CAPÍTULO
41: Sacrificio
-¡No! –dijimos Neile y yo a la vez.
Nos miramos un segundo y después volvimos
la mirada hacia Ayerai.
-No, Ayerai, nadie va a hacer esto.
Buscaremos otra forma.
-Si no hubiese otra forma –contestó, con
la vista clavada en Neliel, sin querer mirarnos a ninguna de las dos-, yo lo
haría.
-Pensaremos otra cosa –repuse antes de
que Neliel dijera nada.
-Sí –afirmó esta-. La reunión se ha
acabado –nadie se movió de su sitio, aunque habíamos oído perfectamente lo que
había dicho-. Chicos, la reunión se ha acabado –repitió ahora con voz imponente.
La gente se fue levantando y saliendo
por la puerta, excepto yo. Cuando el último cerró detrás de sí Neliel se dejó
caer sobre la silla que había tras el escritorio. Apoyó los codos en la mesa y
se frotó la cara.
-No puedo dejar que Ayerai muera, no
puedo dejar que ninguno de vosotros muera. Tengo que pensar en otra cosa. No
puedo dejar que corráis peligro.
Me senté en la silla que había frente a
ella.
-Enfrentarse a la Inquisición ya es algo
peligroso, tampoco puedes protegernos de todo. Tú nos has enseñado a cuidarnos
bien.
Me levanté al ver que no decía nada, ni
siquiera levantó la vista para mirarme; querría estar sola. Caminé sin rumbo
por el pasillo. Todo esto me estaba superando, Ayerai no podía morir por mí. No
lo permitiría. Por otro lado estaba Eric, tenía que buscar la forma de
salvarlo. Sin apenas pensarlo me plantaría allí a medianoche, haría cualquier cosa
por salvarle, pero había cientos de personas que morirían por ello. Apoyé la
espalda contra la pared y me deslicé hasta el suelo. Me rodeé las piernas, me
las abracé contra el pecho y hundí el rostro entre ellas.
-Tienes que dejar que lo haga –oí a
Aimara a mi lado, pero no levanté la cabeza.
-No voy a dejar que Ayerai muera.
-No vas a poder salvar a los dos.
-¿Pretendes que elija entre uno de
ellos? No lo pienso hacer, salvaré a los dos.
-Entérate de una vez que estarán
esperando cualquier indicio de otra persona. Os detectarán sin problemas.
Además, si el sacrifico que él hace os salvará a todos, ¿no puedes pensar que a
lo mejor sirve para algo?
-No, simplemente no me cabe esa idea en
la cabeza.
-Eres una cabezota, ¿lo sabías?
-¿Por qué? –dije ahora levantando la
cabeza, enfadada-. ¿Porque quiero salvar a mi mejor amigo? ¿Porque no quiero
que mi novio muera? Sí, entonces soy una cabezota.
Soltó un largo suspiro.
-Neliel no ha encontrado otra forma de
hacerlo. Y tú no vas a presentarte allí porque si no matarías a todos los
brujos –se adelantó a decir al ver mi expresión. Me conocía mejor de lo que yo
pensaba-. No seas impulsiva.
Noté como los ojos se me llenaban de
lágrimas. En ese momento advertí que alguien se sentaba a mi lado. Phoebe pasó
el brazo por mis hombros, sin decir nada, y me abrazó. Hundí la cara en su pelo
y rompí a llorar. Nos quedamos en silencio, con ese simple gesto me tranquilicé.
Phoebe siempre sabía cómo calmarme.
-Samira –escuché la voz de Neliel y levanté
la cabeza rápidamente, con las lágrimas ya secas en los ojos. La directora del
centro, con un rostro habitualmente serio pero amable, parecía haber envejecido
varios años de repente-. Sé que me odiarás por ello, pero no he encontrado otra
forma de hacerlo. Sin embargo, tal vez podamos llegar a salvarle.
-¿A qué te refieres? –pregunté
esperanzada.
-Tú puedes hacer un hechizo, que tan
solo puede llevar a cabo algún miembro de las Cinco Brujas, para que no nos
detecten al llegar, más o menos como si fuésemos invisibles. Ello te protegerá
de que no te vean allí. Si consiguiéramos acabar con ellos con rapidez tal vez
podamos salvar a Ayerai.
-De acuerdo –me levanté-. ¿Cuál es el
hechizo?
-Haudephendere.
Asentí, repitiendo aquella palabra en mi
cabeza una y otra vez.
-Pero, ¿podrá hacerlo sin haberlo
practicado antes? –preguntó mi hermana.
-Sí, el poder de las Cinco Brujas la
ayudará –se dirigió de nuevo hacia mí-. También tendrás que aprenderte el
hechizo para matar a la Inquisición cuando llegue el momento. Con la fuerza de
todos podremos hacerlo, el resto ya se lo sabe, no es difícil –empezó a recitar
el conjuro-. Spirtus liberterium
potstatem ut invaudere.
Rápidamente mi cabeza lo tradujo.
-Espíritus liberad el poder que les invade
–susurré-. ¿Qué quiere decir exactamente?
-Una vez que el poder se vaya de ellos,
morirán.
-¿Cómo si les arrancáramos el poder?
-Un poder que no es suyo, tú mejor que
nadie sabes eso.
Me estremecí al recordar aquella
horrible sensación que me desgarraba cuando la Inquisición había matado a
aquellas brujas. Neliel miró su reloj de reojo. Yo la imité y vi que era casi
media noche.
-¿Dónde está Ayerai?
-En su habitación.
Asentí y subí rápidamente las escaleras hasta
su cuarto.
-¡No lo hagas, por favor! –oí la voz en
grito de Neile cuando estuve a punto de tocar.
-No lo hago solo por salvarla a ella, lo
hago para protegeros a todos. Para salvarte a ti.
-¡Pues no quiero que me salves, no de
esta forma! ¡No dando tu vida!
Hubo unos segundos de silencio.
-Te quiero –escuché que decía Ayerai.
Me aparté y me senté en la otra punta
del pasillo, dejándoles intimidad. Se me llenaron los ojos de lágrimas al
pensar en lo que Neile estaría sufriendo en aquel momento; y Ayerai también.
Esperé pacientemente a que acabaran de
hablar. Minutos después se abrió la puerta. Me incorporé al ver a Neile salir y
cerrar tras de sí. Me acerqué hasta ella y la abracé con fuerza mientras
lloraba desconsoladamente en mi hombro. Probablemente me odiara, gracias a mí
estaba pasando todo esto. Tal vez ni quería que la estuviera abrazando en aquel
momento.
-Lo siento, Neile
–sollocé, sin soltarla-. Esto es culpa mía, seguramente me odies
por ello.
-No te odio Samira, para nada. Y esto no
es… culpa tuya, no es tu culpa… tener el poder de las Cinco Brujas, no es tu
culpa que la… Inquisición vaya a por ti. Así que no lo pienses.
-Ayerai va a sacrificarse por mí.
Noté como su lloro aumentó ligeramente.
-Eso no es así…, lo hace por todos
nosotros. No te eches toda la culpa sobre tus hombros.
Me separé de ella y me sequé las
lágrimas, ella hizo lo mismo, al tiempo que sorbía por la nariz. Ambas nos sonreímos
ligeramente.
-Lo salvaremos.
Suspiró sonoramente y asintió, sin mucho
convencimiento.
-Tú solo ten preparada la poción
curativa –le dediqué una pequeña sonrisa forzada.
Se despidió y me volví para tocar a la
puerta. Entré.
-Hola –suspiró a modo de saludo. Me
acerqué a la cama y me senté junto a él-. Espero que no vengas a intentar
convencerme de que no lo haga.
-Sería inútil, ¿verdad?
-Sí, no eres la primera que lo ha
intentado. Pero no retrocederé en mi decisión.
-Solo venía a… –se me cortó la voz.
-Despedirte –me ayudó.
Me miró fijamente, con los ojos
humedecidos. Me acerqué más para abrazarle.
-Eres el mejor amigo que he tenido nunca
–susurré con una sonrisa-. Siempre me sabes escuchar, y consigues hacerme reír.
Me devolvió otra sonrisa. Entonces
llamaron a la puerta y ambos nos giramos para ver a Neliel.
-Ayerai –murmuró-. Apenas quedan unos
minutos para medianoche.
-Claro, debería irme ya.
Se apartó de mí y me dedicó otra sonrisa
antes de salir por la puerta acompañado de Neliel. Les seguí pocos metros por
detrás hasta llegar al jardín, donde ya se encontraba todo el mundo. Ayerai se
separó de la gente y escrutó cada uno de nuestros rostros. Neile se acercó a él
y le besó, tal vez pensando que sería la última vez. Luego se separó y se puso
de nuevo a mi lado. Ayerai destapó el pequeño bote que tenía entre las manos y
se lo bebió. En ese momento se encogió un par de centímetros y su figura
cambió. Su rostro se volvió más alargado y sus ojos se convirtieron en los
míos. Era realmente extraño verse a uno mismo fuera del espejo. Le dediqué una
sonrisa antes de que desapareciera.
Minutos después me tocó actuar a mí.
Cada uno fue cogiendo a su compañero de la mano, hasta que el círculo se cerró.
-¿Estás lista, Samira? –preguntó Neliel
desde el otro lado del círculo.
-Sí, lo estoy –cerré los ojos y me
concentré en el hechizo, el resto se encargaría de teletransportarnos hasta
Salem-. Haudephendere.
Noté como me ardía la marca y una luz
amarillenta me cubrió por completo y se fue extendiendo por el resto de los
alumnos. Una vez listos, aparecimos en Salem.
QUÉ NERVIOS, MADRE MÍA :O Ojalá consigan salvarse todos... Pobre Neile, pobre Ayerai, pobre Eric... Joooo, no quiero que muera ninguno de los dos, pero tampoco quiero que muera Samira, y si muere Samira, mueren todos... Nyah, qué lío :S
ResponderEliminarMujer! Usted escribe supremamente bien, me hizo llorar hahahah xDDDD
ResponderEliminarGraciaaas!! =D
EliminarMe encanta que de guste la historia!
Y me dejas flipada con lo rápido que estás leyendo los capítulos.
Un beso.