Siento no haber subido nada en estos días, pero estaba de viaje y allí no tenía internet. Pero aquí van dos capítulos más.
Y muchísimas graciaas a los que me leeis!
viernes, 3 de agosto de 2012
viernes, 27 de julio de 2012
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 38: Aprisionada
-Advectum –susurré por cuarta vez, sabía
que era imposible, en aquel lugar subterráneo la magia parecía no funcionar.
Pero
necesitaba salir de aquel sitio, no podía morir; no podía dejar que todos los
brujos y brujas murieran. No podía.
Me planté
frente a la verja.
-Eruptio –dije al tiempo que hacia un
pequeño gesto con las manos para intentar que la puerta explotara, pero no pasó
nada-. Eruptio.
Nada.
-No seas
estúpida y deja de intentarlo. Mírate –dijo Cameron haciendo una señal con la
cabeza. Noté que me sangraba la nariz, algo que solo ocurría si te pasabas
utilizando tus poderes. Me lo enjuagué rápidamente.
Le miré con
puro odio.
-¿Tienes
que vigilarme? –pregunté al ver que se sentaba en el suelo.
-No hay más
remedio, me ha tocado. Debería hacerlo Amber, pero no quiere pasarse toda la
noche en vela.
Él tampoco parecía
tener esa intención, se le veía el cansancio en el rostro. Me senté en el lado
más alejado de la celda y me acurruqué sobre mí misma. Sentí que el estómago me
rugía estridentemente. Levanté la cabeza y vi que Cameron también me miraba.
-Me muero
de hambre –susurré, no quería nada que ellos me dieran, pero no podía aguantar.
-¿Debería
importarme?
Tragué
saliva.
-¿No
necesitáis que esté bien para el sacrificio?
Resopló
ruidosamente. Finalmente cedió y se levantó. Apareció a los pocos minutos con
una bandeja con comida y la pasó por debajo de la reja. Me abalancé sobre ella,
engullí los trozos de pan y me bebí la sopa rápidamente. Una vez hube acabado
la dejé junto a la puerta y volví a mi sitio.
No podía
pegar ojo, y el sonido de los escandalosos ronquidos de Cameron me mantenía
despierta. Me levanté sigilosamente y me asomé por la pequeña ventana que había
en la parte superior. Pero sería inútil intentar salir por ahí, no cabría. Miré
a todas partes, sin saber qué hacer.
-¿Cómo ha
podido hacerte esto? –escuché la voz de Aimara.
-¡Aimara!
–musité con alivio-. Menos mal, ayúdame a salir de aquí, por favor.
-Tienes
suerte, este sitio lo conozco, era mi antigua escuela de magia.
-¿Entonces
sabes cómo salir?
-Había un viejo
túnel secreto, probablemente siga funcionando.
-Genial
–estiré la mano para que me la cogiera, esperando que me guiara por aquellos
pasillos.
Se rió por
lo bajo.
-Intenta
tocarme.
Alargué la
mano y cuando fui a rozar la suya la traspasé, notando un ligero cosquilleo,
como si se tratara de aire. No lo había pensado, pero ella no era más que un
fantasma.
-¿Cómo
vamos a salir de aquí sin que él se entere?
-Creo que
duerme profundamente.
Empezó a caminar
hacia él, traspasando la puerta, y pasó su mano ligeramente por el rostro de
Cameron. Este se rascó la nariz, y cambió de posición, soltando un gran
ronquido. Me reí por lo bajini. Aimara se acercó a la puerta y susurrando un
conjuro esta se abrió.
-¿Cómo
puedes utilizar los poderes aquí? Yo no puedo y él tampoco.
-Está hecho
para que los brujos no puedan utilizar sus poderes, yo soy un fantasma.
Salí de la
celda y caminé sigilosamente detrás de Aimara. Pero entonces sentí unas manos
cogerme con fuerza por los hombros.
-¿Ibas a
algún sitio? ¿Cómo narices has conseguido salir?
Solté un
pequeño grito ahogado. Intenté soltarme de su brazo, golpeándole con todas mis
fuerzas en la pierna. Se agachó un segundo, pero en el momento que fui a correr
me cogió por el brazo y me golpeó con brusquedad en la cara, haciéndome caer al
suelo. Me agarró de ambos hombros y me lanzó contra la pared. Cuando me intenté
deshacer de él me golpeó con la rodilla en el vientre. Solté un gemido de dolor
mientras me retorcía en el suelo. Cuando me fue a levantar una ráfaga de aire
hizo que saliera disparado, chocando contra la pared, y quedándose
inconsciente. Me volví para ver a Aimara.
-Gracias
–dije sin apenas poder respirar-. Pero podrías haber llegado antes.
-Vamos,
puede que el ruido haya despertado a alguien.
La seguí de
cerca por todo el pasillo, hasta llegar a una bifurcación, en la que cogimos el
camino de la izquierda. Tan solo había más mazmorras. Llegamos hasta el final y
Aimara se colocó frente a la pared. Eché un último vistazo al final del pasillo,
asegurándome de que nadie nos seguía. Me situé junto a Aimara y esperé a que me
diera las instrucciones.
-En esta
parte los poderes te funcionarán. Da dos golpes aquí –indicó, señalando a mi
derecha-. Tres ahí –a la izquierda-. Dos abajo, y uno en el centro. Pronuncia
el hechizo para abrir.
-Aperum –musité.
La pared
pareció tambalearse y empezó a separarse en dos, dejando ver un oscuro túnel
delante de nosotras.
-Vamos.
Entramos, y
una vez me giré pronuncié el hechizo para que se cerrara.
-Claudum.
Esta se
cerró de la misma forma, sin hacer ningún ruido. Me giré y miré hacia delante,
en plena oscuridad.
-¿Te sabes
el hechizo de la luz o caminaremos a oscuras? –inquirió.
No sabía cuál
era ese hechizo pero tenía mis trucos.
-Ignis –dije y en mi mano apareció una
esfera de fuego que nos iluminaba el camino.
Minutos
después salimos al oscuro bosque. Miré a mi alrededor, habíamos dejado la pequeña casa varios metros más allá.
-Desde aquí
te podrás teletransportar –me indicó Aimara.
-Gracias.
¿Eres como un ángel de la guarda o algo así?
Se le
dibujó una sonrisa en el rostro, algo que no había visto hasta entonces.
-Simplemente
me siento muy vinculada a ti porque tienes mi poder, eso es todo.
-Gracias
otra vez.
Ella
desapareció y yo me teletransporté. Aparecí en el jardín trasero de la casa de
Neliel. Levanté la cabeza para mirar por la ventana que tenía más cerca y me
quedé de piedra al ver a Eric allí.
lunes, 23 de julio de 2012
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 37: Traicionada
Noté como
me balanceaba ligeramente al ritmo de los pasos de la persona que me llevaba en
brazos. Intenté abrir los ojos, pero los parpados me caían pesadamente contra
los ojos. Empecé a recordar lo que había pasado antes de que me desmayara:
estaba en casa de Amber, contándole lo que había descubierto de Eric. Pero
entonces ella se había levantado del sofá y… ¿me había lanzado un hechizo? No,
no podía ser. ¿Amber también era una de ellos, de la Inquisición? Podría
haberme atacado al darse cuenta de que lo había descubierto.
Después de
unos minutos conseguí abrir los ojos.
-Vaya,
parece que la Bella Durmiente ha despertado –habló el chico que me estaba
llevando. Al reconocer su voz pataleé bruscamente para que me soltara-.
Tranquilízate –me ordenó.
Continué
pataleando hasta conseguir soltarme de él, y caí al suelo torpemente. Me llevó
unos segundos levantarme. Noté una mano sobre mi hombro.
-¡No me
toques, Cameron!
Me ignoró y
me agarró con fuerza del brazo para arrastrarme hacia una vieja casa que
teníamos delante. Mientras caminaba, casi a trompicones, observé el bosque en
el que nos encontrábamos, y lo reconocí en seguida. Estábamos en Salem. Miré al
grupo de gente que había detrás de nosotros y pude distinguir la silueta de
Amber entre todos aquellos chicos.
-Entra –me
mandó Cameron.
Me empujó
al interior de la casa. Me quedé parada, con los ojos como platos al ver la
estancia en la que nos encontrábamos, descomunalmente grande como para caber en
aquella casita. La sala era de techos altos, y todo ella de piedra, tenía un
cierto aire a Itziar. Me tiró hacia un lado para que me sentara junto a la
pared mientras el resto se perdía por la enorme puerta que había al fondo;
todos menos Amber.
-¿Tú
también, Amber? –dije sin poder creerlo.
-¿Yo
también? –bufó-. No, solo yo. La verdad es que fue fácil hacerte creer que era
Eric el culpable de todo esto. ¿No confiabas tanto en él?
-Pero, vi
el libro en su escritorio…
Se rió.
-Fue un
simple conjuro de apariencia, no era más que un libro normal que Eric tenía por su
habitación.
La observé
fijamente, notando las lágrimas en mis ojos, pero no pensaba derramar ni una.
No por ella.
-¿Cómo has
podido hacerme esto, Amber? –pregunté con rabia.
Se encogió
de hombros.
-Fue lo que
me pidieron que hiciera. Mi familia necesita tu poder para conseguir seguir con
vida. Eras tú o ellos, ¿a quién pensabas que elegiría?
-Está claro
que no te importo.
-No tanto
como aparentaba, no –por un segundo noté una chispa en sus ojos, pensando que
metía al decir aquello. Pero estaba claro que me equivocaba.
-Y Eric
tampoco. ¿Por qué me hiciste pensar que era él?
-Simplemente
para que fuera más fácil atacarte. Pero te equivocas, Eric sí que me importa.
Todo ha salido según lo planeado, él no ha sufrido ningún daño.
Eché la
cabeza hacia atrás, apoyándola contra la pared.
-¿Cuánto de
todo lo que has hecho o dicho era verdad?
Me vino a
la cabeza todos los momentos que había pasado con ella, riéndonos a carcajadas,
pensando que era mi mejor amiga. Clavé mis ojos, llenos de odio hacia ella, en
los suyos.
-Soy buena,
¿verdad? En ningún momento sospechaste de mí. Tal vez me meta en alguna escuela
de teatro, ¿no crees?
-Eres asquerosa
–le espeté furiosa.
-¿Me lo
tomo como un cumplido?
-Amber –oí
una voz entrar en ese momento por la puerta. Me giré para ver a un hombre alto
y corpulento. Tenía el pelo negro, al igual que los ojos, y llevaba una barba
de un par de días. Lo reconocí, era su padre.
-¿Sí? –dijo
volviéndose hacia él.
-Puedes
irte, nosotros nos encargaremos de ella.
-De acuerdo
–se giró hacia mí antes de irse-. Ha sido un placer ser tu amiga durante estos
meses –dijo con tono irónico.
En el
momento que se alejó noté caer una lágrima por mi mejilla. Cameron se acercó a
mí y estiró de mi brazo para que me levantara. Me puso frente al padre de
Amber, Ryan.
-Bueno,
Samira, supongo que te imaginas por qué estamos aquí, ¿no?
-Alguna
idea tengo –dije con cara de pocos amigos.
-Bien, pues
tu ejecución tendrá lugar mañana por la noche, en luna nueva.
-¿Queréis
mi poder porque os estáis debilitando?
-Así es, el
problema viene de que llevamos años aumentando nuestra fuerza con el sacrificio
de otras brujas, sin embargo, todo ello nos está jugando una mala pasada, hemos
empezado a ser dependientes de dicho poder. Pero todo acabará cuando mueras y
consigamos absorber tu poder. Este nos hará poderosos para siempre. Sabes lo
que dicen de la última de las Cinco Brujas, supongo.
Asentí.
-¿Y sabes
cómo morirá el resto de los brujos y brujas?
Negué con
la cabeza.
-Tú te
sobrecargarás de poder, de todo el poder de los brujos que viven. Luego
nosotros lo absorberemos, ya que al ser Magia Negra no nos afecta el ritual.
Cerré los
ojos un momento, sabía cómo era que te quitaran los poderes, lo había sentido
antes, era como si desgarraran una parte de ti. Y yo lo iba a sentir todo.
-Lleváosla –ordenó.
Cameron me
volvió a coger bruscamente y me arrastró por varios pasillos.
-Ignis –musité. Sentí una oleada de
calor, sabiendo que mi cuerpo lo absorbería y noté como Cameron apartaba las
manos rápidamente de mi piel.
En ese
momento salí corriendo por el pasillo sin saber por dónde salir, y oí los pasos
de Cameron cerca de mí. Abrí la puerta que cortaba mi camino y entré en otro
largo pasillo. Corrí todo lo que pude, pero Cameron consiguió pararme
abalanzándose sobre mí y caí de bruces contra el suelo. Intenté deshacerme de
su enorme cuerpo, pero pesaba demasiado. Musitó algo que no pude comprender y me
di cuenta de que no podía utilizar mis poderes. Sin embargo conseguí liberarme
de sus manos, pero cuando traté de atacarle me golpeó con el puño en el rostro,
y noté que me ardía el pómulo derecho. Finalmente se levantó de encima, al ver
que no ponía ninguna resistencia. Me levantó violentamente y me guió de vuelta.
Bajamos unas escaleras de piedra hasta llegar a un piso subterráneo.
-¿Esto qué
son mazmorras o algo así?
-Algo así
–dijo al tiempo que abría la verja de una de las estancias y me lanzaba dentro.
Caí al
suelo con brusquedad, golpeándome el rostro contra el muro. Noté que la sangre
bajaba por mi pómulo, donde sentía un fuerte dolor. Apoyé la cabeza, que me dolía
ligeramente.
sábado, 21 de julio de 2012
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 36: La Inquisición
Me levanté y
me entré en la ducha. Dejé que el agua me empapara por completo inmersa en mi
hilo de pensamientos. Salí y me miré en el espejo. Tenía unas visibles ojeras,
que dejaban ver que no había dormido mucho las dos últimas noches que llevaba
allí. Ni tampoco había hablado apenas con nadie. Mis padres me habían prohibido
ir a ver a Eric, solo porque podría ser
peligroso. Ellos no querían decirme lo que pensaban sobre él, pero aquella
prohibición me confirmaba que creían lo mismo que el resto, que lo veían todo
claro. Yo no paraba de darle vueltas una y otra, y otra vez al asunto de la
Inquisición, y sobre que Eric podría ser uno de ellos.
Me
encontraba sentada sobre la cama inmersa en mis pensamientos cuando Aimara
apareció frente a la ventana.
-¿Por qué
ahora apareces fuera de mis pesadillas? –ya era la segunda vez que aparecía
allí.
-Plantéate
la posibilidad –dijo sin contestar a mi pregunta.
-¿Qué?
–inquirí sin entender. Pero en seguida caí en la cuenta de a lo que se
refería-. Él no es, estoy segura de eso.
-Neliel
también estaba segura de que Axel era perfecto, o Naike de que Ash no le haría
nada; pero ya sabes lo que pasó.
-Cállate.
-Es verdad,
Samira. Tú misma te lo estás planteando…
-No, ni lo
pienso.
-¡Sí que lo
haces! No te engañes a ti misma. Tal vez todos ellos estén equivocados; pero
tal vez no.
-Lárgate.
Sal de mi cabeza.
Soltó una
risotada, que pareció retumbar por toda la habitación.
-No estoy
en tu cabeza, Samira.
-Me da
igual, solo vete.
-Admite que
lo estás pensando.
Noté como
los ojos se me humedecían a causa de la frustración que sentía en aquel momento.
-No es que
no lo piense…, es que no lo quiero pensar –admití finalmente, notando las
lágrimas caer por mis mejillas-. Es que él no puede ser, él no…
Me enjuagué
rápidamente las lágrimas con el dorso de la mano al oír unos golpes en la
puerta. A mi lado Aimara desapareció y Ayerai entró por la puerta con una
bandeja de comida en la mano.
-Hola
–susurró.
-¿Qué haces
aquí?
-Vengo a
traerte algo de comer, no sales nunca al comedor.
-No quiero
aguantar cómo la gente me mira, acusándome de todo lo que ha pasado.
Se sentó
junto a mí y me tendió la bandeja.
-Venía
también a disculparme por lo que te dije el otro día. Seguramente esperabas que
te apoyara, y lo siento.
-No pasa
nada –noté las lágrimas de nuevo e intenté contenerlas, pero fue en vano-. No
quiero, pero he de admitir que sí que podría ser así, podría tener sentido. Y
no sería la primera vez que hacen algo así –esto último tan solo fue un
susurró.
Se acercó a
mí y me abrazó. Hundí el rostro en su pecho.
-Voy a ir a
verle –musité tras varios minutos.
-¿Qué? –me
separé de él.
-Sí,
aprovecharé ahora, la gente está en clase, ¿verdad? –asintió.
-Pues es el
momento perfecto. ¿Y tú no deberías estar en clase?
-No eres la
única que puede escaquearse. De todas formas, creía que tus padres no te
dejaban salir a ningún sitio y mucho menos a su casa.
-No me
dejan, pero me da igual. Quiero ir a verle.
Se quedó
callado, sin saber si hablar o no. Finalmente lo hizo.
-Podría ser
peligroso, no sé si sería la mejor idea.
-Necesito
ir a verle, de verdad.
Pegué un
último mordisco al bocadillo que me había traído y me acerqué para coger una
chaqueta.
-No le
digas esto a nadie –dije antes de salir por la puerta.
-No lo haré
–prometió.
Bajé
sigilosamente hasta la parte delantera de la casa y me teletransporté.
Aparecí en
el bosque que había cerca de casa de Eric, por precaución sería mejor no ir
directamente a su casa. Crucé la zona hasta aparecer frente a su chalet.
Respiré hondo un segundo antes de tocar a la puerta.
-Hola,
Samira –me saludó amablemente su madre. Iba con el bolso colgado y cogía a
Katie de la mano-. Buscas a Eric, ¿verdad? Se ha ido a entrenar, pero estará a
punto de llegar. Nosotros nos vamos, pero si quieres puedes esperarle dentro.
Sonreí
levemente.
-Gracias.
Cuando
entré ellas cerraron detrás de mí. Me quedé observando la estancia, sin saber muy
bien qué hacer. Me mordí el labio varias veces, mirando a mi alrededor, y me
dirigí hacia su habitación. Sabía lo que se me estaba pasando por la cabeza,
pero no quería hacerlo. No iba a registrar su habitación, era una locura.
-Tal vez el
Libro de las Sombras esté por aquí –oí la voz de Aimara detrás de mí y me giré,
alerta.
-¡Vete de
aquí! –susurré.
-Búscalo.
-Vete
–repetí.
-Está bien,
te haré caso. Pero házmelo tú también a mí. Y hazlo antes de que aparezca.
Desapareció.
Me quedé mirando el escritorio, insegura. Finalmente me acerqué y abrí con
manos temblorosas el primer cajón. Rebusqué entre todos los papeles
desordenados que había allí, sin encontrar nada. Suspiré de alivio, pero
continué buscando. Abrí el último cajón, y bajo unas carpetas encontré lo que
deseaba no haber empezado a buscar. Allí estaba, un Libro de las Sombras, con
el símbolo de los dos triángulos inscrito sobre él. Cuando rocé la ruda tapa esta
me quemó las yemas de los dedos. Los aparté rápidamente. Sentí un enorme nudo
en el estómago, y como empezaba a llorar desconsoladamente. Me levanté y salí
corriendo de allí, cerrando de un portazo detrás de mí. Subí calle arriba hacia
casa de Amber.
No podía
creerlo. No, no, ¡no!, me repetí en
mi mente una y otra vez. Eric, el chico del que me había enamorado
perdidamente, que pensaba que era siempre tan bueno. <<Creo
que eres perfecto>> Realmente lo había pensado, pero no era más que
un mentiroso, un traidor, al parecer sin ningún sentimiento. <<Estoy enamorado
de ti, y no me importa que seas una bruja, porque te quiero>> Intenté apartar esos pensamientos de mi cabeza. Me sentía cómo una
estúpida, ¡era una estúpida! Dentro de mí deseaba que esto fuera una pesadilla,
despertar ya. Pero era real, Eric era un miembro de la Inquisición. Me había
traicionado, probablemente desde el primer momento que me había ayudado a
encontrar el aula de historia a principio de curso.
Llegué
hasta casa de Amber y toqué a la puerta.
-Hola
–saludó alegremente cuando abrió.
-¿Puedo
pasar?
-Sí, claro
–su sonrisa se fue al ver mi rostro-. ¿Qué es lo que pasa? Eric me contó que te
fuiste a la escuela después de que te atacaran, ¿va todo bien?
Negué con
la cabeza.
-No, Amber,
nada va bien. Todo es un desastre.
-¿Qué es lo
que ha pasado?
Pasó el
brazo por mis hombros y nos sentamos en el sofá. Solté un largo suspiro.
-Eric es de
la Inquisición.
Ella se
quedó callada durante unos segundos.
-¿Qué?
–dijo finalmente-. ¿Cómo va a ser Eric de la Inquisición?
-Lo es.
-A ver…,
estamos hablando de Eric, que…
-Ya lo sé,
Amber. Pero es la verdad. He visto su Libro de las Sombras.
-¿El qué?
-La
Inquisición utiliza otros libros, cómo los grimorios que nosotros tenemos
–expliqué sin ningún ánimo.
Se quedó
callada de nuevo, y luego se levantó del sofá. Me quedé mirando al suelo, hundiendo
el rostro entre mis manos.
-Lo siento,
Sam –susurró-. No quería que esto pasara.
Me giré
para mirarle, algo confusa.
-Deficmus.
Antes de
que pudiera reaccionar perdí la conciencia por completo.
jueves, 19 de julio de 2012
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 35: Culpable
Caminamos
cautelosamente hasta el interior de la escuela. Por el pasillo, los objetos que
lo decoraban, estaban destrozados por el suelo.
Todo esto
me daba muy mala espina, así que me acerqué más a Ayerai. Mientras andábamos
oímos algo tras nosotros y ambos nos giramos, alerta. Vi pasar una oscura
sombra, pero fue tan veloz que no podía afirmarlo.
-Samira.
Ayerai –escuchamos la voz de Mayara.
Nos giramos
de nuevo y la vimos junto a Dania.
-¿Qué es lo
que ha pasado? –pregunté-. ¿Dónde está todo el mundo?
-¿Dónde
está Neile? –inquirió Ayerai alterado.
-La
Inquisición nos ha atacado. Hemos conseguido responder y de repente
desaparecieron –miré de reojo el pasillo. O me había imaginado aquella sombra o
no todos habían desaparecido-. La gente está en la entrada, hay que irse a casa
de Neliel –tragó saliva-. Pero no encontramos a Neile.
-¿Qué?
-Nos han
enviado a algunos a mirar si queda alguien dentro –explicó Dania-. Pero… –un grito
la interrumpió.
Todo nos
volvimos en la dirección en la que había sonado al reconocer la voz.
-Neile
–susurró su hermana.
Ayerai fue
el primero en salir corriendo y el resto le seguimos a los pocos pasos, hasta
llegar al piso de arriba.
-Ha sonado
por aquí, ¿verdad? –oímos otro grito como respuesta, sonaba más arriba.
Subimos
hasta el tercer piso. Al fondo del pasillo observamos un cuerpo, estaba
yaciendo en el suelo, ensangrentado.
-No…, por
favor –murmuró Mayara.
Ayerai se
acercó corriendo al cuerpo y se arrodilló junto a él. Nosotras nos acercamos
cautelosamente.
-¿Es ella?
–inquirió Mayara con miedo.
Él asintió
levemente. Puso la mano en su muñeca durante unos segundos. Soltó un suspiro de
alivio.
-Tiene
pulso –informó-. Aunque su respiración es muy pesada.
Mayara
sollozó mientras se dejaba caer de rodillas junto a su hermana.
-Tenemos
que sacarla de aquí cuanto antes.
Rodeé la
estancia con la mirada y vi a lo lejos una silueta encapuchada. Retrocedí un
paso instintivamente. No podía verificarlo, pero podría ser el mismo hombre que
me había atacado tres días atrás.
-Samira,
¿qué pasa? –preguntó Dania.
Ella misma
se respondió al levantar la cabeza y ver aquel hombre. Este empezó a andar
tranquilamente hacia mí. Noté el corazón golpeándome con fuerza las costillas.
-No me
digas que tuve el placer de conocer a la última de las Cinco Brujas.
Solté un grito
ahogado al reconocer la voz de aquel chico. Y no era quien me había atacado
anteriormente.
-Noté que
eras bruja, pero en aquel sitio no pude hacer nada. ¿Te apetece otra ronda de
cubatas, Samira? –bajo la capucha distinguí una sonrisa maliciosa. Y en ese
momento se abalanzó sobre mí. Caí al suelo de golpe y me quejé de dolor.
-Aeris –dijo Mayara. Y una ráfaga de aire
lanzó el cuerpo de Cameron hacia el otro lado del pasillo.
Me levanté
rápidamente y me encaré a él.
-Exuperia –musité y aquella luz verde fue
de lleno hacia él. Pero impactó contra un campo protector que había creado.
Lanzó un
hechizo contra mí, pero conseguí protegerme antes de que me diera.
-Sacar a
Neile de aquí –ordené.
Les miré de
reojo para ver cómo Mayara y Dania la cogían.
-Quédate
con ella, Ayerai.
-Puedo
hacerlo sola, no quiero que os pongáis en peligro.
-¿Estás
loca? –replicó él-. No te vas a enfrentar tú sola a él.
Ayerai se
colocó a mi lado en el momento que ellas desaparecieron. Entonces Cameron se
levantó, murmuró algo que no pude entender y en ese momento una fuerza
invisible me envistió y salí disparada.
-Tellus –dijo Ayerai y del suelo
emergieron unas enormes ramas que rodearon a Cameron, estrechándolo entre sus
brazos.
Ayerai se
acercó a mí y me ayudó a levantarme.
-¿Estás
bien?
-Sí.
-Confractus –oímos que decía Cameron y
una capa densa de un humo negro apareció a su alrededor, destruyendo el hechizo
de Ayerai. En cuanto las ramas lo soltaron este salió corriendo por el pasillo.
Ayerai y yo nos miramos un segundo y salimos
detrás de él. Giramos el pasillo, sin encontrar a nadie.
-¿Se habrá
ido? –pregunté mientras repasaba el corredor con la mirada.
-No
–contestó Ayerai-. ¡Cuidado!
Estiró de
mi brazo para acercarme a él y creó un campo de protección a nuestro alrededor,
en el que impactó el hechizo que Cameron, al final del pasillo, nos había
lanzado.
-¡Exuperia! –exclamé, esta vez con más
fuerza, y el encantamiento le dio de lleno, haciendo que chocara bruscamente
contra la pared.
Se levantó
torpemente y desapareció. Ambos nos quedamos unos segundos en silencio, sin
movernos, jadeantes.
-Creo que
ya no hay peligro, en cuanto ha visto que tenía las de perder se a largado.
-Deberíamos
irnos.
-¿Puedo
preguntarte de qué conocías a ese tío?
Suspiré.
-Lo conocí
en una discoteca. Algo que prefiero olvidar.
En ese
momento salimos a la entrada de la escuela, y todo se volvió negro.
Cuando
volví a ver observé que estábamos frente a una enorme casa, toda pintada de
marrón. En un principio parecía una casa normal, pero cuando levantabas la
vista veías que tantos pisos no era algo que tuviera una casa común. Se veían
luces en la mayoría de los cinco pisos que tenía.
-¿Esto es
la casa de Neliel? –pregunté impresionada. Parecía más bien una residencia.
-Sí,
grande, ¿verdad?
-Más bien
enorme. ¿Por qué tiene una casa tan grande? –era imposible que tuviera
suficientes hijos como para llenarla.
-Es como
una residencia, aquí viven muchos de los estudiantes. Mucho mejor que la que
hay en la escuela.
-¿Muchos de
ellos?
-Sí, la
mayoría por ser huérfanos, u otros problemas.
-Vaya, ¿y
los cuida a todos?
-Como si
fueran sus hijos. Ya sabes cómo es Neliel.
Llegamos
hasta la puerta y Ayerai tocó. Mi hermana abrió y se lanzó hacia mí. Soltó un
suspiro de alivio mientras me abrazaba.
-¿Estás
bien? –preguntó mientras pasaba la mano entorno a algunas heridas que tenía en el
rostro.
-Sí.
-¿Y tú? –se
volvió hacia Ayerai.
-Estoy
bien. ¿Cómo está Neile?
-Ahora
durmiendo. La poción curativa la ha salvado.
-¿Puedo ir
a verla? –preguntó mientras entrábamos.
-Sí, está
en la enfermería.
Anduvimos
por el pasillo hasta llegar al final; nos metimos a la derecha. La estancia era
como una pequeña enfermería antigua. Encontramos a Neile en la tercera cama,
junto a la pared. Ayerai se acercó a ella, y mi hermana me hizo una señal para
que la siguiera hasta la gran estantería que había a un lado. Rebuscó entre los
numerosos frascos y cogió uno: Poción Curativa.
Lo destapó, vertió el líquido en el tapón y me lo tendió.
-Esto será
suficiente para las heridas y el dolor de cabeza.
Me lo bebí
de un trago. Tenía un cierto sabor a fresa, supuse que por la skafrodita, pero estaba muy agrio; lo
que lo hacía asqueroso. Sentí cómo las heridas se me curaban y el dolor de
cabeza desaparecía. Phoebe me dio un pequeño vaso con más poción curativa.
-Dásela a
Ayerai.
Asentí al
tiempo que lo cogía, y me dirigí hacia él.
-Toma –dije
al tiempo que se lo tendía.
Lo agarró,
se lo bebió y volvió la mirada hacia Neile, que dormía tranquilamente.
Minutos
después se despertó. Ayerai saltó de la cama y se puso a su lado.
-Neile
–susurró-. Hola.
-Hola
–contestó con una débil sonrisa.
Él le cogió
el rostro con ambas manos y la besó.
-¿Cómo te
encuentras?
-Mejor,
algo agotada. ¿Y tú cómo estás?
-Bien.
-¿Y Mayara?
-Está bien,
todos estamos a salvo.
-Chicos
–intervino mi hermana-. Reunión en la sala de estar.
-De
acuerdo.
Me levanté.
Neile hizo lo mismo y Ayerai le cogió con fuerza para guiarla por el pasillo.
Llegamos hasta una gran sala, repleta de sofás, todos mirando hacia una mesa
que había junto a la entrada. Me acomodé al lado de Mayara y Dania; y Neile y Ayerai
se sentaron en el sofá contiguo. Todos prestamos atención a lo que Neliel
quería decirnos.
-Antes de
nada –habló la directora-. Me gustaría saber quién se teletransportó dentro del
edificio. Con esto no quiero decir que esa persona sea la culpable de lo que ha
ocurrido, para nada. Pero sabéis cuales son las normas, y os lo he explicado.
Si os teletransportáis dentro de la escuela deja un vínculo que puede ser
utilizado por otras personas para entrar. Sin embargo, si lo hacéis en el
jardín el campo protector le impedirá la entrada –todos nos quedamos callados.
La gente se miraba unos a otros en busca del culpable. Yo por el contrario
tenía puesta la mirada en el fondo de la sala, pensativa. Me había
teletransportado a casa de Eric, desde mi habitación-. ¿Entonces no ha sido
nadie? Solo quiero saberlo, nada más, no pienso castigar a nadie ni… –se calló
al ver que levantaba la mano.
-Fui yo
–dije en un susurró, sin levantar la cabeza.
-¿Fuiste
tú, Samira? –preguntó con incredulidad.
Asentí
levemente.
-Te sabes
las normas.
-Lo siento
–me disculpé.
-No pasa
nada porque esto nos dará una pista –la miramos sin entender-. Al
teletransportarte a cualquier sitio solo pueden entrar desde el lugar al que
fuiste.
Mi rostro
se puso rígido en seguida.
-¿Qué
quieres decir con eso?
-Pues… –vaciló
al ver mi expresión-. Es muy probable que al sitio al que fuiste hubiera
alguien de la Inquisición –calló, sin saber si continuar-. ¿A dónde fuiste,
Samira?
-A casa de
Eric –dije en voz baja, tanto que estaba segura de que ni Mayara me había oído.
Neliel esperó pacientemente a que lo volviera a repetir-. A casa de Eric –esta vez
lo hice más alto.
-Me temo
que…
-No –la
interrumpí-. Él no es de la Inquisición.
-¿Quién más
sabía que estabas en la escuela? –preguntó con voz amable-. ¿Alguna amiga?
Negué con
la cabeza, y noté las lágrimas llegar a mis ojos, pero no quería llorar.
-Solo lo
sabía él. Amber está de viaje.
-Entonces,
piensa en la posibilidad de que…
-¡No! –le
volví a cortar-. No tiene sentido, ¿no te das cuenta? Si… si él fuera de la
Inquisición, ¿no crees que me habría atacado antes?
-Tienes
razón –pareció ceder-. Pero…
-Él no es
uno de ellos. A lo mejor se enteraron de que estaba en la escuela, tal vez…, de
algún modo, descubrieron el vínculo…, no lo sé. Pero estoy segura de que él no
es.
Me levanté
del sofá y salí por la puerta, en dirección al jardín. Me senté lo más lejos de
la casa posible. Me abracé las piernas con los brazos y hundí la cabeza entre
mis rodillas, notando las lágrimas resbalar por mis mejillas. ¿Cómo podían
pensar que Eric era de la Inquisición? Podría haberme atacado en cualquier
momento y no lo ha hecho, claramente él no era uno de ellos. A lo mejor alguien
más se había teletransportado dentro de la escuela y no había dicho nada.
-Hola –oí
la voz de Neile detrás de mí cuando el cielo ya estaba oscureciendo, pero no me
giré.
-¿Podemos
sentarnos? –preguntó Mayara.
Asentí
levemente. Sentí cómo cada una se sentaba a un lado de mí.
-¿Cómo
estás?
-Mal –dije
seriamente. Nos quedamos unos segundos en silencio-. ¿Qué piensa la gente con
respecto a lo que dice Neliel?
Ninguna de
las dos contestó. Miré a una y a otra, esperando una respuesta, pero me
imaginaba qué significaba aquel silencio.
-Todos
creen que la culpa es mía y que Eric es de la Inquisición, ¿verdad?
-Sí, pero
nosotras no. Él no…, bueno, no es así.
-Ellos no
le conocen, ¡no deberían juzgarle!
Neile pasó
el brazo alrededor de mis hombros y me abrazó cariñosamente.
-¿Y qué hay
de Ayerai? –dije al ver que no estaba-. ¿Él también lo piensa?
-No tan
rotundamente como el resto –susurró Neile.
-¿Qué?
¿Cómo puede pensar eso?
-Tienes que
admitir que las cosas encajan –oí que decía él en voz baja.
Me giré
bruscamente, deshaciéndome del brazo de Neile.
-¿Qué las
cosas encajan? –bufé.
-Fuiste
hasta su casa y dejaste un vínculo directo. ¿Crees que entrarían en su casa
para poder acceder por el vínculo? Son más discretos que eso, Samira, lo sabes,
buscarían otra forma de atacarte. Tal vez…, él solo estaba… fingiendo. A mí
tampoco me gusta la idea pero tienes que pensar…
-Vete –le
corté fríamente.
-Samira
–colocó una mano sobre mi hombro y me aparté de mala gana.
-Vete,
Ayerai –repetí-. Lárgate, no quiero hablar contigo.
Noté cómo
se levantaba y oí sus pasos alejarse. Nos quedamos de nuevo en silencio y Neile
me volvió a abrazar. Apoyé la cabeza en su hombro y lloré de nuevo.
-No hagas
caso a lo que dice –musitó Mayara.
-Solo está
enfadado por lo que me hicieron –se unió Neile-. Está furioso, nada más.
Minutos
después oímos acercarse a alguien. Yo continuaba apoyada en Neile.
-Hola,
chicas –escuchamos la voz de Neliel-. ¿Puedo hablar con Samira a solas?
-No quiero
hablar contigo, no quiero oír lo que me vas a decir.
-Será solo
un segundo, por favor.
Las dos
hermanas se levantaron y se alejaron hacia la casa; Neliel se sentó a mi lado.
-Escucha,
sé que lo que te he dicho es algo duro, que ni siquiera te piensas plantear la
posibilidad. Pero te voy a contar algo que no sabe nadie –torció ligeramente
las comisuras de sus labios-. Hace unos años, probablemente sería más joven que
tú.
<<Conocí a un chico del que me enamoré perdidamente, pero en aquella
época era solo una cría. Salí con él varios meses, pensaba que era perfecto.
Hasta que un día, mientras estaba sola en mi casa esperando a que él viniera a
llevarme a cenar, llamaron a la puerta. Me encontré con que él apareció con dos
hombres más. No entendía qué ocurría… hasta que me atacaron>>
Hizo una
larga pausa, tanto que pensaba que no iba a continuar.
<<Por suerte mis padres llegaron a tiempo de que no me mataran. Me
encontraron sangrando en el suelo. Él mismo me había lanzado un hechizo fatal,
del que apenas me pude proteger>>
Cuando
acabó de relatar las lágrimas volvieron a mis ojos, sin derramarse. Nos
quedamos en silencio; yo no sabía qué decir, y ella parecía todavía sumida en
sus recuerdos.
-Esto te lo
cuento para que sepas que sé lo que sientes. ¿Sabes? Puede que me equivoque,
espero equivocarme, pero piensa aunque sea por un momento en la posibilidad. Sé
que no es nada fácil, incluso después de lo que pasó yo seguía sin creer que
Axel pudiera haberme hecho algo así.
-¿Cuántos
años tenías entonces?
-Dieciséis.
-¿Y qué es
lo que hiciste después de eso?
-Al cabo de
unos meses lo superé, pero no volví a saber nada más de ellos desde entonces.
-¿Y por qué
crees que no te atacó antes? ¿Por qué después de que estuvierais saliendo
durante unos meses?
-No lo sé,
tal vez esperaran a algo.
Suspiré.
-¿Soy la
única que sabe esto?
-Sí –dijo
al tiempo que asentía-. Solo quería que lo supieras.
Se levantó
del césped y antes de irse me tendió una llave con un pequeño número en el
llavero.
-Está en tu
habitación.
Me
incorporé poco después de que ella se fuera y subí hasta el tercer piso, donde
empezaban las habitaciones. Busqué por los números de las puertas hasta
encontrar la mía. Abrí la puerta y me encontré con una habitación prácticamente
igual a la que había tenido en la escuela. Observé que mis cosas estaban frente
a la cama, incluido mi baúl. Me senté y lo abrí. Cogí distraídamente las
primeras cosas que vi. Entre ellas parecía haber un pequeño diario, de una
bruja llamada Naike. Lo abrí y ojeé por encima las páginas, hasta que la
palabra <<Inquisición>> llamó mi atención y empecé a leer.
“Pensaba que estaba enamorado de mí, pero tan
solo me estaba utilizando, esperando el momento en el que pudieran atacar. No
me lo puedo creer, en ningún momento sospeché que Ash pudiera ser de la
Inquisición. Se supone que él no creía en estas cosas, sin embargo iba a
traicionarme sin remordimientos. Cada vez que recuerdo su mirada no había ni
una chispa de pena en ella. Por suerte conseguimos salir de allí antes de que
nos mataran…”
Me pasé toda la noche en vela, leyendo
información sobre la Inquisición en las hojas que había en mi baúl y en algunos
libros que Neliel había dejado sobre mi cama. Sin duda ellos eran más fuertes
que nosotros, y todo ello se debía a que mataban a las brujas para hacerse con
su poder. Además, sus conjuros eran distintos a los nuestros, más peligrosos y
mortales. Por algo se les conocía como la Magia Negra. Todos sus hechizos y
pociones se guardaban en un libro parecido al grimorio, el Libro de las Sombras.
Según una foto que había visto en uno de los tomos, el libro era de tapa
gruesa, antigua, con un símbolo en el centro: un triángulo equilátero con otro
inscrito en el centro.
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