CAPITULO 14: Un secreto que nunca esperé
Entré en el aula de historia
y me senté junto a Amber, como era ya rutina, de mala gana; odiaba que esta
asignatura la tuviéramos a última hora.
-Chicos –empezó la profesora
Wilson-. Sé que las supersticiones dentro del folclore las dejamos hace tiempo,
pero he entrado una imágenes que son muy interesantes y que podríamos así
ampliar información para el trabajo que me debéis entregar.
Resoplé ligeramente todo
esto me parecía interesante, pero no quería que el trabajo se hiciera más
largo.
-Apagar las luces –mandó al
mismo tiempo que encendía el retroproyector.
Poco a poco la imagen que proyectaba fue haciéndose más nítida y
pude observar el título de lo que nos iba a enseñar: <<Brujas de Salem>>
-He encontrado un par de
imágenes sobre algunas mujeres que fueron asesinadas, y lo más estremecedor es
que algunas de estas mujeres no son de hace tanto tiempo, dado que hay
fotografías reales de ellas.
Empezó a pasarlas una a una,
explicando quiénes eran y cómo había sucedido su muerte. Entretanto dejó ver
una fotografía de un cuadro, que me dejó sin aliento por un segundo. Solté un grito
ahogado, que resonó en el aquel silencio. Toda la clase se volvió hacia mí,
incluida la profesora, e intenté disimular la cara de horror que sabía que
estaba poniendo. Era otra vez aquella chica, ahora me miraba desde el cuadro, y
estaba segura de que únicamente la veía yo, en realidad la mujer que allí
estaba no sería ella.
-¿Ocurre algo, señorita
Westwick?
Negué rápidamente con la
cabeza y me acurruqué ligeramente en mi silla. Siempre, cuando aquella chica
aparecía fuera de mis pesadillas, yo me encontraba completamente sola; pero
esta vez la clase entera estaba allí. Me volví levemente hacia Amber, que me
miraba esperando una mejor respuesta que una simple negación.
-Estoy bien –susurré, no
solo a ella, a Eric también que se había vuelto hacia mí.
-Aquí vemos a otra chica que
fue asesinada, en este caso quemada. Fue en este momento cuando empezó
radicalmente la caza de brujas. Esta chica fue incinerada en Salem, en 1692.
Veis que va vestida con una ropa típica de la época, con una larga falda blanca
y una blusa hecha de algodón. Esta ropa la llevaba la gente que no era de alta
clase, como se ve en lo desgastada que está –describió exactamente el vestuario
que llevaba la chica que yo veía.
No puede ser, pensé. Toda la clase la estaba viendo, es decir, que la chica del
cuadro era la que estaba haciendo que me volviera loca. ¿Qué significaba todo
esto? ¿Qué tenía que ver conmigo aquella chica? ¿Por qué me perseguía de esa
manera?
-Su nombre era Aimara, fue
una de las chicas más jóvenes que fue asesinada, en aquel momento solo tenía
diecisiete años.
Me quedé horrorizada mientras la miraba, hasta que pasó a la
siguiente imagen. Aimara, me repetí una y otra vez. Continuó pasado fotos, cada vez más
recientes. Y los rostros de muchas de ellas, sin sabes por qué, me resultaban vagamente
familiares. Pero no conseguía recordar de qué. Con forme pasaban los minutos
sentí aquel horror que me era casi familiar, siempre lo notaba cuando Aimara aparecía,
o en mis pesadillas.
En cuanto sonó el timbre
recogí los libros y salí precipitadamente del aula. Seguí caminando hasta
llegar al aparcamiento y me paré a los pocos metros del edificio.
-Samira –me giré para ver a
Eric venir hacia mí rápidamente. Me cogió suavemente del cuello y me levantó
ligeramente la cabeza con los pulgares para que mis ojos se encontraran con los
suyos-. ¿Estás bien?
-Sí –mentí desviando
levemente la mirada-. Es que me estaba agobiando, tenía mucho calor.
Sus manos apretaron tenuemente
mi cuello y luego deslizó la mano derecha hasta mi frente.
-Estás ardiendo –musitó-. Te
llevaré a casa
No opuse resistencia alguna
cuando me agarró y se dirigió al coche. Me senté en la parte delantera, en el
asiento del copiloto.
-Voy a buscar a Amber,
vuelvo en seguida.
Cuando cerró la puerta,
apoyé la cabeza contra el respaldo y cerré los ojos; la cabeza me dolía y
sentía un extraño malestar por todo el cuerpo. Entonces, el rostro de Aimara
apareció repentinamente en mi mente. Abrí los ojos de golpe, sobresaltada y
encendí la radio para intentar concentrarme en algo que me quitara aquella
imagen de la mente. Entonces miré al frente y me erguí en el asiento, tensa, al
verla de nuevo a lo lejos. Miré a todas partes, alterada, en busca de alguien,
por suerte vi a Amber y Eric que ya se encaminaban hacia el coche. Me volví
hacia Aimara, sin embargo, no me extrañé al ver que ya no estaba allí. Ambos
entraron en el coche.
-Eh, ¿cómo te encuentras?
–preguntó Amber-. Has salido corriendo de clase.
-Tiene fiebre –explicó Eric.
Llegamos a mi casa y él me
acompañó hasta dentro. Supuse que no había nadie al no recibir respuesta a mi
saludo.
-¿Estarás bien? –inquirió.
Me acerqué a él para
abrazarle y hundí el rostro en su pecho, en aquel momento no quería estar sola,
sabía que Aimara aparecería en cualquier momento. Por suerte Phoebe entró a los
pocos minutos.
-Nos vemos mañana –se
despidió dándome un beso en la frente-. Y será mejor que descanses un poco para
que te baje la fiebre.
Salió por la puerta y me
dirigí a la cocina a por una aspirina.
-¿No te encuentras bien?
–preguntó Phoebe.
-Tengo fiebre, pero no me
encuentro muy mal –aunque tenía demasiado calor para el frío que hacía.
Me tumbé en el sofá y
encendí la televisión. Mi hermana sacó algo para comer y se unió a mí. Poco
después se fue a estudiar y yo me dispuse a dormir algo. Cerré los ojos y me
vinieron a la mente las imágenes que la profesora Wilson nos había enseñado. Me
quedé pensando en por qué aquellas mujeres me sonaban, no era la primera vez
que había visto aquellos rostros. Sin embargo era imposible, eran mujeres que
habían muerto hacía ya muchos años.
Pero entonces caí en la
cuenta de dónde las había visto. Me levanté de un salto y subí rápidamente las
escaleras, hacia el desván. Entré y me acuclillé precipitadamente frente al
baúl que tan mala sensación me había dado la primera vez. Lo abrí bruscamente y
cogí las fotografías, revisándolas una a una. Allí estaban, las mujeres que
había visto en clase de historia, ellas y otras. Y no me había dado cuenta,
pero Aimara se encontraba en una de ellas. ¿Qué significaba todo esto de que
las fotos de aquellas mujeres estuvieran en ese baúl con la estrella de cinco
puntas? Cualquier persona lo vería claro, eran brujas de verdad, todo encajaba.
¿Pero qué hacían en mi casa? ¿Eso me metía a mí dentro de todo esto? –me reí
con histeria- No, era de locos el pensar que podía ser una bruja, no tenía
sentido.
Una oleada de calor me
inundó en aquel momento y se me nubló la vista. Apoyé las manos contra el suelo
para no caer. Pero todo se empezó a volver negro y me desplomé bruscamente
contra el suelo.
Al abrir los ojos me
encontré en un oscuro bosque, parecía exactamente igual al de mi primera
pesadilla. Rodeé el monte en busca de Aimara, pero no se veía rastro de ella.
Sin embargo, a lo lejos vi a unas siluetas correr apresuradamente. Me escondí
tras un árbol. Un instante después aquellas que corrían, cuatro chicas, se
pararon a pocos metros de mi posición.
-Escondeos junto a ese arbusto –ordenó
la más mayor de ellas.
Parecía una familia. La mayor de las
hijas opuso resistencia en un principio, luego se escondió en el arbusto que
tenía cerca de mí. Me moví instintivamente hacia un lado en el que la luz de la
luna no me descubriera, pero ninguna de ellas se percató en absoluto de que yo
estaba allí. Cuando me giré observé que la mayor de ellas, que sujetaba a sus
hermanas entre sus brazos era Aimara. Me quedé estupefacta, sin entender nada.
Entonces apareció frente a mí la chica que me había atormentado. La miré
durante unos segundos.
-Eres tú –susurré.
Ella simplemente asintió.
-¿No me ven? –negó con la cabeza, sin
separar los labios.
-¿Por qué… –el sonido de un disparo me
hizo callar y me giré de golpe.
A los pocos metros de nosotras la madre
había recibido un disparo que le había costado la vida: lo había hecho para
proteger a sus hijas. Me volví en dirección a Aimara, que miraba
hacia el cuerpo en tierra.
-La han matado –susurré horrorizada.
-Porque es una bruja –contestó ella con
una voz afilada.
La miré fijamente al oírle hablar.
Resoplé.
-¿Eso era lo que ellos pensaban?
-Sí, y estaban en lo cierto.
Negué enérgicamente.
-No puede ser, las brujas no
existen.
-No te engañes, Samira –se levantó
la manga de su blusa para dejar ver una especie de tatuaje con la estrella de
cinco puntas en su antebrazo-. Ellas son brujas, al igual que tú lo eres.
En ese instante desapareció,
antes de que pudiera replicar nada. Miré a todas partes en su busca.
-¡Aimara! –la llamé en un
susurro.
Vi cómo unos hombres se acercaban a lo lejos, y me arrimé más al
árbol, instintivamente, aunque sabía que no me podían ver. Pero entonces noté
algo frío contra mi nuca y me quedé pasmada, no deberían verme.
-No te muevas –me ordenó una voz
masculina. Tragué saliva y me quedé clavada en el sitio.
-Parece que hoy tenemos suerte, cuatro
en una sola noche –habló otro.
Levantaron a las tres chicas que estaban
junto al arbusto y nos arrastraron a todas hasta el carro que había a la salida
del bosque. Entretanto me di cuenta de que las hermanas de Aimara eran más
pequeñas que ella. La que andaba a su derecha aparentaba unos quince años, y a
la que sostenía en brazos tendría tan solo cinco o seis. Se me encogió el
corazón al pensar en lo crueles que podían llegar a ser las personas.
Minutos después nos acercamos hasta lo
que parecía el centro del pueblo. Pensé que era el mismo pueblo que había visto
en mi sueño cuando Eric estaba en él, pero no lo era. Sin embargo, aquella
plaza ya la había visto antes: era la plaza de Salem. Nos bajaron bruscamente
del carro y nos empujaron hacia la tarima que se encontraba en el centro de la
plaza. Aimara empezó a gritar para que no mataran también a sus hermanas. Yo
permanecí callada, con un nudo en la garganta, paralizada por completo. Nos
subieron a todas, a excepción de la hermana pequeña a la que había conseguido
salvar. Me ataron con una ruda cuerda de espaldas al pilar; a Aimara y a su
hermana las ataron junto a mí. Entonces encendieron la hoguera. Y un calor
horrible me empezó a abrasar la piel.
-Aimara –susurré con mis últimas fuerzas
mientras el fuego iba subiendo-. Sácame de aquí, sácame de aquí…
Noté cómo me quemaba la piel, empezando
por las piernas. Solté un grito desgarrador de dolor.
-¡Sácame de aquí! –chillé esta vez.
Notaba cómo iba perdiendo la conciencia,
cuando el fuego empezó a subir por el tronco y los brazos.
-Spirtus
potstatem malifequerum quinque eripe transnortate genus. –Fue lo último que oí antes de perder por completo la conciencia.
Desperté, chillando, ya había recobrado
el sentido. Empecé a patalear y me toqué la piel, que me ardía. En ese momento
Phoebe entró precipitadamente por la puerta del desván.
-Samira, ¿qué pasa? –preguntó alarmada.
Me quedé callada sin saber qué
contestar, y negué simplemente con la cabeza.
-Una pesadilla –no levanté la cabeza
para mirarle.
Puso la mano sobre mi hombro y la quitó
rápidamente.
-No te muevas, ¿vale?
Salió rápidamente y me quedé allí sola
de nuevo, sin saber qué hacer. Entonces noté algo en la muñeca, un pequeño
quemazón; pero que fue intensificándose. Volví la palma de la mano hacia arriba
para ver qué era lo que me causaba tal dolor. Observé atónita cómo se creaba
lentamente en la parte interna de mi muñeca una marca, como si me la estuviesen
forjando a fuego. Intenté reprimir un gritó de dolor, pero que escapó de mi
garganta una vez la marca se hubo creado por completo y el dolor llegó a ser
insoportable. Pasó de un color rojizo como el fuego a ser negro. Miré la marca,
sin dar crédito a lo que mis ojos veían: una estrella de cinco puntas, rodeada
por un círculo de unos tres centímetros, se había dibujado en mi muñeca. Como
si fuera un tatuaje.
-Samira, ya estoy aquí.
Levanté la cabeza para mirarle, tenía
los ojos llorosos a causa del dolor.
-¿Qué es lo que pasa?
Me arremangué y extendí el brazo para
que pudiera ver la marca que tenía en él. Phoebe suspiró.
-Por fin.
Aiish!!! Me encantaa!!! Adoro a Eric!!! Sigue así! :)
ResponderEliminarMuchaas graciaaas! :D Me alegro mucho de que te guste!
EliminarY a mí también me encaantaa Eric xD
Un beso.
NYAAAAH, ES GENIAL *_____________* Me acaba de recorrer un escalofrío :3
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