobresaltada. Retrocedí unos pasos y tropecé contra una roca, cayendo al suelo. Me incorporé precipitadamente, horrorizada ante lo que tenía delante: una chica pálida como la nieve, vestida con ropa propia de siglos atrás. Miraba al infinito mientras recitaba algo en un susurro, en un idioma que no lograba entender. Alzó las manos hacia mí. Fui deshaciendo el camino trazado mientras la chica, con las manos en alto, me seguía. En un instante se colocó frente a mí y me cogió por el cuello. Solté un grito. No entendía qué estaba pasando. Noté cómo sus manos se apretaban alrededor de mi cuello y empezó a faltarme el aliento. Pataleé todo lo que pude para deshacerme de aquella chica, queriendo quitarme aquellas manos que parecían de hierro. Intenté aguantar el poco oxígeno que me quedaba, pero mis ojos se cerraron.
Cogí una bocanada de aire, y empecé a respirar con dificultad, todavía notaba el dolor en mis pulmones. Miré a todas partes, me encontraba en mi habitación, sentada sobre la cama.
-Samira, cariño, ¿qué pasa? –mi madre entró precipitadamente en la habitación.
-No pasa nada, estoy bien. Ha sido solo un sueño.
-Te oíamos chillar desde la habitación.
Miré hacia la puerta, mi hermana y mi abuela estaban observándome, ambas con expresión de pura preocupación.
-Solo era una pesadilla –las tranquilicé, aunque aquel semblante no se les iba del rostro.
-Está bien –dijo mi madre-. Buenas noches.
Salió de la habitación junto a ellas, y antes de que cerrara la puerta Phoebe me miró seriamente.
Esa fue la primera vez que empecé a recordar aquellos horribles sueños que me desvelaban por las noches.

Apagué el despertador y me sumergí bajo el edredón, sin intención alguna de levantarme. Pero mi madre irrumpió en mi cuarto.
-Arriba, o llegarás tarde a clase.
Corrió las cortinas y me apartó la colcha de la cara.
-Está bien –musité.
Me incorporé lentamente y me dirigí al baño. Después de salir de la ducha me miré al espejo, esperando no tener tan mal aspecto como pensaba. Apenas había dormido esa noche y se reflejaba claramente en las ojeras que tenía bajo mis ojos. Me dirigí a mi habitación y una vez vestida fui a la cocina. Me senté en la mesa, esperando que Phoebe dijera alguna de sus bromas sobre mi aspecto, pero sin embargo se quedó callada. Lo que me extrañó, pero agradecí.
-¿Cómo has dormido? –preguntó mi abuela-. Después de la pesadilla, claro.
-No muy bien, la verdad, me costó volverme a dormir.
Desayuné lentamente y una vez listas mi hermana me dejó en la puerta del instituto. Salí del coche y me dirigí a la clase de filosofía. Lo último que me falta para dormirme del todo, repliqué.
Entré en la clase y me senté en la última fila, junto a la ventana. Dejé la mochila sobre la mesa y con los brazos cruzados apoyé la cabeza sobre ella.
-¿No has dormido esta noche? –dijo la voz de Eric delante de mí.
Levanté la cabeza lentamente y le dediqué una débil sonrisa.
-No hace falta que digas nada creo que tus ojeras lo dicen todo –afirmó Amber, sentándose a mi lado.
Volví a apoyar la cabeza.
-He pasado una noche horrible, la verdad.
Minutos después entró la profesora Green. Me incorporé para atender, o al menos aparentar que atendía, y empezó a explicar.

Nos sentamos en nuestro sitio de siempre en la cafetería.
-¿Ya sabéis que os pondréis para la fiesta? –preguntó Alison mientras comíamos.
-¿Qué fiesta? –inquirí frunciendo el ceño, no había oído hablar de nada.
-La de Halloween, está claro. –Contestó Natasha-. Se celebra todos los años, ¿en tu antiguo instituto no lo hacíais?
-Sí, pero solía ir poca gente.
-Pues aquí viene todo el mundo. Es muy divertido.
-¿Entonces no tenéis nada elegido? 
Negué con la cabeza, tampoco se me ocurría nada que ponerme.
-Ya lo tengo –intervino Amber-. Podemos ir de brujas. Tú y yo. ¿Qué te parece?
Solté una pequeña risotada.
-Me parece bien. Pero habrá que ir a comprar, con la mudanza tiramos muchas cosas que podrían haber servido, aunque tal vez en el trastero tenga algo.
-Bien, yo también miraré a ver qué tengo por casa. Creo que tenía una pulsera con el símbolo de las brujas, de un disfraz de mi hermana pequeña.
-Mi hermana también tiene un collar, aunque no sé si me lo dejaría, no se lo quita nunca. Pero se lo robaré.
-¿Y vosotras que os pondréis?
-Yo iré de vampira –explicó Alison-. Janice como una chica del manicomio; y Natasha de decapitada.
-Oye –Natasha llamó nuestra atención-. ¿Alguna de vosotras se ofrecería para ayudar con los arreglos?
Nos miró a todas, esperando una respuesta.
-A mí no me mires –replicó Amber. La verdad es que no la veía metida en todas esas cosas, sin embargo a Natasha sí.
-Yo te ayudaré –me ofrecí al ver que el resto no lo hacía.
-Genial, Samira, muchas gracias.
Le devolví la sonrisa.
-Mira –sacó una pequeña libreta de la mochila y la puso sobre la mesa-. Aquí tengo todo organizado –empezó a explicarme la planificación-. Los chicos se encargarán de la casa del terror, que se colocará en la parte de fuera; Cris, Jade, tú y yo, estaremos a cargo de la decoración del gimnasio; el resto se encargará de la pequeña feria que montarán junto a la casa del terror.
Ahora entendía por qué aquí venía todo el instituto, en Boston como mucho estaba la casa del terror.
-De acuerdo, ¿y cuándo empezaremos? –Halloween era este fin de semana.
-Hoy, tenemos solo un día para organizarlo todo, será el sábado por la noche.
-Vale.
Sonó el timbre y cada una se dirigió hacia la clase que tocaba.
-Esta tarde a las cinco en el gimnasio, ¿vale? –me dijo antes de encaminarse junto a Amber hacia el aula de informática.
-Sí –asentí con la cabeza.
Nosotras nos fuimos hacia otra clase aburrida de física.

Llegué a casa y en cuanto acabé los deberes me tumbé en el sofá para intentar dormir algo antes de empezar con los preparativos de la fiesta.
Sonó la alarma de mi móvil que me indicaba que era hora de levantarse. Cogí mi chaqueta y las llaves del coche de Phoebe.
-¡Eh! ¿A dónde vas con mi coche? –me recriminó.
-Tengo que ir al instituto, para los preparativos de la fiesta de Halloween.
Levantó una ceja.
-¿Te han castigado?
-No, lo hago para ayudar a una amiga.
-Está bien, pero quiero el coche a las ocho aquí, he quedado con Simon.
-Tendrás el coche a las ocho –acepté antes de salir por la puerta.
Aparqué en la plaza vacía más cercana al gimnasio. Había bastantes coches en el aparcamiento para ser las cinco, lo que querría decir que había mucha gente ayudando. Me dirigí hacia la entrada del pabellón, allí estaba Natasha ordenando que hicieran cosas aquí y allá.
-Hola. ¿Qué quieres que haga?
-Hola –miró su agenda un segundo-. Ves con Cris y Jade, están con la decoración.
-De acuerdo –obedecí.
Me dirigí hacia ellas, que se encontraban al otro lado de la pista.
-Hola –las saludé a ambas. No había hablado mucho con ellas en lo poco que llevaba de curso, pero las conocía de clase.
Junto a ellas había un par de cajas llenas de telas de colores oscuros y algunas cosas para decorar.
-Esto es lo que tenemos –explicó Cris-. A ver qué podemos hacer.
Me arrodillé junto a ellas para poder examinar con mayor detenimiento las cajas. La verdad es que había muchas cosas que elegir. Nos servían un par de telas negras que pensamos que quedarían bien junto a la puerta de entrada, y cómo no, estaban las típicas telarañas con las pequeñas arañas colgando. Después de estar casi una hora acabamos de decidir cómo estaría decorado el gimnasio, aunque no empezaríamos a montarlo hasta mañana por la tarde. Sin embargo, la casa del terror ya la estaban poniendo en la parte trasera del pabellón.
-Natasha, ¿necesitas que te ayude en algo más? La decoración ya está elegida.
-¿Puedes llevar esto a la casa del terror?
-Claro
Cogí la caja que me había señalado, que pesaba mucho más de lo que parecía. Anduve hasta la parte de atrás, parando cada pocos metros, debido al peso de la caja. Me detuve justo delante de la casa y la observé un momento. La parte de fuera ya estaba construida: una enorme cabeza decoraba la parte delantera, mientras el resto estaba pintado de negro y de un naranja rojizo. Cogí de nuevo la caja y entré por la puerta. Caminé por el pequeño pasillo buscando a alguien. Entretanto oí la voz de Eric.
-¿Necesitas ayuda?
Asomé ligeramente la cabeza para poder verle justo delante de mí.
-Sí, por favor, esta caja pesa un montón.
La cogió sin problemas, dejándome como una debilucha. Sonrió al ver la cara que ponía.
-No sabía que estabas por aquí –comentó mientras andábamos.
-Sí, Natasha nos pidió alguna ayuda, aunque fui la única que se ofreció. ¿Y tú?
-Yo suelo ayudar todos los años, montar la casa del terror es muy divertido.
Dejó la caja en el suelo y empezó a sacar algunas cabezas y adornos para decorar.
-¿Estás tú solo? –pregunté al ver que no salía nadie para ayudarle.
-Sí, el resto han decidido desaparecer.
-¿Quieres que te ayude? –me ofrecí.
-Claro –sacó una cabeza que daba bastante miedo y me la tendió-. Ponla allí.
Me quedé observándola, con cierta desconfianza.
-Te digo un secreto –dijo en voz baja-. Son de plástico, no pasa nada.
-Qué gracioso.
La cogí sin apenas vacilar y la coloqué donde me había indicado. En cuanto me giré me lanzó otra.
-Cógela.
Solté un grito y me aparté para que la cabeza cayera al suelo. Levanté la vista para fulminarle con la mirada.
-Lo siento –se disculpó intentando aguantar una risa ante mi mirada.
-No es muy agradable ver cabezas decapitadas volando –luego imité su tono de voz en un susurro-. Aunque sean de plástico.
Soltó una carcajada.
-La próxima te la doy en la mano.
Nos pasamos un buen rato decorando la sala, aunque no llegamos a acabarla. Eric cada vez me caía mejor, era muy divertido. Habíamos pasado toda la tarde haciendo bromas con la decoración, y él nunca perdía la sonrisa, una preciosa sonrisa.
-Bueno, me tengo que ir, debo dejarle el coche a mi hermana a las ocho.
Miró el reloj de su muñeca.
-Pues llegas tarde –me avisó-. Son las ocho y cinco.
-¿Qué?
Le eché un vistazo a mi reloj.
-Adiós –me despedí antes de encaminarme hacia el aparcamiento.
 Aparqué el coche en la puerta, y en cuanto apagué el motor Phoebe salió por la puerta.
-Ya era hora, ¡son las ocho y diez!
Le di las llaves y se metió rápidamente en el coche.
-Hazte algo para cenar. Mamá, papá y la abuela se han ido al teatro; y yo no vuelvo.
-Adiós –me despedí asintiendo con la cabeza.
Entré en casa, dejé el bolso y la chaqueta en el suelo y me tumbé en el sofá para ver la televisión. A los pocos minutos llamaron a la puerta. Me incorporé lentamente y abrí.
-Hola –me saludó Amber con una sonrisa.
-Hola, pasa –cerré la puerta tras ella-. ¿Qué haces aquí?
Me miró un segundo.
-Vengo para preparar el disfraz.
-Claro, el disfraz. ¿Has encontrado algo por tu casa?
-Sí.
Dejó una bolsa sobre la pequeña mesa que se encontraba en medio del comedor, entre ambos sofás. Sacó un par de vestidos negros junto a otras baratijas que podrían ser útiles.
-Este creo que te vendría bien a ti –dijo alzando uno de ellos.
Era un vestido largo, que probablemente me pasaría de los tobillos, algo más estrecho en la zona del tronco y con un pequeño pico en la cadera. Era bonito.
-Yo me quedo con este –continuó, sacando otro vestido.
El suyo era más corto, por encima de las rodillas. Ajustado ligeramente en el pecho; el resto caía como si fuera una especie de tutú.
 -Me gustan –opiné-. ¿Qué más cosas tienes?
-He encontrado la pulsera con la estrella de cinco puntas, ¿tú tienes tu collar?
-No, mi hermana se lo ha llevado, pero para mañana lo tendré.
-Vale. ¿Tienes por ahí algún gorro de bruja? Es lo que nos falta.
-No lo sé, puede que en el desván haya algo.
Le indiqué que me siguiera y subimos las escaleras hasta llegar al final del pasillo del lado opuesto a mi habitación. Estiré de la pequeña cuerda que abría la puerta del altillo, de la cual se desplegó una escalera que nos permitiría acceder. Apreté el interruptor de la pared que tenía a la izquierda para que la luz se encendiera. Subimos lentamente y nos paramos nada más entrar, para que nuestros ojos se acostumbraran a la poca iluminación que producía la única bombilla de la habitación. Esta estaba abarrotada de cosas. Aunque pensaba que muchas cosas las habíamos perdido en la mudanza, parecía que todo seguía aquí. Había cajas por todas partes y mientras caminaba en busca de algo que pudiera servir, vi un enorme baúl antiguo al fondo de la sala. Me extrañé, y me quedé observándolo; no lo había visto nunca antes. Lo abrí, más que nada por curiosidad, me imaginaba que ahí no podría haber nada para el disfraz. La pesada tapa se abrió torpemente, dejando ver un baúl repleto de cosas. Revisé entre los papeles, en busca de algo que me indicara qué era todo aquello. Tan solo había fotos antiguas, hojas viejas en otro idioma, y al final se encontraba un enorme libro con la estrella de cinco puntas inscrita sobre la ruda tapa. Fui a cogerlo, tal vez podríamos encontrar algo ahí que nos ayudara, aunque no tenía muy claro qué era ni qué hacía allí. En cuanto mis dedos rozaron la tapa noté un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo, de todas formas lo agarré con ambas manos, debido al peso que tenía, y una oleada de calor me recorrió de arriba abajo, dejándome exhausta por un instante, sin aliento.
Tragué saliva. Rápidamente volví a dejar el libro en el baúl, lo cerré y lo empujé hacia el lado más alejado de la habitación. No sabía qué era lo que acababa de pasar, tal vez sería parte de mi imaginación, o la coincidencia de que un escalofrío me había recorrido por un momento. Seguramente sería eso, y nada más, pensé.
-¿Has encontrado algo? –pregunté volviéndome, intentando olvidar lo que había pasado segundos atrás.
Amber rebuscaba en una de las cajas.
-Creo que esto es lo que buscaba.
Sacó dos gorros de bruja, que reconocí enseguida. Los habíamos llevado Phoebe y yo para Halloween hacía ya muchos años.
-Genial.
Bajamos de nuevo al comedor y después de repasar lo que nos pondríamos al día siguiente guardamos todos los trastos que habíamos esparcido por el comedor.
-¿Quieres quedarte a cenar? –pregunté mientras buscaba en la nevera algo que comer-. Esta noche estoy yo sola.
-Claro, pero ¿qué vas a hacer para cenar? ¿Lo cocinarás tú?
Le eché una mirada recelosa. Desde que me había quedado a su casa a dormir e hice unos burritos que se me quemaron se quejaba de mi mala cocina.
-Lo de los burritos fue un accidente, me despisté un momento. Yo cocino bien.
-No los burritos.
Le di un pequeño empujón.
-Hay pizza para cenar, ¿quieres?
-Me parece bien.
Saqué la pizza de la nevera y la dejé sobre la encimera. Me acerqué al horno y lo encendí.
-Todo tuyo. No quemes la pizza.
Me devolvió la mirada que le había echado minutos antes y miró el reloj.
-Controlo.
Me senté en el sofá y encendí la televisión.
-¿Dónde están los platos? –preguntó.
-En el segundo estante.
A los pocos minutos dejó la pizza sobre la mesa, junto a unas tijeras y un par de servilletas.
-Aquí la tienes. Perfecta.
-Muchas gracias –dije con una sonrisa.
Nos pusimos a ver una comedia que hacían por la tele, no era muy divertida, así que estuvimos todo el rato hablando, sin prestarle apenas atención.
Amber y yo no nos conocíamos de mucho tiempo, tan solo un mes, pero sin embargo había cogido mucha confianza con ella, aquí era mi mejor amiga, y me divertía mucho con ella. Aunque le encantaba hablar y ya me sabía toda su vida. Por otra parte parecía que pese a que a Alison, Janice o Natasha las conocía de mucho más tiempo, yo también era para ella su mejor amiga, ya que iba siempre conmigo.
Entretanto oí el motor del coche aparcar frente a la casa, y a los poco minutos mis padres y mi abuela entraron por la puerta.
-Hola –saludaron al entrar, me miraron a mí y luego a Amber-. Hola, Amber, ¿qué tal?
-Hola –respondió esta-. Muy bien, estábamos aquí, organizando el disfraz para mañana.
-De brujas era, ¿no?
-Sí –contesté yo-. ¿Qué tal el teatro?
-Muy bien –respondió mi abuela-. Ha sido divertido.
-Creo que ya va siendo hora de que me vaya –dijo Amber. Se levantó del sofá y cogió sus cosas-. ¿A qué hora vengo mañana? Así nos preparamos juntas.
-Tengo que ir primero a ayudar con el decorado –me quedé pensando-. ¿Qué tal a las ocho?
-Vale, a las ocho estaré aquí. Nos vemos mañana –se volvió hacia mis padres-. Adiós.
-Adiós, Amber.
Recogí las cosas de la cena de encima de la mesa, y me subí a mi habitación.
-Buenas noches.
-Buenas noches, cielo.

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