CAPÍTULO
15: ¿Brujas? ¡Imposible!
-¿Qué quieres decir con eso? –inquirí.
-Ven, te lo contaremos todo.
-¿Cómo que me lo contaréis todo?
-Sí, mamá y la abuela ya están aquí.
Bajé las escaleras, con cara de pocos
amigos. ¿A caso ellas sabían todo esto desde un principio? Nos reunimos junto a
mi madre y mi abuela en la mesa de la cocina. Cuando llegué mi abuela me
sonrió, como si hubiera hecho algo importante y estuviera orgullosa de mí.
-¿Qué es lo que está pasando?
–pregunté-. ¿De qué va todo esto? ¿Por qué tengo esto en la muñeca? ¿Qué
narices significa?
Permanecieron calladas durante unos
segundos. Esperé con impaciencia a que alguna de ellas dijera algo.
-Lo que tienes en la muñeca es un pentáculo: la marca de las brujas.
Bufé.
-Vale, ¿me quieres decir con eso que soy
una bruja? –dije con tono sarcástico.
-Exacto.
-Ya, claro.
-Es cierto –me aseguró mi abuela.
-¿Y por qué no lo he sabido antes?
-Escucha, hija –habló mi madre-, una
bruja debe descubrir por sí sola lo que es. El resto no podemos hablarle sobre
esto.
No me lo podía creer, ¿yo un bruja? Si
no existían. ¿Esto era una broma pesada o algo así?
-¿Es una broma?
-No, cielo, y sé que es algo difícil de
asimilar. Pero es verdad.
Tardé unos minutos en analizar lo que me
acaban de contar.
-¿Por eso todo lo de los sueños? ¿La
chica que solo veía yo?
-En parte sí.
-¿En parte? –inquirí antes de que
pudiera continuar.
-Digamos que tú eres especial, eres una
de las Cinco Brujas.
Solté una carcajada nerviosa.
-¿Las Cinco Brujas? –sonaba a una
película.
-Sí, todo esto te lo iremos explicando.
Pero lo primero que tienes que saber es que vienes de una familia que lleva
generaciones de brujos, y eso hace a los nuevos miembros cada vez más fuertes.
Con lo que tendrás que tener paciencia con esto, y sobre todo intentar
controlar tus emociones.
-¿Por qué?
-Porque digamos que tus emociones
controlan tus poderes –esta vez habló mi hermana, que no había intervenido
hasta entonces-. También los poderes pueden controlar tus emociones.
-¿A qué te refieres con que pueden
controlar mis emociones?
-A que si estás nerviosa, por ejemplo, puedes
tener impulsos que te controlan, e incluso hacer algo que en realidad no
quieres. Al principio es difícil de controlar, pero no tardarás mucho más de
unas semanas en habituarte a ellos.
-Madre mía, esto es de locos… ¿Cómo voy
a ser una bruja? –me quedé callada un segundo sin saber si decir algo más-. No
existen.
-Mírate la marca que tienes e intenta
buscar una explicación para todo esto.
Me quedé pensativa. Estaba claro que la
razón de ser una bruja podría ser un poco lógica, pero…
-¿Una bruja? –susurré para mí misma
intentando hacerme a la idea.
-Ahora ya podremos utilizar nuestros
poderes cuando queramos, ¿no? –dijo Phoebe con su tono alegre.
Mi madre le miró un segundo.
-¿Qué? –se excusó-. Si ya lo sabe no
tenemos nada que ocultarle –se volvió hacia mí-. Le acabarás cogiendo el gusto
a esto de los poderes, es genial.
-No sé –dije agachando la cabeza.
-¿Tienes alguna pregunta que hacernos,
cielo? –dijo mi abuela.
En realidad se me habían antojado muchas
al principio, pero ahora no me venía ninguna a la cabeza.
-¿Por qué la marca? –pregunté mientras
la observaba.
-Es cómo para identificarte, te sale
cuando te conviertes en bruja. Por otro lado tu hermana, por ejemplo, lleva un
collar.
Me giré hacia ella para observarlo,
siempre colgado de su cuello.
-¿Qué te hace?
-Se puede decir que te da los poderes.
Si te lo quitan se te va mucha parte de tu energía.
Recordé el día en el que se lo había
quitado y todos se habían puesto tan furiosos.
-¿Por eso cuando te lo quité estabas
así?
-Sí. Pero lo que pasó también es que al
llevar mi collar sentí totalmente el sueño que tuviste con la chica que te
intentó ahogar.
-¿Cómo si tú también lo vivieras?
Asintió.
-Vaya –fue lo único que se me ocurrió
decir-. Lo siento.
-Bueno, no sabías nada de esto.
Me recosté contra el respaldo de la
silla, analizando todo lo que acababa de pasar. Yo, era una bruja; todos en mi
familia lo eran. Todas las pesadillas que había tenido desde casi principio de
curso habían sucedido con el único objetivo de que me diera cuenta de ello. Al
menos no me había vuelto loca.
-De acuerdo. ¿Ahora quiero saber qué es
eso de las Cinco Brujas? ¿Qué quiere decir que soy una de ellas?
-Las Cinco Brujas son las más poderosas
que hay entre nosotros. Tú eres una de ellas por ser descendiente de la familia
Westwick.
-¿Y qué hay de las otras cuatro?
-El poder se pierde si se mata
violentamente a la bruja que lo posee, con lo que el resto murió sin poder
trasmitir su poder a otras generaciones.
-¿Y por qué lo tengo yo y no Phoebe?
No contestó y cerró los ojos un segundo,
en cuanto los hubo abierto el enorme libro que estaba en el baúl apareció sobre
la mesa. Me tiré hacia atrás unos centímetros, sobresaltada. El libro se movió
hasta ponerse frente a mí y sus páginas empezaron a pasar solas, como si una
ráfaga de aire las golpease. Lo observé, con los ojos como platos. Se quedó
abierto por una página y mi abuela me hizo un gesto con la cabeza para que
leyera lo que ahí estaba escrito. Vacilé un instante antes de acercarme
cuidadosamente al libro.
-En caso de que el último espíritu de
las Cinco Brujas esté en peligro –empecé a leer en voz alta-, si se pronuncia
el hechizo que lo salve, este vagará durante trescientos años hasta hacerse con
el cuerpo de la generación de ese momento.
Levanté la cabeza, comprendiendo lo que
acababa de leer. Yo era la generación de ese momento.
-¿Y qué quiere decir esto? ¿Qué pasa con
todo el poder que adquiera?
-Nada.
Le miré fijamente sabía por aquel tono
de voz que había utilizado que me escondía algo.
-No quiero que me escondáis nada más
–dije seriamente.
-Está bien –habló mi madre-. En un
principio no pasa nada, hace ya mucho tiempo que no se sabe nada de ellos, ni
tampoco…
-Mamá –la urgí. Sabía que siempre
intentaba quitarle hierro al asunto.
-La Inquisición sabe que si se mata a la
última bruja que tenga el Gran Poder…, el resto moriremos con ella.
-¿Qué? –dije asustada-. ¿Y ya no hay más
brujas como yo?
-Creemos que todas murieron sin poder
salvar su poder. Sin
embargo,
puede que todavía quede alguna y no lo sepamos. Pero no te preocupes para nada por
eso.
-¿Qué no me preocupe? –repuse.
-No se ha sabido nada de ellos en años.
-Bueno –intervino mi hermana cambiando
de tema-. ¿Y no quieres hacer algo con tus poderes?
Sonreí levemente.
-¿Qué puedo hacer?
-Mover cualquier cosa es lo más fácil.
Al principio tendrás que aprenderte las palabras, y recitarlas. Luego, con el
simple hecho de que las pienses será suficiente.
-Vale, pásame el vaso –dije señalando a
uno que había sobre la encimera.
-¿Un vaso de cristal? Eric no está aquí
para... –le di fuertemente una patada bajo la mesa para que se callara mientras
la fulminaba con la mirada.
-Está bien –repuse-, pues pásame el bote
de plástico que hay junto a la pila.
Lo hizo levitar y lo dejó sobre la mesa.
-Tendrás que aprender algunas palabras.
Tienes que decir movere, ¿de acuerdo?
-¿Es
latín? –pregunté confusa.
-No,
aunque se parece a él.
Asentí.
-Está
bien. Voy a intentarlo –me concentré en el vaso-. Movere –susurré.
El bote empezó a tambalearse levemente y
poco a poco fue elevándose a escasos centímetros de la mesa.
-Lo coges rápido –dijo Phoebe.
En ese momento cayó de golpe contra la
mesa.
-Vuelve a intentarlo.
Le hice caso, y esta vez el bote se
mantuvo en el aire durante varios segundos, hasta que el sonido del busca de mi
madre me distrajo.
-Vaya, parece que hay un problema en la
oficina –se levantó de la mesa y cogió su bolso junto a las llaves del coche-.
Me tengo que ir –me dio un beso en el pelo-. Seguiremos hablando esta noche,
¿de acuerdo? –asentí-. Adiós.
Me levanté y me senté en el sofá, dando
por acabada la conversación que habíamos tenido. Miré fijamente el mando que
estaba sobre el mueble de la televisión.
-Movere
–susurré. Este pareció obedecer y se balanceó hasta mí-. Genial.
Encendí la televisión, sin apenas
hacerle caso, todavía seguía metida en mis pensamientos sobre todo lo que
acababa de pasar. Un estremecimiento de horror me recorrió todo el cuerpo al
recordar el desagradable sueño que había tenido antes que de la marca se
formara en mi muñeca.
-Samira –me llamó mi abuela-. ¿No tienes
deberes que hacer? Llevas ya mucho rato en el sofá.
-Todavía estoy asimilando lo que ha
pasado –me excusé.
-Eso no es excusa, ves a hacer los
deberes, venga.
Apagué la televisión y me fui directa a
mi cuarto. Me senté en la mesa de escritorio y abrí todos los libros, dispuesta
a hacer mis tareas. Casi las había acabado cuando me entró el gusanillo de
utilizar de nuevo mis poderes. Dejé el lápiz sobre la libreta, lo miré
fijamente y dije aquella palabra que ya había memorizado. El lápiz empezó a
moverse lentamente escribiendo con mala letra la palabra que estaba pensando,
pero un instante después calló.
-Hacer que un lápiz escriba no es tan
fácil como hacer simplemente que se mueva –dijo Phoebe sentándose en la cama.
-¿Hay que decir alguna otra palabra?
–pregunté interesada.
-Sí, tienes que ordenarle que escriba lo
que dictes. Pero no es fácil.
Oí que se movía algo a mi lado y me giré
para ver como el lápiz escribía alguna cosa en mi libreta. Me giré hacia Phoebe
que no parecía concentrada en el lápiz en absoluto, sino que tenía el ordenador
frente a ella. Me volví para ver lo que había escrito. Ella levantó la cabeza de la pantalla y me dedicó una sonrisa.
-No te supone ningún problema –observé.
Se encogió de hombros.
-Mucha práctica.
-Podrías hacerme los deberes.
-No lo creo, cuando aprendas ya lo harás
tú. Hasta entonces a mano.
Acabé todo lo que tenía del día. Guardé
las cosas, me senté en la cama y estuve practicando con la levitación, hasta
que fui cogiéndole el tranquillo y conseguí mantener los objetos en el aire
durante unos minutos, incluso moviéndose de un lado a otro. Oí unos golpes en
la puerta que me hicieron desconcentrarme.
-¿Se puede? –dijo mi padre.
-Claro –respondí con una sonrisa,
dejando la almohada sobre la cama.
-Veo que ya lo estás dominando –se sentó
en el borde del colchón-. ¿Cómo estás?
-Bien. Al principio me ha costado asimilarlo,
pero creo que me he mentalizado rápido, incluso demasiado. Todo esto es una
locura.
-Ahora ya no hay duda de que eres una
Westwick –sonrió ampliamente.
Me cogió del brazo y apartó la manga
para ver la marca.
-Vaya –musitó asombrado-. ¿Te dolió?
Asentí levemente.
-Mucho.
Me miró fijamente durante unos segundos.
-Bueno –cambió de tema-. La cena ya está
casi lista. –Se levantó de la cama y me dio un fuerte abrazo. Luego se dirigió
a la puerta-. No utilices mucho los poderes, te agotarás –me aconsejó antes de
salir de la habitación.
Bajé a la cocina minutos después.
Durante la cena me estuvieron contando mil historias acerca de las brujas, y
solucionándome las dudas que me surgían sobre ello. Al parecer cuando una bruja
aparecía se creaba un objeto con el pentáculo, que debías llevar siempre. En mi
caso aparecía la marca. También me hablaron de una especie de escuela a la que tendría
que apuntarme si quería mejorar mi vínculo con la magia. Estaría bien conocer a
más gente como yo.
-Me gustaría ir, ¿pero significaría
tener que dejar el instituto? –no pensaba hacerlo en tal caso.
-No, cielo, esa escuela es para conocer
la magia, solo son unas horas.
-¿Y tú vas a ese sitio? –pregunté a mi
hermana.
-Bueno, ya no suelo ir demasiado. De vez
en cuando me paso por allí.
Solté un gran bostezo, estaba bastante
cansada y sin darnos cuenta se habían hecho casi las doce y media mientras
hablábamos.
-Será mejor que me vaya a la cama.
-¿Te piensas escaquear de recoger la
mesa? –me acusó Phoebe.
-Haz que los platos se metan solos en el
lavavajillas o algo así –dije mientras me levantaba de la mesa-. Buenas noches.
-Buenas noches.
Subí a mi habitación, y en cuanto me
tumbé en la cama, sin apenas darme cuenta, me dormí al instante.
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