CAPÍTULO
12: De nuevo las pesadillas
El fin de semana había estado genial,
sin embargo la semana transcurrió monótona, sin emociones alguna, claro que con
Eric cada vez estaba mejor. Además, aquella chica de mis pesadillas no me había
atormentado, como si hubiera desaparecido, y era todo un alivio.
-Cariño, nos vamos a Milford y
volveremos el domingo –explicó mi madre mientras metía algunas cosas en una pequeña
maleta -. ¿Seguro que note quieres venir? Cuando eras pequeña te encantaba ir
allí.
-Ya, mamá, cuando era pequeña.
-Phoebe también viene.
-Ella es un caso aparte. Además, solo va
porque Simon estará allí.
-¿Y por qué no te traes a Eric? –oí que
decía Phoebe desde la puerta de la habitación.
Me giré para fulminarla con la mirada.
-¿Quién es Eric? –preguntó mi madre con
pura curiosidad.
Suspiré y me volví de nuevo hacia ella.
-Es… mi novio –dije con timidez.
-¿Y dónde lo has conocido? ¿Del
instituto?
-Es el del balonazo de principio de
curso –explicó mi hermana.
-Phoebe, cállate –le repliqué.
-Solo te estaba dando un empujoncito.
-¿Hace cuanto que estáis saliendo? –continuó con el
interrogatorio, ignorando a mi hermana.
-Una semana –probablemente
se esperaba que se lo hubiese dicho antes.
-¿Y por qué no me lo habías
dicho? –en efecto.
-No sé –me encogí de
hombros-. Pero ya lo sabes.
-¿Por qué no te vienes con
él?
Solté una risita histérica.
-No –dije rotundamente.
-Así podríamos conocerle.
Ya estaba empezando a ser
pesada, pero no iba a llevar a Eric a casa de mis tíos para que conociera a mi
familia.
-Te lo presentaré otro día,
mamá.
Salí de la habitación y me
dirigí a la mía. Me senté en la cama, cogí el teléfono que estaba en la mesita
de noche, y marqué el número de Amber.
-¿Sí? –contestó mi amiga.
-Amber, soy Sam. Escucha,
¿te apetece venir esta noche a mi casa? Estoy sola.
-Suena bien, pero he quedado con April y Chelsea –estas eran dos amigas suyas de la escuela
de fotografía a la que iba-. Puedes venirte si quieres.
-No, no pasa nada.
-¿Seguro?
-Sí, llamaré a Eric a
ver qué hace esta noche.
-Vale, adiós.
-Adiós.
Llamé a Eric, pero no cogía
el móvil así que supuse que estaría entrenando.
-Samira, nos vamos –oí que
decía mi padre.
Bajé las escaleras para
despedirme de ellos.
-¿Seguro que no quieres
venir con Eric? –me dijo mi hermana en voz baja.
-No, Phoebe. Ah, y muchas
gracias por la ayudita de antes –repliqué de forma sarcástica.
-De nada –respondió con una
sonrisa-. Se veía que la necesitabas.
Le di un empujón,
apartándola de mí.
-Adiós.
Subí de nuevo a mi
habitación y me senté en la cama, con el ordenador delante, mirando las fotos
que Amber me había mandado. Más tarde me levanté y me dispuse a ir a casa de
Eric, no había hablado con él, pero tenía unos apuntes que devolverle. Los metí
en el bolso y cogí las llaves del coche.
Minutos después aparqué
frente a su casa y llamé a la puerta.
-Hola –saludé cuando abrió. Se
acercó para besarme-. Pasa.
Entré en el comedor y dejé
el bolso sobre el sofá para sacar los apuntes.
-¿Tenías entrenamiento?
-Sí, he acabado hace poco.
-Venía a traerte los apuntes
que me dejaste. Y saber qué haces esta noche.
-Mis padres se han ido
fuera, pero tengo que cuidar de Katie todo el fin de semana.
En ese instante esta entró
por la puerta que daba al pasillo.
-Hola, Samira –saludó
alegremente, luego se volvió hacia su hermano-. Eric, tengo hambre.
-Ahora haré algo para cenar,
¿qué te apetece?
Se encogió de hombros y se
dirigió a la nevera.
-¿Te dejo los apuntes en tu
cuarto? –pregunté.
Asintió y siguió a su
hermana. Entré en su habitación: la cama se extendía frente a mí y a un lado se
encontraba la mesa de escritorio, delante de la ventana; a mi izquierda había
una estantería repleta de trofeos y fotografías. Me quedé observando todos los
trofeos y medallas que había, al menos allí debía haber unos diez.
-Samira –Eric entró por la
puerta-. ¿Te quedas a cenar?
Me encogí de hombros.
-Vale.
Se acercó a mí y me besó,
agarrándome por la cintura. En ese momento se oyeron unos sollozos. Ambos nos
giramos hacia puerta. Eric salió hacia el comedor rápidamente y yo le seguí.
Katie estaba en el suelo, junto a la escalera y parecía que se había hecho una
herida en la pierna.
-Pero, Katie, ¿qué ha
pasado? –dijo Eric con voz un poco más alterada mientras se acercaba a ella y
la cogía en brazos.
-Me he… tropezado –explicó
entre sollozos-. Y me he dado… con el borde… de la escalera.
La llevó hasta la cocina y
la sentó sobre la encimera para revisarle la herida.
-Vale, no pasa nada. ¿Te
duele?
Ella asintió haciendo una
mueca. Eric se incorporó, se acercó a uno de los estantes para sacar el
botiquín y le curó cuidadosamente.
-¡Con cuidado, que me duele
mucho!
Sopló suavemente a la
herida.
-Ya está.
Levantó la cabeza hacia su
hermana, que todavía seguía con ojos llorosos. La volvió a coger en brazos y
ella se agarró a él con fuerza. Sonreí levemente, parecía que le tenía mucho
cariño a su hermano. La dejó en el suelo y se acercó a la cocina para preparar
algo de comer.
-¿Quieres que te ayude?
–pregunté mientras me acercaba a él.
Acabamos de cocinar y
cenamos tranquilamente. En cuanto terminamos Katie fue directa a ver la televisión
mientras Eric y yo recogíamos la mesa. Me senté en el sofá contrario al que se
encontraba Katie, la cual estaba absorta con los dibujos animados. Eric se acomodó
junto a mí y me cogió de la cintura para arrastrarme hacia él, y me acurruqué
bajo su brazo.
Cuando Katie empezó a
dormirse su hermano se levantó para llevarla a su habitación. La cogió y esta
abrió los ojos lentamente.
-No quiero irme a la cama –se
quejó adormilada.
-Te estás durmiendo –dijo
Eric suavemente-. Vamos.
Se agarró a su cuello y
cerró los ojos. Me tumbé en el sofá e hice algo de zapping hasta dejar una
película de acción. Eric apareció enseguida y se tumbó a mi lado. En el momento
que la película acabó, aunque no le habíamos prestado mucha atención, ambos nos
levantamos del sofá.
Eric me acercó hacia él, me
acarició el cuello con suavidad, dibujando el contorno de mi mandíbula; y me
besó dulcemente, bajando por la nuca.
-Tu hermana está en la
habitación de al lado –susurré apartándolo ligeramente.
-Una vez duerme no se entera
de nada –sonrió con picardía.
Me volvió a besar, y pasé
mis brazos por su cuello para estrecharle contra mí.
Me empujaron con fuerza por la espalda, haciéndome caer al suelo
de rodillas. Me retorcieron los brazos hacia atrás y me ataron las muñecas con
una áspera cuerda que me rozaba bruscamente la piel. Estiraron del cuello de mi
camiseta para levantarme y me subieron a un viejo carro de madera atestado de
gente. Todos tenían la mirada clavada en el suelo del carro, atemorizados por
levantar la mirada. Paramos a los pocos minutos, en la plaza de aquel pueblo
que no conocía. Nos bajaron a trompicones y nos situaron junto a una fila de
personas. No entendía lo que estaba pasando, pero lo comprendí en seguida al
ver
montones de paja y ramas acumuladas alrededor de una tarima en la que se podían
observar los grandes pilares. Y delante de nosotros había otro grupo de
personas. Escruté todos aquellos rostros, en busca, tal vez, de la chica de mis
pesadillas. Pero me quedé de piedra al ver entre ellos a Eric, al frente de la
fila. Lo cogieron bruscamente, con otras cinco personas más. Eran los próximos
en la hoguera. Intenté gritar su nombre, pero tenía la garganta seca. Sin
embargo, cuando la hoguera empezó a arder un grito de horror salió de mi
garganta. Su mirada se posó sobre la mía un segundo, luego la desvió.
-¡No! –chillé cuando el fuego empezó a
quemar su cuerpo.
Mis ojos se convirtieron en una
marabunta de lágrimas mientras oía sus gritos desgarradores de dolor.
-¡¡Eric!! –vociferé entre sollozos.
Me desperté sobresaltada y respiré hondo
varias veces para coger aliento.
-Eh, Samira –oí su voz junto a mí y
levanté la cabeza rápidamente para mirarle. Me cogió el rostro con ambas
manos-. Estoy aquí.
Apoyé la espalda contra la pared y hundí
el rostro entre mis piernas para intentar contener las lágrimas de mis ojos.
Noté como me abrazaba y me acurruqué entre sus brazos, me sentía como una niña.
-Tranquila –susurró.
Estaba bastante alterada, hacía semanas
que aquellas pesadillas parecían haber desaparecido. ¿Por qué las tenía de
nuevo?
-Ha sido solo una pesadilla.
Nos mantuvimos así durante unos minutos,
hasta que las lágrimas se secaron en mis ojos.
-¿Estás mejor? –preguntó cuando me hube
separado de él.
Asentí levemente.
-Pareceré una niña pequeña –dije
agachando la cabeza.
-¿Qué era lo que pasaba?
Le conté lo que había ocurrido en mi
pesadilla.
-Entonces encendían la hoguera y… –ya supondría
el final.
Me dio un abrazó y me besó.
-Ha sido solo una pesadilla.
Nos volvimos a tumbar y me acomodé lo
más cerca de él posible.
Abrí los ojos lentamente, me desperecé
entre las sábanas y me levanté, en dirección al comedor, donde se les oía a
ambos. Katie desayunaba un tazón de cereales frente a la televisión, y me
acerqué a Eric que se encontraba en la cocina.
-¿Cómo has dormido?
Me encogí de hombros a modo de
respuesta.
Desayunamos tranquilamente y cuando hube
acabado recogí mis cosas.
-Nos vemos el lunes –me despedí.
-Adiós, Samira –respondió Katie con una
sonrisa desde el sofá.
-Adiós, Katie.
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