CAPÍTULO 39: Equivocada
Me
incorporé y noté un dolor horrible en el costado, probablemente me habría
magullado algunas costillas. Entré rápidamente a la casa y me dirigí a la sala
de estar. Cuando entré todos me miraron perplejos.
-Samira
–dijo mi madre, que se levantaba y venía a abrazarme, con los ojos llenos de
lágrimas-. ¿Cómo estás? ¿Qué es lo que te han hecho? –me volvió a abrazar.
-¡Ah! –se
apartó en seguida al oírme quejarme-. Creo que tengo alguna costilla magullada.
-Traeré
algo de poción curativa –dijo mi hermana.
Mi padre
pasó el brazo por mi cintura y me guió hasta el sofá. Me dejé caer con cuidado
y cerré los ojos, de nuevo una lágrima cayó por mi mejilla. Los abrí y me
incorporé ligeramente, mirando a Eric, que tenía sus ojos marrones clavados en
los míos.
-¿Qué es lo
que pasa aquí? –quise saber, aunque me hacía una idea.
-Pensamos
que él te había cogido –informó Neliel.
Me giré
hacia Ayerai.
-Lo siento
–se disculpó-. No me iba a quedar callado si pensaba que estabas en peligro.
-Él no es
de la Inquisición –expliqué-. Pensé que era así –dije en un susurro, sin poder
mirarle a la cara-. Pero me equivoqué; todos os equivocabais. Vi… –me sentía
avergonzada contando lo que había pasado-. Vi un Libro de las Sombras en su
cajón, pero no era más que un hechizo de apariencia.
-¿Y quién
lo había creado? –inquirió Ayerai antes de que pudiera continuar.
Suspiré.
-Amber.
-¿Qué?
–levanté la cabeza para mirar a Eric-. ¿Amber? No, Samira, ella…
-Es una de
ellos. Yo tampoco quería creerlo, pero sí. Pensaba que era mi mejor amiga, sin
embargo esto es lo que me he llevado a cambio de su amistad.
-¿Ella te
hizo eso? –inquirió Neile.
-No
exactamente, Cameron lo hizo.
-¿El chico
de la discoteca? –habló Eric, con pura confusión y sorpresa en su rostro.
-Me
metieron en una celda donde los poderes no funcionaban, y cuando intenté salir
fue cuando me hizo esto –vi cómo se le tensaba la mandíbula.
-¿Y cómo
conseguiste salir de allí? –preguntó Neliel.
-Aimara me
ayudó.
En ese
momento mi hermana entró en la habitación y me tendió un pequeño vaso. Me lo
bebí y vi como Eric observaba mi rostro, maravillado por los efectos que la
poción curativa había tenido.
-Bueno,
ahora aquí estás a salvo, pero te buscarán.
-¿Y… –habló
Neile vacilante-, por qué no te mataron?
-Porque el
sacrificio tiene que ser en luna nueva, es decir…
-Mañana por
la noche –respondió Neliel-. ¿Te contaron cómo sería?
-Sí,
tendría que absorber el poder de todos. Y… ¿eso significa notar cómo morís
todos vosotros?
Asintió.
-Lo notarás
igual que nosotros.
Me
estremecí con solo pensarlo.
-Sentiré el
dolor de cientos de personas.
-No pasará.
Porque el sacrificio no se llevará acabo. Pero hablaremos de esto mañana.
-¿Mañana?
–se quejó Neile-. No creo que el tiempo nos sobre.
-Es más de
medianoche, hablaremos mañana. Por favor, que cada uno suba a su habitación.
Me levanté
del sofá y fui directa a Eric. Le miré un segundo, con los ojos llorosos, y le
abracé con fuerza.
-Lo siento
–susurré en su hombro-. Siento haber desconfiado de ti.
Él me
abrazó más fuerte y me acarició el pelo. Oímos como nos quedábamos solos. Me
separé de él y le besé enérgicamente, enredando los dedos entre su cabello.
-Lo siento
–volví a repetir. Sentía haber pensado todas esas cosas de él.
-No pasa
nada, Samira –me abrazó de nuevo-. ¿Cómo ha podido Amber hacerte una cosa así?
Es que… no me cabe en la cabeza.
Le estreché
más fuerte y empecé a llorar, humedeciendo ligeramente su camiseta.
-Era
totalmente cruel. Y yo una estúpida por haberla creído todo este tiempo.
Nos
sentamos en el sofá mientras le explicaba con más detalle todo lo que estaba
pasando. Después de un rato me levanté, con las lágrimas ya secas en los ojos.
-¿Te
quedarás aquí esta noche?
-No, esta
gente me odia.
-Ya no.
-De todas
formas tengo que volver a casa, mis padres estarán algo preocupados.
Le cogí de
la mano y lo guié por el pasillo hasta llegar al jardín.
-¿No se
puede salir de otra forma? –preguntó poniendo mala cara.
-Es la
única que hay –en cuanto acabé de pronunciar la frase me teletransporté. Él
apoyó la mano sobre mi hombro con fuerza cuando aparecimos frente a su casa-.
¿Estás bien?
-Esto es
horrible, no sé cómo puedes hacerlo siempre.
-Al final
te acostumbras y el mareo se va.
Me acerqué
a él y le besé.
-Te quiero
–me susurró.
-Yo también
te quiero.
Aparecí de
nuevo frente a la casa de Neliel y entré para irme directa a mi habitación. Me
tumbé en la cama y cerré los ojos, estaba exhausta.
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