lunes, 2 de julio de 2012

CAPÍTULO 21


CAPÍTULO 21: Ignis
Fueron pasando las semanas, y en la escuela de magia las cosas iban cada vez mejor. Con forme iba usando los poderes me iba habituando a ellos y me era más fácil utilizarlos. Además, el cansancio que notaba los primeros días fue cesando. Por otro lado a medida que fueron pasando los días me hacía más amiga de Neile, Mayara y Ayerai. Con este último había congeniado muy bien, siempre estaba de broma y era muy simpático.
Bajé la calle hasta llegar a un bar donde se leía la palabra Cheers. Entré y busqué a Eric con la mirada, lo encontré al final de la estancia sirviendo a una mesa. Me senté en la barra y esperé a que acabara.
-Hola –me saludó al percatarse de mí-. ¿Qué haces aquí?
-Vengo a contarte lo que tengo pensado para el cumpleaños de Amber.
-¿Ya lo tienes todo planeado?
-Sí, necesito algo de ayuda, pero ya está claro.
-Eric –oí la voz de su jefe desde el otro lado de la barra.
-Estoy en mi descanso –se defendió antes de que pudiera replicar nada.
Se volvió hacia mí y me hizo una señal para que continuara.
-A ver, Amber se va con su familia el fin de semana.
-¿Se va de fin de semana con sus padres? Nunca se han ido a celebrar el cumpleaños en familia.
-Pero no se cumple dieciocho años todos los días. Bueno, a lo que íbamos, la fiesta será el viernes por la noche. Hay un bar que he mirado, donde trabaja mi hermana, y se puede celebrar allí. Habría que pasar a reservar, pero no te preocupes, yo me encargo de eso. –Abrí la agenda y miré las cosas que tenía apuntadas para que todo saliera genial-. Mañana tengo que ir a la escuela, pero puedo pasarme para reservarlo. Vale, Alison y Natasha se encargarán de los invitados y de algunas cosas de la decoración; y Janice de la comida. ¿Podrías comprar tú las bebidas?
Levanté la cabeza para mirarle, en su rostro no estaba su habitual sonrisa, si no que tenía un semblante serio.
-¿Qué pasa?
Ladeó la cabeza.
-No, nada. Yo me encargaré de las bebidas.
Continué sin desviar la mirada, esperando una mejor respuesta. Se frotó ligeramente la cara.
-Solo es que estoy muy cansado.
Antes de que pudiera decir nada la voz de su jefe me interrumpió.
-Ya ha pasado la hora del descanso.
Eric cogió la bandeja y puso una libretita sobre ella.
-Hablamos luego.
En otro momento hubiera replicado, pero sin embargo se puso de nuevo al trabajo sin decir nada. Lo observé acercarse a otra mesa, durante unos segundos, luego cogí el bolso y volví por donde había venido.
Por el contrario, las cosas con Eric habían empeorado, sin apenas darnos cuenta las cosas entre nosotros se habían distanciado; ya no era igual que antes. Probablemente yo pasada demasiado tiempo en la escuela, o él entrenaba demasiado; o las dos cosas. Pero lo que estaba claro era que nuestra relación iba decreciendo.
Subí de camino hacia mi casa, la calle estaba desierta. Oí el ruido del motor de un coche tras de mí, lo miré de reojo distraídamente y observé que iba demasiado despacio. Pensé que aparcaría en alguna de las casas de la calle por la que estaba pasando en ese momento, sin embargo continuó hacia delante. Me extrañé, ya que condujo así durante varios minutos, pero seguí mi camino tranquilamente.
Entré en casa y subí hasta la habitación de mi hermana.
-Hola –saludé mientras me sentaba en la cama.
-¿Qué tal el día?
-Nada emocionante.
-¿Y cómo llevas lo del cumpleaños de Amber?
-Bien, lo tengo casi todo controlado, solo falta reservar el local.
-¿Y dónde será?
-He pensado en el bar Neki’s.
-Yo me voy a trabajar ahora, ¿quieres que lo reserve?
-Claro, no sé por qué no lo había pensado.
-¿A qué hora lo quieres?
-A las ocho empezará la fiesta, pero habrá que tenerlo antes para ir montando las cosas, así que, sobre las seis estaría bien.
-De acuerdo, a las seis.
-Genial, gracias.
Me levanté y me dirigí hacia mi cuarto. Me senté en la cama, de piernas cruzadas, y abrí de nuevo la agenda, revisando todo lo que tenía que hacer. Tan solo quedaban dos días.
-Samira, me voy –oí la voz de mi hermana en la puerta de mi habitación.
-Vale, adiós.
Mientras seguía repasando las cosas escuché a Amber subir las escaleras.
-¿Sam, estás ahí?
Cerré rápidamente la agenda y la metí en el segundo cajón de la mesita. Me volví hacia Amber, que entraba en ese momento.
-¿Ocultándome cosas? –inquirió enarcando una ceja.
-No, que va –me puse en pie-. Solo estaba practicando algo de magia.
-¿Has aprendido algo nuevo interesante?
-Seguimos practicando los hechizos de los cuatro elementos, están muy bien.
Me acerqué a la mesa de escritorio y cogí el grimorio. Me teletransporté y en un instante estaba frente al baúl, que se encontraba en el otro lado de la habitación.
-Al parecer la teletransportación no te supone ninguna dificultad.
-Ya no, y es genial. Puedo ir de un sitio a otro sin problemas.
-Eso está bien –se quedó un momento pensativa-. Podemos ir a cualquier lugar en solo unos segundos. Podríamos ir a Europa, visitar Australia, pasar unos días en China.
Solté una carcajada.
-Sería genial, pero tendrías que acostumbrarte a la teletransportación, y no es fácil.
Alargué una mano para que la cogiera. Me miró un momento con desconfianza y luego la agarró. Todo se volvió negro y aparecimos en el comedor. Amber se cogió con fuerza de mi hombro y luego se dejó caer en el sofá.
-Creo que prefiero el avión. Esto es horrible.
-Te acostumbrarás, yo lo hice al cabo de una semana.
Le tendí la mano de nuevo.
-Ni lo sueñes, yo voy por las escaleras.
Una vez en mi habitación encendí el aparato de música y me dispuse a ordenar el cuarto. Amber llegó y se sentó sobre la cama.
-Sam, necesito que me ayudes.
-¿A qué?
-Este fin de semana me voy con mis padres. No sé por qué les ha dado por irnos de fin de semana por mi cumpleaños, nunca lo hacemos.
-Pero cumples dieciocho años.
-Ya, ellos se pasan el día diciendo lo mismo, que será muy importante. Supongo que iremos a celebrarlo con toda la familia. Pero bueno, celebraré mi cumpleaños la semana que viene y necesito que me ayudes, quiero montar una buena fiesta.
-¿Para la semana que viene? Está bien –le seguí el juego.
-Iba a hacer la fiesta este viernes, pero Chase ha dicho que me quiere llevar a cenar.
Sonreí para mis adentros, él era el encargado de distraerla hasta la hora de la fiesta.
-Qué bien, ¿y a dónde iréis?
 -No lo sé, dice que será sorpresa.
-Parece que las cosas con Chase van muy bien, ¿no?
Se le dibujó una sonrisa de oreja a oreja en el rostro.
-Sí, estoy genial con él.
-Me alegro –le devolví la sonrisa.
-¿Y tú qué tal con Eric?
-Bien –dije encogiéndome de hombros.
-Vamos, Sam, no soy tonta y os veo. Sé que no estáis bien, o no tan bien como antes.
Guardé unos pantalones en el armario y me senté en la cama.
-Vale, a lo mejor no estamos en nuestro mejor momento. Pero no estamos mal.
-¿Se te ocurre el por qué? –inquirió.
-Porque yo estoy toda la tarde en la escuela y él pasa mucho tiempo entrenando.
-Creo que el principal problema es que estás siempre en la escuela de periodismo, que no existe.
-Vale, Amber, ya sé adónde quieres ir a parar.
-A que con las mentiras no vas a ninguna parte.
-No es solo la escuela, son también los entrenamientos, y ahora ha conseguido un trabajo. Además, yo intento estar bien, pero él a veces no está igual.
-Porque no es tonto, Sam, y sabe que algo no va bien del todo. En cuanto te pregunta cualquier cosa sobre la escuela desvías el tema como sea. No crees que eso le pueda extrañar un poco.
-Eso no es verdad –me defendí.
-Sabes que sí.
-Pues prefiero estar así e intentar arreglarlo de otra forma antes que contárselo.
-¿Porque lo estropeará todo?
-Exacto.
-Que sigáis así sí que lo estropeará todo. Además, él dice que te nota distinta.
-Pues ser bruja no me ha cambiado.
-Sí que ha hecho algo, ya que no te sientes igual con él debido a lo que dijo. Y también le estás ocultando algo que eres, porque ser bruja es parte de ti, no puedes ocultarlo como si nada.
-No es fácil, pero puedo hacerlo. Y sí que me siento igual con él.
Me miró sin decir nada, esperando que rectificara lo que acababa de decir.
-Puede que no exactamente igual –cedí-, pero precisamente por lo que dijo no le voy a contar nada.
-¿Y cuál es tu idea para mejorar las cosas? Al menos infórmate de lo que se hace en una escuela de periodismo, ya que vas a mentirle intenta hacerlo un poco mejor, hasta que vuestra relación se desmorone por completo, claro.
-Pues es mi relación, no te metas.
-Me meto porque eres mi mejor amiga y me importas, al igual que Eric, ¿vale?
Le miré fijamente, enfadada, tal vez porque sabía que tenía razón. En ese momento sonó la alarma de mi móvil que indicaba que debía ir a la escuela.
-Me tengo que ir –dije mientras apagaba la alarma.
Amber se levantó de la cama y bajó las escaleras.
-Hasta mañana –oí que decía desde el piso de abajo.
Me quedé parada un momento, luego me acerqué al baúl para coger el grimorio y me teletransporté hasta la escuela.
Aparecí en el jardín delantero de Itziar y me dirigí al aula de Historia. La clase transcurrió monótona y algo aburrida. Estuvimos dando todo lo que había estado relacionado con la brujería hacía siglos, pero ahora poca gente continuaba creyendo en estas cosas, ya que se pensaba que las personas que se quemaba en las hogueras, o que habían sido ahorcadas, eran simplemente que estaban en contra de la Iglesia. Sin embargo eran brujas de verdad y la Inquisición lo sabía.
Salí del aula y me encaminé hacia la clase de Pociones. Pasé junto a la mesa de Neile y Mayara, que me saludaron con una sonrisa, para sentarme junto a mi compañero.
-Hola –saludé dejando el grimorio sobre la mesa.
-Hola, ¿qué tal?
-Bien, ¿y tú?
-Genial, listo para hacer cualquier poción que O’Brian nos ponga –dijo con una sonrisa, que siempre conseguía alegrarme.
Le devolví la sonrisa. Minutos después la profesora O’Brian entró por la puerta y explicó cómo hacer una poción contra el insomnio, la cual Ayerai y yo hicimos a la primera.
-Muy bien –nos felicitó la profesora, con un tono de voz sorprendido-. Parece que estar con la señorita Westwick le hace prestar más atención, señorito Fox.
Este levantó la mano para chocar la mía.
Vertió un poco de la poción, que tenía un aspecto verdoso poco agradable, en un pequeño tarro de cristal.
-Pueden ir limpiando las cosas y salir.
Recogimos todo lo que habíamos necesitado y lo colocamos de nuevo en la estantería del fondo. En cuanto Neile y  Mayara salieron, todos nos dirigimos hacia la clase de Hechizos. Entramos en el aula y dejamos nuestros libros sobre la estantería, pero la profesora nos informó de que daríamos la clase en la parte trasera de la escuela para empezar a entrenar. Una vez fuera nos colocamos en un círculo alrededor de ella.
-Hoy seguiremos practicando el hechizo de protección, pero esta vez intentaremos mantenerlo activo a la vez que nos están atacando, ¿de acuerdo? –todos asentimos-. Está bien, poneros por parejas.
Desde el primer día, en clase de hechizos, siempre me ponía con Mayara como compañera, así que me acerqué a ella. Las parejas iban colocándose frente a la fila de personas que se había formado y cada alumno le tenía que lanzar algún ataque para intentar destruir el campo que los cubría. Les tocó el turno a Ayerai y a Neile. Este le cogió de la mano y se creó alrededor de ellos un escudo que apenas se apreciaba a primera vista. Uno a uno fuimos lanzándoles nuestros ataques. Yo lo intenté con el fuego, controlando que en cuanto destruyese el campo se apagara, que no llegara a tocarles. Pero nadie consiguió romperlo.
-Genial, chicos –les felicitó-. Nadie ha conseguido destruirlo.
Les hizo una señal para que volvieran a su sitio y se incorporase la siguiente pareja. Fueron pasando uno a uno y finalmente nos tocó a Mayara y a mí. Ambas avanzamos unos pasos hasta posicionarnos donde la pareja anterior había sido derribada. Nos cogimos de la mano.
-Pretactum –musitamos las dos a la vez, y un escudo protector se alzó ante nosotras.
Conseguimos reprimir los ataques que nos lanzaban, incluso el de Neile, que iba a mucha potencia e hizo tambalear el campo. Por último, le tocó el turno a Ayerai. Este levantó la palma de la mano hacia arriba y de ella salió una bola de agua del tamaño de una pelota de baloncesto.
-Cuidado con él –me susurró mi compañera-. Ya sabes que el agua lo controla muy bien.
Aferré con más fuerza su mano y me concentré en mantener el hechizo en pie. Ayerai sonrió divertido y nos guiñó un ojo, luego llevó el brazo hacia atrás y lo lanzó hacia delante, soltando la esfera de agua. Cerré los ojos, esperando que el agua chocara contra el escudo, sin embargo impactó contra nosotras como si se tratara de una manguera a presión. Solté un grito al notar el agua fría contra mi piel, y retrocedí un paso para no perder el equilibrio. Me miré un segundo mientras escupía algo de agua, estaba totalmente empapada. Levanté la mirada hacia él, que se reía a carcajadas al igual que el resto de la clase.
-Vaya –dijo la profesora aguantando otra risa-, ha sido un tiro potente –luego se volvió hacia el resto de la clase-. Parece que los ganadores son Ayerai y Neile, pero Mayara y Samira quedan en segundo lugar. Bueno, la clase ha acabado por hoy, muy buen trabajo todos.
La gente fue saliendo hacia la entrada. Yo me dirigí hacia Ayerai y moví enérgicamente la cabeza para salpicarle todo lo que pude.
-Lo siento –dijo entre risas-. Tenía que romper el campo de alguna forma, y es lo que mejor se me da. Tú dominas más el fuego, podrías habernos chamuscado, Ignis.
Ese era el apodo que me había puesto desde que conseguí controlar el fuego sin problemas mientras entrenábamos con los hechizos de los cuatro elementos, sin embargo al resto les resultaba muy difícil este elemento.
-Pero lo tenía controlado para que no os quemase.
-Ya, claro, eso lo dices porque no has conseguido romper el campo.
-Samira –me giré para ver a mi abuela en la enorme puerta que daba al jardín.
Me hizo una señal para que me acercara. Me volví hacia mis amigos y me acerqué a Ayerai, para darle un abrazo que le mojó la camiseta. Le guiñé un ojo, imitando el gesto que había hecho antes.
-Nos vemos mañana –me despedí con una sonrisa.
Crucé el jardín para llegar hasta mi abuela.
-¿Por qué vas tan mojada?
-Ayerai nos ha atacado con el hechizo del agua.
-Lo domina muy bien.
-Ya lo sé.
-Quería decirte que tengo que quedarme en una reunión, así que saldré tarde.
-De acuerdo. Yo me voy a casa a cambiarme.
Antes de que pudiera teletransportarme, me puso una mano sobre el hombro para frenarme.
-La teletransportación siempre fuera del centro.
-Está bien. Adiós.
Era una norma que no entendía, pero decían que por seguridad la teletransportación debía hacerse fuera del edificio.
Aparecí en mi habitación. Dejé el grimorio sobre el baúl y me puse ropa limpia antes de sentarme en mi escritorio para empezar a hacer los deberes. Entretanto noté cómo el cansancio me inundaba. Crucé los brazos sobre la mesa y apoyé la cabeza.
-¡Samira! –abrí los ojos de golpe al oír que me llamaban.
Miré hacia la puerta, pero esta estaba cerrada. Me giré hacia la cama y me sobresalté al ver junto a la ventana a Aimara, con un aspecto no tan tétrico como de costumbre.
-¿Qué haces aquí? –pregunté sorprendida. Desde que había descubierto que era bruja ya no la había vuelto a ver.
-Están cerca –susurró-. Ten cuidado.
-¿Qué? ¿Quiénes?
-Samira –mi hermana entró en la habitación-. A cenar.
Me giré hacia ella un segundo y luego me volví hacia donde Aimara acababa de desaparecer.
-Ya voy.
Me levanté y bajé hacia la cocina, todavía pensando en lo que Aimara me había dicho: <<Están cerca>> ¿A quién se refería?

domingo, 1 de julio de 2012

CAPÍTULO 20


CAPÍTULO 20: Agotada
-¿Quedamos esta tarde antes del partido? –preguntó Amber de camino al aparcamiento.
-¿Qué partido?
-El que vamos a ver en casa de Liam.
-Claro –se me había olvidado.
-¿A qué hora empieza?
-A las nueve.
-Estaré allí para ver el partido, pero no creo que pueda quedar antes.
-¿Por qué?
-Tengo que ir a la escuela de magia –susurré.
-¿Hay una escuela?
-Sí.
-Qué guay, ¿no? ¿Y cómo es? ¿Qué es lo que hacéis ahí? ¿Tenéis asignaturas? –preguntó atropelladamente.
-Tiene una apariencia antigua, es bastante imponente –fui contestando a sus preguntas-. En cuanto a las asignaturas, sí que tenemos, pero solo tres: Pociones, Hechizos e Historia de la Magia.
-Madre mía, suena a película. Debe ser genial.
-No está mal –me encogí de hombros con una sonrisa, me gustaba todo esto de la magia-. Lo peor es la teletransportación.
Bufó.
-¿Te teletransportas?
-Yo todavía no sé hacerlo, pero para ir a la escuela tienes que ir mediante la teletransportación, y mi abuela me llevó.
-¿Y qué sientes?
-Pues, primero notas un mareo, pero luego todo se vuelve negro y te empieza a faltar el aire.
-No suena muy agradable.
-No lo es, en absoluto.
Fue a decir algo, pero una voz que le llamaba la interrumpió. Nos giramos para ver a un compañero suyo de la clase de informática, que también jugaba en el equipo de baloncesto. No me acordaba de su nombre, pero Amber se pasaba el día hablando de él. Esta se alejó hacia el chico.
-Hola –oí la voz de Eric justo en mi oreja y me giré de golpe. Él sonrió al verme hacer una mueca-. Esta tarde podríamos tomar algo antes del partido.
Suspiré ligeramente.
-No puedo, tengo que ir a la escuela de periodismo.
-¿Un viernes? –levantó una ceja.
-Sí, pero estaré para ver el partido.
-Está bien. ¿Y quieres que pase a recogerte y vamos a casa de Liam?
-Mm…, tendré que pasar por mi casa y cambiarme.
-De acuerdo.
Levantó la cabeza y clavó la mirada por encima de mi hombro. Sonrió levemente.
-Mira –movió la cabeza tenuemente para indicarme la dirección.
A pocos metros de nosotros Amber y el chico cuyo nombre no recordaba estaban uno junto a otro, apenas les separaban unos centímetros. Él le apartó un mechón de pelo de la cara y esta sonrió coquetamente.
-Ya entiendo por qué Chase se apuntó tan rápido a venir esta noche a ver el partido.
-¿Él también viene?
-Sí, Liam le invitó. Cuando le dijo que Amber venía aceptó en seguida.
Me volví de nuevo hacia ellos.
-Amber no me había dicho nada de que le gustaba.
-Parece que estén prácticamente saliendo –opinó.
-Me debe una buena explicación de por qué no me lo ha contado.
Eric se rió.
-Eres su mejor amiga, seguro que te lo cuenta todo, y sabiendo cómo es Amber te lo contará con pelos y señales.
Me cogió de la mano y estiró de mí hacia el coche.
-Espera, Amber todavía…
-Esperaremos en el coche –me cortó-. Déjales un poco de intimidad.
-Les dejo intimidad –me defendí mientras caminábamos hacia el Opel.
-Les estás mirando descaradamente.
-Tampoco parecen darse cuenta de que les miro.
Me senté en el asiento del copiloto, y aguardé con impaciencia hasta que entró en el coche. Le mandé una mirada furtiva.
-¿Qué? –inquirió.
-¿Cómo es que me acabo de enterar de que estás coladita por Chase?
-Bueno, coladita no sé si…
-He visto cómo le mirabas –le interrumpí, y me deslicé hasta el asiento trasero para acomodarme junto a ella-. ¿Cómo puede ser que no me lo contaras antes?
-Siempre estoy hablando de él, pensaba que alguna idea tendrías. Además, tú tampoco me dijiste que Eric te gustaba, te lo tuve que sacar yo.
Miré a este, que se reía por lo bajo, y le dediqué una sonrisa.
-Está bien, pero desde cuándo te gusta.
-Hará unas semanas.
-Y al parecer la cosa va muy bien.
Se encogió de hombros a modo de respuesta.
-Vamos, si parece que estéis saliendo.
En ese momento llegamos a mi casa.
-No te libras esta noche de contármelo todo.
-Lo haré, no te preocupes. A las ocho en casa de Liam, acuérdate.
Me despedí de ambos y entré en casa.
-Hola –saludé.
No recibí respuesta. Me dirigí a la cocina a por algo de comer y subí al piso de arriba en busca de alguien. Encontré a Phoebe estudiando en su habitación.
-Hola, ¿dónde está la abuela?
-Ha tenido que irse antes a la escuela.
-¿Y cómo se supone que voy a ir?
-Yo te llevaré.
Me tumbé en la cama, mirando el techo.
-Phoebe –susurré.
-Dime.
-¿Cuándo le contaste a Simon que eras una bruja? Porque lo sabe, ¿no?
-Sí, se lo conté cuando llevábamos unos dos meses.
-¿Cuando empezaste a salir con él ya tenías los poderes?
Negó con la cabeza.
-Conseguí mis poderes a los diecisiete –ahora llevaba saliendo con Simon casi tres años-. A él se lo estuve ocultando durante unos días, después se lo conté. Confiaba mucho en él y sabía que no se lo contaría a nadie. Y no se lo tomó mal, para nada.
-Yo confío mucho en Eric, pero no creo que se lo tomara bien.
-Al principio yo también tenía ese miedo, pero no puedes estar en una relación con mentiras, no es algo fácil de llevar. –Se rió por lo bajo-. Aunque con Simon fue distinto.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Que él también es brujo. Consiguió sus poderes poco después que yo.
Abrí los ojos a causa de la sorpresa.
-¿Qué también es brujo?
-Sí –dijo al tiempo que asentía. Cerró los libros y se puso de pie-. Vámonos o llegaras tarde.
Resoplé mientras me levantaba de la cama, y cogí su mano con fuerza.
Durante la clase de Hechizos continuamos ensayando lo que habíamos aprendido en la clase anterior, al igual que en Pociones donde Ayerai y yo conseguimos hacer la poción curativa, aunque la profesar O’Brian no nos quitó el ojo de encima. Sin embargo, los viernes no teníamos clase de Historia, así que acabamos una hora antes. Me quedé hablando con Ayerai, Mayara y Neile durante un buen rato en el enorme jardín trasero.
-Será mejor que me vaya, he quedado dentro de una hora –me levanté del césped-. Nos vemos el lunes.
-Adiós.
Me dirigí hacia el edificio en busca de mi abuela, y la encontré al girar el segundo pasillo.
-¿Nos vamos? –pregunté-. He quedado a las ocho y tengo que cambiarme.
-De acuerdo.
En cuanto llegué a mi casa me metí en la ducha y me cambié tranquilamente. Una vez estuve lista cogí el bolso y bajé las escaleras.
-Me voy –anuncié mientras salía por la puerta.
Anduve hasta casa de Liam, que se encontraba a tan solo un par de manzanas de la mía. Cuando llegué Byron, Eric y Amber ya estaban allí.
-Hola –saludé.
Me acomodé en el sofá junto a Eric.
-¿Qué tal en la escuela de periodismo?
-Bien –respondí, y miré a Amber de reojo, que me devolvió la mirada-. Oye, Amber –desvié el tema-, ¿tú no tenías cosas que contarme?
Puso los ojos en blanco y me tendió la mano para levantarme. Nos dirigimos a la parte delantera.
-Soy toda oídos –dije mientras me apoyaba contra la pared y cruzaba los brazos frente a mi pecho.
-¿Qué quieres saber? –se encogió de hombros-. Sí, me gusta, porque es simpático, siempre se está riendo y es muy agradable estar con él. Además, creo que a él yo también le gusto.
-Ya te digo yo que sí, os deberías haber visto esta mañana.
Se le escapó una sonrisa coqueta y sabía que significaba algo. La miré fijamente, esperando que continuara.
-La cosa es que hemos quedado esta tarde.
-¿Y? –la incité a seguir.
-Ha estado a punto de besarme.
-Pues entonces está claro que le gustas. ¿Y qué ha pasado? ¿Por qué no te ha besado?
-Porque cuando estaba a punto de hacerlo han aparecido Natasha y Alison y han estropeado por completo el momento.
 -Bueno, ahora tienes tu oportunidad –dije señalando disimuladamente con la cabeza el coche que acaba de aparcar frente a la puerta.
-Os dejo solos.
Entré en la casa en el momento que oí cerrarse la puerta del coche. Me volví a sentar al lado de Eric.
-¿Y Amber?
-Está fuera, Chase acaba de llegar.
-Eric.
Este se volvió hacia Liam, que le pasó una lata de cerveza.
-¿Quieres? –me propuso.
-No –contesté al tiempo que negaba-. No me gusta nada la cerveza.
-Samira, ¿quieres tomas algo? –preguntó Liam desde la cocina, que se unía al comedor.
-Una Coca-cola.
Dejó el bote sobre la mesa mientras se sentaba en el sofá que teníamos junto a nosotros. Encendió la televisión y buscó el canal en el que iban a retransmitir el partido. A los pocos minutos Amber y Chase entraron por la puerta. Este saludó a sus amigos con un choque de manos y ambos se sentaron frente a nosotros. Amber me guiñó un ojo con discreción y sonrió ampliamente. En la televisión, el partido ya estaba a punto de empezar.
-Estamos todos a favor de los Bulls, ¿no? –dijo Byron.
-No todos –le contradijo Amber.
-Que ganen los Bulls no beneficia a los Lakers –me uní-. Yo voy contra ellos.
 -Oh, vamos –replicó Eric-. ¿Cómo vas a ir contra los Bulls?
-Sí, espero que pierdan.
Le di un pequeño pellizco en el vientre y me hizo cosquillas discretamente. Luego pasó su brazo por mis hombros y me acercó más a él. Comenzó el partido y durante las dos primeras partes los Hawks dominaron, lo que hacía que los chicos se cabrearan, dado que se lo tomaban en serio; sin embargo nosotras nos lo tomábamos más a broma.
Me levanté para coger otra Coca-cola, ya que era lo único que conseguía despejarme un poco, y cada vez el cansancio por utilizar mis poderes aumentaba. Llegó el descanso y salí junto a Amber al jardín.
-Esto de ir contra el equipo que a ellos les gusta es muy divertido –comentó.
Me senté en los escalones de la entrada y me froté la cara en un intento de despejarme con el aire frío.
-¿Estás cansada? –preguntó sentándose a mi lado.
Le pegué un trago al refresco.
-Mucho –bajé la voz-. Utilizar mis poderes me agota.
-Ah, ¿cómo es que vas ahora a una escuela de periodismo? Es la primera noticia que tengo.
-Vamos, Amber, sabes que…
-Deberías decírselo, porque ya empiezas con mentiras y no sé si esa será la mejor solución.
-Tal vez no lo sea, pero lo prefiero a que piense que soy un bicho raro y no quiera acercarse a mí.
-Está bien, haz lo que quieras –cambió de tema-. ¿Qué tal en la escuela?
-Bien, voy aprendiendo algunos hechizos. Además, hoy hemos conseguido hacer la poción curativa.
-¿Una poción curativa?
-Sí, es genial. Ayer lo intentamos, pero…
-¿Quiénes?
-Ayerai y yo, él es mi pareja en clase de Pociones.
-Ayerai –repitió-. No lo había oído nunca, es algo extraño el nombre.
-No es el más raro, créeme.
-¿Y has conocido a más gente?
-Sí, como Neile y Mayara, ellas son hermanas. Neile está loca –bromeé-, es muy divertida. Por otro lado, Mayara es más calmada, se complementan. Van siempre con Ayerai.
-¿Y él cómo es?
-Se puede decir que es más sensato que Neile, pero no tan calmado como Mayara.
Oímos cómo se abría la puerta y Eric apareció tras ella.
-El partido no tardará en empezar.
-De acuerdo.
Se sentó junto a mí.
-¿De qué hablabais?
-Ahora mismo de Ayerai –dijo Amber-. Es un nombre raro, ¿verdad?
La miré un segundo fijamente.
-¿Quién es?
-Un compañero mío de la escuela.
-¡Ya empieza! –oímos la voz de Liam desde el comedor.
Los tres nos levantamos y entramos de nuevo en la casa.
En cuanto el partido acabó recogí mi bolso, dispuesta a irme a casa, estaba agotada.
-Te llevo a casa –dijo Eric mientras cogía su chaqueta.
-No te preocupes, mi casa está a un par de minutos.
-No voy a dejar que te vayas ahora sola. Además, con el sueño que tienes te caes en cuanto gires la esquina.
-No estoy tan cansada –me evadí.
Me levantó la cabeza por la barbilla.
-Te conozco, tienes una cara de sueño que no te la quita nadie –se volvió hacia sus amigos-. Nosotros nos vamos. Amber, ¿te vienes?
Esta se giró hacia Chase.
-Yo te puedo llevar –se ofreció.
-Está bien, pues nos vemos mañana.
-Adiós.
Salimos hacia el coche, que estaba aparcado frente a la casa. Me acomodé en el asiento del copiloto y apoyé la cabeza contra el respaldo.
-¿Qué te hacen hacer es esa escuela? Vuelves agotada.
Me encogí de hombros y cerré los ojos, sin contestar a la pregunta. Escasos minutos después llegamos a mi casa.
-Gracias.
Me besó antes de salir del coche.
-Que duermas bien –se despidió con una sonrisa.
Se la devolví antes de girarme y entrar por la puerta.

CAPÍTULO 19


CAPÍTULO 19: Escuela de periodismo
Cogí mi grimorio y salí de la clase.
-¿Vienes? –dijo Neile mientras salían del aula.
-No, tengo que esperar a mi abuela, todavía no sé cómo teletransportarme –hice una mueca al recordar la sensación.
-Te acostumbraras –dijo Mayara-. Deberías haber visto a Neile las primeras veces, yo pensaba que moría en el intento –soltó una risotada.
-La sensación no es agradable –se defendió Neile.
-Bueno, nos vemos mañana –se despidieron.
-Adiós.
Los alumnos fueron saliendo, y por último lo hizo mi abuela.
-¿Qué tal el día, cielo?
-No ha estado mal.
-¿Te has cogido bien a las clases?
-En la de Hechizos sí, la verdad es que ha sido muy fácil, incluso demasiado. Aunque la marca me ha dolido bastante.
-Hasta que te habitúes a utilizar tus poderes te dolerá, pero no tardará en irse –me explicó-. ¿Y qué tal en Pociones?
-Bueno, esa ha ido un poco peor. La profesora ha dicho que hiciéramos una poción curativa, pero Ayerai no tenía las instrucciones para hacerlo, así que hemos mirado en mi grimorio y… bueno, ha salido mal, ha empezado a burbujear y a salir humo; un desastre.
-Supongo que la profesora O’Brain se habrá cabreado.
-Sí, mucho. Solo la conozco de un día, pero no me cae nada bien.
-Es dura, pero intenta hacer las cosas lo mejor posible y pasa desapercibida.
Nos paramos en la entrada, y alargó el brazo. Respiré hondo y agarré su mano. Todo se volvió negro de nuevo, y cogí una bocanada de aire. Sería difícil acostumbrarse a esto.
-Acabo de empezar a hacer la cena –informó mi madre cuando aparecimos en la cocina.
-Es una sensación bastante desagradable, ¿verdad? –dijo Phoebe-. La de la teletransportación.
-Sí –afirmé-, es horrible.
-Cariño, ves a hacer los deberes antes de que esté la cena.
-Está bien.
Subí a mi habitación y abrí los libros sobre la mesa. No sé si me acostumbraría a tener que hacer los deberes tan tarde después de estar casi toda la tarde en la escuela. Por suerte ese día apenas tenía cosas que hacer, con lo que acabé en seguida.
-Samira, te ha llamado Eric esta tarde –dijo Phoebe desde la puerta.
Saqué el móvil, que todavía seguía en la mochila y vi que tenía algunas llamadas suyas.
-Por cierto, tenías que contarme por qué tenías esa cara de muerto cuando has vuelto de clase.
Me tumbé en la cama junto a ella y le conté lo que Eric había comentado sobre las brujas.
-A lo mejor si le contaras que…
-¿Después de lo que ha dicho crees que lo mejor es decírselo?
-Tal vez no lo estropee –hice una mueca-. O simplemente deja pasar un tiempo.
-Chicas, ya está la cena.
Ambas bajamos hasta la cocina y durante la cena les estuve contando toda mi tarde en la escuela.
Recogí la mesa y subí rápidamente al oír el sonido de mi móvil, seguramente sería Eric.
-Hola –saludé al descolgarlo.
-Hola, te he llamado antes.
-Ya, es que me he dejado el móvil en casa.
-¿Y qué tal el día, más interesante que el mío?
Seguramente sí, pensé.
-No te creas.
-Hoy han atrasado el entrenamiento a las ocho así que he estado toda la tarde en casa, por eso te había llamado, por si querías ir dar una vuelta.
-Siento no haber llevado el móvil encima.
-¿Y qué has hecho?
-Pues…, he estado toda la tarde fuera. He ido a ver una escuela de periodismo –mentí con facilidad-. Es como una actividad extraescolar, pero creo que puede estar bien.
-Eso es genial, ¿y qué es lo que hacéis?
Me quedé callada unos segundos, pensando una respuesta rápida.
-Pues, hoy no hemos hecho gran cosa, conocer el sitio y ensayar algunos discursos, poco más. ¿Y qué tal tu entrenamiento? –desvié el tema.
-Bien, muy cansado, como siempre.

Abrí los ojos lentamente, adormilada. Me di cuenta de que estaba tapada con una manta y me volví hacia la mesita de noche, donde se encontraba mi móvil. Me incorporé de golpe al recordar lo que había pasado antes de dormirme: estaba hablando con Eric.
-Oh, Dios mío –musité mientras me quitaba el pelo despeinado de la cara-. Me he quedado dormida mientras hablaba con él.
Cerré los ojos y tumbé de nuevo. ¿Cómo me había podido quedar dormida hablando por teléfono? En ese momento sonó el despertador. Le di un manotazo para que se apagara y me dirigí a la ducha.
Cuando mi hermana paró frente al instituto vi el Opel rojo aparcar a pocos metros de nosotras. Bajé rápidamente y me dirigí hacia el coche.
-Eric –lo llamé cuando bajaba.
Me acerqué a él, que me saludaba con una sonrisa torcida.
-Siento mucho lo que pasó anoche.
-Hola a ti también, Sam –habló Amber, que había salido junto a él con unos apuntes en la mano -. Nos vemos luego, ahora tengo examen –dijo mientras cruzaba a toda prisa el aparcamiento, sin dejar que contestara.
Me volví hacia Eric y resoplé.
-Me quedé dormida sin darme cuenta.
-No pasa nada.
-Pero…
Me hizo callar presionando sus labios contra los míos. Descansé mi frente contra la suya.
-Me sabe fatal haberte dejado así.
-No te preocupes, de verdad.
Sabía que le había molestado, pero intentaba quitarle importancia. Pasé los brazos por su cuello y le besé. Me aparté de él, bajando mis manos lentamente hasta sus hombros. Entonces me cogió de la muñeca y se quedó observando la marca.
-¿Y esto? –inquirió sorprendido.
-Pues…, un tatuaje.
-¿Desde cuándo lo llevas? Pensaba que te gustaba todo eso pero que no eras muy amiga de las agujas.
Me mordí el labio, pero rectifiqué el gesto rápidamente.
-Me lo hice ayer, con mi hermana. Ella acabó convenciéndome –fingí una sonrisa.
-Pues en la muñeca te debió doler, ¿no?
-Mucho –afirmé.
Continuó observándolo durante unos segundos. Yo le miré fijamente, aunque no conseguía descifrar su rostro. Sonó el timbre en ese momento.
-Vamos.
Le cogí de la mano y nos dirigimos hacia la clase de física.