lunes, 25 de junio de 2012

CAPÍTULO 12


CAPÍTULO 12: De nuevo las pesadillas
El fin de semana había estado genial, sin embargo la semana transcurrió monótona, sin emociones alguna, claro que con Eric cada vez estaba mejor. Además, aquella chica de mis pesadillas no me había atormentado, como si hubiera desaparecido, y era todo un alivio.
-Cariño, nos vamos a Milford y volveremos el domingo –explicó mi madre mientras metía algunas cosas en una pequeña maleta -. ¿Seguro que note quieres venir? Cuando eras pequeña te encantaba ir allí.
-Ya, mamá, cuando era pequeña.
-Phoebe también viene.
-Ella es un caso aparte. Además, solo va porque Simon estará allí.
-¿Y por qué no te traes a Eric? –oí que decía Phoebe desde la puerta de la habitación.
Me giré para fulminarla con la mirada.
-¿Quién es Eric? –preguntó mi madre con pura curiosidad.
Suspiré y me volví de nuevo hacia ella.
-Es… mi novio –dije con timidez.
-¿Y dónde lo has conocido? ¿Del instituto?
-Es el del balonazo de principio de curso –explicó mi hermana.
-Phoebe, cállate –le repliqué.
-Solo te estaba dando un empujoncito.
-¿Hace cuanto que estáis saliendo? –continuó con el interrogatorio, ignorando a mi hermana.
-Una semana –probablemente se esperaba que se lo hubiese dicho antes.
-¿Y por qué no me lo habías dicho? –en efecto.
-No sé –me encogí de hombros-. Pero ya lo sabes.
-¿Por qué no te vienes con él?
Solté una risita histérica.
-No –dije rotundamente.
-Así podríamos conocerle.
Ya estaba empezando a ser pesada, pero no iba a llevar a Eric a casa de mis tíos para que conociera a mi familia.
-Te lo presentaré otro día, mamá.
Salí de la habitación y me dirigí a la mía. Me senté en la cama, cogí el teléfono que estaba en la mesita de noche, y marqué el número de Amber.
-¿Sí? –contestó mi amiga.
-Amber, soy Sam. Escucha, ¿te apetece venir esta noche a mi casa? Estoy sola.
-Suena bien, pero he quedado con April y Chelsea –estas eran dos amigas suyas de la escuela de fotografía a la que iba-. Puedes venirte si quieres.
-No, no pasa nada.
-¿Seguro?
-Sí, llamaré a Eric a ver qué hace esta noche.
-Vale, adiós.
-Adiós.
Llamé a Eric, pero no cogía el móvil así que supuse que estaría entrenando.
-Samira, nos vamos –oí que decía mi padre.
Bajé las escaleras para despedirme de ellos.
-¿Seguro que no quieres venir con Eric? –me dijo mi hermana en voz baja.
-No, Phoebe. Ah, y muchas gracias por la ayudita de antes –repliqué de forma sarcástica.
-De nada –respondió con una sonrisa-. Se veía que la necesitabas.
Le di un empujón, apartándola de mí.
-Adiós.
Subí de nuevo a mi habitación y me senté en la cama, con el ordenador delante, mirando las fotos que Amber me había mandado. Más tarde me levanté y me dispuse a ir a casa de Eric, no había hablado con él, pero tenía unos apuntes que devolverle. Los metí en el bolso y cogí las llaves del coche.
Minutos después aparqué frente a su casa y llamé a la puerta.
-Hola –saludé cuando abrió. Se acercó para besarme-. Pasa.
Entré en el comedor y dejé el bolso sobre el sofá para sacar los apuntes.
-¿Tenías entrenamiento?
-Sí, he acabado hace poco.
-Venía a traerte los apuntes que me dejaste. Y saber qué haces esta noche.
-Mis padres se han ido fuera, pero tengo que cuidar de Katie todo el fin de semana.
En ese instante esta entró por la puerta que daba al pasillo.
-Hola, Samira –saludó alegremente, luego se volvió hacia su hermano-. Eric, tengo hambre.
-Ahora haré algo para cenar, ¿qué te apetece?
Se encogió de hombros y se dirigió a la nevera.
-¿Te dejo los apuntes en tu cuarto? –pregunté.
Asintió y siguió a su hermana. Entré en su habitación: la cama se extendía frente a mí y a un lado se encontraba la mesa de escritorio, delante de la ventana; a mi izquierda había una estantería repleta de trofeos y fotografías. Me quedé observando todos los trofeos y medallas que había, al menos allí debía haber unos diez.
-Samira –Eric entró por la puerta-. ¿Te quedas a cenar?
Me encogí de hombros.
-Vale.
Se acercó a mí y me besó, agarrándome por la cintura. En ese momento se oyeron unos sollozos. Ambos nos giramos hacia puerta. Eric salió hacia el comedor rápidamente y yo le seguí. Katie estaba en el suelo, junto a la escalera y parecía que se había hecho una herida en la pierna.
-Pero, Katie, ¿qué ha pasado? –dijo Eric con voz un poco más alterada mientras se acercaba a ella y la cogía en brazos.
-Me he… tropezado –explicó entre sollozos-. Y me he dado… con el borde… de la escalera.
La llevó hasta la cocina y la sentó sobre la encimera para revisarle la herida.
-Vale, no pasa nada. ¿Te duele?
Ella asintió haciendo una mueca. Eric se incorporó, se acercó a uno de los estantes para sacar el botiquín y le curó cuidadosamente.
-¡Con cuidado, que me duele mucho!
Sopló suavemente a la herida.
-Ya está.
Levantó la cabeza hacia su hermana, que todavía seguía con ojos llorosos. La volvió a coger en brazos y ella se agarró a él con fuerza. Sonreí levemente, parecía que le tenía mucho cariño a su hermano. La dejó en el suelo y se acercó a la cocina para preparar algo de comer.
-¿Quieres que te ayude? –pregunté mientras me acercaba a él.
Acabamos de cocinar y cenamos tranquilamente. En cuanto terminamos Katie fue directa a ver la televisión mientras Eric y yo recogíamos la mesa. Me senté en el sofá contrario al que se encontraba Katie, la cual estaba absorta con los dibujos animados. Eric se acomodó junto a mí y me cogió de la cintura para arrastrarme hacia él, y me acurruqué bajo su brazo.
Cuando Katie empezó a dormirse su hermano se levantó para llevarla a su habitación. La cogió y esta abrió los ojos lentamente.
-No quiero irme a la cama –se quejó adormilada.
-Te estás durmiendo –dijo Eric suavemente-. Vamos.
Se agarró a su cuello y cerró los ojos. Me tumbé en el sofá e hice algo de zapping hasta dejar una película de acción. Eric apareció enseguida y se tumbó a mi lado. En el momento que la película acabó, aunque no le habíamos prestado mucha atención, ambos nos levantamos del sofá.
Eric me acercó hacia él, me acarició el cuello con suavidad, dibujando el contorno de mi mandíbula; y me besó dulcemente, bajando por la nuca.    
-Tu hermana está en la habitación de al lado –susurré apartándolo ligeramente.
-Una vez duerme no se entera de nada –sonrió con picardía.
Me volvió a besar, y pasé mis brazos por su cuello para estrecharle contra mí.

Me empujaron con fuerza por la espalda, haciéndome caer al suelo de rodillas. Me retorcieron los brazos hacia atrás y me ataron las muñecas con una áspera cuerda que me rozaba bruscamente la piel. Estiraron del cuello de mi camiseta para levantarme y me subieron a un viejo carro de madera atestado de gente. Todos tenían la mirada clavada en el suelo del carro, atemorizados por levantar la mirada. Paramos a los pocos minutos, en la plaza de aquel pueblo que no conocía. Nos bajaron a trompicones y nos situaron junto a una fila de personas. No entendía lo que estaba pasando, pero lo comprendí en seguida al ver montones de paja y ramas acumuladas alrededor de una tarima en la que se podían observar los grandes pilares. Y delante de nosotros había otro grupo de personas. Escruté todos aquellos rostros, en busca, tal vez, de la chica de mis pesadillas. Pero me quedé de piedra al ver entre ellos a Eric, al frente de la fila. Lo cogieron bruscamente, con otras cinco personas más. Eran los próximos en la hoguera. Intenté gritar su nombre, pero tenía la garganta seca. Sin embargo, cuando la hoguera empezó a arder un grito de horror salió de mi garganta. Su mirada se posó sobre la mía un segundo, luego la desvió.
-¡No! –chillé cuando el fuego empezó a quemar su cuerpo.
Mis ojos se convirtieron en una marabunta de lágrimas mientras oía sus gritos desgarradores de dolor.
-¡¡Eric!! –vociferé entre sollozos.
Me desperté sobresaltada y respiré hondo varias veces para coger aliento.
-Eh, Samira –oí su voz junto a mí y levanté la cabeza rápidamente para mirarle. Me cogió el rostro con ambas manos-. Estoy aquí.
Apoyé la espalda contra la pared y hundí el rostro entre mis piernas para intentar contener las lágrimas de mis ojos. Noté como me abrazaba y me acurruqué entre sus brazos, me sentía como una niña.
-Tranquila –susurró.
Estaba bastante alterada, hacía semanas que aquellas pesadillas parecían haber desaparecido. ¿Por qué las tenía de nuevo?
-Ha sido solo una pesadilla.
Nos mantuvimos así durante unos minutos, hasta que las lágrimas se secaron en mis ojos.
-¿Estás mejor? –preguntó cuando me hube separado de él.
Asentí levemente.
-Pareceré una niña pequeña –dije agachando la cabeza.
-¿Qué era lo que pasaba?
Le conté lo que había ocurrido en mi pesadilla.
-Entonces encendían la hoguera y… –ya supondría el final.
Me dio un abrazó y me besó.
-Ha sido solo una pesadilla.
Nos volvimos a tumbar y me acomodé lo más cerca de él posible.

Abrí los ojos lentamente, me desperecé entre las sábanas y me levanté, en dirección al comedor, donde se les oía a ambos. Katie desayunaba un tazón de cereales frente a la televisión, y me acerqué a Eric que se encontraba en la cocina.
-¿Cómo has dormido?
Me encogí de hombros a modo de respuesta.
Desayunamos tranquilamente y cuando hube acabado recogí mis cosas.
-Nos vemos el lunes –me despedí.
-Adiós, Samira –respondió Katie con una sonrisa desde el sofá.
-Adiós, Katie.

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