lunes, 9 de julio de 2012

CAPÍTULO 25


CAPÍTULO 25: Me persiguen
Se quedó callado unos segundos, mirándome.
-¿Qué?
-Que la Inquisición me sigue –repetí.
Le conté lo del coche negro que me seguía y lo que había pasado en la fiesta de Amber.
-Lo de las sombras me suena más a magia que a la Inquisición. En cuanto a lo del coche, es extraño, la verdad.
-Lo de las sombras es parte de la Inquisición, estoy segura de que ellos están detrás de eso.
-Pero ellos… –me miró fijamente-. ¿Insinúas que…
-No lo insinúo, lo sé. La Inquisición es Magia Negra.
-No puede ser, Samira, es solo una leyenda, la Magia Negra no existe.
-Sí que existe, Aimara lo descubrió poco antes de que la mataran.
Me desplomé en el sofá y él se sentó a mi lado, todavía analizando lo que le había contado.
-Hacía tiempo que no se sabía nada de la Inquisición.
-Lo sé, pero hasta que yo no conseguí los poderes no había nada que hacer para acabar con nosotros.
-Vienen a por ti –dijo para sí mismo-. Si te matan…, todos moriríamos contigo.
Me mordí el labio de nuevo y bajé la mirada.
-La verdad es que estoy muy asustada.
Pasó el brazo por mis hombros y me abrazó.
-Lo siento, no quería…
-No pasa nada. Es lo que hay. ¿Por qué crees que todavía no me han atacado? –pregunté vacilante después de unos minutos en silencio.
-No lo sé, tal vez esperen a algo. Puede que primero te vigilen y después… –hizo una larga pausa -. Entonces, ¿esto no se lo has contado a nadie más?
Negué.
-Tendré que hablar con mis padres.
-También deberías decírselo a Neliel, tal vez ella sepa qué hacer.
-¿Y qué es lo que se puede hacer? ¿Escapar de ellos? ¿Hacerles frente?
-No sé si hacerles frente sería lo mejor, se han cargado a tantas brujas –noté cómo se ponía tenso.
-Pues yo no seré la próxima. Ni vosotros caeréis conmigo.
-Probablemente si nos preparásemos.
Apoyé la cabeza contra el respaldo y suspiré. En ese momento oímos el coche de Phoebe aparcar frente a la casa.
-Bueno, ya es hora de que me vaya –dijo Ayerai levantándose del sofá-. Nos vemos el lunes. Y…, no te preocupes, ¿vale? Encontraremos algo para deshacernos de ellos.
Le dediqué una sonrisa torcida.
-Hola –saludó Phoebe mientras entraba por la puerta con una bolsa en la mano.
Dejó la comida sobre la mesa del comedor y se sentó junto a mí.
-¿Te quedas a cenar? –le preguntó a Ayerai.
-No, gracias.
-Vale, como quieras.
-Adiós –salió y cerró tras de sí.
Cenamos distraídamente mientras veíamos una película. Poco después de que acabara, mi abuela y mi madre entraron por la puerta, junto a mi padre.
-Hola –les saludé.
-¿Qué tal ha ido la poción? –preguntó mi abuela.
-Bien, al menos eso creo.
-Bueno –habló mi hermana-, yo creo que me voy a ir a dormir.
-Sí, yo también –me uní.
Me levanté del sofá. En ese momento noté una punzada de dolor, lo ignoré y continué caminando. Pero un calor horrible me empezó a abrasar la piel. Solté un grito y caí al suelo de rodillas.
-¡Samira! ¿Qué pasa? –preguntó mi madre agachándose junto a mí.
-Me quema… –me quejé-. ¡Me arde todo el cuerpo!
Noté como ponía una mano sobre mi hombro.
-No estás caliente.
Hundí el rostro entre mis manos, conteniendo las lágrimas de dolor. No entendía qué me estaba pasando, estaba sintiendo el mismo sufrimiento que había notado en la última de mis pesadillas en la que ardía en la hoguera. Pero ahora mi cuerpo no quemaba, solo sentía el dolor. Después de varios minutos de agonía, que se hicieron eternos, poco a poco el padecimiento se fue disipando. Me fui incorporando lentamente, y con la ayuda de mi padre me senté en el sofá.
-¿Qué es lo que ha pasado? –repitió esta vez mi hermana.
-No lo sé –respondí al tiempo que negaba-. Era como si me estuvieran… quemando en una hoguera.
Contuvieron el aliento por un segundo.
-Están atacando a otras brujas, necesitan poder –oí la voz de Aimara frente a mí. Levanté la cabeza hacia ella, sorprendida, siempre que aparecía yo estaba completamente sola.
-¿A qué te refieres con que necesitan poder? –pregunté y observé de reojo cómo todos me miraban extrañados, lo que me confirmó que únicamente la podía ver yo.
-Cuando queman a una bruja en la hoguera lo hacen para hacerse con su poder, por ello cuando se mata a una bruja violentamente no es que su poder desaparezca y no se trasmita a otras generaciones, sino que ellos lo absorben.
Abrí los ojos a causa de la sorpresa.
-¿Y por qué yo lo siento?
-Porque las Cinco Brujas están vinculadas al resto de los brujos.
-¿Y… –desapareció, dejándome de nuevo con la palabra en la boca-. Odio que hagas eso –le recriminé.
-¿Con quién hablabas? –preguntó mi abuela después de unos segundos de silencio.
-Con Aimara, suele aparecerse de vez en cuando. Ella me avisó de que me seguían.
-¿Cómo que te seguían? –inquirió ahora mi madre con nerviosismo-. ¿Quiénes?
Tragué saliva.
-La Inquisición.
-¿Qué? ¿Y qué es lo que te ha dicho ahora?
-Que están matando a otras brujas, y que yo lo siento porque estoy vinculada a ellas.
Mi abuela y Phoebe se sentaron en el sofá, expectantes a lo que dijera. Les conté la misma historia que le había detallado a Ayerai horas antes.
Mi madre miró a mi padre, sin saber muy bien qué decir.
-¿Quieres decir que son brujos? –preguntó mi padre.
-Sí.
-Magia Negra –dijo Phoebe-. Pensaba que era solo una leyenda.
-Sinceramente yo siempre creí en ello –habló mi abuela-. Y Neliel me contó muchas cosas sobre ellos, aunque la gente pensaba que no eran más que historias.
-¿Y qué es lo que sabes? –inquirí intrigada.
-¿Cuánto tiempo llevan siguiéndote? –intervino mi madre.
-Pues, un par de días.
-Creo que lo de las sombras es lo más inquietante –musitó mi hermana-. ¿Crees que la vigilan?
-Sí, sin duda lo hacen.
-Al menos no los he visto cerca de casa.
-Eso es porque el escudo te protege de que se acerquen a cierta distancia –dijo mi abuela. Todos nos volvimos hacia ella-. Una vez te convertiste en una de las Cinco Brujas se creó alrededor de la casa un escudo protector, que te resguarda de que ellos se acerquen demasiado.
-Ya, pero si no estoy cerca de casa me pueden atacar en cualquier momento.
-Por suerte no lo han hecho todavía.
-Ellos son más discretos de lo que eran hace años, no te atacarán si no vas sola. Por ello te vigilan, buscarán el momento idóneo para atacar.
-De acuerdo –habló mi padre esta vez-. A partir de ahora no puedes estar sola en ningún momento, hasta que encontremos alguna manera de acabar con ellos.
-Y si tienes algún problema la casa siempre estará segura –se unió mi madre-. De todas formas mañana iremos a hablar con Neliel.
Nos quedamos en silencio durante unos segundos.
-Bueno, será mejor que me vaya a la cama. Buenas noches –me despedí.
-No te preocupes por esto, ¿vale? –dijo mi padre.
Asentí levemente. Phoebe y yo nos levantamos y subimos cada una a su habitación. Me tumbé en la cama, mirando el techo. Al menos aquí no tenía de qué preocuparme, ellos no podían traspasar el escudo. Estaba segura.

-Buenos días –saludé mientras me preparaba el desayuno.
-Buenos días –contestó Phoebe.
-¿Dónde está todo el mundo? –pregunté al no ver a nadie.
-Se han ido a hablar con Neliel.
Suspiré. Desayuné sin ganas, no podía parar de pensar en lo que estaba pasando. Seguramente parar a la Inquisición no era algo fácil, dado que ellos habían matado a muchas brujas y eso aparentando ser simples personas. Según había estudiado en historia de la magia la supuesta Magia Negra era más difícil de combatir, era más poderosa.
Pasé todo el día esperando impaciente a que mis padres llegaran para saber qué era lo que Neliel les había contado. Sin embargo, llegó la hora del partido y ellos todavía no habían vuelto.
-Phoebe, ¿me llevas al partido?
-Sí.
Cogí el bolso y ambas salimos hacia el coche. Me dejó justo frente al pabellón.
-¿Necesitas que te recoja?
-No, Eric me puede llevar a casa.
-De acuerdo. Nos vemos esta noche.
-Adiós.
Entré al abarrotado gimnasio y busqué a Eric con la mirada.
-Hola –oí su voz a mi espalda.
Me giré con una sonrisa.
-Hola –me acerqué para besarle, aunque las cosas entre nosotros estaban un poco tensas. Sonó la bocina-. Mucha suerte.
-Gracias.
 Me giré y me fui a sentar junto a mis amigas, a las cuales las encontré al final de las gradas.

-Adiós –nos despedimos de Amber y Chase.
Anduvimos hacia el Opel rojo que se encontraba en la otra parte del aparcamiento, todavía abarrotado de coches. Entretanto vi de reojo el coche negro. Apreté la mano de Eric y me acerqué un poco más a él. Me miró y yo le dediqué una sonrisa. Subimos al coche y mientras nos dirigíamos hacia mi casa nos encontramos con un enorme tráfico que nos desviaba en dirección opuesta.
-¿A dónde nos desvían?
-Hacia la carretera que sale del pueblo, pero cruzando el bosque llegaremos en seguida a tu casa.
-Vale.
Continuamos conduciendo por la carretera, que estaba desierta, en una noche cerrada. Mientras hablábamos distraídamente sonó mi móvil. Lo rebusqué por el bolso y entonces noté como Eric daba un giro brusco con el volante que hizo que el coche saliera del asfalto y bajara bruscamente por la pendiente. Solté un grito. Apenas veía lo que teníamos delante, solo sentía el traqueteo del coche. Eric intentaba controlarlo, esquivando los árboles, hasta que nos dimos de frente con uno.
Abrí los ojos lentamente sintiendo los párpados pesados sobre mis ojos. Me sentía algo confusa y notaba un terrible dolor de cabeza. Volví la cabeza hacia Eric y me quedé pasmada al verle. El golpe le había afectado mucho más: tenía una herida en la frente, la cual le sangraba, cubriendo ligeramente la parte izquierda de su rostro.
-Eric –dije intentando incorporarme.
Me quité el cinturón y me acerqué a él, todavía respiraba. Movió la cabeza ligeramente, al parecer no había perdido la consciencia por completo.
-Samira –susurró a duras penas-. ¿Estás… bien?
-Sí, sí, estoy bien.
Me giré para buscar mi móvil en el bolso, en ese momento percibí algo moverse a lo lejos. Levanté la cabeza, alerta. Una silueta se alzó a lo lejos y observé cómo se acercaba. Sin saber por qué tuve un mal presentimiento, sentí que aquella persona no pensaba ayudarnos, y el corazón me empezó a latir con tal fuerza que pensaba que me saldría del pecho. Moví las manos rápidamente por el bolso, pero no serviría de nada llamar a alguien. Tenía que salir de allí de alguna forma, pero teletransportar a Eric en aquel estado sería muy peligroso, tal vez en el momento en el que le empezase a faltar el aire no podría aguantar, y podría incluso morir. Pero si no me teletransportaba moriríamos seguro. Miré de reojo a la silueta que se acercaba, estaba a tan solo unos metros. Agarré a Eric de la mano y cogí el volante.
-Advectum –susurré para mí misma.
Miré a mi alrededor, nos encontrábamos en la carretera de entrada, cerca de la casa de Eric, y por suerte habíamos dejado a aquella persona atrás. Miré a Eric, había perdido la consciencia por completo, pero todavía seguía respirando. Suspiré de alivio. Encontré mi móvil en el suelo del coche y llamé a urgencias.
-Hola, hemos tenido un accidente de coche. Estamos en la carretera de entrada –expliqué atropelladamente.
-No se preocupe, en seguida llegará una ambulancia –dijo amablemente una voz femenina.
Colgué y apoyé la cabeza contra el respaldo, todo me daba vueltas, y perdí la conciencia.

viernes, 6 de julio de 2012

CAPÍTULO 24


CAPÍTULO 24: Las cosas empeoran
Me desperté a la mañana siguiente. Miré el despertador de reojo al tiempo que me desperezaba, era casi la hora de comer. Me levanté y bajé a la cocina.
-Buenos días, cariño –saludó mi madre, que estaba haciendo la comida.
-¿Qué tal la fiesta? –preguntó Phoebe.
-Estuvo genial. A Amber le encantó.
-Me alegro, porque te llevó mucho trabajo.
-Sí. La verdad es que en el momento que empezó la fiesta me quité un peso de encima –expliqué mientras ayudaba a mi hermana a poner la mesa.
Minutos después empezamos a comer.
-Samira –habló mi abuela-. La profesora O’Brian me ha dicho que estás bajando un poco tu rendimiento en las clases de pociones.
-¿Qué? No es verdad –me evadí-. Lo que pasa es que ayer la poción para la metamorfosis no nos salió bien.
-Y faltaste a clase.
-Solo fue un día. Es que O’Brian es muy dura.
-Y la poción para la metamorfosis no es fácil –se unió Phoebe-. Recuerdo cuando la hice por primera vez, con Simon, y no es nada fácil.
-Gracias –dije con una sonrisa. Luego me volví hacia mi abuela-. De todas formas, hoy he quedado con Ayerai para hacerla y entregársela el lunes.
-De acuerdo.
Comimos tranquilamente y en cuanto acabé subí a ordenar mi habitación, por órdenes de mi madre. Mientras lo hacía cogí el grimorio y me senté en la ventana, frente al baúl, pensativa. Tal vez en mi grimorio, o por el baúl, había algo que hablase de la Inquisición.
No encontré más que cartas que apenas hablaban sobre ellos. Sin embargo, en el grimorio encontré la información que buscaba. Al parecer Aimara había descubierto cosas poco antes de que la asesinaran. Y según ponía, algunas leyendas que había oído en clase de Historia de la Magia eran ciertas, como el hecho de que la Inquisición no era gente normal, sino que eran brujos: Magia Negra. Me quedé analizando la información. Probablemente serían ellos los del coche, las sombras; me estaban vigilando. Me estremecí al pensarlo. Venían a por mí, la última de las Cinco Brujas, la que mantenía al resto con vida. El sonido de mi móvil me sacó de mi hilo de pensamientos.
-¿Sí?
-Hola –habló Eric-. ¿Qué tal?
-Bien –contesté algo absorta todavía-. ¿Y tú?
-Muy bien. Te llamaba por si te apetecía quedar.
-Eh, no puedo, esta tarde no. Tengo una cosa con la familia –no sé por qué no le dije alguna otra mentira como que tenía que hacer algo para la escuela, eso sería mentirle menos.
Se quedó unos segundos callado.
-Está bien. ¿Vendrás mañana al partido?
-Sí, claro.
-¿Te pasa algo? Te noto como ausente.
-Estoy bien.
-Bueno, entonces nos vemos mañana.
-Allí estaré.
-Adiós.
Colgué y bajé la mirada de nuevo al grimorio.
Más tarde me metí en la ducha y me cambié, Ayerai estaría a punto de llegar.
-Phoebe, ¿sabes si tenemos alguna olla para pociones?
-Rasei –pronunció un hechizo con el que podías hacer que algo llegara a ti tan solo con pensar en ello. Y una olla apareció en el suelo de su habitación.
-Claro, no había pensado en eso.
Hice que el objeto llegara hasta la cocina. En ese momento llamaron a la puerta.
-Hola –saludé cuando abrí-. Pasa.
-¿Qué tal? –preguntó Ayerai.
-Bien.
Fuimos a la cocina y empezamos a preparar la poción con todos los ingredientes que la profesora O’Brian nos había prestado.
-Samira –Phoebe se asomó por la puerta-. Hola, Ayerai.
-Hola –respondió este con una sonrisa.
-Me voy, he quedado con Simon. Papá está trabajando; mamá y la abuela se han ido, no sé adónde, solo sé que llegaran tarde. Así que cenaremos solas, podrías hacer algo para cenar.
-Podrías comprar tú algo.
-No tengo dinero.
Puse los ojos en blanco. Pensé en el billete de veinte dólares que tenía en la cartera y este apareció en la mano de mi hermana.
-Compra comida china.
-De acuerdo –dijo con una sonrisa-. Que tengáis suerte con la poción.
-Gracias.
Fuimos cuidadosamente añadiendo cada ingrediente, tal y como nos indicaba en las instrucciones.
-Hay que esperar diez minutos –informé-. Después se añade el elandronato.
-De acuerdo.
-¿Qué hora es?
-Son casi las ocho.
-¿Qué? ¿Llevamos dos horas para hacer la poción?
-Eso parece, lo estamos haciendo muy lento.
-Pues espero que funcione.
Mientras esperábamos sonó el teléfono.
-¿Sí? –pregunté al descolgarlo.
-Hola, Sam.
-Hola, Amber, ¿qué tal?
-Bien. Te llamaba para saber qué hacías.
-Pues ahora estoy con una poción para metamorfosis entre manos.
Oí el timbre y me volví hacia Ayerai.
-¿Puedes abrir?
-Sí, claro.
-Suena emocionante. Pero si estás ocupada te dejo.
-Vale, adiós.
Salí hacia el recibidor y me quedé parada un segundo al ver a Eric allí.
-Hola –corté cualquier conversación que estuvieran teniendo antes de que Ayerai pudiera decir algo que no debía-. ¿Qué haces aquí?
-Pues, venía a verte.
-Eh…,
-Estamos haciendo un trabajo para la escuela de periodismo –se adelantó Ayerai. Me miró un segundo y luego volvió la vista a su reloj-. Ya han pasado los diez minutos –se alejó hacia la cocina.
Eric me miró extrañado.
-¿Estáis cocinando?
-Sí, es para un pequeño reportaje que tenemos que hacer.
-Bueno, si todavía estás ocupada… –dijo de mala gana.
-Eric, espera –lo paré antes de que se fuera. Cerré la puerta detrás de mí y nos quedamos bajo el porche.
-¿Sabes qué? Me parece que yo estoy todo el tiempo intentando que quedemos para estar más tiempo juntos, pero es que tú no pareces hacer nada por ello.
-¿Qué? ¿Cómo qué no? Falté a la escuela para quedar contigo, para que pasemos más tiempo juntos.
-Ya, pero… ¿por qué no me has llamado después de acabar lo que tuvieras que hacer con tu familia?
-Pues…, porque Ayerai me ha llamado, se me había olvidado que teníamos que hacer un trabajo –en ese momento me sentía fatal por estar mintiéndole.
Resopló.
-Esto puede sonar estúpido…, pero me parece que pasas más tiempo con él que conmigo.
-Eso no es verdad, Eric.
Nos miramos fijamente unos segundos. Él se acercó y me dio un beso en la frente.
-Nos vemos mañana –dijo sin ningún entusiasmo.
Le vi alejarse con el coche y luego entré de nuevo en casa.
-¿Cómo va? –pregunté.
-Falta el celacintrano, y ya está.
-Vale.
Me senté en la encimera y observé el líquido burbujeante que había en la olla.
-Mira, no te voy a preguntar por qué tu novio no sabe todavía que eres bruja, supongo que tendrás tus motivos.
Suspiré.
-Dijo que las brujas eran unos bichos raros, que no le gustaría conocer a alguien así, ni tampoco estar cerca de una. Eso en el caso de que existieran, porque él no cree en absoluto en estas cosas.
-Bueno, eso es un motivo.
-Phoebe y Amber piensan que lo mejor sería decírselo, pero lo estropearía todo. Todavía más.
-¿Y la mentira no?
Levanté la mirada hacia él. 
Metió el líquido ya preparado en un bote y lo tapó.
-¿Crees que si se lo contara sería mejor?
Se encogió de hombros.
-No lo sé. No le conozco, no sé cómo reaccionaría. Pero de todas formas creo que la verdad sería lo mejor.
Intenté reprimir la cara de tristeza que sabía que estaba poniendo. Bajé de la encimera y me acerqué a él para abrazarle.
-Acabarás haciendo lo mejor, y se solucionará, ya verás –dijo mientras me acariciaba el pelo.
Me separé y le miré fijamente, siempre me inspiraba tanta confianza.
-Ayerai, quiero contarte una cosa.
-Dime.
-Todavía no se lo he contado a nadie.
-¿Qué es? –inquirió algo confuso.
Me mordí el labio.
-La Inquisición me sigue.

miércoles, 4 de julio de 2012

CAPÍTULO 23


CAPÍTULO 23: felicidades, Amber
Oí cómo llamaban al timbre y me acerqué a abrir la puerta, seguramente era Eric, tenía que venir a recoger algunas cosas para decorar el local.
-Llegas tarde –dije mientras cogía una caja que se encontraba sobre la encimera de la cocina. Se la tendí-. Aquí tienes todo lo que necesitáis.
-Hola a ti también.
-Hola –me acerqué a él y le besé-. Lo siento, pero es que estoy muy estresada.
-No te preocupes, todo saldrá bien –me intentó tranquilizar.
Suspiré.
-Eso espero. Diles a Natasha y a Alison que no se pasen con el decorado y que el cartel quede en el centro –dije atropelladamente-, también dile a…
-Respira –me cortó.
Le ignoré y continué hablando.
-La comida tendrá que estar junto a la barra qué es donde estarán las bebidas.
-Creo que voy a tener que tomar nota –bromeó.
-Estoy intentando organizar las cosas, ¿vale? –dije algo mosqueada mientras revisaba mi agenda.
-Pero si te vas a poner así mejor que lo hagas tú misma.
-No puedo, tengo que ir a la escuela.
-Y por qué no…
-Ya falté ayer por ti –me adelanté a que acabara.
-Por mí…, claro.
Cogió la caja y se dirigió a la puerta.
-Nos vemos esta noche –se despidió en un susurro.
Me quedé observando unos segundos la puerta que acababa de cerrar. Suspiré. No lo estropees más, pensé. Luego subí a mi habitación para coger el grimorio y me fui a la escuela.
Durante la clase de hechizos continuamos practicando el hechizo de protección, con el que Mayara y yo conseguimos superar la resistencia de Ayerai y Neile.
Caminamos hasta el aula de pociones y nos sentamos en segunda fila.
-Hoy aprenderemos una poción complicada: la poción para metamorfosis. Tenéis que tener mucha precisión para hacerla. La poción, una vez preparada, tendrá que estar en reposo veinticuatro horas antes de poder utilizarla.
Como de costumbre los ingredientes necesarios aparecieron sobre la mesa, junto a unos apuntes para realizarlo. Fuimos agregando cuidadosamente los ingredientes necesarios.
-Ya casi está –dijo Ayerai-. Añade una pizca de skafrodita.
Sin apenas escucharle abrí el bote y lo vertí en la olla.
-¡Eh! –Ayerai me apartó la mano rápidamente-. He dicho solo una pizca.
-Lo siento –reaccioné.
-¿Estás bien?
-Sí, es que estaba pensando en otra cosa. Hoy es el cumpleaños de Amber y…
-Llevas un montón de tiempo preparándolo.
-Ya, pero es que ahora mismo tengo muchas cosas en la cabeza.
-Bueno, no te preocupes. Pero la poción tendremos que volver a hacerla.
-¿Qué es lo que ha pasado aquí? –preguntó la profesora O’Brian acercándose para observar la olla.
-Hemos echado más skafrodita de la que era necesaria –informé yo.
-Pues van a tener que hacerlo de nuevo –miró el reloj de su muñeca por encima de las gafas-. Sin embargo, no les queda tiempo para empezar de nuevo, así que apáñenselas como puedan, pero quiero la poción para el lunes, ¿ha quedado claro?
-Está bien.
Empezamos a recoger las cosas.
-Lo siento –me disculpé.
-No pasa nada.
-Tendremos que quedar mañana, ¿a las cinco en mi casa?
-De acuerdo.
La gente fue saliendo de clase.
-Nos vemos mañana.
-Suerte con el cumpleaños.
-Gracias.
Llegué a casa y me metí en la ducha rápidamente, tenía media hora para arreglarme y todavía no tenía pensado lo que me iba a poner. Después de estar varios minutos probándome cosas me decidí por una camiseta color salmón con volantes y unos vaqueros ajustados, por último me enfundé unos tacones de color negro. Me recogí el pelo en una coleta alta a un lado y me maquillé. Bajé las escaleras, cogí mi bolso y las llaves del coche.
-Me voy –anuncié antes de salir.
Mientras conducía hacia Neki’s miré el reloj de reojo, tan solo quedaban quince minutos para las ocho. La calle del bar estaba abarrotada de coches, y acabé aparcando a dos calles del local. Cuando fui a coger mi bolso del asiento de atrás Aimara apareció en él. Noté el corazón latirme con fuerza a causa del susto.
-¿Otra vez aquí? ¿Vienes a avisarme de algo?
-Ten cuidado, están cerca.
-Eso ya me lo dijiste, ¿pero quién está cerca?
-La Inquisición –noté cómo la sangre descendía de mi rostro-. Vienen a por ti.
-¿Y qué… –desapareció, dejándome con la palabra en la boca.
Cuando bajé del coche me percaté de que un par de metros más allá se encontraba el coche negro que otras veces había visto. Ya no era la primera, ni la segunda vez que lo veía, estos últimos días estaba allá donde iba. Claramente ya no era una coincidencia. <<Vienen a por ti>>, recordé lo que me acababa de decir Aimara, no podía ser que estuvieran tan cerca. Me quedé mirándolo unos segundos, luego me dirigí rápidamente hacia el bar, casi corriendo. Al entrar me lo encontré lleno de gente. Todo estaba decorado y en el centro colgaba un enorme cartel en que se leía <<FELICES 18 AMBER>>. La comida y la bebida se encontraban a todo lo largo de la barra. Había quedado genial.
-Samira –me llamó Alison-. ¿Qué te parece?
-Ha quedado muy bien.
-Gracias. Nos ha llevado su tiempo.
-Eh, ¿Eric ha llegado?
-Sí, claro, ya está todo el mundo. Eric está allí –dijo señalando hacia la barra.
Me acerqué hasta él, que hablaba con Liam y Byron. Le toqué el hombro con el dedo y él se giró.
-Hola.
-Hola –saludé algo vacilante. Me quedé unos segundos en silencio-. Siento lo de antes, estaba estresada porque todo saliera bien y…
-No pasa nada.
Sonreí.
-¿Siempre eres tan bueno?
Él me devolvió la sonrisa, me rodeó la cintura y me besó.
-¡Ya está aquí! –anunció Natasha.
Fueron rebajando la luz hasta quedarnos prácticamente a oscuras. La puerta del bar se abrió y Amber y Chase entraron por ella.
-¡Sorpresa! –gritamos todos al unísono.
Amber abrió los ojos a causa de la sorpresa y sonrió de oreja a oreja. Volvió la mirada hacia Chase, sorprendida todavía.
-Feliz cumpleaños –dijo él mientras le daba un beso.
-Gracias.
-Samira fue la cabeza pensante.
Se soltó de él y se acercó a mí.
-Muchas gracias, Sam –dijo al tiempo que me abrazaba con fuerza.
-De nada. Felicidades.
-No me lo esperaba.
-Bueno, disfruta de tu fiesta.
La música empezó a sonar por los altavoces. Me volvió a abrazar y se giró para saludar al resto de la gente.
-¿Te apetece comer algo? –preguntó Eric.
-Claro.
Nos acercamos a la barra y estuvimos hablando mientras comíamos. Rodeé la sala con la vista, la fiesta estaba genial.
-¿Qué tal hoy en la escuela?
-Bien, se ha pasado rápido, ya que los viernes solo son dos horas.
-¿Y qué habéis hecho?
Sabía que quería hablar sobre la escuela, dado que siempre acababa desviando el tema.
-Pues, estamos trabajando ahora con la prensa escrita y…
-¡Sam! –Amber se acercó hasta nosotros y me agarró de la mano-. Vamos a bailar.
Miré a Eric un segundo.
-¿He interrumpido algo? –inquirió mi amiga.
-No –contestó él-. Es toda tuya.
Nos metimos entre la gente para unirnos a Natasha y Alison. Estuvimos bailando un buen rato y continuamos haciéndolo después de sacar la tarta de cumpleaños.
Mientras bailábamos noté cómo si una ráfaga de aire me golpeara, y me pareció ver una especie de sombra pasar velozmente ante mí. Sin embargo, nadie pareció percatarse de ello.
-¿Sam? –me llamó Amber.
Moví la cabeza levemente para salir mi ensimismamiento. Le sonreí para indicarle que no pasaba nada.
-Parecías en trance.
-Estoy bien. Creo que voy a tomar algo.
Me acerqué a la barra para coger un refresco mientras empezaba a sonar una balada por los altavoces. Pegué un trago, entonces Eric cogió la lata y la dejó sobre la barra. Me cogió del brazo y me arrastró hacia la pista. Sonreí ampliamente. Le rodeé el cuello con los brazos y él pasó las manos alrededor de mi cintura. Entretanto volví a notar la ráfaga de aire. Me separé de él, algo alerta.
-¿Qué pasa?
Me quedé callada unos segundos.
-¿Has... –no continué la pregunta, estaba claro que él no había visto aquella sombra ni notado la ráfaga de aire. Me mordí el labio y le miré-. Nada.
Me volví a acercar a él y apoyé la cabeza sobre su hombro.
Solo te lo habrás imaginado, pensé. Pero probablemente estaba equivocada, al igual que había pensado que Aimara era una imaginación, que las pesadillas no significaban nada, o que el coche que había visto tantas veces era una coincidencia.

CAPÍTULO 22


CAPÍTULO 22: Un trato
Me dirigí sola hacia el coche de Eric, todavía no había salido, ya que tenía un control y Amber se había parado a hablar con Chase. Sin embargo Eric llegó a los pocos minutos.
-Hola –le saludé con una sonrisa-. ¿Qué tal el examen?
-Bien, no era difícil.
Me acerqué a él para besarle.
-Te apetece quedar esta tarde –me propuso separándose a escasos centímetros de mi rostro.
Suspiré.
-No puedo, tengo que…
-Ir a la escuela –adivinó. Apoyó una mano sobre el coche y bajó la cabeza-. ¿No te lo puedes saltar ni un día?
-No, no puedo. Además, ya lo hice una vez.
-Sí, ¿y no te lo pasaste bien esa tarde?
-Sí –sonreí-, pero no puedo estar faltando cuando quiera. Son más exigentes de lo que crees, de verdad.
-Oh, vamos, pero es que te pasas el día en ese sitio.
-Y tú mucho tiempo entrenando –le recriminé a la defensiva.
-Pero… –se rascó la nuca, nervioso. Luego su rostro se relajó-. Da igual, no quiero que discutamos.
Sin darme cuenta él se había separado más y estiré de su camiseta para acercarle a mí. Le abracé con fuerza, apoyando la cabeza en su pecho, y me estrechó contra él. Me dio un beso en el pelo. Cuando nos separamos nos percatamos de que Amber, con la que ya había solucionado la discusión de la tarde anterior, estaba allí.
-¿Vamos? –dijo tímidamente, sin querer interrumpir nada.
-Sí.
Entré en casa y me dispuse a descansar un poco antes de ir a la escuela. Me tumbé en el sofá, pensando en la situación en la que estaba mi relación con Eric. Una hora después sonó la alarma de mi móvil. Lo cogí para apagarla, y después de haberlo meditado marqué el número de Eric.
-Hola –saludó al otro lado.
-¿Qué te parece si hacemos un trato?
-¿Un trato? –dijo confuso.
-Sí, yo no voy a la escuela y tú no entrenas hoy.
Me pude imaginar cómo se le dibujaba una sonrisa en el rostro
-Trato hecho.
Sonreí.
-Genial, ¿a las cinco en el Cheers?
-De acuerdo.
-Hasta luego, entonces.
Colgué y me preparé para salir. Guardé el grimorio en el baúl para que lo no vieran sobre la mesa y salí por la puerta. Bajé la calle hasta el centro del pueblo. Cuando llegué a la cafetería Eric todavía no estaba allí. Me senté en una mesa junto a la ventana, observando distraídamente la calle cuando vi el mismo coche negro de cristales tintados que había visto el día anterior, estaba aparcado frente al local. Me quedé observándolo un segundo, pero mi mirada se desvió en cuanto oí la voz de Eric a mi lado. Se acercó para besarme, con una radiante sonrisa, y se sentó frente a mí.
Estuvimos hablando durante un buen rato, y una vez que acabamos de tomarnos lo que habíamos pedido decidimos dar una vuelta por el parque. Mientras caminábamos por el paseo que se extendía entre el pequeño bosque que formaban los pinos atisbé a lo lejos el mismo coche que había estado en la cafetería. Lo miré extrañada, sin saber qué pensar. << Están cerca. Ten cuidado>> Recordé lo que Aimara me había dicho. Probablemente sería simplemente una coincidencia, nada más; no quería parecer paranoica.
-¿Qué pasa? –preguntó.
-No, nada. Estoy bien –mentí, era la excusa que siempre ponía.
-Te noto algo inquieta.
-Estoy bien –repetí, y le estreché con más fuerza la mano-, de verdad.
Le miré de reojo, y supe que no se lo había creído del todo. Tal vez Amber tenía razón con lo que decía, porque parecía que cada vez que abría la boca para hablar con él no soltaba más que mentiras.
-¿Quieres que te acerque a casa? Mi coche está justo ahí –dijo señalando al final de la calle.
-Claro.
Mientras conducía hacia casa, la música de la radio se dejó de escuchar y empezó a oírse el sonido de llamada de mi móvil. Miré a Eric extrañada, este se encogió de hombros.
-Se habrá conectado automáticamente el manos libres. ¿Lo cojo?
-Sí.
Me incorporé ligeramente para ver en la pantalla quién estaba llamando. Era Ayerai.
-Hola –saludé al descolgarlo.
-Ey, espero que tengas una buena excusa para haberme dejado solo, Ignis.
Me reí.
-Tenía un plan mejor.
-Supongo que para la profesora O'Brian tendrás una excusa mejor, ¿no?
-Sí, ya me la pensaré.
-Bueno, creo que voy a robar un poco de nuestra poción contra el insomnio –mi sonrisa se borró un segundo al oírle hablar sobre eso, pero lo disimule rápidamente-. Últimamente no pego ojo.
Miré a Eric de reojo que me miraba algo extrañado.
-Ya me contarás qué tal te ha ido –dije como si le siguiera la broma.
-Claro. No me falles mañana, que yo solo no puedo con O'Brian.
-Allí estaré, no te preocupes.
-Adiós –se despidió.
Colgué y la música empezó a sonar de nuevo. Me volví hacia Eric y le dediqué una sonrisa.
-¿Qué es eso de la poción contra el insomnio? –preguntó extrañado.
-Nada, una broma entre nosotros.
Nos quedamos en silencio.
-No quiero parecer cotilla –habló después de unos segundos-. Pero ¿por qué te ha llamado Ignis?
Me quedé callada un momento, sin saber muy bien qué contestar. ¿Qué le iba a decir, qué Ignis significaba fuego? ¿Y por qué Ayerai me llamaría así?
-Es un apodo tonto que me ha puesto.
-Ignis –repitió-. Es un nombre un poco raro, ¿significa algo?
-Eh, sí –intenté pensar algo rápido-. Es que un día, mientras trabajábamos con un monitor por algo que hice se sobrecalentó y casi prende. De ahí el nombre.
Me miró sin comprender.
-Ignis significa fuego.
-Ah...
Se rió por lo bajo. Llegamos hasta mi casa y me acompañó hasta la puerta.
-Ha sido una buena tarde –dije con una sonrisa mientras parábamos bajo el porche.
-Sí –afirmó con una pequeña sonrisa.
-Nos vemos mañana.
Le rodeé el cuello con los brazos y presioné mis labios contra los suyos. Él me devolvió el beso, pero no como solía hacerlo.
-Adiós.